Todos los partidos políticos tienen hooligans. Es inevitable, y casi consustancial a la democracia electoralista. Estos forofos de la ideología, los colores y los líderes se regodean especialmente insultando, descalificando y atacando las posiciones contrarias. Encuentran más placer en ir al cuello que en defender lo suyo. Es, insisto, inevitable, y sucede en todas las casas: izquierdas, centro, derechas, nacionalistas, no nacionalistas, ecopacifistas, carlistas incluso.
Este perfil suele ser de persona joven, con una habilidad dialéctica clara pero bastante limitada, poca paciencia, nula capacidad reflexiva y altísima sed de atención ajena. Son, por supuesto, minoritarios, pero hacen muchísimo ruido. Por supuesto, con el advenimiento de internet como medio de comunicación política, este tipo de activistas también han entrado en la red, y su ruido se deja sentir igualmente. El PPCV y el PSPV no son excepciones a esta regla. Todos tenemos en la cabeza dos o tres personas que, bien en Twitter, en Facebook, en su blog, o en cualquier otra red, parecen estar gritando sistemáticamente «¡miradme!, ¡miradme!» en forma de insultos y descalificaciones más bien absurdas y de cierta bajeza al contrario.
En internet, desde los tiempos antiguos de los años noventa, a los revienta-discusiones que solo saben utilizar argumentos de este tipo se les llama trolls. Y hay una máxima: never feed them. Que, en castellano, es «no alimentarlos». Ignorarlos. No hacerles ningún caso. ¿Por qué? Muy sencillo: un troll, político o no, no tiene sentido si sus gritos no son escuchados, si sus descalificaciones caen en el vacío. Ellos, por supuesto, lo intuyen, son relativamente conscientes de su papel, y hacen todo lo posible por evitarlo. Pero hay que resistir, y seguir ignorándoles. Aunque mientan, difamen, insulten, lloriqueen. Hagan lo que hagan, sean de nuestro color político o del contrario: hay que ignorarles.
Por desgracia, casi nunca es posible: la obsolescencia de un troll requiere de la coordinación de muchísima gente, incluyendo grandes dosis de paciencia. Por eso, esta especial raza de activista apparatchik acaba por engordar gracias a su visibilidad, y se le suele premiar con una posición de cargo medio dentro del partido, e incluso fuera si su organización está en el Gobierno.
Y por eso también, por preservar la poquísima salud que aún le queda a la discusión política en este país, no alimentemos a los trolls. Ignorémosles. Hagamos como que no existen, aunque mienten a nuestros jefes, nuestras madres o nuestros líderes. Y sigamos a lo nuestro, que es hacer política.
Etiquetas Asesores, colonización del espacio público, Internet, La campaña en Internet, redes sociales, trolls
Lamento decir que me parece que el comentario es un poco ingenuo. ¡Pues por supuesto que en el PSOE nadie se cree que Camps se haya enriquecido! Pero, ¿qué tendrá que ver eso con ponerle una querella? ¡Por favor!
Es cierto, en cambio, que todos a quienes conozco que todavía están en el PSOE sí piensan que hay financiación irregular del PP en todo el tema Orange Market (en concreto, suelen decir algo así como, «joder, sabiendo cómo nos financiamos nosotros, ¡qué no vamos a pensar que hace el PP!»). Lo que pasa es que eso de la financiación irregular es más difícil de probar y entre bueyes no hay cornás.
En resumen, que no sé si tienes razón. Pero me da miedo pensar que la puedas tener. Y esa perspectiva de Camps como Cid Campeador de la derecha, que es lo que ocurrirá como le absuelvan, es aterradora.
F., ¡o has asumido que el troll soy yo o has dejado el comentario en el hilo equivocado! Si no te molesta, lo copio en el otro texto.
Muy muy ajustado el artículo. Me encanta. Lo que no tengo claro es que los trolls voten, ni si su voto se ajusta con su rol en la red.