ELECCIONES
USA 2004
John
F. Kerry
John
F. Kerry es un tipo anodino, del que nadie sabía mucho en
Estados Unidos (y menos todavía, por supuesto, fuera de ellos),
que se va a convertir en Presidente de los Estados Unidos (hagamos
una concesión al jolgorio mediático respecto de lo
"ajustado" del resultado final, y añadamos algo
asi como "si finalmente gana") gracias a su buena estrella:
se enfrenta a George W. Bush, lo que es prácticamente
la única contingencia histórica que le permitiría
lograr una victoria electoral de tal calibre.
Kerry
es un patricio de la Costa Este con todas las de la ley: familia
acomodada, buena educación, carrera sin tacha dedicada a
la preparación para el servicio público, experiencia
en combate... El perfecto candidato al fracaso electoral en un país
como Estados Unidos, que desea que sus Presidentes no parezcan excesivamente
predeterminados por cuna, educación y posibilidades sociales
(mediten, si lo dudan, sobre la procedencia de los últimos
Presidentes, con la única excepción de los Bush, pero
matizada por el hecho de que Bush hijo fue sabiamente presentado
en 2000 como todo lo contrario al patricio de la Costa Este
que también es). La sociedad americana es así: se
deja gobernar por las elites de forma escandalosa, pero prefiere
que no se note excesivamente con la elección de sus Presidentes.
Kerry, en condiciones normales, habría tenido imposible llegar
a la Presidencia y estaba llamado a seguir siendo lo que ya era:
un tipo importante, dedicado de toda la vida a la política
a distintos niveles . Y feliz por ello.
Sin
embargo, estas no son unas elecciones normales. A lo largo de todo
el siglo XX y desde el acceso de los Estados Unidos al primer puesto
de la escala internacional, el prestigio internacional de este país
no había estado tan en cuestión como ahora. La política
exterior de George W. Bush ha logrado una corriente de antipatía
sin precedentes, que incluye a todos sus tradicionales y potenciales
aliados (incluyendo al Reino Unido). Con el mérito adicional
de haber logrado dilapidar el mayor caudal de simpatía de
los últimos tiempos, el que fluyó hacia EE.UU tras
el 11-S. Por lo demás, tampoco se ha mostrado en exceso
eficaz. En Irak, aunque estén "trabahandou en ellou",
tienen algún que otro problemilla. Y eso por no hablar de
Ben Laden, o del resto del Eje del Mal, que está encantado
con tener a los EE.UU. empantanados en Faluya. Adicionalmente, la
fractura social interna ha alcanzado cotas que incluso pueden preocupar
a los poderes establecidos. Cuatro años de robo descarado
de la riqueza nacional son demasiados, cuando se plantean con tanta
claridad, crudeza y continuidad que ni atentados o guerras permiten
alejarlos de la primera plana. Por todo ello, aunque George
W. Bush no sea tonto, ni mucho menos, ni haya resultado inútil
en estos años (es más, todo lo contrario), parece
bastante claro que ha perdido el apoyo de las clases pudientes e
ilustradas, así como de los núcleos de poder económico.
Le queda el Tribunal Supremo, sí, pero en estas condiciones
hasta alguien tan grande como él puede ser derrotado.
En
tal tesitura aparece Kerry, sin duda uno de los demócratas
que menos merecerían estar en condiciones de ganar a Bush.
Howard Dean, el malhadado Gobernador de Vermont estigmatizado por
su famoso "Grito de Iowa", es un tipo que demostró
durante los años de mandato de Bush mayor dignidad y coherencia.
Pero no es el único. Porque prácticamente no hay actitud
entre los demócratas más patética que la de
Kerry.
Apoyar
con entusiasmo la Guerra de Irak puede
hasta verse medio comprensible. A fin de cuentas, J. F. Kerry siempre
se equivoca con las guerras: fue a Vietnam entusiasmado para garantizar
la hegemonía estadounidense y se convirtió en el principal
opositor a la Primera Guerra del Golfo porque la consideraba una
trampa normal para las tropas estadounidenses, así que su
apoyo a la excursión de George W. podía ser simplemente
una manifestación más de su proverbial falta de criterio
en estos asuntos. De la misma manera que su rectificación
es una constante y constituye una de las claves de su éxito
político: con Vietnam, con Golfo I, y con Golfo II (a la
vista está, en este último caso, lo impresionantes
que puedens er los réditos de una rectificación en
toda regla). Este punto, por ello, no puede dar idea del patetismo
de Kerry y de su lamentable oportunismo con total claridad: sólo
informa de su poca visión geoestratégica y de cuán
poco importante es acertar en cuestiones nimias como la guerra y
la muerte si uno quiere hacer carrera política en los Estados
Unidos.
Más
significativo ha sido, a este respecto, el decidido apoyo del "liberal"
(casi podríamos decir que Kerry acabará trasladando
al lenguaje americano el significado de la expresión en España.
si sus opositores siguen empeñados en tildarle de tal) Kerry
a la Patriot Act de Bush.Si hay un ejemplo de los excesos
reaccionarios de la Administración Bush (y contra sus
propia gentes, esta vez, no sólo contra la morisma y gentuza
equivalente), ése es el lamentable corolario legislativo
a que dio lugar la marea retro que invadió EE.UU. en materia
de garantías y libertades. Pero, como la dirección
del viento era la que era, ahí apareció J. F. Kerry
para dar su apoyo a medidas propias de un país totalitario.
En primera fila, alegremente.
Este
tipo es el que ahora pretende aprovechar el hartazgo que, con el
tiempo, medidas y decisiones tan evidentemente equivocadas han acabado
por provocar. Pero cabría preguntarse sobre la calaña
de quien calló cuando era lo más cómodo, a
pesar de que precisamente entonces era más importante que
quienes eran pagados para ello (como era su caso) velaran por la
defensa de las condiciones que permiten la convivencia en libertad.
Con
este historial, con su incomprensible gracia personal para ligarse
a millonarias, con un discurso reaccionario que da miedo y que no
tiene la más mínima intención de limar porque
cree que le aporta votos (sus contínuas referencias en los
debates a sus años de monaguillo era vomitivas), John F.
Kerry está en condiciones de ser Presidente de los Estados
Unidos gracias a la gran mayoría de personas sensatas que,
en el fondo, está profundamente en contra de... toda la política
de Kerry a lo largo de estos últimos años.
Es
lógico que Kerry sea un tipo que no inquiete en absoluto
a quienes han agradecido a George W. Bush de corazón los
servicios prestados y sólo desean verlo partir para poder
seguir avanzando, afianzando lo logrado a sangre y a fuego por medio
de procedimientos más sinuosos y con una mejor imagen pública
para venderlos en casa y hacer a los europeos que se los traguen
sin que se sientan especialmente vejados.
ABP
(València)
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