ELECCIONES
GENERALES 2004
La
Página Definitiva al aparato
1.
¿Cuánto puede durar una legislatura? El Emperador
Ánsar ha decidido, porque
es más macho que nadie, agotar las dos legislaturas. Enteritas.
Para que vayan tomando nota esos estadistas de medio pelo. Más
allá de la lógica pretensión de estar en Moncloa
el mayor tiempo posible de quien autolimitó su período
de gloria a mayor beneficio de la saga Bush, cabe preguntarse, ¿cuál
es el tiempo máximo que puede durar una legislatura? La duda
no surgió en 2000 porque Ánsar, todavía en
proceso de ascensión a la infalibilidad, se avino galantemente
a respetar un consenso de la España democrática: las
legislaturas duran como máximo cuatro años. O sea,
que las elecciones se convocan como muy tarde para el mismo día
en que fueron elegidos, cuatro años antes, nuestros simpáticos
diputados y senadores. Parece simple, ¿no?
El
problema es que otra costumbre de nuestra democracia es eleccionar
en domingo. Dado que la semana tiene 7 días y los años
365 (o 366), eso significa que no coinciden los domingos a la perfección.
Hasta la fecha, por ello, "agotar la legislatura" significaba
convocar en el último domingo anterior a la fecha en que
fueron realizados los comicios cuatro años antes. Dado que
en 2000 las Elecciones fueron el 12 de marzo ello significaba, este
año, votar el 7 de marzo. Es decir, que Ánsar, el
Grande, se quedaba sin 5 días de Reinado Sin Igual. Afortunadamente,
en medio de la despreocupación general, el Gran Líder
ha encontrado una solución sin igual: convocar elecciones
para el 14 de marzo, dos días después del 12.
Dejemos
a un lado la rendida admiración por la intrépida alternativa
y entremos a analizar la cosa desde una perspectiva seria: ¿es
legal la "ocupación" del poder por el PP más
allá del 12 de marzo?
La
respuesta es, sorprendentemente, sí. Nadie se ha extendido
sobre ello, pero las legislaturas pueden durar más de cuatro
años. La única previsión constitucional al
respecto obliga a disolver las Cortes, como muy tarde, cuatro años
después de la fecha en que los diputados y senadores hubieran
sido elegidos. O sea, del día en que se votó. Es decir,
que lo que ha hecho Aznar es perfectamente legal y constitucional.
Lo que nos lleva a sentir verdadera pena porque no haya ido más
allá y que, ya puestos, hubiera apurado al máximo,
esperando al 12 de marzo para disolver y convocando las elecciones,
por ejemplo, para finales de abril o principios de mayo. Eso sí
habría sido despedirse por la puerta grande, con un nuevo
record. Demostrando, una vez más, por si había dudas,
que está claro quién la tiene más larga.
2.
¿Rodríguez Ibarra intenta hundir a
Zapatero previo cobro o por diversión? Parece claro que
el leal José Bono tiene intereses muy comprensibles que le
motivan para cargarse a Zapatero y a todo lo que signifique socialismo
no confesional. Es su deber como buena persona. Pero lo de Rodríguez
Ibarra no es tan sencillo. Dado su historial reciente (intentos
de perpetuar a Convergència i Unió en el Gobierno
de la Generalitat de Catalunya por medio de irrupciones alucinantes
en plena campaña, repartiendo insultos a los catalanes)
o el del Partido Socialista (con gentes
tendentes a ataques de conciencia si está previsto modificar
la legislación urbanísitica), la duda es legítima.
¿Qué pulsión es la que mueve a Ibarra a boicotear
sistemáticamente cualquier intento de limpiar la imagen de
sus compañeros, ya sea con sus proclamas desde la cárcel
de Guadalajara o por medio de su último rebuzno antidemocrático,
en plena pre-campaña?
Porque
lo que sí es evidente, sean cuales sean las razones de esta
conducta, es que la misma constituye una campaña consciente.
Es imposible ser tan bruto como para meter la pata sistemáticamente
sin querer. En concreto, y amparándose en argumentos de proporcionalidad
(aspiración de que los votos de todos los ciudadanos valgan
lo mismo) se le ha ocurrido la brillante idea de proscribir a los
partidos nacionalistas por la vía de exigir un 5% de los
votos en todo el territorio nacional para poder obtener representación
(alegan sus defensores que es pura y dura aplicación del
"modelo alemán", olvidando que el modelo alemán
cuenta con algunas sutiles diferencias: existencia de mandatos directos,
una única circunscripción para la lista 1, posibilidad
de acceder al reparto para partidos que obtengan 3 mandatos directos...).
Evidentemente,
y al margen de la inoportunidad de la propuesta (que quiebra la
precaria imagen de unidad dada por el PSOE recientemente), su erradísima
apreciación la convierte en pura imbecilidad. CiU, con un
4-4'5% de los votos, nunca ha obtenido más de un 5% de los
diputados (que serían 18), sino que ha estado siempre por
debajo. Es decir, en un margen de proporcionalidad casi directa.
Iguales reflexiones valen para el PNV o para cualquier pequeño
partido nacionalista. Por eso en elecciones con una única
circunscripción nacional, como las Europeas, CiU también
obtiene eurodiputados sin problemas.
Con
todo, sí que es cierto que hay en España disfunciones
que alteran la proporcionalidad. Básicamente, la existencia
de circunscripciones demasiado pequeñas como para que la
regla de reparto D'Hont funcione satisfactoriamente, de una parte,
y de otra la atribución de dos diputados por provincia al
margen de criterios poblacionales, que altera todas las cuentas.
Estas disfunciones sí deberían resolverse, y estaría
muy bien que Rodríguez Ibarra se enfrascara en esta tarea.
Tendría que empezar, por cierto, reclamando que las provincias
de Cáceres y Badajoz perdieran un par de representantes en
el Congreso y casi todos en el Senado. Así lograría
que los votos extremeños no contaran "injustamente"
bastante más que los catalanes.
3.
¿Son los catalanes real e intrínsecamente arteros?
Pues
sí, claro. Usted dirá. Y si quieren una prueba definitiva
no tienen más que consultar la prensa del Domingo 25 de enero.
Porque en "El País" (y suponemos que en el resto
de periódicos del Estado español, que los aviesos
catalanes, puestos a gastarse 15 ó 20 mil euros en hacer
el mal a través de PRISA no habrán tenido problema
en comportarse de igual manera en medios como ABC, "El Mundo"
o la mismísima "Razon", ya que dinero no les falta,
ya saben; en cualquier caso, esto es una presunción, porque
no leemos en papel más que a Don Jesús, serviles al
Imperio del Monopolio como somos) publicaba una carta de Duran i
Lleida (Durán Lérida, para el ABC) que califica por
sí misma a los catalanes. Unos antiespañoles, oiga.
Y malísimos. Y aprovechados. Sin ir más lejos, dos
paginitas enteras dedicadas a criticar a Ánsar. Si este comportamiento
no es un ejemplo de voluntad de destruir la Patria y sacar réditos
económicos y políticos con ello, ¿qué
necesitan los tibios, los que todavía dudan, como Bono
o Rodríguez Ibarra?
Lo
grave del asunto es que, además, la carta está firmada
por el representante oficial de la tendencia pro-PP de CiU. Recordemos
que en CiU conviven varias tendencias de antiespañoles. Primero
los nacionalistas posibilistas (estilo Pujol) que nunca han tenido
problemas para relacionarse con la derecha europea o mundial, pero
sí con la derecha castellana representada por el Tricornio,
Peregil y la Banderaza de Colón. Junto a estos sospechosos
periféricos ha convivido en CiU una sensibilidad (evidentemente
minoritaria pero conformada por tipos de misa diaria y con estudios,
con lo que ello significa en Españaza e incluso en Cataluña)
más "democristiana" que siempre ha propiciado tender
puentes con el PP. Antiespañoles, sí, pero menos.
Recordemos que esta gente, cuyo líder es el propio Durán
Lérida, son los que metieron a Ánsar en la Internacional
Democristiana, asegurando a los blandengues meapilas europeos que
Alianza Popular y sus cuadros no tenían nada que ver con
esa otra cosa llamada Partido Popular, partido de nuevo cuño
y de centro reformista (esta misma historia se la tragaron también,
al parecer, los bancos españoles, la Seguridad Social y Hacienda,
pero no nos metamos en asuntillos turbios).
Pues
bien, perdida la Generalitat, visto el frío que hace fuera,
y calculado el coste de haber aparecido ante la opinión pública
catalana como "socios del PP", incluso estos democristianos
catalanes están decididos a marcar distancias siderales con
Ánsar y su Ungido. De eso iba la cartita. Una pública
manifestación de asco hacia lo que supone y ha supuesto el
PP. Maniobras electorales al margen, es ciertamente notable que:
- CiU se manifieste pública e inequívocamente contra
el PP
- CiU acometa esta actuación en forma que la convierte, a
corto plazo, en casi irreversible
- A la par de su repudio al PP, CiU haga un llamamiento al PSOE
a que reconsidere la posibilidad de gobernar con una gran coalición
aunque obtenga menos votos que el PP (lo que, en términos
claros, significa asumir como posible, alucínense, gobernar
a la vez con Izquierda Unida, matemáticas obligan; todo con
tal de largar al PP).
¿A
qué conclusiones llegamos? Pues a dos muy claras. La primera
es que el mar de fondo, al menos en la periferia, existente contra
una cierta manera de ver, entender y vender España es muy
fuerte. Tanto que hasta CiU tiene que desmarcarse de manera brutal
de sus promotores para asegurarse la supervivencia. La segunda que
eso demuestra que CiU es una formación decididamente antiespañola,
como el PNV o ERC. Y que ello obedece a su catalanidad. Porque estos
cabrones de periféricos se la tienen jurada a los españoles
de bien, y aviesos como son están dispuestos a todo con tal
de destruir ese Gran Proyecto de Españaza que empezamos a
acariciar con las manos, que ya tenemos tan, tan cerca.
4.
¿Sirve para algo una campaña electoral?
La
verdad es que es imposible saberlo a ciencia cierta, ya que empíricamente
parece complejo comprobar cuáles son los efectos de la campaña
en los ciudadanos. Sería necesario buscar a una muestra suficiente
de ciudadanos, por ejemplo 100.000 tipos escogidos con esmero para
representar fidedignamente a la sociedad española y mandarles
a Groenlandia durante estas dos semanas, a fin de comprobar hasta
qué punto los resultados obtenidos entre ellos diferirían
o no densiblemente de los de sus compatriotas. No parece posible.
Es caro y en Groenlandie hace frío. También podría
buscarse a un segmento de la población ajeno a la discusión
política y para quienes cualquier asunto de campaña,
a efectos prácticos, resultaría tan ajeno como si
hubiera tenido lugar en Eslovenia. Pero si la muestra sólo
contara con universitarios no contaría con otros segmentos
de edad, que también han de tenerse en cuenta. Otra opción
sería, sencillamente, hacer a esta gente votar un mes antes
de la fecha oficial. A ver qué pasaba. Pero la legislación
electoral lo impide, por manías legalistas. Los votantes
por correo tampoco sirven a estos efectos, ya que son una muestra
no representativa. Por lo demás, como algunos con hostilidad
conocida al buen gobierno son excluidos preventivamente, los resultados
son mejores y más puros, pero no permiten equipararlos a
los de la Españaza de orden. Y, además, incluso montando
una verbena de esta índole, ¿acaso podremos estar
seguros de que en efecto la muestra era en verdad fiable? Nada,
nada, que nos quedamos con la duda. Pero el runrun subsiste. ¿Será
posible que partidos y ciudadanos gastemos dinero a espuertas para
nada, empleando inútilmente un capitalillo que tanto bien
haría si fuera inyectado en el mercado inmobiliario?
No
es sencillo demostrarlo. Y, sin embargo, todo el mundo lo sospecha.
Las campañas electorales no sirven para nada. Pero a ver
quién es el machito que se atreve a comprobarlo con la chulería
de amortizar la campaña, pensábamos hasta la fecha.
Pues bien, gracias a Mariano Rajoy estamos muy cerca de alcanzar
esa situación. Porque parece el candidato del PP tan convencido
de la inutilidad y molestia de la campaña que sus actos electorales
son lo más parecido a una no-campaña que recordamos.
Rajoy el burócrata. o el VI Comisario del Plan Sr. Gutiérrez
vienen a ser lo mismo. Los destacan a provincias a comentar con
gentes del pueblo cómo van las cosillas de la gestión
de los asuntos del común. Con algo de desgana, y con la única
compensación de probar la comida típica de la región
visitada. Mariano el "encargao" está dedicado a
esto, pero es obvio que hacer campaña, lo que se dice hacer
campaña. la justita. Con el efecto añadido de que
cuenta con TVE y resto de medios de comunicación (los fieles
por convicción, los infieles por contagio) siguiendo por
la vía marcada por el PP. No hay campaña.
Durante
estas dos semanas en España ha nevado, ha habido fútbol,
se han anunciado nuevas apariciones públicas de la Princesa
Prometida (Leti esquiando, Leti encargando el menú de su
boda, Leti consolando a su madre tras la decepción de descubrir
a una ínfima parte de la población española
cebándose con ella, Leti rechazando zumos de naranja, Leti
apoyando a Tristante Oliva, Leti entrando en vereda y retornando
al regazo de la Santa Madre Iglesia tras años de confusión
y errores de los que ha sido afortunadamente redimida...) y los
ciudadanos hemos reflexionado moderadamente sobre el sentido de
nuestro voto. Casi por casualidad. Pero viene a ser lo mismo, nos
tememos. A la hora de la verdad, y se decida uno en el último
momento o no, no está nada claro que la campaña electoral
incida excesivamente sobre la decisión final. Con lo que
no vale la pena dedicar muchos esfuerzos a la misma. Y menos en
un momento en que la vida privada de los miembros del Gobierno genera
rumores a cual más entretenido cada mes.
5.
¿Hubo agua en Marte? Pues
está cada vez más claro. Por lo visto sí. Y
corriendo, en forma líquida. Nada de casquetes polares helados.
Nada de agua almacenada en el subsuelo. Agua corriente y moliente,
a mansalva, circulando por ahí como quien no quiere la cosa
y permitiendo vida primitiva y poco evolucionada. Es decir, vida
antiespañola, quizá vida vinculada a los nacionalismos
periféricos.
6.
¿Cuál es el umbral de tolerancia a los resultados
del PP? A las elecciones, en realidad, se presenta
Rajoy. Pero más que de su situación personal y su
presidencialidad, si de medir el límite de la necesidad se
trata, es el Partido Popular entero el que entra en escena. Más
que el candidato a Presidente quien se la juega con los resultados
es el partido enterito. Porque vienen de mandar; y de que puedan
seguir haciéndolo con comodidad en el futuro dependen muchos
sueldos, muchas familias y en definitiva la estabilidad de la organización.
Y, por supuesto, la de la misma España. Quede esto claro
por delante.
Para
el PP, y se trata de algo plenamente lógico, es una prioridad
seguir en el Gobierno. Esto explica, entre otras cosas, el nulo
apego del Partido al Líder-Carismático-que-los-llevó-a-la-Guerra-y-los-habría-conducido-al-Matadero-Electoral-Caso-de-Presentarse.
Es el líder carismático que se retira con menos oposición
de la Historia de las Democracias Occidentales. Y es que, al
margen de sentimentalismos y de que Él
los tenga muy bien puestos, lo primero es lo primero. Saliendo como
salimos de Su Octavo Año Triunfal el PP y Rajoy lograrían
un excelente resultado si obtuvieran la mayoría absoluta
(y ya no digamos si lograran igualar o mejorar las cotas del 2000).
Cuatro añitos más de tranquilo y reposado Gobierno
conseguidos y asegurados.
El
umbral de tolerancia del PP se nos acerca si miramos por debajo
de los 172 diputados. O sea, que hasta el punto en que sean suficientes
los 4 apoyos incondicionales de ese nacionalismo canario tan pragmático
que ni moja ni traspasa (pero cobra) todo va bien. Estamos ante
un resultado, si se quiere, "correcto". No es para tirar
cohetes pero bueno, puede asumirse. CC garantiza también
cuatro añitos más de tranquilo y reposado Gobierno.
Algo más caro, pero eso no lo paga ni Rajoy ni el PP. Sin
problemas.
Pero
por debajo de esas cifras empiezan los problemas. Ya no se trata
de que el PP quede a 20 diputados de la mayoría absoluta,
lo que sería un fracaso descomunal (achacable probablemente
más a Ánsar que a Rajoy, más a la política
pasada que a la gestión por venir). Es que con un PP por
debajo de los 170 diputados el Gobierno de los conservadores sería
un auténtico calvario. En tal situación los votos
de CC no bastarían y el Gobierno popular sólo podría
funcionar con el apoyo, expreso o tácito de CiU y/o PNV.
Hoy
por hoy parece impensable un acuerdo con el PNV. Pero conviene tenerlo
por posible. Porque lo es y el PNV ha demostrado que nada es imposible
si se trata de lograr beneficios para acercar la Gran Idea Sabiniana
a su realización. Hoy por hoy se antoja suicida por parte
de CiU seguir pactando con el PP el cada vez menor poder que le
quede para lograr cargos para hoy y ERC para mañana. Pero
las necesidades de colocar a los cesantes obligan. En conclusión,
que el PP en los 165 diputados y alrededores puede gobernar, pero
lo haría en la zona roja de su umbral de tolerancia. Que
PNV y/o CiU pueden acceder a pactar con el diablo, pero será
a cambio, porque necesitarán vendérselo a su electorado
para evitar ser destrozados electoralmente en próximas citas,
de cosas como estas:
- Plan
Ibarretxe para Euzkadi
- Plan
Ibarretxe con seny y sentido de la España plural para
Catalunya
Imaginen
una legislatura con los resultados que anuncian la mayor parte de
las encuestas y el avance
de distribución de escaños LPD. El PP gobernaría
con CiU (más o menos visiblemente implicada) pero, a cambio,
al cabo de como mucho un par de añitos, el Congreso de los
Diputados recibiría un pedazo de reforma del Estatuto de
Autonomía de Cataluña apoyado por la práctica
totalidad del Parlament catalán. Y con CiU exigiéndole
al PP, en plan maximalista, para demostrar que no se queda atrás
en la pugna con ERC, que lo dé por bueno. ¿Qué
haría el PP en una situación así? ¿Disolver
las Cortes? ¿Aprobar con sus votos un equivalente del plan
Ibarretxe realizado con formas mucho más presentables? ¿Aparecería
en ese momento Ánsar dando un golpe de estado, poniendo los
pies encima de la mesa, corriendo los 10000 metros en menos de 5
minutos o, al menos, dando un golpe de estado interno que borrara
del mapa a los populares traidores con la Gran Idea de Españaza?
Sin
duda, por ahí anda el umbral de tolerancia del PP. Podemos
cifrarlo con traquilidad en la barrera de los 170 escaños.
Por debajo de esa cifra estamos ante un fracaso y una situación
difícil para el parrtido. Y lo peor es que, poniéndose
las cosas como parecen estar poniéndose, casi es a lo máximo
a lo que pueden aspirar.
7.
¿Cuál es el umbral de tolerancia a los resultados
de Zapatero? A las elecciones, en realidad, se presenta el Partido
Socialista Obrero Español. Pero más que de su situación
orgánica y sus posibilidades de tocar poder, si de medir
el límite de la necesidad se trata, es el futuro de Zapatero
el que entra en juego. A fin de cuentas el PSOE ya ha digerido el
paso a la oposición y el comité de empresa que dirige
la organización desde las gabelas orgánicas e institucionales
bien ganadas en tiempos de penuria no lo pasaría mal porque
Bambi se diera un batacazo. En tal caso, simplemente, se abrirían
opciones de promoción de tipo diferente a las que podrían
aparecer con una esplendorosa victoria socialista. A fin de cuentas,
¿qué prefiere PP Bono?, ¿un Ministerio?, ¿una
Secretaría General?, ¿la Dirección General
de Policía Religiosa con el Partido Popular?, ¿refundar
Fuerza Nueva?
Zapatero,
en cualquier caso, cuenta con una ventaja. Ha de limitarse a mejorar
los resultados del candidato de la "mirada limpia" para
presentar una hoja de servicios que sería como mínimo
digerible. Decepcionante pero no desastrosa. Suficiente para mantenerse
en el cargo, aunque siguiera penando con las embestidas internas
de la extrema derecha española (el mencionado PP Bono, Rodríguez
Ibarra, Jiménez Losantos...), que tiene enfilado a ZP con
un odio africano del que hacía tiempo que no era merecedor
un líder socialista español.
Empeorar
resultados sería la tumba política de Zapatero, por
supuesto,y toda subida que no llegara a los 10 escaños (y,
en consecuencia, supusiera la pérdida de la mayoría
absoluta del PP) le dejaría, como decimos, en situación,
eso sí, difícil. Podemos entender que el umbral de
tolerancia zapateril se encuadra en esa franja en la que se podría
mantener pero a duras penas y su poder orgánico no se vería
afirmado sino todo lo contrario. Cuatro añitos más
de calvario en la oposición y de calvario baronil.
Paralelamente
a la llegada a una situación en que entre en juego el umbral
de tolerancia de Rajoy y del PP el amable ZP se vería fortalecido
y podría presentarse, al menos, con un notable electoral
bajo el brazo. La pérdida de la mayoría absoluta por
debajo de los 170 escaños debilitaría tanto al PP
como fortalecería a un Zapatero que quedaría perfectamente
situado cara a una legislatura posiblemente corta y con un líder
socialista limpio de polvo y paja y que habría superado su
primera prueba electoral mejorando resultados, configurándose
como alternativa y situado como representante de una posible nueva
mayoría que lograra resolver el embrollo identitario que
legaría el PP.
ABP
(València)
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