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La política cultural del PP: el Palau de les Arts Reina Sofía

Uno de los ejemplos más paradigmáticos de la política cultural del PP valenciano es el Palau de les Arts Reina Sofía. En él se unen diferentes aspectos que van más allá de la gestión cultural. Ni quiero traer a colación los problemas que ha padecido el edificio -baste recordar l’estesa de vestuario que tuvieron que hacer tras las primeras lluvias o la rotura de la maquinaria del escenario- ni hablar de Santiago Calatrava -Llàtzer Moix ya escribe bastante de su magna obra en su último libro, citando aquella frase de un constructor valenciano en la que dice que el ingeniero actúa de proxeneta y los políticos valencianos de pupilas (hablando en plata, que él hace de chulo y ellos de putas)-. Supongo que nunca sabremos cuánto nos ha costado la broma, puesto que ya cuesta saber, incluso en aquello que llaman sede parlamentaria, los sueldos que cobran algunos de sus directivos.

Para empezar, es importante analizar la concepción del Palau de les Arts, sobre todo porque nos indica el carácter coent y clasista de los políticos del PP. El teatro sigue las reglas de los teatros de ópera de tradición italiana, es decir, de aquellos que reivindican con su distribución una sociedad estratificada, dando paso a palcos, donde se exhibe el personal, y a localidades con escasa visibilidad. Quien puede pagar, ve mucho mejor y se le ve de categoría. No es un templo de la música sino la escenificación del poder. El palco que preside es para el molt honorable. No es cuestión aquí de citar la cantidad de teatros de la ópera construidos en los últimos cincuenta años que han desestimado esta estructura por considerarla poco democrática. En el mismo cauce del Turia está el Palau de la Música, el municipal. El centenario Óscar Niemeyer acaba de inaugurar en Avilés un auditorio de estas características, sin un palco que permita lucir palmito. Pero ¿qué iba a ser de nosotros sin un teatro decimonónico que permitiera esclarecer nuestro tejido social? En el centro, el palco presidencial, el lugar donde deben converger todas las miradas para que se asuma el centro de la creación, para que se sepa quien tiene poderío. A medida que uno se va elevando, va notando que en los laterales se ve lo que se ve y se intuye lo que se supone. Eso sí, tienes un traductor simultáneo que te permite seguir la ópera en varios idiomas. Que el escenario no se capte en su totalidad, es problema del dinero que te gastes. Y eso es lo importante: tanto tienes, tanto vales. Rescatar esta estructura constructiva dice mucho de todos: del ingeniero y de los políticos. O Calatrava es un retrógrado, o los políticos unos indocumentados. O ambas cosas a la vez. La decisión de adoptar un canon clasista indica qué poco han asumido el concepto de sociedad democrática.
Interior de la Ópera de la Bastilla en París

Más allá de esta minucia, que le da salsa a la magna obra de Calatrava, se encuentra la gestión del Palau de les Arts. Se ha preguntado en más de una ocasión cuál es el sueldo de los directivos en Cortes y se ha dado la callada por respuesta. En primer lugar, nunca se ha dado a conocer el criterio por el que se ha seleccionado al staff directivo. Se sabe que algunos de los que hace pocos años cobraban 60.000 euros anuales, más gastos aparte, provenían de Presidencia de la Generalitat, como es el caso de Ángel Valero, considerado amigo personal del molt honorable. Cuál era su currículum, es un misterio. El caso de Helga Schmitd también le va a la zaga. Tiene un contrato blindado con varias anualidades y no es que sea una profesional de reconocido prestigio. Su pasión por el lujo es bastante ostentosa, hasta el punto de tener como residencia una suite en el hotel Astoria. En segundo lugar, sabemos de las cuentas del Palau por la prensa, pero lo poco que conocemos sobre su gestión es a toro pasado y por las auditorías que realiza la Sindicatura de Comptes. Las últimas que se publicaron son las de 2008 y 2009, pero no se rinden a nadie si no es por imperativo legal. En ambas anualidades se incrementó la partida dedicada al personal, pero nadie sabe nada porque el secretismo con el que se blinda la institución es parecido al que se observa con los contratos de Orange Market. La joya de la corona debe estar bien custodiada.

El Palau de la Música, el municipal, no ha consumido los fastos a que nos tiene acostumbrado el Palau de les Arts Reina Sofía. La Ciudad de las Artes y las Ciencias pretendía mostrarnos una Valencia vanguardista. Excepción hecha del Oceanográfico, que parece que ha salido cuenta con paga y que no olvidemos que no fue diseñado por Calatrava, todo el complejo tiene pérdidas, que a buen seguro serán solventadas en siglos venideros. Con el Palau de les Arts se quería construir un edificio emblemático. Y ya lo tenemos. Incluso se ha planificado con esa coentor valenciana que tanto llena a nuestros políticos del PP. Se pueden poner un par de ejemplos simples para que se entienda todavía más esa coentor: la capa que lucen los aposentadores (personal necesario en un edificio de estas características) es un remedo de la que llevan en la Scala de Milán, pero allí, en vez de ofrecer gratuitamente unos programas con tanta foto y con el libreto entero de la ópera, facilitan una hoja en la que consta el título de la obra y los intérpretes. Nada más. Debe ser que algunos valencianos viajan y han visto otros escenarios y no desean asumir la coentor como seña de identidad. De ahí las críticas suscitadas. Esos valencianos, que deben ser rojos peligrosos, se dedican a comparar y no entienden por qué aquí los únicos que saben son los políticos del PP, que se fijan más en el continente que en el contenido, sin conocer por qué se ha desestimado esta concepción arcaica de teatro en otros lugares del mundo. Lo nuestro tenía que ser grande, espectacular, en consonancia con ese puente tan curioso que cruza el cauce, el que llaman el Jamonero, o ese edificio, que se tenía que abrir como una clótxina, denominado Ágora. Lo nuestro siempre es único, para lo bueno y para lo malo. Aunque en este caso, de lo bueno, bueno, poco.

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15 thoughts on “La política cultural del PP: el Palau de les Arts Reina Sofía

  1. Coca Boba

    De nuevo un magnífico artículo acerca de la forma en que se manejan ciertas políticas en estas tierras.
    Y es que aunque la mona se vista se seda… Sólo con la explicación de la concepción clasista y coenta de este ejemplo de vanguardia está todo dicho.
    Me gustaría añadir un par de cosas curiosas:
    la primera es que me resulta bastante chocante que los dias de función, los asistentes puedan aparcar sus vehículos privados en la rotonda que se sitúa a los pies del edificio, por donde se accede (o se sale) del tunel hacia El Saler. Además la Policía Local se encarga de custodiar los vehículos. Si a alguien se le ocurre hacer lo mismo un día de diario la grua tarda cerca de veinte milisegundos en levantarte el coche.
    la segunda es que de aquella torre estratosférica que iban a construir entre la universidad de Berkeley y noséquiencoñomás, han pasado a alquilar los locales bajo el Palau de les Arts, para los estudiantes de música de esta universidad.Vamos, que han pasado del cielo a los sotanos…

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  2. joan corball

    I encara hi ha qui pensa que la tècnica és neutral…
    Haveu oblidat dir que les persones importants no paguen. Són molt estalviadores. A Camps, per exemple, li ixen gratis les entrades i fins i tot el tratges.

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  3. Coentor

    Surrealista (o no tant) este govern que es pensa tindre dret a coŀlocar funcionaris seguint el seu criteri, sense donar explicacions a la ciutadania, i a fixar salaris sense que ningú sàpiga QUINS són. Com la retransmissió de lo del papa per Canal 9. Ni se sap què costà, ni se sabrà.

    I després esta gent va de liberal i de no malgastar els diners del contribuent i bla bla bla.

    Franquistes vestits de demòcrates, és el que són.

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  4. Arrop i Tallaetes

    ¿Era necesario tener nuestra «Opera de Sidney» en el lecho del rio Turia? ¿Por qué a la hora de construir un megasuperteatro la administración pública puede hacerse cargo de las facturas ella solita sin necesidad de que «el capital privado» entre en escena (que maravillosa coincidencia) pero no puede hacer lo mismo con la Sanidad?

    Total, un puñado de operas, un pastizal en sueldos y mantenimiento, asientos con visibilidad nula (pero nula, nula) y ese hormigón blanco «calatraviano» que cuando pasen 2o años va a ser divertidísimo a la hora de limpiarlo de runa…

    Y en cuanto a lo del tema de las inundaciones (que van fer mes mal que una pedregà), ¿acaso Calatrava y sus secuaces no han oido alguna vez el viejo dicho valenciano «Vora riu no faces niu, ni a l´hivern ni a l´estiu»)

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    • lingüista

      res, això és tirar-li aigua a pressió i au! «limpio como una patena» *diu mentre es posa l’escuradents a la boca i termina la copa de magno*

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  5. Sancael

    Muy interesante el artículo, sobre todo me ha impactado lo referente a lo poco democrático a la hora de diseñar las bancadas, uno siempre aprende cosas nuevas con LPR.

    El artículo me ha recordado un vídeo de Oltra donde reclamaba un uso más adecuado para este tipo de infraestructuras, os lo dejo por aquí por si a alguien le interesa:
    http://www.youtube.com/watch?v=UtWTvenPpn4

    Salutacions!

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  6. sr. grillo

    La cultura teledirigida desde un Menisterio o Consenjería o Cuchipanda Ful fue un invento gabachés que fue puesta en escena en África (que empieza al sur de los Pirineos según los inventores gabachos) por un gabacho llamado Georges Semprún, persona de gran renombre en Europa (lo que empieza al norte de los Pirineos, pa que lo sepais, jambos). El señor Mesié se trajo palabros como comisario o comisariar y se puso a jugar al poker con las fulas de diez mil pelas. Y el pueblo se hizo tan culto que acudía a los museos (porque eran gratis entonces) y a sitios donde abrían la boca y decían Oh. El invento de Mesié Semprún pronto fue imitado porque a la plebe hay que cultivarla (todo cultivo necesita estiércol para prosperar) y hasta el consistorio más chico tuvo su concejal del ramo, generalmente alguien más inocente y pringao que Forrest Gump, pero culto, mu curto.
    Así que ahora no sus quejeís de lo que trajo el señor Mesié: proyectos faraónicos, exposiciones de chichinabo, comisarios de todo a cien, pasta para todos, monumentos y patrimonios de la humanidad. Y el pueblo, más curto y consiensiado que nunca jamás. Y lo que yo digo, que ya lo dijo alguien es que cuando oigo la palabra cultura me echo mano a la cartera y sin saber ni cómo ni cuándo, ya me han birlado el dinero pa la curtura esa. Respiro esperanzado que gracias a este atraco, el pueblo deje de ver Gran Hermano y siga masivamente a Punset, cosa que al señor Mesié habría celebrado. Dejar el jacuzzi para leer J’acuse, a Picachu por Picasso, a Rambo por Rimbaud. Ser, en definitiva, curto, mu curto.

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  7. orayo

    Acabo de descubrir el blog y me alegro y me lamento a partes iguales. Saber estas cosas me hace hervir la sangre.

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  8. Pingback: València, el Cap i Casal, és makinero | La Paella Rusa

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  10. Fessols i nap

    La veritat és que resulta un poc-trellat que a aquest país, on no hi ha hagut mai un interés desmesurat pel teatre -llevat del sainet, en això som uns cracks!- que l’equipament cultural «de referència» siga un teatre d’opera és un desficaci com una casa.

    Amb la pasta que val eixe «joguet» es podria mantindre una programació teatral a l’alçada de qualsevol capital europea de primer ordre. I si volen projecció internacional, encara sobrarien diners per fer un parell de festivals d’Edimburg.

    A vore, ja sí… Si els agrada jugar a casetes, no sé, podrien haver adaptat les naus de Tabacalera i haver mantés allí una companyia resident. Com és possible que una ciutat com València no tinga un teatre municipal com déu mana? O que l’Escola d’Art Dramàtic estiga en barracons en un voral de la carretera de Barcelona?

    A més, és que si volien un teatre d’òpera ja tenien el Principal!!!

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