LA
BATALLA MUNICIPAL EN MADRID
El
ascendiente político de Gallardón frente al ascendiente
intelectual - moral de Ana Botella
Historia
Madrid
es la capital de España desde que Felipe II, en pleno Imperio
español, decidiera trasladar allí la Corte a causa
de la suavidad de su clima, la cercanía al Escorial y la
abundancia de terrenos de caza. Como pueden Ustedes observar, una
amalgama de razones fundamentalmente pragmáticas que justificaban
sobradamente la centralidad de Madrid ante el resto de los españoles,
a partir de ese preciso instante convertidos en "de provincias",
lo que alentó un doble movimiento de atracción y deserción:
atracción por la capital que despobló el páramo
castellano y deserción antiespañolaza que alentó
el alejamiento de algunas de estas provincias, las más periféricas,
del proyecto hispano - madrileño. Indudablemente Madrid se
benefició en buena medida de ambas reacciones a su capitalidad,
pasando de unos 10.000 habitantes en el momento de constituirse
en capital a 350.000 un siglo después, y creciendo sin cesar
de forma desordenada hasta la fecha con el objetivo de aumentar
el número de españoles orgullosos de decir "aquí
de Madrid" y afanados en despreciar la periferia y sus patéticos
intentos de acercarse a la grandeza de la capital.
Pero
Madrid, para asombro e iluminación de España y el
mundo, se dedicó a engrandecerse no sólo en lo que
concierne a la población, sino también a las obras
públicas, construyendo a lo largo de varios siglos cientos
y cientos de palacios, iglesias y ministerios para mayor asombro
de la Humanidad, y atrayendo a su vez a más población
destinada a trabajar en los ministerios o las iglesias o, en general,
para dedicarse al vicio clásico de los españoles:
vivir del cuento, es decir, del Estado en sus diversas manifestaciones,
algo reproducido en los últimos años en las administraciones
autonómicas, envidiosas de la grandeza de Madrid sobre el
particular.
Características
Madrid
es, como todos Ustedes saben, la capital de España. Esto
confiere a los madrileños una pesada responsabilidad que
sobrellevan con estoicismo: albergar a todas las instituciones del
Estado central, a todos sus funcionarios; permitir la llegada de
multitud de extranjeros de países absurdos para que constituyan
sus embajadas, representantes de países inferiores a España
abrumados por la grandeza de nuestro país y su capital que
vienen a aprender cómo hay que hacer las cosas; constituirse
en sede oficial de las grandes multinacionales de los más
variados sectores económicos; ser también la sede
de todos los medios de comunicación, todas las asociaciones
de carácter nacional, todos los museos y compañías
artísticas importantes, y recibir con indiferencia y desprecio
a asquerosos provincianos de toda índole que periódicamente
osan hollar sus bellas calles con absurdas reivindicaciones de todo
tipo ante el Gobierno central.
Todo
esto, evidentemente, supone un quebranto de enorme cuantía
para los sufridos pobladores de la capital, pasto, además,
de las más variadas e injustificadas críticas, sólo
compensadas por el privilegio que supone ser la sede, además
de todo lo citado, del mejor y más elegante equipo de fútbol
de todos los tiempos, el MEMYUC,
símbolo y divisa de la ciudad de Madrid, y de España,
en los ámbitos nacio e internacionales.
El
ejemplo del MEMYUC ha iluminado a los próceres madrileños
para hacer frente a tantos desafíos. Por un lado, solventando
el enorme crecimiento de la ciudad exactamente como supera el MEMYUC
sus problemas económicos: mediante el apoyo a un desbocado
crecimiento urbanístico que excede los límites de
la propia capital (véase nuestro análisis de la Comunidad
de Madrid) y se manifiesta en continuas recalificaciones del
suelo sospechosas de connivencia con el poder político. Por
otro, creando un amplio y revolucionario conjunto festivo reflejado
en los miles de saraos y fiestas privadas con "lo mejor"
de Madrid que muestran a "el resto" cómo comportarse
con todo el glamour y, sobre todo, dónde se ubica dicho glamour.
Su
riqueza, su centralidad, y su capitalidad, hacen de Madrid un bocado
apetitoso para todos los partidos políticos, una auténtica
"Joya de la Corona". Al menos así lo perciben todos
los medios de comunicación, todos los ciudadanos madrileños,
y los propios partidos, que consideran que en Madrid se dilucidará
realmente quién ha ganado las elecciones, y sobre todo quién
es el favorito para ganar las Generales del año que viene.
La permanente confusión de Madrid con España efectuada
por los medios de comunicación teóricamente nacionales
pero dirigidos a Madrid y desde Madrid provoca una sensación
en sus pobladores de "ser los mejores", o al menos ser
mejores que los demás españoles, patéticamente
provincianos, y además sin necesidad de mostrar sus hondas
raíces culturales radicalmente distintas a las de otras regiones
de España para demostrar su intrínseca superioridad,
sino haciendo justamente lo contrario, por elevación: Madrid
"es" España, lo demás está ahí
para hacer bonito y adorarlo.
Tras
esta valoración, uno podría pensar que los partidos
ponen toda la canne y la toltiya en el asador para
hacerse con la capital, que así es, y que por tanto presentarán
a sus primeras espadas para lograr tan preciado tesoro. Esto es
verdad sólo en parte, pues tradicionalmente los partidos
de la oposición han tendido a presentar candidatos exóticos
mientras que el partido del Gobierno se dedica a presentar al alcalde,
que a su vez llegó como candidato exótico de la oposición
hace algunos años,
Una tendencia que responde a la
convicción de que, en realidad, da exactamente lo mismo quién
gobierne el Ayuntamiento de Madrid, pues su riqueza, su política
cultural, e incluso determinados aspectos de su planificación
urbana, no dependen de éste sino del desarrollo general del
país, convenientemente reflejado en su capital. Ni Tierno
Galván, ni Juan Barranco, ni Agustín Rodríguez
Sahagún, ni por supuesto José María Álvarez
del Manzano, han sido jamás relevantes para asegurar el desarrollo
de Madrid, pues una ciudad tan grande y tan importante para el poder
tiende a ser gestionada directamente por el poder mismo, relegando
a los alcaldes a una función folklórica, inaugurando
obras menores y asistiendo a distintos shows lúdico - festivos
símbolo del compromiso del alcalde con su pueblo. Por eso
el valor de la alcaldía de Madrid es, fundamentalmente, de
carácter simbólico, supuesta antesala de la adquisición
del poder central por parte del partido político que lo consiga,
además, claro, del poder en términos de nombramientos
municipales que confiere gestionar una ciudad de más de tres
millones de habitantes.
Gallardón
y el "factor Botella"
Para
luchar por la alcaldía el presidente del Gobierno español,
Joe Mary Ánsar, decidió designar a una de las principales
moscas cojoneras del PP, Alberto Ruiz Gallardón. En aquellos
momentos Joe Mary Ánsar era aún José María
Aznar y las posibilidades de que el PP pudiera perder el Ayuntamiento
de Madrid se antojaban enormemente remotas. Si incluso Álvarez
del Manzano había conseguido retenerlo tres legislaturas,
¿cómo era posible que algún otro partido aspirara
seriamente a la alcaldía frente a la mayoría absoluta
del PP?
La
designación de Gallardón fue, por tanto, no un premio
de Ánsar sino un regalo envenenado para postergar al amiguito
del grupo PRISA, obligándole incluso a soportar el majestuoso
trágala de aceptar
a Ana Botella de Ánsar en su candidatura. El PSOE, por
otro lado, asumió desde el principio su derrota colocando
al típico candidato exótico, Trinidad Jiménez,
pensada para dar un toque de posmodernidad femenina al partido y
gestionar honrosamente su segura derrota sin hacer demasiado el
indio (pretensión esta última totalmente imposible
desde el preciso instante en que Trinidad se puso a hacer campaña,
nos referimos, naturalmente, a no hacer el indio, no a lo de ganar).
Ánsar
permitió incluso que su esposa se presentara en la lista
de Gallardón, algo humillante en alto grado para cualquier
persona, en la convicción de que ni siquiera la previsible
sangría de votos para el PP impediría la conservación
de la alcaldía. Ánsar se retiraría "en
el candelabro" y se reiría unos cuantos años
del incauto Gallardón, viendo cómo su mujer le hacía
sonrojarse y ocultar la cabeza diariamente con su discurso ultraderechista,
sus ridículas pretensiones de constituirse en referente intelectual
y su pacato sentido de la política social al más puro
estilo siglo XVII.
Lamentablemente,
luego vinieron el Prestige
y, sobre todo, la
guerra de Irak, y el respaldo político al PP se erosionó
en un grado aún por determinar, pero que se nos antoja importante,
en particular en Madrid, ciudad, como ya hemos indicado, enormemente
sujeta a los avatares de la política nacional. Desde ese
momento la lectura de la designación de Gallardón
como candidato a alcalde viró 180 grados, pasando del desgraciado
abocado a enterrar su carrera política como impotente y patético
alcalde de la capital a "el hombre que puede salvarnos del
desastre" que supondría la pérdida del poder
allí. Como avales que le otorgan un valor añadido
al candidato destaca, fundamentalmente, la alta estimación
pública, según indican las encuestas (cercana al 70%),
de su persona y su gestión como presidente de la Comunidad
de Madrid, y su talante personal, moderado al menos en las formas
y tendente al diálogo. Gallardón es, sin duda, uno
de los mayores activos electorales del PP, razón por la cual
fue postergado durante años (según la clásica
doctrina de "el que se mueve no sale en la foto", sobre
todo si se mueve en relación al nefando Polanquete), y motivo
de que ahora, en un momento de máxima debilidad política
de Ánsar, sea visto otra vez como posible sucesor.
El
mejor de los mundos posibles para Gallardón, en este sentido,
es que el desastre electoral del PP sea mayúsculo pero él
alcance la victoria en Madrid, agrandando su importancia para el
partido y siendo visto a partir de entonces como uno de los pocos
políticos no quemados por el chapapote de la guerra. Si Gallardón
gana pero los demás también su prestigio se diluirá,
pasando a comportarse en función del plan original de Ánsar
(a Gallardón ni agua, y además que se coma el marrón
de soportar a mi mujer Dios sabe cuántos años); y
si Gallardón pierde su potencial sucesorio, obviamente, también
se diluirá salvo revolución anti Ánsar en el
PP (y en cualquier caso, en una tesitura tal - pérdida incluso
del Ayuntamiento de Madrid- no parece probable que, suceda quien
suceda a Ánsar, pueda escaparse de la derrota en las generales).
Prospectiva
No
es sencillo efectuar un pronóstico serio de las elecciones
al ayuntamiento. Según el CIS la mayoría absoluta
está así así, según las impresentables
encuestas de tenderete que han publicado los principales medios
de comunicación parece que el PP puede retener la alcaldía.
Nosotros pensamos que la cosa, como en casi todas las ciudades y
comunidades autónomas, dependerá básicamente
de si la gente vota basándose en cuestiones locales (como
quieren los candidatos del PP) o basándose en cuestiones
de política nacional (como quiere toda la oposición
y, sorprendentemente, el propio Ánsar). Un candidato como
Gallardón, poco significado, incluso sutilmente desmarcado
-en las formas al menos- de todo el chapapote bélico, lo
tendría muy fácil frente al desierto opositor si no
contara, nuevamente, con el factor Botella. La pregunta es ¿avalaría
con su voto la relevancia política, la presencia intelectual,
e incluso la "persona humana" de Ana Botella de Ánsar?
¿Estaría Usted dispuesto a soportar al menos cuatro
años más a semejante personaje? ¿Asume Usted
el riesgo de que, una vez catapultado Gallardón a la política
nacional, Ana Botella pase a ser su alcaldesa, se la encontrara
en todos los telediarios, en todos los actos sociales, en todas
las tribunas de opinión, y no ya en función del cargo
de su marido, sino del de la propia Ana Botella? ¿Tiene Usted
problemas de conciencia?
Aunque
Botella logre movilizar a la derecha nacional - católica
en su favor (sobre todo si antepone lo nacional a lo católico),
es decir, a cuatro y el de la guitarra, aunque Botella aporte el
apoyo espiritual de los Legionarios de Cristo Rey, y aunque el impresentable
Gaydidato Mendiluce pueda arrebatar a la izquierda parte de los
votos de este colectivo, perdidos para el PP gracias a la presencia
de Botella (y pese a los esfuerzos en este sentido de Gayardón),
no sólo se trata de los homosexuales. Votar en Madrid, con
la presencia de Ana Botella, es más que nunca votar en clave
nacional, es decir, votar a Ánsar.
Guillermo
López (Valencia)
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