AUTONÓMICAS
2003 EN MADRID
Un
entorno capitalino incomparable
Historia
La
Comunidad de Madrid pertenecía históricamente a Castilla
La Nueva, pero la España de las Autonomías consideró
oportuno darle un estatus particular y se decidió singularizarla
como comunidad autónoma uniprovincial. En este caso podemos
decir con seguridad que, a diferencia de lo que ocurre con las otras
dieciséis autonomías, absolutamente ninguna razón
histórica o cultural avalaba tal decisión. Sólo
el empeño de destacar el obvio peso demográfico y
económico de la capital de España, que quedaría
desdibujado en el seno de la antigua Castilla la Nueva, y contribuiría,
al mismo tiempo, a crear un enorme desequilibrio demográfico
con las demás provincias, justificarían singularizar
un espacio económico y político como el madrileño
(rodeado de páramo y enfrentado a la maligna periferia antiespañola).
Veinte años después, el éxito es total: el
páramo de alrededor es aún más páramo
que antes y el enfrentamiento con la periferia no se ha reducido
con el paso de los años (más bien al contrario). Es
preciso resaltar, en descargo de la Administración autonómica,
que los culpables de este fracaso no son ellos (que en cualquier
caso deberían estar interesados en acaparar población
y riqueza), sino el Gobierno central, congruente con los objetivos
de la Comunidad Autónoma en el sentido de engrandecer lo
posible la capital al precio que sea, notoriamente la calidad de
vida, que no sólo se barema en términos de renta per
cápita.
Dicha
Administración autonómica, por otro lado, se explica
bien pronto: doce años seguidos (1983 / 1995) del infausto
Joaquín Leguina y a continuación otros ocho de Alberto
Ruiz Gallardón (1995 - 2003), en un proceso continuado de
ascenso del PP hasta la fecha, que se benefició fundamentalmente
de la desaparición del CDS -al igual que en el resto de España-,
logrando acaparar así su espacio de centro y la mayoría
absoluta, tras cuatro años de Gobierno más o menos
inestable de Joaquín Leguina.
Los
dos presidentes de la Comunidad Autónoma se caracterizaron
desde un principio por sus desorbitadas ínfulas intelectuales,
expresadas en el caso de Leguina por manifiestos de tanta altura
política como el que publicó en El País en
1997 explicando con pelos y señales todo lo referente al
famoso vídeo Exuperante de Pedro J. Ramírez, y en
el caso de Gallardón por palabras y actos de menor calibre,
con la rutilante excepción de su espectáculo de 1993,
cuando anunció el pucherazo que, según él,
había permitido la victoria a los socialistas. Ambos destacaron
también desde un principio en su entusiasmo para con el Grupo
PRISA y todo lo que significa, algo más lógico en
el caso de Leguina (que le reportó réditos durante
y después de sus años de gobierno en forma de colaboraciones
con El País que contribuyeron, esporádica pero poderosamente,
a su pérdida acelerada de calidad prácticamente desde
la fundación del periódico, y acreditaron el páramo
intelectual en el que vive el personaje), pero sorprendente en el
caso de Gallardón, pactando con el diablo polanquista en
contra de toda la estrategia oficial del presidente Ánsar.
Características
La
Comunidad de Madrid, esperamos haberlo dejado claro, es un espacio
totalmente artificial que vive por y para la capital. Toda su vida,
sus producciones culturales, sus comunicaciones, y su economía
giran en torno a la capital. El hecho de que todo lo anterior (salvo,
en parte, la economía) sea exactamente igual en un radio
de 300 kilómetros alrededor de la capital no impide que conforme
nos acerquemos a ella su influjo se vea poderosamente aumentado.
El sistema radial de comunicaciones, que obliga a todo español
que quiera coger un avión, un coche o un tren para ir a algún
sitio a pasar por Madrid, y permite a los madrileños huir
de su ciudad en cuanto tienen ocasión de hacerlo (pese a
lo cual se producen continuos y desesperantes atascos, por culpa
de los extranjeros, naturalmente, que osan utilizar la M - 50 para
no ir por caminos de cabras alternativos), posibilitó facilitar
el desarrollo de un montón de horrendas ciudades - dormitorio
que configuran lo que se ha dado en llamar el "cinturón
rojo", formado por ciudades como Leganés, Móstoles,
Alcorcón o mi favorita, el inefable poblacho denominado sintomáticamente
"Rivas - Vaciamadrid", cuyo alcalde, por cierto, es Fausto
Fernández, candidato de IU en las Autonómicas.
La
existencia de dicho cinturón, en principio, debería
determinar la existencia de un mayor apoyo a la izquierda política
en las autonómicas que en las municipales al ayuntamiento
de Madrid, y sin embargo los porcentajes de voto están
bastante ajustados: lo que ocurre en la capital ocurre también
en el conjunto de la comunidad, pues ¿no habíamos
quedado en que toda la comunidad existe para su capital?, gracias
sobre todo a la existencia de un cinturón "azul"
de casi la misma importancia que el rojo, formado por residencias
de los madrileños que no soportan, o no se pueden permitir
pese a su natural azul, la vida en la capital. El mítico
cinturón rojo, sin embargo, sí que permite disfrutar
a IU de un apoyo electoral muy superior al del resto del país,
alcanzando en sus mejores tiempos porcentajes que se acercaron al
20%. En esto IU se benefició de la desconfianza de muchos
madrileños hacia el felipismo, y también de no sufrir
una pérdida importante de sufragios a causa del "voto
útil", a diferencia de lo que ocurre en el resto de
España, tanto en las autonómicas como, sobre todo,
en las generales.
IU
también se beneficia de la no existencia de un partido folcklórico
nacional - socialista como los que menudean en otras regiones de
España, al igual que el PP, desde la mentada desaparición
del CDS, puede acaparar impúdicamente todo el voto de la
derecha y buena parte del de centro merced a la ausencia de un partido
nacional - conservador. Ambas ausencias se explican por sí
mismas, pero aún así lo dejaremos claro: ¿para
qué partidos nacionalistas si todo el mundo tiene claro que
Madrid es España? ¿cómo rentabilizar el discurso
de "vota por lo nuestro, no a partidos vendidos a Madrid"
de los regionalismos en el resto del país?
Por
último, aunque su falta de identidad y su permanente superposición
con España nos deja un cuadro de la Comunidad de Madrid un
tanto desdibujado, es preciso destacar que esto no desmerece en
absoluto la importancia política de su posesión, en
mucha mayor medida que el Ayuntamiento de la capital, pues no sólo
la población dependiente es mayor, sino que los recursos
económicos gestionados también lo son, y en mayor
medida gracias a la política distributiva de los impuestos
en España, que perjudica enormemente a los ayuntamientos.
La
comunidad de Madrid, merced a más de veinte años de
paulatina descentralización del Estado y su fijación
aún mayor que antes en desarrollar a los únicos leales
entre tanto vendepatrias (es decir, desarrollar Madrid), ha conseguido
alcanzar el primer puesto de España en términos de
renta per cápita, con la excepción de la provincia
alemana de Renania
- Balearestinglado, superando tanto a Euskal Herría como
a Catalunya.
Curiosamente,
este notable aumento de la riqueza de la región no se ha
traducido en un aumento proporcional de la calidad de vida de sus
habitantes, sino más bien en lo contrario (aunque los ingresos
hayan aumentado los gastos, sobre todo de vivienda y transporte,
lo han hecho en la misma medida o incluso más), con la excepción,
naturalmente, de una -importante- minoría de los mismos,
aquellos que trabajan en las grandes empresas españolas y
en las multinacionales en puestos directivos, aquellos que trabajan
en puestos de alta responsabilidad política, y aquellos encargados
de organizar saraos que permitan juntar a políticos y empresarios
para dedicarse a sus trapicheos, además, por supuesto, de
todo tipo de personajes del mundo de la farándula, como Ana
Belén, Pedro Almodóvar, Jesús
Vázquez o Raúl González Blanco.
Unan
a todo lo anterior el dominio de la TV autonómica, creada
por razones que se nos escapan al no justificarse, en apariencia,
ni por la promoción de la lengua propia (al menos ahora,
no sabemos si en la época del PSOE Ramoncín
hacía el payaso hablando en cheli), ni por la promoción
de las peculiaridades cultural - históricas de la región
(no las hay, y además, pese a no haberlas para eso ya tenemos
todas las televisiones y emisoras de radio nacionales).
La
paradoja del asunto es que aunque parece bastante obvio que la importancia
en términos de poder político de ganar la Comunidad
de Madrid es mucho mayor que la del Ayuntamiento, por razones que
no acabamos de comprender ningún partido le otorga demasiada
importancia a la Comunidad, al menos en comparación con la
histeria desatada por el sillón municipal. Las razones sobre
el particular se nos escapan.
Prospectiva
La
Comunidad de Madrid, junto a la Comunidad
Valenciana y, sobre todo, el Ayuntamiento
de Madrid, es uno de los tres principales objetos del deseo
de los partidos políticos en estas elecciones (no en vano
Madrid y su Comunidad son lo que creemos haber dejado claro que
son, y la Comunidad Valenciana es donde los madrileños viven
al menos quince días al año). Los pronósticos
electorales, que tampoco han sido muy abundantes, coinciden en destacar
que los resultados, en cualquier caso, serán muy ajustados,
y aunque gane el PP la pérdida de la mayoría absoluta
le condenaría al ostracismo, merced al pacto socialcomunista
- separatista - terrorista - radical Llamazero - Zapatares.
¿Qué
puede ocurrir? La única autoridad solvente que reconocemos,
la
encuesta del CIS (por ser el único trabajo de campo serio
que se ha hecho sobre estas elecciones, y por considerar, por nuestra
parte, que los efectos de la guerra, que han servido para deslegitimar
la fiabilidad del sondeo del CIS, siguen siendo enormes en la decantación
del voto), muestra un panorama ajustadísimo en el que el
PP pierde por los pelos la mayoría frente a la Coalición.
La candidata del PP, Esperanza Aguirre, no tiene que luchar con
el síndrome de Ana Botella al que se enfrenta su antecesor
de candidatura, Ruiz Gallardón, pero tampoco contará,
previsiblemente, con los mismos apoyos electorales que Gallardón
supo granjearse con su gestión autonómica a lo largo
de ocho años.
No
sabemos en qué medida el espectacular periplo de Aguirre
por el Ministerio de Educación podrá pasarle factura
electoral, aunque nos imaginamos que no demasiado. Y no es sencillo
dilucidar en qué medida el chapapote
bélico le afectará, aunque suponemos que, en un
daño colateral del efecto Ana Botella, será en menor
medida que en el Ayuntamiento de Madrid, y surgirá, sobre
todo, en términos de movilización de la izquierda,
representada en estas elecciones por por Fausto Fernández
(IU), dado que Rafael Simancas (PSOE) es un hombre sin personalidad
al que no se le conoce propuesta o medida alguna pues, al igual
que Zapatero, sólo sabe hacer oposición de pancarta,
es decir, presenta un talante moderado en las formas y augura una
regeneración democrática, palabras muy bonitas que
se desmentirán el preciso instante en que el ya mentado Ramoncín
tome posesión de Telemadrid. Simancas, en consecuencia, no
es un gran aval para ilusionar a la izquierda pero sí para
recabar apoyos de algunos votantes de centro. Es, en este sentido,
un buen candidato para maximizar los votos de oposición al
PP, dada la importante presencia de IU entre el electorado de la
Comunidad de Madrid.
Un
último factor, este sí sabiamente minimizado por Ánsar,
es la posibilidad de que los electores de la Comunidad de Madrid
decidan ejercer su voto de castigo en las Autonómicas, dada
la total ausencia de identidad de la autonomía y la percepción
de que "total, no sirve para nada, para gobernarnos ya tenemos
a Ánsar, así que uno por otro", reservando sus
preferencias ideológicas para las municipales. Ya indicamos
que creemos que este voto de castigo no ocurrirá en gran
medida, aunque barruntamos que sí lo suficiente como para
perder la mayoría absoluta. Pero imagínense lo que
habría sido un tándem del PP para las Autonómicas
Aguirre - Botella, rivalizando en barbaridades y pronunciamientos
ideológicos al más puro estilo del nacionalcatolicismo.
Ánsar,
sabedor de que su mujer es el peor activo electoral que podría
tener cualquier partido político, una auténtica máquina
de enajenarse apoyos, pero al mismo tiempo impotente ante la pretensión
de la niña de hacer alta política ("Si incluso
tú has llegado, ¿por qué no yo, por increíble
que resulte?"), ha optado por jugársela y poner al Monstruo
junto a su mayor activo político (y así de paso, como
ya comentamos en el análisis del Ayuntamiento de Madrid,
lo putea un poquillo), reservando la Comunidad para una candidata
que contenta a la gente bien de Madrid y tampoco está demasiado
significada en nada, dada su insignificancia. Así, con un
poco de suerte, el PP puede preservar ambos, Ayuntamiento y Comunidad.
Pero, claro, también puede perderlo todo. El domingo 25 lo
sabremos.
Guillermo
López (Valencia)
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