A mí lo que me ha flipado de las últimas semanas es la insistencia convergente en convertir en plebiscitarias unas elecciones que han explotado en sus manos en toda la complejidad que caracteriza la sociedad catalana. Al final resulta que no es buena idea presentarse a las elecciones exigiendo un cheque en blanco -‘un liderazgo fuerte en momentos excepcionales’, que parece que sus asesores no se percataron que evocaba inequívocamente la figura del dictador- con la sede embargada por un caso de corrupción, reventando ojos a tutiplén y dando palizas obra de un psicópata que se presentaba como número 2 por BCN, censurando revistas digitales que destapan casos de corrupción en sanidad al mismo tiempo que se mantiene al interfecto en las listas por Girona sin dar explicaciones, con la cuenta del Padre evadiendo impuestos en Liechtenstein y el caso de las ITV para el número 3 de BCN. Corrupción y represión culminada por una gestión pésima de las finanzas, generando deuda a casi el doble de velocidad que el anterior gobierno -‘el desastre del segundo tripartit’- al mismo tiempo que empeora meteóricamente la calidad de los servicios públicos que se ofrecen por culpa de los sádicos recortes sociales, eso sí, ‘impuestos desde Madrit, porque no hay alternativa’.
Vaya modo de cultivar mayorías excepcionales y liderazgos fuertes en momentos difíciles que tienen los de CiU en mente: el esquizofrénico «te pego porque te quiero». Preguntado por las estructuras de Estat propi en la entrevista del Ágora, Mas dijo que la idea era, por ejemplo, asumir el control del agua para después privatizarlo y hacer caja ‘para no tener que recortar de sitios más dolorosos’: la viva contradicción de construir un Estado desmantelándolo. Eso es, el modelo Menem que tantos éxitos le dio a la Argentina a principios de los 2000. O España ahora, ya que salimos de la última mediante privatizaciones y aquí estamos. En el fondo eso es lo que pasa cuando se deja la independencia, patrimonio tradicional de la izquierda y aún ahora según el CIS, en manos conservadoras, que no entienden que la independencia se consigue con cohesión social y no con la fractura social que crean sus recortes, sus palizas, su desdeño a quién piensa diferente y su corrupción, eso es, se consigue con un tejido social fuerte que suscite adhesión -unos buenos servicios públicos con transparencia- y no proyectos mesiánicos mal dibujados con cúter en la piel del débil. Dicho de otro modo, mucho más simple: no hay liberación nacional sin liberación social, como no ha parado de repetir estos días David Fernández. En demostración de su gran amor por el pueblo catalán, la claca convergente ya ha pedido que se duche y no traiga ni perro ni flauta al Parlament. Pues muy bien. Con esta tolerancia a lo diferente pensabais conseguir una mayoría excepcional?
El problema es crítico, no hay dinero: la Generalitat está totalmente en quiebra y sin poder económico real. No por la deuda del 22% del PIB, que es muchísimo más baja que la media europea, sino por una aberrante estructura de ingresos -ah, el dulce éxito de la gloriosa financiación autonómica que intentó cambiar el Estatut, ¡para eso era!- que impide cualquier gestión responsable de las finanzas. Ya no hay Espanya ens roba por el simple hecho de que ya no existe actividad económica en Catalunya que fiscalizar. Lo único que hacen los recortes -y eso es culpa exclusiva de Mas– es deprimir aún más la economía y los ingresos fiscales del gobierno, como ya dijo Keynes y no paran de recordárnoslo las agencias de rating cada vez que nos bajan varios peldaños la calificación de una deuda lógicamente cada vez más difícil de devolver: es el círculo vicioso del austericidio. Es decir, que el camino que ahora mismo andamos, el impuesto desde Madrit, representa el colapso seguro de la Catalunya autonómica. La alternativa es una aventura incierta. Al fin y al cabo, el dilema del president está entre la obediencia a la jerarquía –la voluntat d’un noble, que es el diktat europeo- y la obediencia al pueblo que no quiere austeridad –la voluntat d’un poble: desobedecer institucionalmente, plantarse, rechazando traspasar esa delgada línea roja porque es prioritaria. Eso es, en una crisis la línea roja que no se traspasa es una decisión política – o bien es la actual, el pago de una deuda asfixiante e impagable, como ordena nuestra Consti, o bien los servicios públicos y revitalizar la economía.
Así que el dilema es simétrico tanto para Rajoy y Mas a sus respectivos niveles: si el primero no hace nada, como es de esperar (algo a nivel español sería plantarse y dejar de asumir la deuda privada como pública [!], plantear una quita [!!], replantear la financiación autonómica [!!!]), el segundo se enfrenta a que la única salida viable para Catalunya para garantizar los servicios públicos -que es para lo que sirve un Estado y si no apaga y vámonos- es la independencia política y también económica, eso es, con moneda propia y por lo tanto fuera del euro. Políticamente, Mas ahora se encuentra en un momento parecido al de Maragall con el Estatut: entre la oligarquía que nota menos la crisis y no quiere independencia y las bases populares de su entorno político más amplio, que sí la quieren, pero por razones más bien identitarias. Si prefiere no arriesgar y quedarse con el sillón, el desencanto popular puede costarle muy caro (algo de democracia sí que hay, diría Marco Antonio), igual que ahora le está pasando al PSC que defenestró al sector catalanista-burgués. Ahora bien, si arriesga, el camino es extremadamente difícil, pero si tiene éxito el crédito para CiU será enorme – conociendo el pelaje de CiU es probable que no tengan esa valentía. Obviamente Mas quería una gran mayoría para gestionar la hoja de ruta a su antojo, pero su margen de maniobra es casi mínimo. Hasta parece que, en un contexto de justicia hiperpolitizada, las élites le han destapado un escándalo al PSC para obligarlo a pactar con CiU y que se olvide de soberanismos e historias alargando así la agonía autonómica –Fernández está imputado por hacer una llamada recomendando una amiga para un trabajo, lo de Bustos es otra cosa-, igual que el caso Ausàs de contrabando de tabaco (!) sirvió para que Esquerra evitara las explicaciones de Mas sobre el cas Palau. Parece que tienen un cajón lleno de escándalos y los destapan cuando así se requiere. Por eso el partido mandó callar a Maragall con lo del 3%, por eso silenciaron al presidente de la fundación de CiU, Colomines, cuando éste amenazó de ‘tirar de la manta’. Es la omertà del oasis catalán.
Desvelado todo este ladrillo, hay que señalar uno de los efectos más curiosos, mi propio síndrome de Estocolmo: a la pregunta de ‘tú qué harías para salir de la crisis?’, responder con una tonelada de propuestas políticas como si uno fuera Artur Mas o Mariano Rajoy. Pero uno no es presidente, sino un pringado cualquiera – al fin y al cabo, en eso consiste la identificación total del esclavo con el amo de la que hablaba Malcolm X al describir al house negro que habla de nosotros cuando de hecho se refiere al amo. En el fondo, nosotros también nos encontramos en un dilema simétrico al de Rajoy y Mas: o el de arriba o nosotros. La auténtica realpolitik catalana es plantearse qué puede hacer uno mismo en su propia situación, no en la de otros. Asumiendo que los de arriba no harán nada, lo que tiene sentido es, a nivel transformador, plantarse, organizarse, dejar de pagar a las instituciones extractivas (tanto Estado como mercado) y re-estructurar el tejido social
- Objeción fiscal: negarse a pagar impuestos al Estado. «Si uno no paga impuestos, es un defraudador. Si mil no pagan, es un gesto político». Plantarse al diktat político – sólo es con desobediencia efectiva y organizada que el jefe jerárquico se doblega.
- Colectivizar servicios públicos como escuelas y centros de atención primaria y, con el dinero ahorrado de no pagar impuestos, pagar las cuotas de los servicios en forma de cooperativas de usuarios. Reapropiarse de lo público.
- Democracia económica: negarse al expolio de la plusvalía y transformar las empresas en cooperativas – participación del trabajador en el capital y la toma de decisiones.. Eso implica abolir la dicotomía entre capitalista/emprendedor y asalariado, como en el fondo pide la teoría socialista (y también la austríaca en el fondo): sabotear la diferencia entre productividad y salarios, eso es la proporción de plusvalía que va al capital, una proporción que se auto-alimenta desde los setenta y tanto se ha ensanchado por la globalización, debilitando al trabajador y generando desigualdad.
- Cambiar no sólo como productores, sino también como consumidores
- «Tercer eje» (CUP), el democrático: participar en las asambleas populares – desacralizar el parlamento
En el contexto actual, el modelo económico que se impone para España es, efectivamente, Eurovegas: una serie de tremendos ciclos económicos donde la crisis crea un precariado en pánico que necesita desesperadamente de un trabajo para subsistir, eso es el bonded labor, hasta que llega una ola de prosperidad y trabajo mal pagado y otra crisis once again, y así sucesivamente solidificando un nuevo estado de las cosas – un neofeudalismo puro y duro, donde antes los señores feudales tenían el monopolio de la tierra, a la que los siervos estaban ligados, ahora lo tienen del capital. Y esto no se va a cambiar desde arriba, en absoluto, sólo desde abajo. Ésa es la auténtica realpolitik catalana.
Y del mundo mundial, me atrevería a decir.
Gran articulo. Suscribo punto por punto. También estaría bien poder destapar todos los escándalos de corrupción de todos los partidos. Uno nunca sera un buen gobernante si tiene mierda que ocultar.
Ok, este articulo si va a las raíces de la situación económico-política. No hay liberación nacional sin liberación social. AL MISMO TIEMPO. Sino sería otro puro y duro proceso de extracción/transferencia de rentas. Como el actual. De clases medias a elites.Y si, la solución, hoy, y ya, pasa por más (mucha mas) economía pública, la del conocimiento común. La que expandió la competencia y productividad de la mayoría social en la Europa de la ‘treintena gloriosa’ post 2ª guerra mundial. La única que ha resuelto históricamente mejor el abismo de la desigualdad. Mas y esa élite, que en la practica promueve, impulsa y crea la crisis (se están forrando literalmente: el ratio rentas empresariales/pib (46,2) ha superado en el 2011 al de las rentas salariales (46) por primera vez en 30 años, es decir, su riqueza relativa-la que cuenta- aumenta en periodo de crisis), obviamente no estarán nunca por esa opción. Y les suena a terrorismo checheno una democracia económica. Con una huelga general indefinida a lo mejor cambiaban de idea. Buen artículo.
http://economia.elpais.com/economia/2012/02/16/actualidad/1329424061_546148.html
¿cómo no estar de acuerdo con lo que dice este magnífico artículo y los comentarios que le siguen? Quizá sólo cabe recordar lo que decía el historiador Fontana hace unos meses: Si los de arriba no tienen miedo, las cosas no cambian.
Pingback: Enlaces Variados | Club Pobrelberg
Es duro reconocerlo, pero así son las cosas. Yo había comparado la situación actual con la prerrevolucionaria del dieciocho. Los nobles tienen los derechos porque sí, en este caso el capital, y la teoría económica del momento explicaba que la nobleza era necesaria porque hacía mover la economía. De todos modos, la deuda, sí puede ser entendida como una manera de mantener sojuzgado al personal. En ese sentido concuerdo en que nos lleva a relaciones feudalizadas. Pero en fin, desde arriba siempre se intenta llegar a este mismo punto, no? Ni si quiera las repúblicas griegas pudieron evitar este problema.
Por tanto, a sabiendas de resultar cansino y repetitivo, insisto en que en meollo de la cuestión está en el concepto de propiedad y en el replanteamiento de la estructura social.
El ser humano es un desdecendiente de los primates, que por casualidad o por alguna causalidad ha desarrollado un cierto intelecto. Pero sigue siendo un animal, tribal y jerárquico. Por tanto es fácil concluir porqué siempre se termina en la misma situación de abuso por parte de la casta alfa. Ello significa que hay que articular, constantemente, contrapesos para que la situación no llegue a ser peligrosa. Una revolución permanente que diría Trotski.
Si el actual modelo no satisface, entonces hay que cambiarlo. Esto es algo que cualquier liberal honesto suscribiría sin dudar.
Por cierto, me alegro mucho de la fragmentación del parlamento catalán. Si CIU no ha ganado lo que tanto deseaba es porque muchas personas dudamos de su honestidad. Y respecto al peligro de implosión del parlament, cabe recordar que Catalunya ha sobrevivido a peores avatares.
Saludos desde el Pirineo.