AUTONÓMICAS
2003 EN BALEARES
La
mujer balear: de Maria Antonia Munar a Claudia Schiffer
La
situación política en las Islas Baleares, desde que
el mundo es mundo, ha estado definida por las normas no escritas
pero eternas de la política española. Al menos, en
lo que a financiación se refería: los partidos políticos
recibían el dinero para sufragar sus actividades en beneficio
de la afortunada ciudadanía de las generosas y desinteresadas
aportaciones de unos empresarios de la construcción que,
sabedores de que lo mejor para la sociedad sería también
lo mejor para ellos, trataban de poner de su parte toda la carne
(en forma de maletines) en el asador.
Nada
nuevo, como a ningún ciudadano de una democracia moderna
se le escapa. La única diferencia es que, por las características
de la isla y el tradicionalismo de sus habitantes, los hábitos
de la mordida se centraban en la obra urbanizadora asociada a las
infraestructuras turísticas. Todo fuera por el Medio Ambiente.
Por ello cuando el eviterno (o eso parecía) Gabriel Cañellas
tuvo un ramalazo de modernidad y trató de aplicar recetas
peninsulares a la finaciación del Partido Popular el costalazo
fue mayúsculo. Adentrándose en territorios desconocidos
como era la construcción y posterior gestión del túnel
de Sóller (obra pública y gestión de un servicio
público impropio), el caso es que Cañellas sin duda
puso su granito de arena para modernizar hábitos y ampliar
las miras de la economía subterránea balear. Pero,
injustas como son las sociedades cerradas, tradicionalistas y, sobre
todo, apegadas formalmente a leyes y pauta moralistas rigurosas,
tal avance acabó enterrando la carrera política del
veterano dirigente. Una Sentencia del Tribunal Supremo que declaró
probadas las fechorías del histórico político
popular (aunque absolviendo por considerarlas prescritas, en lo
que es una regla de oro de la judicatura española) convirtió
al PP de las Islas Baleares en un partido estigmatizado y formalmente
descabezado. Desde entonces buscan un candidato, con la acuciante
necesidad de recuperar el perdido gobierno.
Porque
es que, si las cosquillas judiciales por un quítame-allá-esas-comisiones
no hubieran sido poco para el pobre Cañellas y sus chicos,
las Elecciones Autonómicas de 1.999 produjeron un cataclismo
si cabe mayor: el barullo de progres compuesto por socialcomunistas
y separatistas de peor ralea igualaba en escaños en el parlamento
autonómico al centrismo de toda la vida. La llave de la gobernabilidad
estaba en manos de M. A. Munar, indómita mujer que lideraba
a los 3 diputados de Unió Mallorquina y a esta organización
desde que el mundo es mundo.
Y es
que no crean. Incluso en una sociedad cerrada y tradicionalista
como es toda comunidad isleña, y Mallorca no es una excepción,
pueden aparecen vectores de modernidad inusitados. Así, anticipándose
20 años a la moda de la "mujer-mujer" dedicada
a la política que representa en estos momentos con luz propia
la sin par Dama de la Botella de Aznar, una mallorquina iba a cimentar
un imperio político. Conservadora y de derechas, pero muy
conocedora de los entresijos de la sociedad balear, Munar montó
una organización, Unió Mallorquina, que aprovechó
como nadie los beneficios que el Estado autonómico proporciona
a partidos nacionalistas de todo pelaje. Y más todavía
en las comunidades autónomas insulares. Porque a las instituciones
regionales al uso el hecho insular proporciona entes públicos
adicionales (e igualmente inútiles) como son los cabildos
o los consejos insulares. Con prácticamente cuatro votos
te montas una paraeta y vives toda la vida. Así, inventándose
un hecho regionalista propio (y ganando por la mano, hay que reconocérselo,
a los nacionalistas que luego han seguido en tantas otras comunidad
autónomas) UM ha sobrevivido durante años repartiéndose
el sentir mallorquín con los peligrosos separatistas de la
UPM.
Aunque
Munar y su UM han tenido siempre claro cuál es su función
en la vida pública, el PP balear no lo ha aprendido sino
tras una dura lección. Convencidos de que el eterno apoyo
de UM a la política de Cañellas tenía su origen
en el carisma y la ideología del centrismo, dieron por sentado
que sumando sus diputados a los de Munar tenían el gobierno
garantizado. Sin embargo, Francesc Antich, candidato socialista,
había calado mejor a la defensora de las esencias baleares.
Porque éstas no son sino la capacidad para la negociación
y para no casarse con "forasters". Por el expeditivo procedimiento
de ofrecerle todo cuanto pedía (más prebendas de las
que históricamente había disfrutado con el PP, responsabilidades
en materia de urbanismo), el barullo de progres socialcomunistas
separatistas se aseguró la gobernabilidad. Así de
fácil.
La
legislatura ha transcurrido en Baleares con una dinámica
propia y previsible. El Gobierno central tenía enfilado al
"barullo" y cualquier iniciativa de Antich ha sido torpedeada
en la medida de lo posible. A estos ataques se han añadido
los organizados por la propia Munar, experta en mantener la cuerda
siempre tensa (aunque, por supuesto, sin romperla si no media satisfacción
en forma de cargos y poder como contrapartida), que han convertido
la labor de gobierno en una especie de constante un via crucis.
A pesar de lo cual, el socialista parece muy empeñado en
repetir. Asegura que le ha gustado el constante flagelo de rivales
y socios. En un mundo en el que las constantes salidas del armario
de gays, lesbianas y curas pederastas parece buscar rentabilizar
electoralmente estas sanas prácticas, el President balear
es el primero en publicitar en España su afición al
bondage.
La
oposición, tanto interna como externa, ha atacado el flanco
ecologista de Antich. Desde la península suena a risa que
nadie pueda tachar de ecologista a un Presidente de la Comunidad
Autónoma de las Islas Baleares. Pero, a efectos internos,
la esperpéntica "moratoria" a la urbanización
de zonas todavía no consolidadas por el cemento más
la "ecotasa" han sido interpretadas como ataques a la
línea de flotación del desarrollismo. Por extravagante
que pueda parecer, en el PP de las Balares (y también Munar,
claro, aunque sin abandonar sus cargos por ello) se han mostrado
convencidos de que la "moratoria" (que consiste en algo
así como que no se podrá construir más excepto
en aquellos casos en que las autoridades locales apelena a causas
excepcionales para hacerlo a partir del 2005 y durante unos años
-o sea, en román palatino, que se podrá edificar todo
cuanto se quiera-) se iba a cargar el turismo y el desarrollo de
las islas. E, igualmente, han considerado que la "ecotasa"
(cada turista había de pagar 1 euro adicional por noche que
pernoctara en la isla, euro dedicado a sufragar infraestructuras
que evitaran la conversión de las islas en un estercolero)
ha sido la principal responsable de la caída de la ocupación
turística en las islas, así como la causa de la bajada
del turismo en la España peninsular y en general de la crisis
turísitica que padece desde el 11 de septiembre de 2001 el
sector turístico en todo el mundo.
Con
estos mimbres parecía claro que el enfrentamiento en 2003
iba a ser entre los "socialcomunistas separatistas" dedicados
a socavar la economía de la isla y los preocupados populares,
siempre atentos a las necesidades de la industria y de los avispados
y honrados empresarios del sector turístico. Es decir, que
parecía claro que en una isla tradicionalmente conservadora,
controlada a nivel local por el PP y volcada con pasión en
la labor de esquilmar al alemán, el Gobierno balear iba a
ser recuperado por las huestes de Cañellas.
Pero,
de repente, el "dedazo" de Aznar hizo ver que las cosas
no iban a ser tan fáciles. Tras haber demostrado Jaume Matas
su incompetencia en la política balear (perdiendo las islas)
éste fue recompensado por el Presidente con el Ministerio
de Medio Ambiente. La cosa hizo respirar a más de uno, y
el PP de las islas se puso a buscar candidato. Pero hete aquí
que Aznar empezó a insinuar que no, que no hacía falta,
que ya se encargaba él. Y que Matas era un buen chico. Y
de ahí surgen numerosos problemas. Porque no es sólo
que Matas haya extendido su dudosa capacidad a la política
nacional sino que además lo ha hecho en una cartera ministerial
que le ha dejado manchado de por vida. ¿Cómo puede
plantear el PP una creíble campaña de ataque a la
Ecología y el desarrollo sostenible (porque, no se engañen,
de eso es de lo que se trata y los mallorquines lo saben) con un
Ministro de Medio Ambiente como cabeza de cartel? Parece una misión
imposible, por mucho que el Prestige y la actuación
espectacular de su departamento hayan convertido a Matas en el mejor
propagandista de la compatibilización del asfaltado de playas
con los packs turísticos en campos de trabajo con
alojamiento en polideportivos y colegios, comida de bocatas e indumentaria
regional gratuita.
Parece,
en cualquier caso, que las elecciones en Baleares están llamadas
a configurar una nueva realidad ecológica y sostenible que,
en última instancia, será decidida, de nuevo, por
la sin par M. A. Munar.
ABP
(València)
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