Nuestra acriticidad: la estafa del MIFID

A un año vista me parece bastante evidente que la contribución de mayor calado del 15M ha sido romper tabúes, como diría Guillem, acabar con la CT. En estos momentos donde la sensación de final de ciclo y de agotamiento de un pensamiento único dominante (¿recuerdan el ¨there´s no alternative¨de Thatcher?), muchos tabúes han volado por los aires y se empiezan a cuestionar casi todo de manera sistemática.

Esta reacción ha pillado a contrapié a nuestra “élite intelectual” y nuestros pensadores (un abrazo a los editorialistas de PRISA y Godó). Una reacción que implica cuestionar el sistema establecido y abrir nuevos debates que se han intentado suprimir sistemáticamente no es la reacción esperable de una sociedad a la que durante años se le ha negado la formación de ciudadanos, siendo ésta sustituida por una pseudo-formación de obreros más o menos especializados (que, viendo los datos, tampoco ha sido muy exitosa).

Antes de seguir, inciso: todo mi respeto a todos esos miles de profesores subversivos que se dedican a enseñar a pensar poniendo en riesgo el milagro económico español.

Sigo.

Uno de los efectos de este proceso de alienación al cual damos por llamar “sistema educativo”, unido a una sistemática querencia de nuestras autoridades por arrimarse al poderoso más que defender al ciudadano de los abusos disfrazado de paternalismo, ha sido una alarmante falta de cultura crítica en España.

Recientemente, con el escándalo de las preferentes (el enlace es sólo a modo de ejemplo) y la OPV de Bankia se ha vivido un ejemplo sangrante más de esta falta de cultura crítica.

En 2007 se traspuso la directiva MIFID de mercados financieros que contiene un importante apartado de protección del inversor minorista. En España dicha directiva se traspuso al modo ibérico: tarde, mal y de manera confusa. Este cóctel de legislación difusa, negligencia del regulador y acriticidad de la mayoría de la poblacion ha traído esta sensación de estafa generalizada.

Por mi parte, animar a perseguir penalmente a los culpables, pero sin negligir la autocrítica. Debemos de reconocer que, como ciudadanos, lo más importante que podemos hacer para ser libres es pensar y ayudar a los demás a pensar. A nivel colectivo, creo deberíamos de poner la educación ciudadana como máxima prioridad: la capacidad de pensar críticamente es lo que mas nos puede acercar a la libertad indivdual.

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