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ESPAÑA SIGUE YENDO DE PUTA MADRE                                JULIO DE 2002

 

29/07/2002: Las bases de la economía española van bien,.... al compás, vamos todos al compás

El Estado de la Economía Española, si hemos de juzgar por el IBEX-3,5 que rige los destinos de tantos inversores y del mundo de las finanzas es, en estos momentos, y a grandes rasgos, bastante peor que hace dos años. Y no sólo bastante peor, sino que, si hemos de guiarnos por la Bolsa, la economía española vendría a "valer" ahora la mitad que entonces. ¿Produce la mitad?, ¿emplea a la mitad de gente?, ¿se han reducido los beneficios emprersariales a la mitad? Parece que no, y, sin embargo, el IBEX 3,5, otrora lozano en los 12.000 puntos, anda ahora rozando los 6.000.

La Bolsa es (o se comporta como una) ciclotímica. Y punto. La avaricia, el miedo y el temor de los inversores hacen el resto. En tiempos de hipermediatización, que no hace sino dar pábulo a estos peores impulsos de los inversores, el rasgo de reflejo violento y exagerado de la situación se acrececienta. Porque los "expertos", con sorprendente habilidad, sistemáticamente alientan ora una ora otra de estas pulsiones. En tiempos de euforia, acarician la avaricia de los inversores, sean pequeños o grandes, y van de la mano con ellos, valorando que siempre hay espacio para mayores subidas. En tiempos de turbación, por el contrario, son más miedosos que nadie, instan a abandonar el barco como ratas y así siempre pueden escudarse en el manido "ya lo advertí" (claro, lo advirtió Ud. cuando la cosa ya había empezado, pero 6 meses antes decía justo lo contrario). A esta desfachatez se une una sorprendente impunidad, porque nadie les exige en realidad cuentas. Todo el mundo, en realidad, sabe cuál es el juego, y es consciente de que la avaricia y miedo son tan personales que culpar a los demás de los desastres provocados por ambos sólo es posible desde una irresponsabilidad ética estratosférica. De forma que no pasa nada, el juego prosigue, y todos siguen, más o menos contentos, pero vivos y participando de las épocas tanto de vacas flacas como de vacas gordas.

En contra de los que muchos sostienen, no creemos que lo más inteligente en Bolsa sea comprar cuando las acciones están caras porque han subido mucho, apelando a la lógica de que "lo que sube, sube" o "lo que sube, seguirá subiendo". Tampoco creemos razonable vender cuando la Bolsa está bajando o ha bajado mucho, así, como norma general, apelando a la lógica de que "lo que baja, baja" o de que "lo que baja, seguirá bajando". Las más de las veces la profundidad que encierran estas aseveraciones se reduce a la mera constatación de que, en un momento concreto, algo sube o baja. Y poco más puede sacarse de ahí. Parece más razonable comprar atendiendo más bien a lo que valen las cosas y al precio que tienen en un momento. Es aventurado sostener que ahora tal o cual cosa es barata o interesante. Pero, sin embargo, podemos constatar cosas aparentemente sencillas. Y es que, por ejemplo, las acciones de la Bolsa española no sabemos si están caras o baratas en términos absolutos pero, por ejemplo (y esto es seguro) están más baratas en términos relativos que hace dos años. Más o menos un 50 por ciento más baratas. Lo que son unas rebajas de verano generosas, al menos (y ya sabemos que las rebajas no es que sean un chollo, sino un momento en el que sencillamente el beneficio empresarial es menor y nos venden las cosas a un precio más razonable, pero algo es algo).

 

8/7/2002: EL ESCANDALITO QUE NUNCA EXISTIO

No se lo digan a nadie pero estamos escandalizados. La extravagancia de la titular del juzgado de instrucción nº 3 de la Audiencia Nacional, empeñada en sentar en el banquillo de los acusados y abrir juicio oral contra D. Emilio Botín es la mayor afrenta a la justicia a la que hemos asistido en los últimos tiempos desde la operación de Liaño contra el intachable prohombre de los negocios D. Jesús de Polanco.

Y todo por un asuntillo sin importancia como las cesiones de nuda propiedad de crédito, un producto financiero que lanzó el Santander a finales de los años ochenta, gracias al cual captó recursos -así se dice en banca- por un montante de 435.000 millones de pesetas (las malas lenguas dicen que gran parte en dinero negro), utilizando titulares suplantados -amas de casa, indigentes, incluso fallecidos- y por lo que las arcas públicas dejaron de percibir 100.000 millones de pesetas, si hemos de creer a los irresponsables peritos del Ministerio de Hacienda convocados al efecto.

La jueza se empeña en afirmar que se trató de una operación a gran escala diseñada por los ejecutivos del Santander, cuando está clarísimo que si hay alguna víctima es el propio banco, que ha sido presa de las aviesas intenciones de sus malvados clientes coordinados todos -misteriosamente- para utilizar esa impoluta institución bancaria en sus prácticas ilegales. El abogado de la acusación lo explicó en su día perfectamente, tal y como queda recogido en "El Poder", un inexistente libro (¿lo vieron ustedes anunciar en algún medio?) escrito por Josep Manuel Novoa . Transcribimos: "Doña Gertrudis, vecina de un pueblecito de La Mancha y viuda de un funcionario de correos, es una recatada señora que asiste diariamente a misa, y después del oficio religioso suele visitar a don Liborio, director del Banco Santander, en el que tiene depositados los modestos ahorros de toda una vida de austeridad y buena administración. Pero una mañana, sin duda inspirada por el Paráclito, la respetable dama entra con decisión inusitada en el despacho del director de la sucursal, esgrimiendo un papel cuyo contenido explica así la portadora al estupefacto director:

- Mire usted, don Liborio, se me ha ocurrido de repente que pongamos en práctica una operación nueva, una cesión de crédito, para que ustedes me den más interés por mi dinero y yo no tenga que pagar un céntimo a la Hacienda Pública. He contado mi idea al oficial de la notaría que me ha redactado, creo que muy bien, este papel que usted, como director del Santander, tiene que firmar aquí, en esta cruz puesta a lápiz. Y tiene que hacerlo de inmediato, para que yo no me perjudique.

Don Liborio mira el papel, sin duda complejo, en el que se habla de algo de lo que no entiende ni palabra, una cesión de la nuda propiedad de un crédito bajo un nombre que para él resulta totalmente desconocido, y así se lo advierte a la buena señora, que le replica al punto:

- No se preocupe usted, don Liborio, ese señor que se cita ahí no existe, es el nombre de un muerto; pero no importa. Yo, bajo mi exclusiva responsabilidad, como es natural, he dicho que se ponga ese nombre en el papel con un número de identidad falso.

- Pero doña Gertrudis -advierte el atribulado director-, eso que me está usted proponiendo yo creo, en mis cortas luces, que es algo muy grave; ahí es nada, como titular una persona que ha fallecido, un documento de identidad falso, un procedimiento para defraudar a la Hacienda Pública, qué se yo... Comprenderá usted que me resulta imposible firmar ese papel, sobre todo porque no tengo autorización de mis superiores.

- Pues verá lo que hace porque si ustedes no quieren hacerlo me paso al banco de enfrente, que siempre me está dando la lata para que abra cuenta. Así es que le doy veinticuatro horas para que consulte a Madrid o Santander, o a donde sea, y le digan a usted de una vez lo que tiene que hacer, firmar aquí, donde está la cruz.

El director, temeroso de que volase a la competencia el saldo de la viuda, llamó a sus superiores, y éstos le dijeron que concertase la operación como se le pedía, puesto que un abogado del Estado muy influyente, después de consultar a la Secretaría de Estado de Hacienda y a la Agencia Tributaria, les había asegurado que cualquier responsabilidad fiscal correspondería a doña Gertrudis con carácter exclusivo, nunca al banco, una respetabilísima entidad engañada e inducida por la cliente de mala manera a concertar una operación tan extraña".

Esta escena debió repetirse en cientos de sucursales del Santander en toda España, en las que se presentó una legión de clientes con una documentación idéntica a la de doña Gertrudis -qué cabrones ¿no?-, lo que demuestra una vez más que todo obedece a una maquinación masiva para desprestigiar a una entidad intachable como el Santander, hoy SCH.

Afortunadamente el fiscal del caso y el abogado del estado, conscientes de su responsabilidad como defensores del interés público, insisten una y otra vez en el sobreseimiento del caso, proclamando la inocencia de los directivos del banco e instando a los órganos de la administración tributaria para que empapelen a los clientes defraudadores, malvados donde los haya.

Demos gracias a Dios también por la existencia de medios de comunicación insobornables como El Mundo, que se negaron a publicar un artículo al respecto firmado por Jesús Cacho en el que se hablaba de estos temas con total descaro, y que todos los días saca una noticia en páginas interiores destacando las tesis de la defensa del Santander.

Es realmente emocionante, señores. Y es que cuando se asiste a gestas heroicas en defensa de la verdad y la justicia como las que citamos, uno no puede sino gritar con los ojos humedecidos por la emoción: ¡España va bien!.

 

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