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ACTUALIDAD DE ESPAÑA                          AÑO 2006 y España sin romperse

 

10/01/2006: Empezó 2006 y Martínez Pujalte todavía estaba allí

Empieza 2006 y la política española promete a la ciudadanía una inmensa alegría: es de prever que se acabe el culebrón del Estatut catalán. Luego vendrán otros (el gallego, la versión 2.0 del vasco, el de Andalucía y las comunidades peperas que quieran ser como los catalanes) pero lo peor habrá pasado y podremos dedicarnos a asistir a la ruptura de España o a participar en ella, según las preferencias, con menos estrés.

El Año Nuevo en España ha empezado, en lo político, con las mismas constantes. Mariano Rajoy, ese hombre traquilo, sigue abducido por la brillante táctica de oposición consistente en elaborar frases de resabios retóricos propios del parlamentarismo decimonónico para expresar ideas con resabios de planteamientos coherentemente preconciliares y, si se tercia, apelando a los que por su honor quieran defender la patria. La novedad es que, de repente, ha aparecido un general despistado que se lo ha tomado en serio. Rodríguez Zapatero, por su parte, continúa reformando el Estado y los Estatutos sin informar a la ciudadanía más que de su intención de dejarlos como una patena y alicatarlos hasta el techo, pero sin dar más información. Ni derecho tiene la gente, por lo visto, a ser informada sobre la cenefita que nos pondrán de adorno.

En estas condiciones, mientras el Gobierno empieza poco a poco a ser responsable de lo que pueda pasar en materia económica y a poner en marcha los componentes más políticos de su programa entre el escándalo de la gente bien, que descubre con horror que tenemos un Gobierno de centro-izquierda, las constantes vitales del PP siguen llamando la atención. Porque su única apuesta para recuperar el poder va poco a poco conformando como icono de su estrategia política al sin par Martínez Pujalte.

Este buen hombre, Martínez Pujalte, es a la imagen que cualquier progre de opereta tiene de la derecha lo que el "modelo Leyre Pajín" representa a ojos de la derecha cultivada. Tiene el encanto de ser tan prototípicamente representativo de las obsesiones que los rivales políticos tienen respecto de lo peorcito de los de la otra trinchera que en el fondo uno llega a sospechar que todo es puro teatro. En el caso de esta especie de personaje de cómic en plan "Martínez el facha" incluso el aspecto físico, con su pinta de ratilla con bigotillo de requeté, a lo camarerillo de un bar de novela costumbrista o de guardia civil poquita cosa, abunda en la caracterización. Unamos a eso que es de la Obra, directivo de un club de fútbol feudal y que tiene tanto entusiasmo como pocas luces aparenta para tener una aproximación bastante. Luego es suficiente escuchar su discurso sin distraerse con su vocecilla de curita adornado de prieto cilicio para cercionarse de que el hombre está a la derecha de Blas Piñar en casi cualquier tema y que, además, abunda en el tópico más reaccionario en cuanto tiene ocasión.

Este personaje no sería sino otro simpático especimen propio de la política española si las cosas fueran normales. Tendría, incluso, algo de presencia pública, quizás, porque todos los partidos requieren de una especie de bombero-torero para amenizar el espectáculo y tener contenta a la parroquia más irracional y amante de las payasadas. Cualquier gran partido de masas necesita de elementos como Martínez Pujalte. El PSOE tiene desde la mencionada Leyre Pajín a tipos como Francisco Vázquez o Juan Carlos Rodríguez Ibarra, dependiendo de la franja de edad a la que haya que contentar. Hay incluso partidos enteros que viven de estas cosas, como el PNV o la sección Carod Rovira de ERC. Y son políticos útiles. Sirven para soltarlos a defender lo indefendible con la ventaja de que sus jefes saben que por muy gorda que sea la animalada con que deleiten a la parroquia no padecerán de rastro de vergüenza alguna, ya que no se percatan del páramo intelectual que con sus actuaciones demuestran sino que sienten orgullo, y se les nota, "por haber puesto los puntos sobre las íes"

Lo anómalo del caso Martinez Pujalte es la sorprendente y creciente relevancia del personaje. Con el PP en el Gobierno era hasta comprensible que el icono del falangismo constitucional cobrara importancia en el Congreso. A fin de cuentas todos los grandes de un partido que manda se van al Gobierno, dejando en el parlamento a Presidente, portavoz del grupo parlamentario y, de relleno, una claque bullanguera y a ser posible poco conflictiva y menos crítica. Han de cumplir la función de ser más papistas que el Papa y esto es algo que Martínez Pujalte hacía y hace a la perfección. Pero, casi dos años después de la derrota electoral, ¿qué hace todavía Martínez Pujalte oficiando, una y otra vez, de número dos en la práctica, por detrás de Zaplana, del grupo parlamentario popular?

Martínez Pujalte y sus peculiaridades fueron la imagen pública del PP en la Comisión del 11-M, junto a un señor navarro que pasaba por allí y que también hizo sus méritos. Del Burgo, que así se llamaba su acompañante, al menos tenía pinta de conservador de orden de toda la vida y era menos chabacano por mucho que la cosa fuera también cutre. Lógicamente, tras el ridículo, ha desaparecido de las pantallas. Pero Martínez Pujalte no. Y cada vez toma más fuerza. Es ya, por sistem, el "látigo" del Gobierno en temas económicos. Por si fuera poco, se mete en todos los berenjenales adicionales posibles y así deviene la voz autorizada del PP para explicar la posición del partido ante los medios de comunicación en asuntos tan complejos como la reforma estatutaria o cuestiones de defensa y política internacional. Cuando no defiende asonadas de salón o insulta directamente a miembros del Gobierno se permite hacer macabras comparaciones (en tono medio jocoso, como si fuera una broma) sobre los accidentes aéreos sufridos por las tropas españolas en Afganistán (así, por ejemplo, hoy mismo).

Su presencia en los medios de comunicación es probablemente un buen indicador de qué tipo de oposición desea hacer el Partido Popular. Esta opción será tenida por mejor o peor, por más o menos inteligente en términos de lucha política según las opiniones de cada cual. Este interrogante puede quedar abierto. En cambio es menos dudoso el calificativo que en términos de calidad de la vida política merece la apuesta. Tampoco es para rasgarse las vestiduras, pero sí, insisto, revelador del tipo de oposición que se desea hacer y vender a los ciudadanos.

Así llevamos desde el 14 de marzo de 2004 y, por lo visto, así seguiremos. Al menos, de momento, eso parece. Porque ha empezado 2006 y Martínez Pujalte sigue siendo portavoz autorizado y preferente de la línea política del Partido Popular.

ABP (València)

 
 
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