ACTUALIDAD
INTERNACIONAL
Septiembre
de 2.003
8/9/2003:
Apatrullando la ciudad
Mientras
Ánsar se dedica a sus cosas con la gracia y prestancia natural
que todos le conocemos, la situación de esos humildes chavales
sin educación (profesionales, por supuesto, que para algo
tenemos un ejército serio) a los que hemos enviado a Mesopotamia
se pone cada día más divertida. En España andamos
ocupados con Dedazos y demás (importar instituciones y costumbres
de corte absolutista es algo que se nos ha dado siempre muy bien),
mientras la situación en Irak empeora por momentos.
Por
lo que nos contaron este verano, tras el edificante espectáculo
del asesinato por parte de las fuerzas especiales estadounidenses
de dos hijos del depuesto dictador iraquí Sadam Hussein y
la reedición versión siglo XXI (o sea, igual que toda
la vida pero retransmitida por la cadena Fox) de la vieja costumbre
de colgar a los malvados de los huevos en la plaza mayor del pueblo
todo iba a ir mucho mejor. Los malvados iban a retirarse, acojonados
ante la prestancia de nuestras televisiones y la pericia de nuestros
maquilladores de cadáveres. Tan bien iban a ponerse las cosas,
que hasta los estadounidenses iban a poder replegarse poco a poco.
Una apabullante constelación de potencias internacionales
como España, Guatemala o El Salvador, comandadas por el Ejército
polaco (que debe de haber ganado al menos una batalla en algún
momento de su historia, pues en caso contrario Polonia no habría
existido para poder ser invadida por rusos y alemanes alternativamente
a lo largo del siglo XX, pero que debió hacerlo de pura casualidad
o por incomparecencia del rival), iba a relevar a las exhaustas
fuerzas norteamericanas en un territorio tranquilo, pacificado y
en el que éramos acogidos con los brazos abiertos. La misión
era pues pura rutina. Vamos, una cosilla de control más policial
que militar.
Recién
llegados y atrincherados nuestros heroicos combatientes empezaron
a lanzarles granadas. Pero nos han explicado que se trataba de algo
sin importancia. Luego, prácticamente al día siguiente
de que nuestras gloriosas Fuerzas Armadas transmutadas en "apatrulladores"
empezaran a recorrer las calles de Nayaf, un espectacular atentado
terrorista se cepilló a un importante líder chií
(asunto este de escasa trascendencia, la verdad, pues llevamos ya
una buena docena de importantísimos líderes religiosos
colaboracionistas liquidados, y a pesar de ello no parece haber
peligro de escasez en el aprovisionamiento) y a unas cien personas
más. A pesar de que no cayó ningún estadounidense
(las bajas del Infiel siguen su goteo inalterable, a una por día,
más o menos, pero por cauces menos mediáticos) la
magnitud del bombazo ha equiparado a esta acción con la dramática
explosión en la sede de Naciones Unidas. El caso es que,
tras esta demostración de que las cosas no eran tan sencillas,
los yanquis han retrasado la cesión del mando a los simpáticos
ejércitos de sicarios centroamericanos del que, orgullosos,
formamos parte. Y una vez han acabado haciéndolo (hace unos
días) han decidido exceptuar Nayaf, en una muestra más
de la especial confianza que merecemos.
Nuestros
chicos, además, tras el rutilante éxito de ese peazo
Toro de Osborne colocado en la base nada más llegar para
coronar un paisaje en el que no faltan tampoco las paellas a leña
y un poco de música cañí, se enfrentan a problemillas
adicionales. Para "apatrullar" hace falta material, aunque
sea un mísero Seat Panda de quinta mano y un uniforme con
gorra de plato. Pero, por lo visto, los hemos enviado con lo puesto
(en concreto, "lo puesto" son uniformes de camuflaje para
entornos selváticos, pues al parecer alguien informó
mal a Trillo sobre las características de la vegetación
del sur de Irak). Inicialmente los americanos parecían dispuestos
a entregar este material a los sicarillos a cambio de que se implicaran
en el trabajo sucio, pues éstos alegaron ni tener mucha capacidad
logística ni, en el caso español, sentirse capaces
de transportar tanto peso como suponían unos uniformes apropiados
al combate en el desierto. Claro, cuando los yanquis (admirados,
eso sí, por sus imponentes criadillas) contemplaron el Torito
de Osborne que nos trajimos en el avión empezaron a sospechar
que aquí había gato encerrado y se muestran ahora
reacios a equiparnos a todo trapo, como pretendíamos. Así
de desagradecida es esta gente. ¡Encima que somos el único
Ejército de la coalición centroamericana que no "cobra"!
¡Si hasta los polacos van a gastos pagados!
El
caso es que, la verdad, así no se puede trabajar. A ver si
viene la ONU de una vez y financia en condiciones este esfuerzo
internacional de "reconstrucción de un país destrozado
por sangrientos años de represión dictatorial".
ABP
(València)
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