ACTUALIDAD DE ESPAÑA AÑO
2005
18/11/2005:
L’Estatut (I): El Conceto
Hace
más de un año de la victoria de Al Qaeda, ayudada
por ETA, Gas Natural, Freixenet, la Selección Catalana de
hockey sobre patines y los servicios secretos franceses, en las
Elecciones Generales de marzo
de 2004. Desde entonces (en realidad, desde las Autonómicas
y Municipales de 2003), el Partido Popular ha cosechado una
rutilante serie de victorias morales (en las Municipales y las Antiespañolas
de 2003, las Generales y las Europeas
del 2004, las Antiestatales
y las Gallegas
de 2005), sólo truncada por dos triunfos, uno de ellos marginal
(la repetición de las Cementeras
de 2004 y el referéndum Maricomplejines de 2005). La legitimidad
moral que ha adquirido el PP con este rutilante recorrido, fuera
de toda duda, se combina, sin embargo, con un desagradable efecto
colateral: cada vez hay menos cargos públicos, menos cuotas
de poder, y además no hay elecciones a la vista.
La
estrategia del PP desde que perdió el poder ha sido en esencia
la misma que antes de perderlo: si la alianza socialseparatista
pone sus garras en el Gobierno romperá España. Si
el Gobierno abre el melón constitucional romperá España.
Si retira las tropas de Irak romperá España. Si desarrolla
una iniciativa legislativa para que se casen los maricomplejines
romperá España. Es acojonante España, de mírame
y no me toques.
En
realidad no es una estrategia nueva, sino que pretende ser la reedición
de los grandes éxitos del PP en la última legislatura
del felipismo. En aquella época la oposición, por
llamarla de alguna manera, desarrollada por Aznar alcanzó
las más altas cotas de irresponsabilidad conocidas en la
democracia española, superando incluso el acoso y derribo
que aplicó el PSOE con la UCD a partir de 1979. El resultado
fue que el PP logró movilizar a la izquierda, estuvo a punto
de perder las elecciones y llegó al poder merced a una bajada
de pantalones que ni en las más reputadas instituciones penitenciarias.
Sin
embargo, por razones que este cronista no alcanza a entender, en
el PP parecen estar bastante convencidos de que si llegaron al poder
en 1996 fue gracias a, y no a pesar de, su estrategia destructiva.
Uno diría que si la ecuación hasta ahora es crispación
1996 = Gobierno en minoría; moderación 2000 = mayoría
absoluta; crispación 2004 = gobierno en minoría (del
PSOE), la crispación 2008 llevará ineluctablemente
a la mayoría absoluta del PSOE, que es de hecho lo que ocurriría
si el PSOE no hubiera aplicado una revolucionaria contraestrategia:
si no hay oposición, ya puestos, que no haya tampoco Gobierno.
Así que el Gobierno se ha aplicado durante estos meses en
no gobernar, no desarrollar iniciativas legislativas pertinentes,
no hacer nada, vaya, salvo profundizar en los principios fundacionales
del felipismo como diciendo "a ver si os habéis creído
que hacemos menos componendas y colocamos a menos amiguetes que
el mismísimo señor X", en plan Ley de Educación,
ley de Violencia de género, ley maricomplejines, amago de
ley "todos con Teddy Bautista" y en ese plan. Leyes todas
ellas producto del progresismo verbenero-bienpensante más
chabacano. En cualquier momento puede volver la heroína (lo
cual no tendría nada de malo de no ser porque ello implica
también la vuelta de la Movida) o el yate Azor.
En
resumen, ni Gobierno, ni oposición. Y a ver quién
puede más (o menos, en este caso). Un
escenario así, en el que el Gobierno no hace nada de nada
más allá de política social-gestual de cafetería
universitaria, y la oposición centra su discurso en alertar
del peligrosísimo clima revolucionario perpetrado por el
Sindicato de Estudiantes, que pretende romper la Facultad y quedarse
con todas las subvenciones, beneficia indudablemente al Gobierno.
Porque puede que no haya casi motivos para votar al PSOE, porque
no hace apenas nada y lo que hace es muchas veces vergonzoso, pero
exactamente, ¿cuáles son los motivos para votar a
la oposición? Mientras pase el tiempo sin que España
no se rompa el PP perderá votos, y si finalmente se rompe,
¿para qué votar al PP? El Gobierno del Talante ha
consistido, hasta la fecha, en tumbarse a la bartola y esperar a
que llegue la siguiente legislatura, con previsible mayoría
absoluta en condiciones normales.
Sin
embargo, a Mariano Rajoy se le ha presentado en los últimos
meses una oportunidad impagable de erosionar al Gran Teletubbie
Rojo, recuperar posiciones y quién sabe si, locura de juventud,
el Gobierno: hablamos, naturalmente, del Conceto. En LPD se
ha tratado ampliamente la cuestión, y además se
ha hecho con una precisión
y profundidad
de análisis que lo dejan a uno boquiabierto, como si un líder
político declarara que está de acuerdo con la invasión
de Irak y con el Estatut de Cataluña y aun así se
presenta a las elecciones. Así que poco se puede aportar,
desde el rigor y el conocimiento, al debate. Pero claro, desde la
superficialidad y el “quiero y no puedo” ya es otra
historia:
El
Conceto: Cataluña ha sido siempre el problema fundamental
de España como Estado. No vamos a retrotraernos a las fuentes
nutricias del porqué las cosas son así, pero así
son (ya les he advertido de que esto iba a ser un texto de andar
por casa, y no me toquen las narices o me pongo a tararear a Bisbal
para demostrárselo). Cualquier cosa que llega de Cataluña
es vista sistemáticamente con sospecha, y viceversa.
Si,
pongamos por caso, una empresa catalana quiere comprar una empresa
española “de toda la vida”, pues eso, no es una
mera adquisición de una empresa española por otra,
sino un afán imperialista antiespañol que “quiere
quedarse con España”. Lo sorprendente es que se trata
de los mismos individuos a los que luego se les llena la boca de
patriotismo y que ingieren cereales “Unidad de España”
para desayunar: España una pero desde Madrid, parecen indicar.
Por
otra parte, si, pongamos por caso, las instituciones políticas
catalanas envían un Estatuto de Autonomía a las Cortes
españolas, pues eso, no se trata de integrarse normalmente
en el marco estatutario español, ni de manifestar la lealtad
institucional que a las Autonomías se les supone, sino de
pedir más autogobierno, lo cual a su vez significa aportar
lo menos posible a la vertebración del país y, sobre
todo, dejar bien clarito que ellos son diferentes y, por qué
no decirlo, mucho más históricos y culturales que
el asqueroso “resto de España”. La obsesión
no es tanto conseguir más para Cataluña como asegurar
que en cualquier caso Cataluña tendrá y significará
más que las regiones “de provincias”, valga la
sinécdoque.
La
dialéctica Cataluña traidora – malvado Estado
Español se ha planteado casi siempre en términos de
desconfianza mutua, estén o no radicados en los hechos (aunque
los hechos acompañen muchas veces). Por eso “desde
España” se reacciona con una virulencia mucho mayor
a un Estatut planteado al fin y al cabo por una mayoría aplastante
del Parlament de Catalunya, planteado más para tocar los
huevos que para ser abiertamente inconstitucional y planteado, sobre
todo, sin violencia de por medio, que la locura perpetrada por Ibarretxe.
Y por eso, aunque en realidad lo importante (el modelo de financiación)
se plantee en términos que sí permitan una generalización
del modelo a todas las comunidades autónomas, lo accesorio
pero importantísimo desde el punto de vista simbólico
(lo del término “nación”) se plantea como
una cuestión irrenunciable para unos y otros.
La
cosa tiene, obviamente, mucho más calado, pero por un lado
ya les avisé de que este análisis podría publicarse
perfectamente como artículo de fondo en “Telva”
y por otro tampoco quiero soltarles diez folios de Estatut de golpe.
Mucho mejor hacerlo por entregas, en plan tortura china: el que
nos ocupa y termina aquí, “el Conceto”; la segunda
parte, “Estatut o Muerte”; y la tercera, “Daños
coyunturales y reformas estructurales en la dinámica sociopolítica
españazola”.
Guillermo
López (Valencia)
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