ACTUALIDAD DE ESPAÑA AÑO
2004
10/10/2004:
ZP se paga una ronda de popularidad a cuenta del Estado de Derecho
Como
ya denunciamos en su día, la reforma penal que incluía
el primer proyecto de ley del Gobierno de Rodríguez Zapatero
(el referido a la denominada, con sentido del humor, violencia
de género) contiene elementos que son, sencillamente,
de vergüenza. LPD se posicionó
en su día, casi antes que nadie, en las inevitables posturas
de la caverna. No tuvo especial mérito. Somos así
y, en este caso, lo único que hicismo fue, con nuestro conservadurismo
compasivo habitual, plantear cuestiones que habían sido tan
obvias desde el siglo XVIII para las sociedades occidentales como
la necesidad de que, por una parte, el Derecho penal (el poder punitivo
del Estado) sea empleado sólo como última ratio
y siempre con todas las garantías para los reos y, por otra,
recordando que la consideración de que tal o cual conducta
constituya un delito es aconsejable que dependa únicamente
de la comisión de ciertas acciones o no (con el añadido,
en ocasiones, de la concurrencia en las mismas de unas concretas
intenciones o de la existencia de unas concretas situaciones de
inferioridad o superioridad que se empleen torcidamente). Tampoco
es mucho pedir respetar tres o cuatro pautas básicas que
son las que diferencian el poder ejercido en una sociedad democrática
y donde se respetan los derechos de los ciudadanos de la Edad Media,
el actual Irak (ese faro para todo el Medio Oriente) y, en breve,
de España.
Tales
posiciones reaccionarias, lo que zafiamente se ha tenido durante
los dos siglos y un poquito que ha pervivido indemne la idea de
Estado de Derecho, están todavía avaladas por el Tribunal
Constitucional en España. Reaccionarios como se les supone
(más incluso que la totalidad, incluyendo tanto a la mayoría
conservadora como a la minoría soi-disant progresista,
del Consejo General del Poder Judicial, que presentó inicialmente
batalla, entendiendo ambas facciones que estos aspectos de la reforma
eran inaceptables, pero que tras perderla han callado miserablemente),
es posible que en el futuro declaren inconstitucionales exotismos
tales como que una amenaza proferida en el ámbito doméstico
sea delito penado con cárcel y, por si la barbaridad ya era
de por sí poca, que sólo lo sea incondicionalmente
cuando la profiere el varón contra la mujer, pero no a la
inversa. Habiendo eliminado Turquía
hace unos años (en la estela de la España de la transición)
el último bastión pre-moderno de sistemas penales
donde había delitos que sólo podían cometer
personas de un determinado sexo (por ejemplo, el adulterio, penado
para las mujeres pero no para los hombres), es una alegría
al menos para los historiadores que reaparezcan de la mano del nuevo
(y bueno) talante. Cualquier investigador que desee asistir a una
representación del Medievo judicial en directo, en plan espectáculo
etnológico-jurídico, no tiene más que asistir
a cualquier sede judicial española y buscar las hordas de
eficientes (y bien pagadas) letradas que de oficio proporciona el
Estado a las víctimas (sólo a las femeninas) de malos
tratos en el ámbito familiar para engrasar debidamente la
maquinaria de dislates. Como con el Santo Oficio, de las modernas
técnicas de aplicación de la iniquidad en Derecho,
han surgido jugosos negocios.
Sin
embargo, y con esa posible excepción del Tribunal Constitucional
(que, como decimos, nunca se sabe, es capaz de salir con tecnicismos
de auto-escuela como el derecho a la igualdad, las garantías
penales y la noción de Estado de Derecho para enfrentarse
a la reforma), hemos de constatar a estas alturas que LPD se ha
quedado ya en solitario como único representante de la carcundia
y la caverna.
La
maniobra envolvente del Gobierno socialista, que ha logrado en el
Congreso (a falta de lo que ocurra en el Senado, pero el precedente
permite intuir por donde irán los tiros) aprobar ¡por
unanimidad! (o sea, con el voto a favor de la oposición)
una reforma penal que sólo por la gran competencia de los
tiempos recientes no podemos denominar con absoluta certeza como
la más impresentable de las dos últimas décadas
en toda Europa, ha sido un éxito. Básicamente, por
lo que parece, ha consistido en presentar una ley demencial pero
que "vende" imagen de proteger a las mujeres, con la maléfica
idea de provocar la reacción del PP que, en el debate público,
por razonable que pudiera ser en estos aspectos, quedaría
estigmatizada como la de "los que no quieren defender a las
mujeres". La estrategia es tan brillante como rastrera e irresponsable,
y ha acabado conduciendo a la rendición incondicional del
PP.
ZP
se ha garantizado el aplauso de los imbéciles y ha logrado
transmitir la imagen de que logra incluso, en su ansia infinita
de proteger a las mujeres, medio reconducir a los machistas apaleadores
que conforman la derecha española. No está nada claro
que a medio y largo plazo sea, sin embargo, una estrategia rentable.
Porque es de esperar que a la ciudadanía no se le ocultará
eternamente que los ejercicios discriminatorios y arbitrarios del
poder son indeseables. Y que, además, cuando afectan a llevar
a la cárcel a cualquiera, mejor no andarse con bromas.
EStas
cosas van por etapas. Las barbaridades penales, en el mundo en que
vivimos, no se perciben por la opinión pública, dado
los estratos sociales que la dominan, como preocupantes. A fin de
cuentas, normalmente, y por supuesto, es algo que sólo afecta
a la escoria: inmigrantes, gentes de baja extracción social
y económica, con escasos recursos de todo tipo, que son quienes
más problemas tandrán de lograr una buena defensa
jurídica y caerán por ello en el infame mundo de las
actuales asistencias letradas y los acuerdos con la acusación
a los que son llevados entre engaños para evitarse males
mayores. ¿Qué más da entonces una ley parafascista
que permite a las autoridades, de hecho, condenar y encarcelar de
manera arbitraria y con el único requisito de una denuncia
previa del cónyuge (sólo si es de género femenino,
eso sí), que puede estar motivada por los más espurios
intereses? Pues poco, la verdad, se piensa inicialmente. A fin de
cuentas, algo habrán hecho, que se trata de chusma. Poco
importa si están en la cárcel o en la calle, o expulsados
del país. Las feministas lo jalean, la corrección
política también, y todos contentos.
Pero
luego llega siempre un momento en que estas cosas dejan de ser una
broma y se convierten en la antesala de que incluso nosotros, los
favorecidos, podamos tener algún día un problema muy
molesto. Que un conocido, un familiar, de repente, forme parte del
0'01% de personas ricas, formadas y con una posición a las
que estas leyes penales (que las carga el diablo porque aunque ya
contengan discriminación por razón de sexo en su contenido
literal todavía no nos atrevemos a reintroducir en ellas,
en esta tendencia nuestra medievalizante, pautas de discriminación
por razón de cuna, con lo que fiamos el que no nos toquen
a mecanismo "informales" y de tipo social, pero que no
aseguran nunca un 100% de eficacia) se les pretendan aplicar. Y,
entonces, la cosa cambia. Porque experimentar lo que es que con
una simple denuncia, sin pruebas, la dinámica judicial de
los juicios rápidos (¡con penas de cárcel en
juego fruto de la inflación penal galopnate que nos azota!)
y las conformidades más infectas, con fiscales y jueces macdonalizados
en sus rutinas condenatorias y todo el aparato del Estado movilizado
para solucionar estos problemas a través de una fórmula
basada en un incondicional "todos los denunciados a la cárcel,
que por algo han sido denunciados" en carne propia, o de nuestros
iguales en la sociedad, no es lo mismo. Empieza a ser inquietante.
Y no, por ahí no. Habrá que esperar, entonces, a que
los dislates generalizados afecten también a las clases pudientes
y de bienpensante y autocomplacida moral para que el clima social
cambie.
Mientras
tanto Rodríguez Zapatero se convierte en el primer Presidente
de la democracia española que hace aprobar con orgullo una
primera ley que recorta los derechos fundamentales, las libertades
de los ciudadanos y que retrotrae a España a épocas
felizmente pretéritas.
ABP
(València)
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