La política valenciana es así. Cuando uno piensa que hemos llegado a un punto de excelencia sólo concebible gracias al salero autóctono de que hacen gala sus protagonistas, es más, cuando uno está convencido de que la cosa es inmejorable, llegan los protagonistas y, ¡zas!, te demuestran cuán equivocado estabas pasando a un nivel superior y dejan claro que lo exhibido hasta ahora no era sino fuego de fogueo destinado a la alharaca festiva y al calentamiento.
2011 ha empezado con nuestros dos grandes protagonistas, Francisco Camps y Jorge Alarte, dando lo mejor de sí mismos. Uno, el siempre llamado «President Camps» con el espíritu crítico que caracteriza a los medios de comunicación de la tierra, se largó un discursito de Nochevieja de los que hacen historia. No por la mentecatez de tener una miniatura (por cierto, falsa o, al menos, poco ajustada a la realidad) del tren de Alta Velocidad que une Valencia con Madrid y que el tot Cap-i-Casal ha celebrado con el paletismo acostumbrado. Tampoco por el contenido del discurso, que pueden escuchar en perfecto casteciano-valenllano (esa peculiar variedad lingüística de políticos de la ciudad de Valencia que, al menos, no se mean encima de la nostra llengua) en la web de la Generalitat Valenciana, dentro de la rutilante sección «President de la Generalitat«, donde aparecen cosas como «el vídeo del día» y emotivas palabras de ánimo a los valencianos por parte del Molt-Ho. Ni siquiera por la cutre-realización, que empeora año tras año pero que, al menos, ha logrado ir consolidando una entradilla con música del himno regional (sin que cante Francisco, por una vez) que tiene mucho empaque.
No. Lo que fue brutal del rutinario discurso de Camps fue la sutil maniobra política de colocar unas fotos del President con personalidades de verdad: con Su Campechana y Amiga de los Saharauis Majestad (como insinuando a la audiencia que nuestro presidente se codea con la crème de la crème, oigan), con Mariano Rajoy (para que nadie pueda pensar que Rajoy ya no ajunta a Camps después de los problemillas judiciales del President), con García Berlanga (porque Camps es sobre todo valenciano pero también un intelectual comprometido, ¡si hasta citó a Vargas Llosa en el discurso!) y, ¡chúpate esa, Alarte!, con Joan Ignasi Pla.
Ahí está. Política de la buena. De primer nivel. Sutil e inteligente como sólo el PP valenciano sabe y Rus demuestra día a día. Pero, a la vez, sin contemplaciones. Directo a la mandíbula de Alarte. Joder, ¡una foto con Pla! Ahí es nada. Camps inmortalizado con el rutilante líder del PSPV con el que nuestro President, trabajando codo a codo por los intereses de los valencianos, pergeñó un bodrio-Estatut que pretendía ser faro de los procesos de reforma y modelo a seguir y que logró el récord Guinness de patetismo normativo al quedar desfasado y convertido en un ejemplo de ridículo autonómico en menos de 100 días (los que se tardó en aprobar el catalán, que debía haber seguido los pasos del valenciano y lo adelantó por la derecha y sin intermitente, y en comprobar que el resto de Comunidades Autónomas no iban a dudar en copiar no el modelo valenciano como nos habían prometido en Madrid sino el catalán). Un bodrio de tal calibre que requiere ya de cambios y adaptaciones, como es sabido. No porque sean necesarios o importantes, sino por no perder una oportunidad más de seguir la senda del más espantoso de los ridículos. Pero eso no es lo importante ahora. Porque Camps y Pla lograron pactarlo, entre los aplausos generalizados de la acrítica sociedad valenciana y, sobre todo, de sus cúpulas madrileñas. Con ello se ganaron a sangre y fuego fama de estadistas y de personas comprometidas con España y con un sentido del Estado que pá qué. Eso sí, la consideración de estadistas ganada a costa de vender a los valencianos les duró tres telediarios a ambos, tanto como Garzón apareció en la vida de Camps y el silestone en la de Pla. Ahora bien, nada de eso quita para que ellos disfrutaran, sin duda, de esos momentos. Como nunca. Y ahí estaba la foto para recordarlo. Eran tiempos felices, los valencianos nos pactábamos encima como si nada y todo daba igual porque el crédito fluía, las inmobiliarias compraban y vendían, los moros y europeos del este ponían ladrillo sobre ladrillo y todos éramos jóvenes y felices…. ¡Ay, qué tiempos!
Total, que Camps plantó la foto de una de sus exitosas citas con Pla y aprovechó el discurso para dejar caer que claro, con una oposición como la que tenemos por aquí no hay manera de hacer nada. Ni de poder aspirar a volver a los viejos buenos tiempos. Que un líder de la oposición de verdad, como Dios y la Universidad Católica mandan, se pondría a pactar a diestro y siniestro, como Pla o el mismo Zapatero, para convalidar los más sucios y oscuros deseos de quien mande. Más todavía ahora, en tiempos de un crisis dura e injusta con los valencianos, que tanto y tan bien habíamos trabajado. En definitiva, el mensaje era algo así como que los valencianos debiéramos estar avergonzados de este tipejo que manda en el PSPV, que ni pacta nada sobre la econonía para arreglar los desmanes de Zapatero y meter a los parados a servir cubatas a los turistas que llegan en AVE desde todas las partes del mundo ni se apresta a aplaudir las intenciones del Consell de hacer una reforma cosmética en el bodrio-Estatut con la intención de dar imagen al electorado de que no somos menos que nadie, ¡qué se han creído!
Ante semejante exhibición, uno pensaba que 2010 se despedía como un digno final. Espectáculo Camps en estado puro. Pero, como casi siempre, el PSPV y Alarte no iban a permitir que la cosa quedara así. En medio de la estupefacción del respetable, al líder de esa cosa que los nuevos muñidores de la estrategia de recuperación demoscópica de la filial valenciana del zapaterismo llaman socialistes valencians no se le ocurre otra cosa que entrar a trapo. ¡No iba a ser él menos que Pla! Alarte, criaturilla, también tiene derecho a ser un estadista. Total, que se dispuso a recoger el guante lanzado por Camps y llamó al Palau de la Generlitat desatado, el pobre hombre. Y luego dio una rueda de prensa y djo que sí, que él ahí estaba, para pactar con el PP medidas de reactivación económica (??????) y la bodrio-reforma del bodrio-Estatut. Alucinante. O no tanto, dado que las recetas para salir de la crisis de Alarte son chupar rueda del Consell en todas sus exhibiciones de victimismo, ya sea con los chiringuitos, ya con los grandes eventos, ya con una buena misa de nuestro arzobispo Orozco.
Total, que en apenas unas horas el líder de los socialistes valencians, de manera coherente con su ya legendaria tendencia a copiar todas las medidas del programa electoral del PP para adapatarlas a la sensibilidad progresista, se ha lanzado a regalar a Camps una posición más central si cabe de la que ya tenía en el teatro político valenciano. Ni Gürtel, ni chorizos, ni políticas anti-sociales, ni diferencias en educación y sanidad con el PP ni nada… La foto del pacto con el supuesto corrupto y demonizado Camps es, a la hora de la verdad, todo lo que mueve a Alarte. Hay cierta sorpresa entre los apoyos mediáticos del indómito líder valenciano. Pero en realidad el aparente giro pre-electoral de Alarte es bastante coherente con sus líneas de oposición. Tras chupar rueda del Arzobispo, acudir a la Universidad Católica a ver cómo hacían honoris causa a un cardenal y patearse la ofrenda a la Mare de Déu en Fallas; después de haber puesto a un candidato a la Alcaldía de Valencia que está dispuesto a copiar todo el programa del PP, gaviota incluida; y una vez confirmada la ausencia de propuestas del PSOE valenciano en todo lo referido a las políticas autonómicas (¿cuáles son las alternativas de Alarte a lo que ha hecho el PP en materia de turismo, sanidad, comercio, agricultura, educación… o cualquier otra competencia de la Generalitat valenciana?) es plenamente coherente que, ante la tesitura de enfrentarse a las elecciones, la máxima aspiración del líder del PSPV sea ir a las urnas, al menos, con una foto dándole la mano a Camps para que éste pueda ponerla en una mesita de atrezzo en su discurso de Nochevieja de 2011. Que no la pondrá, por supuesto. Porque a esas alturas ningunear a Alarte no tendrá ya demasiada importancia pero seguirá siendo divertido.
Etiquetas Camps, crisis económica, Estatut, Estatut d'autonomia, estrategia electoral PP, estrategia electoral PSPV, Estrategias, Francisco Camps, giro a la derecha del PSPV, Jorge Alarte, medidas económicas, pactos, pactos PP-PSPV, reforma estatutaria
Un poco largo, la verdad, pero muy interesante, este y el resto de análisis que estáis haciendo, para los valencianos que vemos la política valenciana desde una distancia que, en vez de dar perspectiva, trae confusión.
Alarte, Alarte, Alarte, a ver si me aprendo el nombre de ese señor para la semana que viene (y en la próxima lección, a qué se dedica… Alarte, eso, Alarte)
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