En diciembre de 2009 los investigadores del CIPF (Centro de Investigación Príncipe Felipe) escribieron una carta de censura a su director, Rubén Moreno. Criticaban su falta de criterio científico a la hora de gestionar el centro, así como la politización del mismo. ¿Aquella carta sirvió para que Rubén Moreno dimitiera? Algunos investigadores del CIPF ponen en duda la eficacia de la misma. Sería un caso único en España: asistimos a diario a la recalcitrante negativa de aquellas personas que ocupan cargos públicos, y de los partidos que los han colocado, a dimitir o a defenestrarlos, por muchas cartas que se envíen y por muchas protestas que genere su gestión. El caso es que a Rubén Moreno lo han ascendido a Diputado Nacional. Como diría Larra: “Entre qué gentes estamos”. Porque no es normal que a un director, al que aparentemente restan atribuciones (al menos, científicas), tras las severísimas críticas a su gestión en el CIPF, lo premien con otro cargo.
¿Cómo es posible que la Generalitat deje caer su buque insignia de investigación? ¿Por qué se ha incurrido, una vez más, en una nefasta y oscura gestión que ha generado gastos espectaculares criticados por los propios científicos del CIPF? En Levante (9-12-09) se denunciaron gastos absurdos: 180.000 para agencia de viajes, siendo que cada investigador se paga sus viajes y dietas con el dinero de sus proyectos; 700.000 euros de luz, es decir, dos mil euros diarios; 30.000 euros para batas de 323 empleados y 66.000 euros para pagar móviles de directivos y de científicos. Notable resulta la compra de una partida de jaulas para perros que jamás se han utilizado, puesto que no se trabaja con perros. Vicente Torrent Guinot, fundador y Presidente de la Fundación VIVE –al parecer, una plataforma que le sirvió para introducirse en sitios diferentes–, trabajó como veterinario en el CIPF. Montó un estabulario sin pies ni cabeza, en opinión de los científicos, con un gasto completamente excesivo y en el que las infecciones continuadas de los animales pusieron en jaque el trabajo de los investigadores. En definitiva, su gestión se caracterizó por enfrentarse a las peticiones y necesidades de los científicos, lo que motivó, en parte, la carta de descontento por la dirección de Rubén Moreno, que no supo ni quiso escuchar las críticas de los científicos a la labor de Vicente Torrent.
Lo que ocurría es lo habitual: se inyecta mucho dinero sin control, según modas, intereses o criterios irresponsables de personas que no tienen una trayectoria profesional científica sólida, con la frivolidad a que nos tienen acostumbrados por estos pagos. Resultado: cuando se mete mucho dinero en una empresa, el nivel de exigencia ha de ir a la par, pero en el caso del CIPF se ha impuesto un rumbo a bandazos, carente de una gestión coherente y de un control riguroso de los fondos invertidos.
Lo que sucede en nuestra Comunidad Valenciana tiene mucho que ver con aquel cuento de Don Juan Manuel: “El tejedor que fizo el paño maravilloso” o con el “Retablo de las maravillas” de Cervantes. En ambos casos unos listillos hacen ver maravillas en donde no hay nada. La incultura, la mala formación de nuestros políticos, les hacen confundir una y otra vez churras con merinas.
¿Pero qué queda de los Congresos promovidos por Undangarín? Es otra muestra de cómo se ha trabajado en la Comunidad Valenciana, pero también podríamos preguntar cómo es posible que la Fundación Premios Rey Don Jaume I cuente con un secretario sine die (así consta en la web), el ubicuo Santiago Grisolía.
Hagamos historia: El CIPF tiene sus orígenes en el Instituto de Investigaciones Citológicas (IIC), obra social de la Caja de Ahorros. Gerónimo Forteza Bover había creado un laboratorio de Citogenética que consiguió financiación de la Caja de Ahorros en los años 60, base de lo que sería el Instituto. Se construyó un edificio nuevo, adosado a la Cigüeña, en Amadeo de Saboya. Se podía trabajar en este centro con becas a las que se accedía mediante concurso público. La beca duraba dos años y luego, se firmaba un contrato de trabajo. A la muerte de Forteza, Rafael Báguena, Rector de la universidad a principios de los 70, es decir, en la universidad tardo franquista, por lo que se había ganado la animosidad de compañeros y estudiantes, intentó presidir el Instituto. La forma de desplazar a Báguena fue traer a Santiago Grisolía, que por entonces estaba en la Universidad -poco relevante- de Kansas City, a punto de abandonarla. Le ofrecen la oportunidad de un retiro dorado en Valencia, y se incorpora como “cerebro recuperado” al IIC. Grisolía aprovecha su formación de marketing en el mundo universitario norteamericano, en donde tiene tanta importancia el mecenazgo de las empresas privadas y utiliza el Instituto como plataforma personal de relación con empresarios e instituciones. No hay que olvidar su capacidad para vender la importancia de la ciencia y de los dividendos sociales y económicos que conlleva. El problema de su política de marketing es que no parece redundar en beneficio del IIC, sino en promover la Fundación Valenciana de Estudios Avanzados, plataforma impulsora de los Premios Jaime I, o en su colocación en el Consell Valencià de Cultura. Su Fundación compite en gran parte con el CIPF en la captación de fondos de la Generalitat.
Cuando el Banco de España obliga a las Cajas a abandonar la obra social propia, se cierra La Cigüeña y un programa de prevención de metabolopatías que lo asumió el Servicio de Genética del Hospital La Fe. La Caja de Ahorros de Valencia había invertido en el IIC porque entonces apenas había centros de investigación en la Comunidad. En aquel momento, se estuvo pensando en cerrar el Instituto, pero todas las evaluaciones externas lo calificaban muy bien. La Generalitat lo asume en parte. Joaquín Colomer, Conseller de Sanidad, que había participado en las negociaciones para traer a Grisolía, al chocar con él, exige que deje el cargo de director y le facilita la salida con la excusa del disfrute de un sabático. Lo sustituye Rafael Sentandreu, Catedrático de Microbiología, que promueve una evaluación externa del centro. Se abandonan algunas iniciativas de Grisolía, que deja su laboratorio en el IIC (había pasado a llamarse Fundación Valenciana de Investigaciones Biomédicas (FVIB)), cuya dirección la asume su discípulo Vicente Felipo.
Grisolía se ha ido acercando al PP. Participa en un libro en apoyo a Aznar. Cuando asciende el PP en la Generalitat Valenciana, Rubén Moreno es nombrado Director del Servicio Valenciano de Salud y Grisolía, Vicepresidente del Patronato de la FVIB. Según diversas fuentes, Grisolía maniobra para que Sentandreu cese como Director, con la excusa de que no cuenta con la confianza del Patronato. Durante seis años, primero Eugenia Armengod y después, Vicente Felipo, dos investigadores, ejercen como “Directores en funciones”. Grisolía promueve a un director en convocatoria pública. Un comité integrado por miembros científicos del Patronato y el propio Grisolía selecciona a Ángel Pellicer, Profesor de Patología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York. Tras las dilaciones y largas que le dieron por espacio de un año, se quedó en EE.UU, renunciando a la dirección de la FVIB. Se consiguen entonces fondos europeos para la construcción de un nuevo edificio al que se trasladará la FVIB y Vicente Felipo, director en funciones, se encarga de la planificación de espacios. Rubén Moreno, por entonces, estaba en Madrid como mano derecha de Celia Villalobos en el Ministerio de Sanidad. De hecho ha sido citado como uno de los contactos que tenía Carlos Fabra, ex Presidente de la Diputación de Castellón, que está a la espera de ser juzgado por cohecho, tráfico de influencias y fraude fiscal, para conseguir la aprobación de los productos fitosanitarios de su entonces amigo Vicente Vilar.
Rubén Moreno vuelve a Valencia en 2002 y la Generalitat lo pone al frente de la FVIB, desplazando a Vicente Felipo, por quien Grisolía siente mayor aprecio. Hay que señalar que Colomer y Sentandreu habían rechazado a Moreno en sus intentos de hacerse con un laboratorio en el Hospital Clínico y la FVIB. Se refugió entonces en la Universidad del Opus de Navarra pero al poco tiempo se dedicó a la política, en el Servicio Valenciano de Salud y en Madrid.
Moreno entra en la FVIB con aires renovadores y con un nuevo nombre para el centro: Centro Superior de Altas Tecnologías (CSAT). Recluta a diferentes investigadores y al veterinario antes citado, Vicente Torrent Guinot, a quien pone al frente del estabulario y que, al parecer, cuenta con muy buenos contactos en la Generalitat. Curiosamente, al cabo de unos pocos meses, se vuelve a cambiar el nombre al CSAT por el que tiene ahora: CIPF. Moreno desarrolla una gestión personalista, y consiente los absurdos gastos, antes citados. Bajo su gestión el centro trabaja en tres líneas de investigación: Biomedicina, Nuevos fármacos y Medicina regenerativa.
El programa de investigación de células madre, impulsado por el gobierno central, atrae una importante cantidad de dinero para el área de Medicina Regenerativa, que Rubén Moreno gestiona, sin que ninguna autoridad cuestione los resultados. Organiza un popurrí de grupos en el área de Medicina regenerativa. Uno de ellos es el liderado por Carlos Simón, catedrático de Ginecología de la Universidad de Valencia, Director científico del Instituto Valenciano de Infertilidad, Presidente de Bioval (Asociación de Empresas de Biotecnología de la Comunidad Valenciana). La gestión realizada por Rubén Moreno es tan caótica que hasta los jefes de grupo que había reclutado personalmente lo abandonan y firman la carta de reprobación.
Parece que Grisolía aprovechó la carta de queja de los investigadores en el Patronato para desplazar a Rubén Moreno. Nadie cree que aquella carta, como hemos dicho, tuviera fuerza para cambiar la situación. El caso es que Moreno pasó a Director General del Instituto y colocaron a Carlos Simón como Director científico. ¿Conocía Rubén Moreno el ERE que se venía encima y preparaba su regreso (eso sí, sin perder entretanto el sueldo de Director general del CIPF) a la política nacional? R. Moreno fue quinto en la lista del PP de Valencia y es Diputado en Madrid, como ya señalamos al principio de este artículo.
Carlos Simón realiza una evaluación externa. Una de las preguntas que los evaluadores debían contestar era: “¿Considera que este investigador debe ser líder de grupo en un centro de excelencia?” Lo curioso es que se haya echado a investigadores que habían aprobado y sin embargo se ha dejado a otros que no lo han hecho. El ERE se ha ejecutado con criterios económicos exclusivamente: en teoría, el Patronato, presidido por el Conseller de Sanidad, y con Grisolía de Vicepresidente, es quien ha decidido las líneas de investigación que van a seguir. En realidad, el Patronato se ha limitado a aceptar el criterio del gerente, Carlos Pérez Espuelas, en cuanto a la continuidad o no de esas líneas.
Uno de los investigadores incómodos, Rafael Pulido, presidente del comité de empresa y evaluado positivamente, fue despedido en un momento en que el comité interno de investigadores que asesoraba a Carlos Simón dimitió por discrepancias con la situación a que se había llegado, arrastrando al propio Simón. Desde Conselleria dijeron que las dimisiones se debían al corte de financiación del Ministerio a Medicina regenerativa, cuando esta ayuda se suspendió a las autonomías que no cumplían sus compromisos.
Uno de los reproches que se hacen al Patronato y a los científicos que lo forman, encabezados por Santiago Grisolía, es que no hayan cuestionado las propuestas del gerente ni hayan solicitado otra opinión a los investigadores. Por dignidad tendrían que haber dimitido.
Una duda planea sobre el CIPF: si Grisolía podría haber hecho tanto por su supervivencia, y en primera instancia se le hizo venir a Valencia para que desarrollara el proyecto científico más importante de la Generalitat y ha estado siempre en, delante, detrás del CIPF ¿cómo es que sus influencias han ido a parar a una política científica de relumbrón –una vez más–, a su propia Fundación y a la Fundación de los premios Jaume I? ¿Piensan conceder el premio de investigación al CIPF, o a lo que queda del CIPF, -excepcionalmente, dado que se conceden a personas-, por su labor de investigación y en premio a sus amargas experiencias en esta Comunidad de charanga y pandereta?
¿De qué sirven los Premios Jaume I? Investigadores de nivel muy digno se han quedado sin trabajo y sin línea de investigación. Algunos de nuestros investigadores han tenido que marcharse a Cataluña en donde, a pesar de los recortes, se ha mantenido la estructura de los centros, con programas de becas, programas de investigación y proyectos. ¿No firmó el ex President un contrato que hunde a la Comunidad valenciana en la peor de las miserias para celebrar el Premio de Fórmula 1, si Cataluña no lo celebra? ¿Por qué no rivalizó con Cataluña en cuestiones esenciales, como es la política de Investigación?
¿Por qué el profesor Grisolía, teniendo ascendiente, al parecer, con instituciones y empresas no ha dicho: “Dejémonos de escaparates y de frivolidad?” ¿Ha exigido que se aplique la tijera racionalmente? ¿Por qué no ha convencido a los empresarios a ofertar contratos de investigación para gente joven? El degradado y politizado Consell de Cultura ha protestado tímidamente por los agravios al CIPF, es cierto. También ha tenido la desfachatez de protestar por la endogamia en la universidad -la hay, evidentemente-. (¿Y en el Consell no hay endogamia ni cupos políticos? En el Consell se cobija a aquellas personas a las que, al parecer se quiere consolar o premiar o retirar, vayan Ustedes a saber).
Se aceptan apuestas, señores: ¿acabará el CIPF en manos de la Católica? Todo podría ser en esta Comunidad de nuestras desdichas. Por ahora han alquilado parte de las instalaciones a una empresa, Oncovisión, por cuatro perras.
Si en el CIPF se han cancelado por un Ere muy cuestionado las becas pre y post doctorales ¿qué continuidad va a haber si los jóvenes han perdido cualquier oportunidad de trabajar? Actualmente, los trabajadores que quedan en el CIPF viven al día, conscientes de que no tienen futuro en un entorno en donde no interesa un trabajo honrado, continuo y excelente que acreciente las posibilidades de crecer y lleve a nuestra tierra a la más alta consideración. Lo que ha ocurrido con el CIPF es sangrante para la Comunidad Valenciana por dos razones: por la fuga de cerebros que conlleva y porque queda de manifiesto, una vez más, la política de grandes eventos que nos arruinan y nos convierten en la vergüenza de España. Sí, señor Fabra (Alberto), avergüéncese, no pare de hacerlo: motivos no le faltan, pero haga algo, si le dejan y, si no, váyase: es lo más digno.
Etiquetas Carlos Fabra, Imágenes que lo dicen todo, modelo económico valenciano, Universidad
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Mis manos no dejan de sangrar tras los repetidos aplausos…
Standing Ovation para Taronja!
Solo el hecho de hablar mal de Grisolía me despierta su simpatía.
Porqué me encanta LPD, volumen dos.
Estupendísimo artículo, de los que no lees en el Pravda.
Estupendo y detallado artículo. Añadir que otra de las fundaciones hechas para mayor gloria de Santiago Grisolía es la llamada Cátedra Santiago Grisolía, también financiada por la Generalitat, que permite traer un par de científicos extranjeros al año para dar una charla en Valencia. Las cantidades asignadas por la Generalitat para este fin son importantes y habría que preguntarse si no estarían mejor empleadas para financiar becas, proyectos de investigación o actividades similares.
Es impresionante lo tendencioso que es este artículo. Para los que no saben nada del CIPF pensarían que el Anticristo mismo, llamado Rubén Moreno, ha bajado a la tierra a destrozar la investigación valenciana. Sin quitarle la culpa,que definitivamente tiene, el verdadero sepulturero del Principe Felipe es un grupo de IPs envidiosos e ineptos personificados en Carlos Simón – hombre de inmensa ambición y mayores intereses que se encargó de destrozar el tejido sano del CIPF. Un centro de investigación vive de sus investigadores porque obtiene subvenciones y financiación a raíz del trabajo de los mismos. Rubén Moreno pudo ser mal gestor, enchufista o llamelo como quiera, pero es el artífice de fichajes importantes – no me refiero solo a los llamados «estrella» como Miodrag Stojkovic o Majlinda Lako – sino a una multitud de investigadores potentes y jovenes que llevaron al CIPF al 5º lugar en numero de publicaciones a nivel mundial. Carlos Simón se dedicó a despedir a la gente que estorbaba a sus propios intereses, empezando con el propio Stojkovic (quieran o no, es un de los científicos europeos más prestigiosos en la última década), todo su grupo y más allá. Y no son «discrepancias» entre los IPs y Carlos Simón sino la imposibilidad de acceder a ayudas por el pluriempleo del Sr. Simón (siete nóminas, ni más ni menos). Por circunstancias, conozco directa o indirectamente a 4 o 5 personas que, siendo jóvenes y emprendedoras, después de ser despedidas se buscaron el futuro en otros centros españoles y europeos. No les va nada mal y, juzgando por las cosas que están publicando o patentando, les irá cada vez mejor lo cual no se puede decir de la investigación valenciana a la cual todo ese trabajo le vendría de perlas para conseguir nueva financiación. Yendo más allá, todos mis amigos investigadores en todos los ámbitos están desarrollando a otros países porque aquí estaban ninguneados. Qué se le va a hacer – el espíritu llaura que tenemos nos impide ver más allá y los caciques como Simón y compañía se aprovechan bien. Pero, lo importante es haber gastado 1300 millones de euros en CAC y 10 millones en fallas cada año. Eso sí que nos pondrá en el mapa, pero no nos dará futuro ni desarrollo como sociedad. Seguiremos siendo un balneario europeo más que con la mentalidad que tenemos es lo único para lo que valemos…
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