ACTUALIDAD DE ESPAÑA AÑO
2004
24/03/2004:
En busca de la AP perdida
Pasados
diez días desde las Elecciones
Generales del 14 – M, se confirma uno de los más
viejos axiomas de la política española: el poder desgasta,
sobre todo a los que no lo tienen. En sólo diez días
el PP está metiéndose en una dialéctica autodestructiva
de consecuencias previsibles: la acaparación del jugoso voto
de la extrema derecha dentro de cuatro años. Con ello, el
PP habrá rendido un nuevo servicio a España, evitando
la aparición de un grupo ultraderechista con posibilidades
electorales, al modo del FN de Jean Marie Le Pen. Al fin y al cabo,
¿para qué queremos a Jean Marie si tenemos a Joe Mary?
Es preciso tener en cuenta que el
PP nunca ha cometido un solo error en sus ocho años de Gobierno,
y pese a ello ha sido atacado con particular inquina precisamente
en sus éxitos más renombrados:
-
El Caso Prestige: asegurando
que los vertidos de fuel se repartieran democráticamente
por toda la costa gallega el PP no sólo incentivó
la aparición de una ola solidaria pocas veces vista en nuestro
país, sino que garantizó que la riqueza de las subvenciones
a fondo perdido arrojada sobre la población se repartiera
en virtud de un impecable criterio democrático.
- La Guerra de Irak: este país
festivo y dicharachero, acostumbrado al pasteleo y a la proliferación
de los amiguetes, se convirtió en un país serio con
su apoyo explícito y fiel a la Acción Humanitaria
que convirtió Irak en la democracia más de puta madre
que uno haya visto nunca. Uno pasea por las calles de Bagdad y,
si ningún atentado, francotirador o disparo al aire de las
tropas de ocupación se lo lleva por delante, respira democracia
por tós los poros de la piel: aquello parece el Ágora
ateniense.
-
La gestión informativa del 11-M: En
un primer momento el Gobierno defendió la autoría
de ETA, pero es preciso dejar claro que lo hizo por culpa de la
manipulación del CNI. En un segundo momento continuó
defendiendo la autoría de ETA, empujado por los líderes
internacionales, aterrorizados por la posibilidad de que ETA actuara
en San Diego o Liverpool, y por una taxativa resolución de
la ONU. En un tercer momento, la manipulación de la Cadena
SER llevó al Gobierno a poner en duda la autoría de
ETA. Rodeado de manipuladores en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad
del Estado, con Rafael Vera y Polanco personalmente involucrados,
disfrazando de árabe a los etarras de ascendencia magrebí
que cometieron el atentado, el Gobierno contribuyó involuntariamente
a la generalizada manipulación de unas elecciones deslegitimadas
de inicio en la que no sólo hubo gente que no votó
al PP, sino que este voto antiespañol fue significativamente
mayoritario en votos y escaños. ¡Y aún así
sus enemigos, imbuidos de odio, siguen atacando al PP!
Uno
de los principales valores que Ánsar inculcó a sus
correligionarios en los duros años del felipismo fue el valor
de la Unidad: la derecha española había sido tradicionalmente
una jaula de grillos, y la experiencia autodestructiva de UCD pesaba
mucho en los ánimos de Ánsar, quien, por otro lado,
consideraba que la unidad inquebrantable con él al frente
era una válvula de seguridad para que él siguiera
mandando en su partido.
Esta unidad se ha seguido llevando
a cabo contra viento y marea, y se ha mantenido en momentos tan
emotivos como la Guerra de Irak, con 182 valientes validando, en
una votación secreta, la revolucionaria apuesta en política
exterior de Joe Mary Ánsar, 182 héroes democráticos
que aplaudían a su líder y se reían a carcajadas
al término de la votación.
Sin
embargo, ahora ha ocurrido lo inusitado: a pesar de la unidad, a
pesar de los buenos resultados económicos, el PP ha logrado
un hito que parecía imposible en la democracia española:
pasar directamente de la mayoría absoluta a la oposición,
con las trágicas consecuencias para su militancia que pueden
imaginarse, claramente expresadas en el acto de desagravio a Ánsar
y Rajoy montado en Génova: “¡Al paro… Nos
vamos todos al paro!”, sustitutivo del simpático “Pujol
enano habla castellano” de tiempos pasados más felices.
¿Quizás sería
necesario un ejercicio de autocrítica? En absoluto, señores.
Lo importante, de nuevo, es la unidad. Y mientras la unidad la siga
imponiendo el gran líder, el Mejor Presidente de la Historia
de España en el siglo XXI (al menos, hasta la investidura
de ZP), “unidad” quiere decir sostenella y no enmendalla.
Si hay que insultar a los 11 millones de ciudadanos que votaron
al PSOE por manipulados, débiles mentales y cobardes, se
les insulta. Si hay que poner en duda el resultado electoral porque,
según Rajoy, “sin los atentados habríamos tenido
una victoria clara”, se pone en duda. Claro que sin Guerra
de Irak y/o sin brillante gestión informativa del atentado
igual el resultado electoral habría sido distinto, pero las
cosas son como son. Así es el puto pueblo español,
un pueblo profundamente antiespañol, un pueblo que a veces
parece que no vive en España, sino en el Estado español.
La
Unidad como valor supremo tiene muchísimo sentido en un partido
como el PP, amalgama de familias de procedencia diversa (regionalistas,
democristianos, conservadores “España cañí”,
liberales, neoliberales también “España cañí”
arrancados en el último momento a Falange Auténtica,
…). Es natural que en momentos duros como este el PP cierre
filas para evitar el riesgo de fraccionarse en distintos partidos,
que no tendrían nada que hacer en nuestro bendito sistema
electoral (volver a la situación de los años 70,
con UCD acaparando voto de centro y Don Manuel quedándose
con la parte del león del franquismo sociológico).
Sin embargo, la Unidad no justifica en absoluto ser unánimes
también en la autocomplacencia. Algo ha pasado en este país
cuando una parte muy importante de los ciudadanos no es que rechace
al PP, sino que lo odia con un fervor inusitado. Algo ha pasado
para que ZP gane las elecciones al menos cuatro años antes
de lo previsible.
Cuando,
con grandes dificultades, Ánsar logró llegar al poder
en 1996, tras catorce años de felipismo, corrupción
y Crimen de Estado, por este orden de indignidad, lo hizo porque
a los ojos de muchos votantes de centro representaba una alternativa
razonablemente moderada, al menos, en las formas, y dialogante como
lo son todos los partidos de oposición (salvo el PNV, aunque
en su descargo hay que decir que su Reino no es de este Estado español
decimonónico, sino muy anterior). Cuando los votantes, tras
cuatro años de buena gestión económica y auténtica
fascinación por la lengua y cultura catalanas, comprobaron
que la moderación no era sólo aparente, el PP conquistó,
por fin, el voto de centro en un país ideológicamente
hostil (fundamentalmente, por la escasa implantación del
PP en las provincias traidoras). Sin embargo, en estos cuatro años,
sobre todo en este último, el PP ha hecho exactamente lo
que Felipe González Márquez decía en los años
ochenta que haría AP de llegar al poder. Y mientras el gran
argumento postelectoral sea llamar imbéciles a los ciudadanos,
ese será el legado de Ánsar: el 30% del sufragio y
la vuelta al techo de AP (108 escaños). Porque cada vez que
el PP alude a la manipulación, deslegitima subrepticiamente
el resultado electoral o reivindica como grandes éxitos los
principales errores de su gestión, cientos de votantes de
centro se arrojan en los cálidos brazos de ZP, que en estos
momentos tendría ya, muy probablemente, mayoría absoluta;
y una vez los españoles son seducidos por la sonrisa corrupta
del felipismo es jodido que vuelvan al redil, a menos que España
sufra una hecatombe económica en los años de ZP.
Incluso si nos creyéramos
los principales argumentos del PP y asociados (el Gobierno no mintió,
simplemente se dio cuenta de la autoría de los atentados
dos días más tarde que mi portera, el quiosquero de
la esquina y yo mismo; los votantes fueron manipulados por la SER,
que se apresuró a atribuirle la autoría al terrorismo
islámico; todos recibimos correos electrónicos o SMS
personales, bien de Polanco, bien del propio ZP para convocarnos
a las manifestaciones de la jornada de reflexión), es complicado
defender que se equivocaron los demás cuando los hechos demuestran
con claridad que al final los atentados los cometió quien
los cometió.
Y hay que decirlo con claridad:
no es buena para nadie esta deriva histérica del PP. Aquí,
en LPD, nuestra vocación de servicio público nos obliga
a denunciarlo, y a exigir la autocrítica. Porque, a diferencia
del abrazo del oso que están dando ciertos (no todos) medios
de comunicación habitualmente afines al PP, que intentan
que este partido continúe su camino a ninguna parte, en LPD
creemos que es fundamental contar en España con una alternativa
sólida y presentable al PSOE. Porque no sería bueno
para España un PP con 90 escaños en las próximas
elecciones, incluso aunque evitara así la aparición
de un partido de ultraderecha “Españaza Una”
con una implantación electoral similar a la de IU, por muy
exótico que resultara tener a Federico Jiménez Losantos
dirigiendo a la vez Libertad Digital, La Mañana de la COPE
y su grupo parlamentario.
Guillermo
López (Valencia)
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