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ACTUALIDAD DE ESPAÑA                         AÑO 2005

 

12/11/2005: Propuestas de gili-reformismo constitucional

La ya conocida por todos como gili-reforma "Bambi" de la Constitución española sigue su curso. De momento, el único aspecto de la misma de verdadera relevancia, el referido a la reforma del Título VIII de la Constitución (el espinoso asunto de la cuestión territorial), se ha saldado por parte del proponente de la reforma con una preocupante falta de concreción. Parece que quiere poner el nombre de las diferentes Comunidades Autónomas en la Constitución (lo que ha reavivado el siempre apasionante debate sobre el "apellido" de las mismas, como nacionalidad, nación, ente autónomo no identificado o comunidad de vecinos) y luego hacer algunas cosillas con el Senado y el modelo territorial que ya veremos si algún día nos son comunicadas. De momento, está claro que lo serán cuando el debate sobre la reforma de los Estatutos de Autonomía de varias CCAA esté lo suficientemente avanzado como para que sea difícil de cohonestar o incluso como para exigir nuevas reformas estatutarias. Así estamos. Y así parece que seguiremos a falta de un debate serio sobre hacia dónde ir.

Pero incluso del más lamentable de los debates surge algo. Ésa es la esencia de la democracia, dirían los cursis. Fíjense, si lo dudan, en lo productivos y rentables que pueden resultar respectivamente a los obispos y al Imperio del Monopolio los improperios de los tertulianos de la SER y la COPE (sí, justamente en este orden).

La gran ventaja de que se haya abierto definitivamente el melón reformador es que tenemos al PP, por fin, abandonando su clementismo constitucional y proponiendo reformas constitucionales un día sí y otro también.

Empezó M. Rajoy para exigir:

- mayoría cualificada de 2/3 en las Cortes Generales para reformar cualquier Estatuto de Autonomía (medida sorprendente y exótica como pocas, pues supondría blindar los Estatutos de Autonomía más si cabe que el propio Título VIII de la Constitución, que puede ser modificado con 3/5, pero recordemos que este debate constitucional se ha iniciado con la intención de "adecuar la Monarquía al principio de igualdad", con lo que todo es posible y la lógica no tiene porqué convertirse en un impedimento a nada)

- un listado de competencias estatales en la Constitución (esta petición es un tanto extraña, porque el art. 149.1 de la Constitución lleva ahí desde 1978 precisamente con ese contenido, definiendo las competencias estatales con esa gracia y salero en la interpretación dada por el Tribunal Constitucional que ha convertido a este órgano a ojos de los nacionalistas en lo que viene siendo un coche para cualquier luchador contra la desigualdad: ese oscuro objeto de odio africano; probablemente lo que está pidiendo Rajoy es que, como ocurre con los penalties en el Bernabeú, haya una red de seguridad por si se fallan: que piten otro penalty o que repitan el primero, que si el TC un día fallara en favor de una Comunidad Autónoma por una competencia se pudiera enviar a Emilio Butragueño a poner las cosas en su sitio o algo así).

No puede negarse que la gili-bambi-reforma está dando sus frutos. Elevemos el nivel del debate público en este país, debió de pensar alguien al proponerla. Y a fe que lo ha conseguido. Para que no decaiga, desde ayer mismo se ha sumado al show Francisco Camps, President de la Generalitat Valenciana, quien no parece contento con la fama de botarate adquirida por sus desmanes estatutarios y anda decidido a adquirir el protagonismo público que los valencianos reclaman en la escena nacional por la vía que les ha caracterizado siempre: dejar una naranja en el escaño del Presidente del Gobierno.

Camps ha propuesto, y se ha quedado tan ancho, una "reforma constitucional de la Ley electoral" a la que quiere llamar "la propuesta de Alicante". Al parecer, no basta que el nombre de esta región esté mancillado por estar asociado con ser la provincia de procedencia de Leire Pajín, se ha dicho Camps (quien quizá lo que pretende es minar el feudo zaplanista que es esa zona). La propuesta consistiría en eliminar la proporcionalidad del sistema electoral español, "en Cortes, en las Elecciones Autonómicas y en los Ayuntamientos" y es de una sencillez que sólo las buenas ideas tienen: que el partido más votado se quede con el Gobierno y con mayoría absoluta de los representantes.

La propuesta viene avalada por el habitual proceso de reflexión seguido para estas lides por lumbreras de la talla de J. C. Rodríguez Ibarra: ¡los catalanes están sobrerrepresentados! Delenda est democratia.

Como la consulta a cualquier resultado electoral con la ayuda de una calculadora o, en su defecto, con el apoyo en diez deditos (cinco en una mano y cinco en otra) habría permitido comprobar a Camps o a Rodríguez Ibarra, el sistema electoral español no beneficia a los partidos nacionalistas vascos y catalanes sino que les concede una representación bastante ajustada. Por el contrario, beneficia sistemáticamente a los partidos nacionales mayoritarios y perjudica de forma notable a cualquier formación homogéneamente implantada en el territorio nacional que no logre como mínimo un 25% de los votos. De hecho, para eso se hizo así, para evitar incómodas presencias como el CDS o IU. Si lamentablemente el tiro sale por la culata y eso deja sistemáticamente en manos de los partidos nacionalistas la condición de bisagras no se trata de algo que quepa achacar ni a Victor D'Hondt ni a la sobrerrepresentación de los nacionalismos periféricos. La culpa la tiene un reparto de escaños en circunscripciones en la mayor parte de los casos muy reducidas y en un número elevado para el número total de parlamentarios que se eligen.

Si ya nos ponemos serios y a las avanzadas herramientas empleadas hasta ahora (los deditos de las manos) unimos algo más (una base de datos con resultados electorales en Francia, Gran Bretaña o Estados Unidos, en plan tecnófilo - Star Treck que hasta usa la Internet) descubriremos que el sistema electoral español es, globalmente, menos proporcional incluso que los sistemas mayoritarios más arraigados. Así de alucinantes son a veces las cosas y así de maquiavélico (de "atado y bien atado") pergeñó la UCD el sistema electoral.

Las ocurrentes soluciones apuntadas hasta la fecha para resolver este problema han sido de 3 tipos, lo que permite seguir la evolución del recio pensamiento político español:

- Solución "democracia de la dehesa". Quizás la manera de verlo más claro sea acudiendo allí donde esta desproporción es más evidente: el Senado. Castilla y León con unos 2'5 millones de habitantes elige unos 40 senadores. La Comunidad de Madrid con unos 6 millones de habitantes, elige una decenita. Esta artimaña pretendía sobrerrepresentar las zonas donde las gentes de bien votan, pero no cundió del todo. Los efectos de que los vascos y los catalanes vayan a su aire siguen notándose, perniciosos. De hecho, en el Senado (recordemos, que ya se elige por sistema mayoritario), los tíos son casi más bisagra que en el Congreso (menos mal, eso sí, que el Senado sigue sin servir para casi nada).

- Solución "Ep'paña é Ep'ppaña, ¡coño!". Consiste en mantener todo igual pero no dejar que entre en el reparto de escaños ningún partido que haya tenido menos de un 5% a escala nacional. Que para algo las elecciones al Congreso son Elecciones a Ep'paña. Esto tiene la ventaja de eliminar a los partidos nacionalistas y, de paso, con un poco de suerte, a Izquierda Unida. Además sería muy divertido. Imaginen el reparto de escaños en la provincia de Barcelona, con sus 31 escaños repartidos según un reparto al mayor resto (sistema D'Hondt) en la circunscripción, y a disfrutar: PSC, con un 30% de los votos, si le dejáramos entrar en el reparto, tendría unos 21 escaños, CiU con un 25% se quedaría sin representación, ERC con un 15% tendría también 0%, el PP con otro 15% en cambio se haría con 9 diputados y por último IC con un 10% también se quedaría fuera (del resto, ni hablamos). Más o menos. Todo espectacularmente democrático. Si nos ponemos, además, rigurosos, excluimos al PSC y logramos que un partido con el 15% de los votos obtenga el 100% de los escaños. Y con la ventaja de que podemos subir la barrera y bajarla a nuestro gusto. Que los partidos nacionalistas no pasan nunca del 5% pues el 5%. Que el 3%, pues el 3%. Que el 17%, pues el 17%. Pero tiene dos problemas: probablemente España tendría algún problema en el Consejo de Europa si subiera la barrera a lo que habría que subirla (el 20%), un nivel que ni en Turquía, oiga. Porque o eso o prohibir a los nacionalistas aliarse en una lista única para toda España (algo que podrían hacer sin problemas y luego repartirse provincialmente los diputados).

- Solución ABBA ("The winner takes it all"). Es más romántica y musical, y tiene la ventaja de que conduciría a la supresión del Congreso de los Diputados y cualquier Cámara representativa que, a fin de cuentas, pasarían a sobrar, lo que es un avance con su situación actual, en la que es dudoso que sirvan de algo pero le dan un toque bonito, democrático y representativo a nuestra vida. Se trata de la línea apuntada por el President Camps en su lúcida propuesta de reforma. Le vemos, sin embargo, un inconveniente que todavía no ha sido muy meditado por el lúcido Camps: ¿estamos dispuestos a blindar España, sabedores de que sus absolutistas gobernantes con poderes omnímodos nunca harían nada malo, a cambio de dejar Cataluña y Euskadi en manos de locos y peligrosos nacionalistas que podrían hacer cuanto quisieran, sin oposición, sin freno, sin piedad?

La elevación del nivel en este debate y las sucesivas propuestas yaa realizadas permite aventurar por dónde irán los tiros (nunca mejor dicho: España 1934, oiga) en las próximas, si se sigue el proceso evolutivo que se atisba en los modelos hasta ahora expuestos: comenzarán con la prohibición/anulación del voto a los nacionalistas y a saber dónde acabarán. Apostamos por algún Presidente autonómico con poca presencia pública como próximo pelafustán en salir a proponer alguna majadería. Si abrimos una porra yo apostaría, no sé, por el de La Rioja, que así blindaría su poder de amenazas nacionalistas.

ABP (València)

 
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