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OCTUBRE DE 2004

09/10/2004: 800 años de lucha ¡para nada!

La semana que acaba ha concluido con la decisión final de la Comisión Europea, recomendando al Consejo de Ministros de la Unión Europea que inicie definitivamente las negociaciones con Turquía con vistas a la futura entrada del país en el otrora "selecto" club de democracias occidentales, desarrolladas, civilizadas, desahogadas y, en definitiva, cristianas a carta cabal.

La cosa es, nos pongamos como nos pongamos, inquietante. No sólo es que sean pobres, con lo que peligran las ayudas para esas esforzadas regiones de España donde, a pesar de la hacendosidad de los lugareños y la aparente bonanza (véase el caso, por ejemplo, de la Comunidad Valenciana), unas cifras oficiales fuera de toda sospecha demuestran que se trata de áreas extremadamente pobres y merecedoras de que los holandeses, alemanes o suecos dediquen generosamente sus impuestos a construir allí infraestructuras (que, a fin de cuentas, luego ellos usan masivamente en verano, dado el monocultivo económico que al margen del ladrillo protagoniza la economía española). No, por una vez, en una hermoso ramalazo idealista, lo que preocupa a estos europeos cada día más pragmáticos y hedonistas no es una mera cuestión crematística. La bromita de meter a Turquía en la Unión costaría una pasta inmensa, pero es lo de menos. Porque ni aunque lo hiciera pagando podría ocultarse un dato tremendo, demoledor, indudable: quienes nos han metido en la UE a Turquía han colado al enemigo en casa, han finiquitado con una rendición incondicional la valiente lucha de los pueblos de Europa contra el invasor moro que se inició con la gloriosa defensa de Guadalete, allá por 711 d.C.

800 años luchando España contra el tenebroso rostro del infiel terrorismo de Al Qaeda, culminados con éxito (no podía ser menos, quien se enfrenta con el poderío de los españoles cuando tratan de ser convertidos en una cálula más de la red de terrorismo islámico internacional saben bien qué consecuencias han de arrostrar, como demostramos recientemente en el islote de Peregil), que iluminaron a Europa y le mostraron la senda a seguir. España había culminado con éxito la lucha contra el terrorismo de Al Qaeda, pero a otros países les costó más. Hasta Viena llegaron siglos después los moros, convirtiendo la mitad de Austria en territorio tributario de Ben Laden. Pero el ejemplo de la lucha que España protagonizó en defensa de los valores cristianos se impuso, los europeos del momento no se rindieron y al final Europa se salvó y quedó ahí, libre, impoluta, cristiana.

Pero ahora va y resulta que nos quieren meter al moro en casa. En la misma Unión Europea. Turquía, país lleno de moros (o sea, de terroristas internacionales), será, además, no sólo un agente del islamismo en la UE sino que se llevará todas las ayudas y, encima, se convertirá en el Estado más importante de la organización, pues acabará teniendo tanta población o más que Alemania (y eso que en Alemania contamos a casi 3 millones... de turcos). Así de tenebroso es el futuro.

Es lógico, pues que asistamos a tan elevado debate en torno a la posible entrada de Turquía en la UE. O, al menos, lo sería si la cuestión fuera debatible en los términos en que se plantea: una discusión sobre si conviene o no aceptar a Turquía. Pero no lo es. Porque Turquía ha sido ya, desde hace años, aceptada en la Unión Europea a condición de que adapate sus estructuras jurídicas y políticas al standard europeo. Tal compromiso se tomó y existe. Es una mera cuestión de tiempo que se haga efectivo. La discusión no es el "si" sino el "cuándo". Por mucho que se oculte a la opinión pública. Recientemente, LPD tuvo la ocasión de charlar con el equipo de expertos del Gobierno alemán encargado de la negociación (lo que es como decir con el equipo encargado de la misma si tenemos en cuenta lo que significa Alemania en la UE, que la práctica totalidad de la colonia turca en Europa vive en ese país, que el Comisario europeo para la ampliación en la última década ha sido alemán y, sobre todo, que la mayor aparente oposición a la entrada de Turquía viene de los partidos cristiano-demócratas alemanes y asimilados -nazis austríacos y holandeses-) y pudo confirmar esta idea. Nadie parece, en el fondo, a esos niveles, tener dudas de ningún tipo.

Otra cosa es que, desde Guadalete, no hayamos asistido a una situación más inquietante. Eso, al menos, coherentemente, debieran pensar todos los que han recibido las magnas "historia-lecciones" de J. M. Ànsar en Georgtown. Pero no crean, porque los designios del Imperio son inexcrutables, y la derecha española, disciplinada ante cualquier indicación provinente de la Secretaría de Estado estadounidense, es la menos reacia a la integración de Turquía en la UE de todo el continente. Esa suerte tienen, porque la cuestión no parece, en realidad, ser discutible. Un disgusto que se ahorran.

ABP (València)


 

 
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