CAMPAÑA POR LA DESOBEDIENCIA CIVIL

Desde el 15-M se vuelve a hablar con fuerza de democracia económica como modelo de sistema social alternativo al capitalismo. Pero esta propuesta presupone unas motivaciones de los actores sociales en juego sin las cuales no es posible su realización y de las que no se habla con la misma fuerza. Estas motivaciones se basan en dos principios morales: la responsabilidad y la reciprocidad. Aun así, en mi opinión, la sola racionalidad de esta propuesta no asegura la efectuación incondicional de esos dos principios, y con esto la puesta en práctica de su modelo. Para que las personas se comporten con criterios de responsabilidad y reciprocidad que permitan la realización de proyectos racionales como el de la democracia económica considero que es un requisito ineludible la educación de los ciudadanos en unos valores cívicos, como son la cooperación y la solidaridad. Sin la experiencia vital de estos valores, no veo cómo se puede llegar a asumir esa propuesta, por muy buena, justa y razonable que sea. En este sentido, la educación tiene que estar al servicio de la emancipación del ser humano de toda forma de dominación y es, por lo tanto, una condición necesaria para la transformación social que no se puede omitir.

La transición del capitalismo a la democracia económica la entiendo como una revolución silenciosa, que se hace día a día, sin gritos ni revueltas. Depende de la participación, implicación y coherencia de cada ciudadano. De aquí la importancia de la educación y de recuperar un discurso moral sin complejos. Desde posiciones de izquierda se ha hablado mucho de libertad y muy poco de límites. A título de ejemplo consideremos lo que ha pasado con la economía política del goce impulsada por los agentes publicistas de la sociedad de consumo propia del capitalismo. Si los ayuntamientos gobernados por partidos de izquierda hubieran reivindicado el derecho a no disfrutar de las modas y tendencias consumistas en lugar de potenciar el imperativo a disfrutar, si hubieran fomentado una moral estoica en la vida económica en lugar de organizar fiestas y espectáculos uno detrás de otro, quizás hoy en día tendríamos una sociedad más crítica con el sistema capitalista y participativa en la transformación social. Se habla de corrupción política, pero tan grave como ésta es la corrupción moral que afecta a la mayor parte de los responsables políticos de izquierda de nuestro país.

Por otra parte, es muy importante acompañar el debate ideológico con la experiencia laboral y profesional. Pienso que uno de los obstáculos que tenemos hoy en día para hacer posible una alternativa al capitalismo es el silencio de los operarios y los profesionales, que han dejado en manos de los expertos y de los representantes sindicales y políticos el debate de las ideas y de las alternativas posibles al actual sistema social. Se percibe una gran diferencia cuando un operario o un profesional habla de los problemas sociales, porque no sigue la lógica del poder sino la de la mejora de la sociedad. Ciertamente, la vida social está llena de ideología, pero no por este ADN de nuestra cultura estamos determinados a no poder pensar si no es en clave ideológica. Tan absurdo seria esto como decir que la naturaleza humana está determinada por su base genética, ignorando la influencia del medio y la plasticidad de nuestro cerebro. El trabajo y la inteligencia, en su relación dialéctica, nos permiten una percepción de la realidad más amplia que la visión sesgada de una ideología determinada. El empoderamiento de la ciudadanía pasa necesariamente por el dominio de sus ámbitos de vida, tanto en su alcance práctico como teórico. Es necesario que nos apropiemos del relato de nuestras vidas para poder pasar de una subjetividad política pasiva a una subjetividad política activa que nos proyecte hacia la liberación de cualquier forma de autoridad política que nos tome como subalternos o súbditos.

Ahora bien. Se me hace difícil imaginar un cambio social si no hay ninguna disposición al sacrificio y a la renuncia. Es una ilusión pensar que sólo con buenas palabras y nobles intenciones se logre una alternativa como la democracia económica. Hasta que una minoría social significativa (quizás sería suficiente con el 5% de la población, según la regla del 5% del biólogo Jens Krause) no pierda el miedo a perder parte de lo que ha ganado y posee, esté dispuesta a ir incluso a la cárcel para defender la justicia social, no veo una salida a la actual situación. Esto es lo que más nos diferencia con las anteriores generaciones de activistas sociales y luchadores políticos: mientras que antes aquellas personas eran juzgadas y encarcelados por sus ideales políticos, ahora permanecemos en la comodidad y seguridad de una vida pequeño burguesa y de un Estado asistencial sin darnos cuenta, para colmo, que se hunde, y encima jugamos con la retórica de una política utópica.

Los más sensibilizados y comprometidos tendríamos que hacer un llamamiento a la desobediencia civil, a no colaborar con unas instituciones y unas autoridades políticas y judiciales que violan las leyes cuando no las interpretan arbitrariamente para mantener el orden social existente que sólo garantiza los intereses de los grupos sociales más poderosos económicamente. La gente de izquierdas tendríamos que organizarnos como una vanguardia revolucionaria –una de las pocas cosas que me convencen de Lenin– para mover a la gente a la objeción de conciencia y a la insumisión. Con todo lo que está pasando, no podemos ni ser neutrales ni respetar la legalidad. No hay bastante con las razones prudenciales que nos dan las autoridades políticas para legitimar nuestra obediencia al Estado. Tenemos suficientes evidencias como para ofrecer a la ciudadanía razones morales por una suspensión de la ley. La gente de izquierdas no podemos caer en la trampa del principio liberal de la neutralidad ante el Estado de derecho, porque esta neutralidad es una falacia. Con esto no quiero decir que tengamos que delinquir. No se lo vamos a poner tan fácil. No debemos servirles en bandeja de plata nuestras cabezas. Lo que quiero decir es que no hay que legitimar el sistema social capitalista, en no colaborar con aquellos poderes públicos, y por extensión con aquellas instituciones de la sociedad civil que reproducen el mismo poder político, que incumplen los principios básicos de la justicia social. Al fin y al cabo:

¿Por qué tenemos que obedecer a unos representantes políticos que sistemáticamente no cumplen sus propios programas electorales y que su acción de gobierno o parlamentaria contradice lo que los electores escogieron en un proceso electoral o bien se ha impuesto sin ninguna consulta o deliberación pública previa?

¿Por qué tenemos que obedecer a unas autoridades, instituciones o leyes que ya no buscan la consecución de finalidades morales y por tanto el bien común?

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9 respuestas a CAMPAÑA POR LA DESOBEDIENCIA CIVIL

  1. Antonio Pan dijo:

    Las reformas legislativas que dice que quiere promover el govern dels millors posibilitarían meterte en la cárcel por un artículo como este, así que !démonos prisa!

  2. cero dijo:

    Yo me imaginaba en la cárcel por desobediencia pasiva a la autoridad, no por ejercitar la libertad de expresión. Ciertamente vienen tiempos de oscuridad.

  3. antonio dijo:

    ‘Desde el 15-M se vuelve a hablar con fuerza de democracia económica como modelo de sistema social alternativo al capitalismo’
    Te veo muy optimista . Se supone que tienes datos que avalen semejante afirmación. La realidad aparente (PP en mayoría absoluta) parece ser otra. Saludos,

  4. cero dijo:

    Cuando decía «hablar con fuerza» desde el 15-M, quería decir «frecuentemente» por parte de la gente de izquierda. También se podría entender como «defender con más autoridad (moral)» una alternativa al capitalismo como es la democracia económica.

    La verdad, no entiendo, Antonio, tu ironía, como tampoco entiendo la de Antonio Pan. Parece que hable con replicantes como los de Blade Runner. No sé qué os imagináis cuando propongo la desobediencia civil. Es algo tan sencillo como apagar la TV, darse de baja de Movistar, operar con bancas éticas, consumir en cooperativas productos de empresas cooperativas y/o ecológicos, o no callar para no otorgar cuando se escucha una imbecilidad como las que prodiga la opinión pública a través de las instituciones políticas y culturales.

    Parece que ignoráis que la desobediencia civil tiene una extensa bibliografía en la filosofía política y en el derecho constitucional en la que se legitima como acción de la ciudadanía para resistirse a los abusos de poder y a las razones inmorales de los gobiernos, siempre y cuando no vaya acompañada de violencia. Además son numerosos los ejemplos de activistas por los derechos civiles que se han destacado en esta lucha pacífica por la dignidad del ser humano y la justicia social, cuyos nombres son de sobra conocidos y que no voy a repetir aquí para evitarme ridículas comparaciones con mi persona.

    Puede que las mayorías políticas sirvan para dar estabilidad a una sociedad, pero su legitimidad política no equivale sin más a legitimidad moral. Y esta no es una afirmación gratuita. Ahí tenéis los aportes de psicólogos sociales como W. Reich en «Psicología de masas del fascismo» y E. Fromm en «El miedo a la libertad».

    Vuestras ironías me han hecho pensar en un pensador como Adorno, quien nos advirtió que las mayorías, la cultura oficial o el sistema educativo, cuando carece de fines morales y reprime el pensamiento crítico, conduce también a la barbarie. Si quréis saber más podéis leer sus ensayos «Educación para la emancipación».

    Disculpad las referencias bibliográficas, pero como pronto vamos a celebrar la fiesta del libro, y estos títulos pueden aparecer en un futuro próximo como prohibidos (no sea que los jóvenes atenten a la autoridad con sus portadas), con el placet de nuestra respetada mayoría, podéis adquirirlos antes de que sea demasiado tarde.

  5. Lluís dijo:

    En cualquier caso, la izquierda, a día de hoy, es una minoría bastante reducida. El PP, se quiera o no, está gobernando en prácticamente toda España, y fuerzas como el PNV, CiU o el mismo PSOE son también de derechas o su izquierdismo no les llevaría a apoyar medidas como las que se proponen o ni siquiera apostar por la democracia económica.
    Por otra parte, veo tan nefasto imponer la democracia económica como el capitalismo. El ser humano es libre, y tanto derecho tienen unos ciudadanos a montarse una cooperativa como otros a montar su propia empresa de corte tradicional.
    Lo de la «resistencia pasiva» esa lo veo complicado. Ni el izquierdista más convencido va a renunciar a su teléfono móvil o a su conexión a Internet, herramientas que necesita para contactar con sus colegas y sus adeptos, o incluso para estar al tanto de lo que hacen sus rivales. No veo demasiado futuro por ahí, especialmente si lo único que hemos conseguido hacer es sustituír a curas y padres de la Iglesia por sociólogos.

    • gottlieb dijo:

      Respecto a Internet, siempre se puede uno conectar a redes públicas en diversos sitios de la city. Y el que sea menos “pacifista”, que le robe la WiFi al vecino gili que está pagando a Timofónica. Respecto al móvil, se puede llamar por Internet siempre que éste tenga WiFi.

      • gottlieb dijo:

        Quiero rectificar una cosa: lo de conectarse a la red del vecino, no es realmente una alternativa que recomiende. Y lo de “gili” por respeto, cámbiese por “incauto”, por ejemplo.
        Además, existen buscadores que permiten saber la ubicación de todas las redes gratuitas, en cualquier ciudad de España.

    • cero dijo:

      En ningún momento hablo de «imponer», como parece atribuirme Lluís. Estoy totalmente de acuerdo con él en que la libertad es un derecho fundamental de las personas. Lo que yo planteo es coexistencia de modelos y que gane el mejor. No olvides, Lluís, que en el mundo hay más de mil millones de seres humanos que trabajan en cooperativas. Y el cooperativismo sólo tiene poco más de 150 años, frente a los 300 años largos del capitalismo. Como dijo Stuart Mill, en «Principios de economía política», y suscribió Rawls, en «La justicia como equidad», que no tienen nada de izquierdistas, es sólo cuestión de tiempo. Yo no sé donde consumes, Lluís, ni con qué banco operas. Pero estoy convencido que si pruebas el mercado social no te decepcionará, con las inevitables excepciones. Te pongo un sencillo ejemplo: si consumes los productos de La Fageda, además de estar riquísimos, contribuyes a dar empleo a todas las personas con minusvalías psíquicas o físicas no severas en la comarca de La Garrotxa (Catalunya). Esta es la transición tranquila y anónima hacia la democracia económica. Todos ganamos, salvo las empresas capitalistas, claro. Pero por las leyes del mercado, ya se adaptarán si quieren sobrevivir.
      Por lo que respecta a la telefonía móvil y a internet hay muchas posibilidades, como el wiffi libre. Pero como no sé casi nada al respecto, prefiero que otros propongan alternativas, como lo que plantea gottlieb.
      Lo que me parece un desatino es el final de tu comentario. ¡Mira que comparar a Reich, Fromm y Adorno con el rol de los antiguos curas y padres de la Iglesia! ¿Los has leído? Cuando leas a estos «sociólogos» te darás cuenta del error en tu juicio. No te voy a negar que hay personas dadas a reverenciar a los pensadores afines y a tomarlos como «maestros». Mi espíritu libertario siempre me ha vacunado contra estas idolatrías. Pero eso no quita que sea legítimo reconocer a algunos pensadores el mérito de contribuir a la emancipación del ser humano de falsas creencias y vanas pretensiones de verdad. Y los autores que cito lo son. Y no se puede decir lo mismo de un Tertuliano o de un Rouco Varela, auténticas encarnaciones del ángel caído por su resentimiento y sed de venganza contra los otros creyentes en lo humano.

    • parvulesco dijo:

      Claro que la peña tiene todo el derecho de vivir en esclavitud si así lo quiere, Lluís, igual que vivir en ignorancia o ser hooligan del Real Madrit, lo que pasa es que esa voluntaria esclavización que tú mencionas le da suficiente poder al señor de turno para esclavizarme a mí también. Y esto, amigo mío, tiene tanto que ver con la libertad como con un saco de patatas.

      O dónde está todo el derecho liberal de Locke y compañía si no?

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