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Valladolid

ANÁLISIS EQUIPOS PRIMERA DIVISIÓN - TEMPORADA 2003 - 2004

 

OBJETIVO: Entrar en el siglo XXI, el fútbol de la Nueva Economía e incrementar las ventas de camisetas del equipo: o sea, vender alguna.

TRAYECTORIA: El Real Valladolid está sediciosamente instalado, como si tal cosa, en la Primera División. Y así lleva desde hace años. En estas condiciones, y a pesar de ser incapaz de concluir una sola temporada sin pasar apuros de mayor o menos intensidad, no queda otra opción sino la de calificar al club de "histórico". Piensen, si la afirmación les sorprende, en los nombres de sus rivales en Primera y se darán cuenta de que, aunque triste, esta situación es real.

FIGURAS: Todo equipo necesita un hombre, un referente, un astro que insufle ánimo y que refleje lo que se espera no sólo de él como persona sino de todo el conjunto como escuadra. En los tiempos modernos, los entrenadores mediáticos suelen cumplir esta función a la perfección y se configuran por ello como emergentes figuras del fútbol moderno. Sin embargo, la historia reciente del Real Valladolid, de su técnico, y de la Liga española, nos hace ser prudentes y no cometer el error de designar como figura a quien tiene todos los números de poder abandonar en breve el club, dejando desfasados estos comentarios. Por ello, y como excelsa representación de lo que es el ideal del Valladolid y también su realidad, escogemos como figurita de la temporada a su fascinante guardameta: Albano Bizarri. El tipo, venido a menos, pero al menos adornado por su pasado madridista, encarna lo que es el Valladolid: los puntos, y la salvación, pasan porque se de el milagro de mantener la portería a cero a pesar de las evidentes dificultades que ello supone con la plantilla (y figura) disponible.

NUESTRO CONSEJO: Valladolid y su equipo de fútbol van a vivir años complicados. Tras casi dos legislaturas de bonanza, beneficiados por el manto protector de José María Aznar (seguidor del Real Madrid, pero amante de figurar como entrañable hincha de equipo de provincias, como todo buen cateto de pueblo español que se precie), los tiempos en las que los trenes de Alta Velocidad llovían sobre la ciudad y Miguel Ángel Rodríguez sobre la sociedad anónima deportiva amenazan con ser cosa del pasado. ¿Qué pueden hacer los actuales gestores del Real Valladolid para tratar de invertir lo que se presenta como peligrosamente desvertebradora tendencia? A nuestro entender la mejor solución sería ensayar procedimientos de "regeneración futbolístico-democrática" en la estela de "Ánsar-ese-gran-hombre". Para ello, en primer lugar, han de poner en la Presidencia del club a una señorona un tanto moña y relamida, que juegue al golf de toda la vida y que esté en proceso de aprender a combinar el "look" Opus Dei con las más modernas y atrevidas creaciones de los diseñadores más "in". María Teresa Rivero no vale, que está ya cogida. Una vez logrado esto, es conveniente encontrar un Consejero delegado bien relacionado, con contactos en el mundo de la reprografía y que compatibilice sus trabajos en el club con alguna pequeña chapucilla para alguna empresa del ramo, que le pague la seguridad social (de paso el Real Valladolid se la ahorra, y todos contentos). Preferiblemente, ha de ser en una empresa de fotocopias cuyos dueños, como buenos patriotas, no sólo se dediquen a propagar cultura sino que contribuyan modestamente a la riqueza y crecimiento económico español de la única manera seria y responsable: el ladrillo. Esto no debiera ser difícil, pues estamos hablando de un club de fútbol, que ya sabemos que normalmente es negocio afín al de la construcción por causa de uno de esos incomprensibles arcanos que rigen nuestro mundo. Una vez tejida esta red de contactos e influencias, el Valladolid simplemente ha de poner en marcha las prácticas regenerativas a través de estos probos sujetos. Los equipos que visiten Zorrilla, si todo marcha según lo programado, contemplarán perplejos cómo a mitad del partido el medio centro rival o su interior izquierdo descubren asqueados que su entrenador les ha traicionado y alineado contra su voluntad en compañía de unos indeseables que desean convertir el fútbol en un espectáculo estético en vez del recio juego de hombres que debe ser. Y, en un alarde de dignidad, se retirarán del terreno de juego cuando estén hechos los tres cambios, facilitando la tarea a las fuerzas del bien.


COMENTARIO: El Real Valladolid es un claro ejemplo de cómo, en contra de lo que sostienen muchos analistas futbolísticos, la ausencia de rasgos específicos en un equipo de fútbol puede ser una garantía, si no de éxito, sí de mediocre estabilidad. ¿Cuántas veces hemos escuchado o leído la majadería esa de que un equipo ha de tener identidad? ¿Cuántas veces, por ejemplo, se han achacado a la falta de un rasgo definidor los sucesivos fracasos de la selección española? Pues bien, la historia reciente del Real Valladolid demuestra cuán vacuos y equivocados son estos comentarios. Porque sin una miserable seña de identidad que echarse a la boca (¿acaso hay alguien en España que sea capaz de asociar el Valladolid y su juego algo?) los de Pucela llevan años y años en Primera División, en contra de toda lógica y pronóstico. Quizá el problema radique en que, en última instancia, no son pocos los aficionados al fútbol con problemas para calibrar correctamente lo que es el "éxito" o "fracaso" de su equipo. La selección española, de nuevo, es un buen ejemplo. En realidad, la absoluta ausencia de un perfil en la misma le ha garantizado la eliminación en los cuartos de final (o incluso, en ocasiones, un poco antes) en toda suerte de competiciones internacionales. ¿Podemos considerar sinceramente estos resultados un fracaso o, más bien, hemos de ver en ellos un sorprendente éxito? Los jugadores españoles y nuestro fútbol dan para lo que dan, y los del Valladolid, a nivel interno, vienen a ser lo mismo. Su mera presencia en las Competiciones Mayores ya es todo un logro.

EL COMENTARIO DE NUESTRO TÉCNICO: Esteeeee… Valladolid es escenario privilegiado para disfrutar del fútbol en estado puro. El balompié en Castilla es de otro corte, cortante y frío como el gélido viento que azota sus campos y pule estilos y convicciones como templa hombres en medio de la dehesa. En Valladolid alcanza el fútbol su más áspera y verdadera expresión, la más desnudad, cuando desprovisto de cualquier calidez o filigrana, ha de concentrarse el juego en la admiración, rendida, de los esfuerzos ímprobos por dotar de épica belleza a un reconfortante 0-0.

ABP (València)

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