El experimento Milgram: psicoanálisis de la marca Barcelona

En julio de 1965, el psicólogo social Stanley Milgram llevó a cabo su famoso experimento sobre la obediencia a la autoridad. En la habitación, el investigador y el «maestro»; detrás del cristal, el «alumno», atado con electrodos a una especie de silla eléctrica. El sujeto era el «maestro», al que se le decía que el experimento era para testar la memoria y el aprendizaje, y se le ordenaba de aplicar un voltaje eléctrico al «alumno» en caso de responder erróneamente. En realidad, el «alumno» era un actor que simulaba los efectos de los shocks, que eran falsos. Por cada respuesta errónea, el investigador ordenaba subir el voltaje aplicado hasta un máximo de 30 niveles, o 450 voltios. Al subirlo, el actor-alumno empezaba a golpear el cristal, quejándose de dolor, alegando ser enfermo del corazón, después aullaba de dolor, luego pedía el fin del experimento, al llegar a los 270 voltios gritaba de agonía y a los 300 voltios, dejaba de responder las preguntas, con estertores previos al coma.

Por lo general, al alcanzar los 75 voltios el «maestro» se empezaba a poner nervioso y manifestaba querer parar el experimento, a lo que el investigador, férreamente, respondía, sucesivamente:

  1. Continúe, por favor.
  2. El experimento requiere que usted continúe.
  3. Es absolutamente esencial que usted continúe.
  4. Usted no tiene opción alguna. Debe continuar.

Bajo la autoridad del investigador, el 65% de los participantes llegaron a aplicar la descarga máxima de 450 voltios, pese a la incomodidad de muchos de ellos. Pues bien. Siempre que leo a los tertulianos de la Brunete mediática catalana tan nostrada y las opiniones mimetizadas por el público apolítico, pienso en el experimento de Milgram.

¡450 voltios! ¡Dale 450 voltios! - dos personas perderán el ojo por las balas de goma del 29M

Todos sabemos cómo funciona la dinámica de estos disturbios. Un reducido grupo mezcla entre descerebrados e infiltrados los empieza, frente la pasividad de la policía y la actividad de los fotógrafos, hasta que la policía decide cargar, pero no a los violentos, sino al grueso pacífico de la manifestación. Esta vez le tiraron gas lacrimógeno a la muchedumbre. Y si hay algún asmático, un ataque de ansiedad, alguien que corre, una tragedia? La incompetencia de los Mossos para preservar el orden público es tan absolutamente flagrante ojos y bazos rotos, pulmones perforados, costillas rotas; violencia gratuita; contenedores quemados que sólo puede llevar a pensar que hay una clara intencionalidad detrás.

Y ya está: portada del New York Times, el Washington Post y el Wall Street Journal y la Masia d’Intereconomia aullando: «es ésta la imagen que queremos dar al mundo?»; «la marca Barcelona está en peligro», según expertos en comunicación que hasta piden «una reacción contundente» haciendo el juego a los sádicos sociópatas de turno, pero el sector turístico niega que pueda causar un gran impacto. Veamos el caso americano:

  1. Muchos americanos no saben ni encontrar Mississipi en el mapa, así que son de ésos que se creen que Spain está entre México y Guatemala. No tienen ni tan sólo pasaporte así que la marca Barcelona, para ellos, como que nada.
  2. Luego, el resto conoce a Barcelona por su gran fútbol y les Rambles y los más viajados saben de su arquitectura modernista, de la fiesta, de sus gentes, sus playas y buen tiempo y que ahí se habla catalán y «quieren la independencia». Unanimidad: «nos encanta Barcelona!» y no van a cambiar de opinión por un starbucks quemado.
  3. Si leen los periódicos, habrán visto las famosas portadas. Quizá alguno se asuste. Pero si se va más allá y leyendo los artículos, se descubren las verdaderas reglas del juego, el golpe y el posterior contragolpe: el Washington Post describe a los manifestantes como «lívidos frente a una reforma laboral que ven flagrantemente a favor de las empresas«, el New York Times habla de las dudas que levantan unos programas de austeridad que se ceban y castigan a los más débiles, con resultados que aún deprimen más la economía a costa de exacerbar las tensiones sociales, según el Wall Street Journal y el Financial Times, que se declara perplejo con la composición de los recortes sociales de Rajoy, una farsa y un sainete según el economista antisistema Sala-i-Martín. La cosa está muy clara: en España hay crisis económica, somos la S de los PIGS: si hay violencia, es como respuesta a los recortes y a la crisis. Si es algo, el americano apolítico siente lástima por los españoles.
  4. Si está politizado, o bien se indigna como nosotros y nos aplaude en nuestras movilizaciones, o bien es un alto financiero de Wall Street que -oh, lástima- ya no ve tan atractivo invertir en Barcelona. Cuando Tahrir, ése mismo tampoco aconsejó invertir en Egipto. Se quedaron sin su Eurovegas, pero con un poquito más de democracia. Difícil dilema: hasta hace poco, los liberales y los demócratas luchaban juntos. Parece que ya no.

En resumen: si hay peligro, es en la desinversión, no en el turismo y es ésta y no otra, de hecho, la razón de existir de la marca Barcelona, que se inscribe en la dinámica actual del neoliberalismo de fiera competición global entre ciudades para atraer capital.

NO M’INTERESSA, ARA, DISCUTIR les raons que se suposa que justificaven la vaga ni entrar a valorar la seva utilitat.Salvador Cardús, brunético

D’aquests desordres urbans, kale borroka al País Basc, violència urbana a Barcelona que s’ha cronificat, provinent de diverses situacions o diverses ideologies o millor dit, diverses actituds, perquè no hi ha ideologia darrere d’això. Felip Puig, genio del mal

Sólo sustrayendo el evidente carácter político de las protestas se las puede presentar como meros actos vandálicos a los que sólo se les puede aplicar el Código Penal. Sólo negando la enfermedad, los síntomas se vuelven absurdos y el diagnóstico, erróneo. Sólo negando que su flagrante realidad es la de ser un contragolpe al auténtico golpe, que es el total desmantelamiento del Estado de bienestar y la transición al neofeudalismo laboral, se las puede volver inocuas, perseguir y reprimir ante los ojos del público apolítico. Siempre fue así, negando la existencia flagrante del golpe y por eso banalizando el contragolpe: los esclavos, los asaltantes de la Bastilla, los independentistas anticoloniales, los mecs de banlieue de París y de Londres. Siempre fue así. Con razón equiparan terrorismo y vandalismo: a los terroristas también se les niega que puedan tener razones para hacer lo que hacen, se les convierte en absurdos vándalos irracionales que atentan contra un modo de vivir, no importa que el Estado que atacan esté ocupando a su país natal. Siempre fue así. En nuestro caso no importa que estén saqueando las arcas públicas y que nos repriman todo pagado por nosotros.

Los recortes son «económicamente inevitables», dicen y lloran; este durísimo golpe, confiesan, «me duele más a ti que a mí». El FMI se siente «profundamente triste» por el suicidio del jubilado griego. Pero no es cierto. Se sienten tristes, pero no «profundamente»: sólo como cuando la madre de Bambi murió por la tele. Para Felip Puig, los 58.200 desahucios de 2011 son sólo mera estadística, los 5 millones de parados, todos los que pueblan las listas de espera. Su total falta de contacto con la realidad les hace desconocer el alcance real del sufrimiento que causa su pérfida incompetencia. Como lo desconocen, ni conciben la mera posibilidad de resistencia. La lógica económica sigue siendo consistente: reducir costes, devaluar salarios, embargar pisos si el contrato es incumplido. Otros, nunca ellos, son un precio a pagar para la sostenibilidad del sistema. Y no tenemos opción alguna: debemos continuar.

Es entonces que la falsa «neutralidad» de la marca Barcelona se revela, igual que la del tecnócrata Monti, ex Goldman Sachs: para ser más competitivos, más atractivos al capital extranjero –esa peligrosa obsesión, según Krugman– hay que reducir costes, es decir, recortar derechos. Ésa es la lógica que tenemos que aceptar para poder tener empleo y no hay alternativa – de ese modo, se nos niega implícitamente el derecho a la protesta.

Cuando el capitalismo se vuelve crisis, la sociedad deviene un masivo experimento de Milgram. Se testa la obediencia a la autoridad del público apolítico, su ingenuidad de creerse su discurso de «maestro» y «alumno», de la supuesta legitimidad de su lógica tan CT donde los recortes y la represión son lo normal y necesario y si la policía se pasa, es expedientada (y no indultada); el síndrome de Estocolmo. Felip Puig ordena: continúe! Se habla de limitar el derecho a la huelga y a la reunión, de una web de denuncias ciudadanas, de investigar el twitter, de identificaciones preventivas. El conflicto social se militariza. Ésa es la única intencionalidad detrás de las maniobras de Felip Puig, que sólo pueden llamarse fascistas: el objetivo es una masa silenciosa, miedosa y desesperada por conseguir empleo. No tienen opción alguna. Las imágenes del starbucks amplifican los nervios: es absolutamente esencial que continúen. A los que aún no han salido a la calle van dirigidas las tertulias y las declaraciones: la marca Barcelona no es más que una nación de precarios camareros sobrecualificados que acepten el Eurovegas como maná caído del cielo.

Lo que olvidan es que Barcelona no la levantaron policías ni políticos ni tertulianos corruptos sin contacto con la realidad. La levantaron jóvenes creativos y dinámicos, ésos mismos ahora sin futuro y un 50% de desempleo, abocados a salir a la calle y detenidos y criminalizados por Felip Puig. La levantó el sudor de los trabajadores ahora sin derechos, no el dinero negro de Sheldon Adelson. La levantó la rumba de los gitanos, ahora expulsados por la gentrificación y su música, secuestrada. La levantaron los centros sociales okupados ahora desmantelados, no los insulsos centros cívicos del Ayuntamiento. Se levantó desde abajo, nunca desde arriba. Por eso ahora Barcelona muere… y quema.

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21 respuestas a El experimento Milgram: psicoanálisis de la marca Barcelona

  1. guillem dijo:

    Molt descriptiu i uns conceptes fabulosos. Moltes gràcies. Pren-te alguna cosa i passa el ticket al Club. Una gran abraçada!

  2. David dijo:

    Se te dan de miedo las soflamas. Me dan ganas de salir a quemar el MacDonalds de aquí abajo.

  3. galaico67 dijo:

    La verdad es que el Felipe Puig da miedo, pero más miedo me da que mucha gente aparentemente normal y civilizada compra lo que que dice…

  4. Josep Pradas dijo:

    El Estado, o para el caso, Felip Puig, llama ley a su propia violencia, y crimen a la del individuo (Max Stirner, filósofo alemán). La libertad de los lobos frecuentemente ha significado la muerte de las ovejas (Isaiah Berlin, pensador liberal). Los que asaltaron la Bastilla apenas sabían distinguir la diferencia entre legal y legítimo, pero sabían que debían cargar contra uno de los símbolos del poder. Los que se quejan de la quema de un café, del ataque a la Bolsa de Barcelona, o a alguna sucursal de un banco de esos que tanto han hecho por la economía, también saben por qué a la gente se le va la olla. No será legal, pero es comprensible, a los embargados no se les puede pedir educación y respeto por las normas de convivencia. Acaso lo han tenido los bancos?

  5. InVino(Veritas) dijo:

    Acercándonos a velocidad de crucero a los 450 voltios, El País informa hoy de que el gobierno reformara el código penal para castigar con prisión preventiva a los que se resistan a la autoridad. Más Orwelliano que el propio Orwell, el plan de electrocución democrática se completa con la previsión de que la resistencia punible no sea solo la activa sino también la pasiva. Lo siguiente sera castigar públicamente a quienes no muestren el debido entusiasmo aplaudiendo las cargas policiales desde sus balcones. Daría miedo si no fuera porque la oposición acusa al gobierno de «populismo», lo que causa directamente terror. Aunque la medida probablemente sea acogida por entusiasmo por ciertos sicarios y también por Felipe Puig, yo me andaría con cuidado. No sea que de tanto repetirlo, el mantra de que todo manifestante esconde un terrorista acabe por convertirse en una profecia autocumplida.

    Respecto a la devoción por la marca Barcelona y otras formas banales del mal, me parece interesante la comparación con el experimento Milgram. No obstante, Parvulesco, creo que pecas de cierto optimismo. El conductismo autómata del que trata Milgram es, seguramente, del mismo tipo que el que anima a los Mossos a machacar craneos de manifestantes con entusiasmo marcial. Pero lo que subyace en los voceros mediáticos o los mas cotidianos del » esto no puede consentirse» sospecho que es algo peor. Si nos ponemos analíticos, supongo que un psicoanalista diría que, para estas personas, la marca Barcelona no es mas que un objeto de goce. Un objeto creado para satisfacer (los psicoanalistas suelen decir que de forma «patética») aquello que el Otro nos quita. El Otro en el caso que nos ocupa suele ser alguien de Madrid, pero esto realmente tiene poca importancia, porque del otro lado los doppelgangers articularán el mismo discurso con un Otro que habla catalán. La marca Barcelona habita así en el mismo país simbólico que los éxitos del deporte español, la mano invisible del mercado o la Unidad de Destino en lo Universal ; un sitio de cosas irreales que justifican los pelotazos reales que dejan tuerta a la gente . Los enfermos que llaman al «orden», desde un periódico o en una conversación en un bar, no se dan cuenta de lo sintomáticos que resultan. Ese «orden» del que hablan solo existe como necesidad suya , y por eso jamás se pararan a cuestionar las razones de quienes protestan. Antes aceptarán recortar sueldos y derechos, machacar manifestantes o consentirán un estado policial a renunciar a su fetiche. Por eso negarán la legitimidad, la racionalidad o la humanidad incluso, de quienes osen interponerse en el camino del goce, que como buen goce debe ser, ante todo, inalcanzable. Por eso creo que pecas de optimismo. Quienes justifican y aplauden los desmanes no están apretando los botones del experimento Milgram. Están con Puig diciéndole al policía «Usted no tiene opción alguna, debe continuar».

  6. galaico67 dijo:

    InVino, Franco ha vuelto para quedarse. Hay añoranza de esos tiempos en los que más de tres personas juntas en la calle era una reunión ilegal, vuelve a ser el desorden público una falta más grave ( siempre lo ha sido, pero había manga ancha hasta ahora) que el desfalco en las cuentas públicas…todas las reglamentaciones post guerra civil, (las multas confiscatorias vía gobernador civil, los arrestos arbitrarios, las identificaciones intempestivas..) que tan buenos resultados dieron para los veinticinco años de paz están en descongelación.
    Solo nos va a quedar la resistencia pasiva. Si un mosso, un policia, un madero un politico de los que defienden la CT sale de copas, cena ó quiere echar un polvo, que beba , cene ó folle con los de su cuerda. Si vives de hacer un trabajo sucio, vive con tus colegas….

  7. El artículo es bastante redondo, pero creo que tanto tú como in vino tenéis razón a la vez. La brunete social y mediática es tanto el que aprieta el botón como el que dice a otro chimpancé en la misma sala que apriete con la porra.

    Por lo demás, y recordando algo que leí en un blog de lpd, me gustaría señalar que las penas de prisión, por lo general, como malvado terrorista antisistema, me parecen preferibles. ¿Por qué? Porque las multas son siempre mucho más disuasorias, por eso de que hoy en día si no eres rico o creador de riqueza te tienen muy controlado, mientras que las penas de prisión no reducen la reincidencia, y además suponen un coste para el que encierra. Dicho de otra forma. Vámonos varios miles a dormir a comisaría unas semanas y verás qué divertido para los puigs de toda españa.

    En otro plano de las cosas, también soy cada vez más escéptico respecto de las protestas pacíficas, cuando el pacifismo es fin en sí mismo. Porque la no violencia está muy bien si es un método para una resistencia con una finalidad práctica, pero lo de salir a la calle a presumir de mi superioridad moral mientras me roban me parece poco práctico. Cabe llamar la atención sobre el hecho de que los contenedores en llamas rápidamente llaman la atención de medio mundo, mucho más que las protestas en sí. Si no, miren ustedes la huelga del acero en grecia (medio año de parada llevan) mientras por la tele sólo nos salen 4 cosas en llamas cada x tiempo.

    Todo esto son cosas de diarrea mental que habría que debatir con seriedad, pero aquí quedan para el que las encuentre.

  8. InVino(Veritas) dijo:

    Galaico, sospecho que si franco viviese o pudiesemos entrevistarlo en publico aquelarre, contestaría -a la Tacher- que su mayor exito político fueron Felipe Gonzalez, Xabier Arzalluz y Jordi Pujol, entre muchos otros…

    Perri, quemar contenedores es lo que Felipe Puig espera que hagas. Asi puede mostrarte como un ogro come-niños en los telediarios nacionales y luego rasgarse las vestiduras públicamente cuando las fotos aparezcan como reportaje folklorico (que es lo que los disturbios representan para los americanos) en el New York Times. Creo que Parvulesco tiene mucha razón cuando sospecha de la conveniente ineptitud de los Mossos. Que cualquier jurista diga que existen en el código penal una docena de figuras penales con las que enchironar a los piromanos no parece convencerles. Mejor prohibimos las manifestaciones, por si acaso. Así que yo recomiendo que si alguien tiene un arrebato incendiario, mejor emplearlo contra el jaguar de algun directivo de Goldman Sachs, que los contenedores los pagamos entre todos…

  9. parvulesco dijo:

    Se me acaba de borrar todo el comentario así que guay.

    No creo que sea optimista mi relato. Quizá doy a entender que lo que entraña la obediencia a la autoridad es tan sólo seguir sus órdenes (por miedo), pero también implica comprarle su discurso, que es lo que señaláis galaico y tú, por una mezcla entre ingenuidad y autoengaño (porque cambiar eso implica una auténtica revolución copernicana del punto de vista que uno tiene). Precisamente es cuando este relato de legitimidad, este «síndrome de Estocolmo», empieza a caerse a trozos que se gestan las rebeliones. A mí la verdad es que me sorprende muy mucho lo que llegamos a resistir pasivamente, cuando la dificultad de las alternativas se confunde con falta de ellas. El ser humano es tremendamente obediente, si no no hubiéramos construido ni pirámides ni el AVE.

    En todo caso, por eso es tan potente el momento en que la policía (el sujeto más milgramizado de todos) se rebela y se pone de parte de Tahrir, porque es la victoria de una narrativa más izquierdosa sobre Estocolmo, CT, trickle-down economics o como queráis llamarle.

    Sobre la violencia, soy pacifista no-violento porque me parece que los métodos de Gandhi son los más morales y efectivos que hay. Además precisamente la violencia solidifica el síndrome de Estocolmo entre sus seguidores, pasan a creérselo aún más y las rebeliones se vuelven meras venganzas. Ahora bien, como pacifista, si se me hace escoger entre un contenedor quemado y 58000 desahucios está muy claro con lo que me quedo.

    • Lluís dijo:

      El problema es que quemar contenedores no va a parar ningún desahucio. A la larga, beneficiará a los de siempre, que serán los que se forrarán reponiendo contenedores.

      • parvulesco dijo:

        Simplemente comento que si me viene Enric Juliana con los ojos inyectados en sangre y me pregunta, tú, con qué bando estás? Primero le diré con ninguno de los dos, por las razones aducidas, pero si se pone pesado y no se marcha con esta respuesta le diré los que queman material público y no los que dan palizas al mismo público.

  10. Gekokujo dijo:

    Que bonito artículo!

  11. Gekokujo dijo:

    Un político americano dijo: «¡Qué demonios, estamos en guerra, habrá que ofender a alguien!.

  12. cero dijo:

    Tras nueve días de vacaciones y completamente desconectado, me encuentro con este texto de parvulesco y dudo de comentarlo por falta de afinidad. Y la razón es porque percibo un cierto maniqueísmo entre un pueblo bueno, de una parte, y unas élites malas, de otra parte. Si estuviéramos en una dictadura fascista, soviética o simplemente militar aceptaría de buen grado el análisis expuesto. Pero no podemos olvidar, con todas las reservas que queráis hacer, que vivimos en un sistema democrático en el que se puede ejercer la libertad. Al menos, si cada vez más limitada en su sentido positivo, con márgenes suficientes de autonomía personal en su sentido negativo. Dicho esto, en mi opinión uno de los problemas que tenemos los que planteamos una crítica del sistema político es que no convencemos más que a los nuestros. Y por otra parte, muchos de los comportamientos que estamos viendo en algunos de los colectivos más golpeados por los recortes, verbigracia los médicos y los profesores, no son manifestaciones de movimientos sociales sino reacciones motivadas por intereses egoístas, por muy razonables que sean sus argumentos. ¿Cúando se ha visto en este país una huelga en la educación para reclamar autonomía de centros y excelencia académica en contra de los intereses particulares de los agentes sociales implicados? ¿Cuándo se ha visto una huelga en la sanidad para denunciar el pasteleo de los visitadores médicos y las farmacéuticas que han prostituido el juramento hipocrático? Os pongo un ejemplo. En la escuela concertada donde trabajo, en la que soy delegado de personal (hay otros dos), sólo yo hice huelga, cuando por primera vez en muchos años no hubo ninguna maniobra de coacción por parte de la dirección. Esto no es obediencia a la autoridad, es miseria moral. En algunos medios alternativos he leído que los piquetes son la conciencia de la huelga. En una plaza cercana a mi domicilio, casi llegan a las manos unos piquetes que tiraban petardos y unos vecinos que desayunaban en unos bares. ¿Cuándo el uso de la violencia legitima la causa de la libertad? Si no somos capaces de convencer a nuestros pares, de generar empatías y complicidades de víctima a víctima, de perjudicado a perjudicado por nuestro sistema social, ya podemos quemar cafeterías y contenedores, ya podemos incendiar bancos, que no pasaremos de los gestos y de la épica de los anhelos románticos.

  13. parvulesco dijo:

    cero,
    puse el ejemplo del experimento de Milgram como otra version del sindrome de Estocolmo; la asuncion acritica del discurso de la autoridad, sin coercion, aunque esa sea ilegitima desde un punto de vista racional. No acepto tu distincion meridiana entre dictadura y lo que hay ahora; los sistemas politicos no se sostienen nunca exclusivamente en coercion, nunca, tenemos las dictaduras mitificadas por eso. Por ej, el franquismo se sostenia porque habia una mayoria social que lo aceptaba, fuera pasivamente, placidamente o por miedo, pero lo aceptaba. Los regimenes caen cuando una masa critica cambia su opinion respecto a su legitimidad y punto. Es pura aritmetica.

    Precisamente, la idea del articulo es que no hay un homogeneo pueblo bueno: es la pena votante de CiU que asumen como propio el discurso milgramiano de Felip Puig y son precisamente ellos la carne de canyon contra el resto de la poblacion, que siendo asi sostienen el regimen politico. Eso es sindrome de Estocolmo.

    • cero dijo:

      Bien parvulesco, ahora que estoy más lúcido matizo mi manifestación anterior de falta de afinidad en tu relato de los hechos del 29M. En primer lugar, suscribo todas tus denuncias del autoritarismo por parte del gobierno autonómico y del central que cada vez son más explícitas. Mi posición al respecto coincide con la siguiente declaración: http://retalladesllibertatscivils.wordpress.com/
      En segundo lugar, no seré yo quien niegue las maniobras mediáticas de los medios y de la inteligencia al servicio de las élites, de las que además viven.
      En este sentido, editoriales como las de La Vanguardia del domingo pasado me parecen totalmente demagógicas.
      En tercer lugar, acepto tu objeción sobre mi generalización de un pueblo bueno frente a unas élites malas. El alto número de votantes que dan legitimación democrática a nuestros gobernantes es evidente. Si este sector de la población es el sujeto colectivo del síndrome de Estocolmo, no tengo nada que objetar.
      Ahora bien. Mi anterior comentario quería incidir en algo que no percibí en tu escrito y que suscitó mi falta de afinidad. Y que no es otra cosa que la sumisión voluntaria de buena parte de nuestra sociedad y que es la que de momento aguanta nuestro sistema social. Si hechos como los del 29M movilizan a esta población, no tendría reparo alguno en decir que los medios empleados justifican tal fin. Pero dudo en su eficacia. Sinceramente creo que la violencia que se vió no es el camino. El genuino acto revolucionario de nuestro tiempo consiste, a mi entender, en una apuesta decidida por la emancipación de la economía capitalista en nuestros actos individuales y cotidianos. Y veo demasiadas contradicciones en sus actuales actores.

  14. desempleado dijo:

    Magnífico artículo, como siempre.
    Estoy convencido que el sueño de los «powers that be» son manifestaciones pero que muy violentas para así poder enarbolar su discurso «todo es eta» con una sonrisa de oreja a oreja. Y solucionarlo de su manera favorita, a palos.
    Sin embargo el verdadero problema es diferente, un ejemplo, hace un par de semanas asistimos al cumpleaños de la hija de una amiga de mi señora esposa. Pues bien, los comentarios de los papis sobre la situación actual (todos ellos de clase media y convencionales a más no poder) fueron sencillamente pavorosos (por no decir fascistas). Ese gran segmento de la población «con síndrome de Estocolmo» apoya y jalea todo lo que proteja el pequeño mundo en el que viven. Las consecuencias (por ahora) les son indiferentes mientras ellos no se vean directamente afectados. Como dijo Bretcht «no hay nada más parecido a un fascista que un burgués asustado». Y en esas estamos.

  15. waxman dijo:

    «si se me hace escoger entre un contenedor quemado y 58000 desahucios está muy claro con lo que me quedo»

    Coño, esto se avisa! Que yo soy de los gilipollas que no se hipotecaron por miedo a que, en esos treinta años que durarían las letras, igual venían mal dadas y no podía cumplir con mi parte del contrato. Si llego a saber que, en caso de impago al banco, iba a tenerte al lado, dispuesto a defender en ardientes barricadas mi derecho a incumplir un contrato firmado voluntariamente, igual me embarco en el pisito.

    • Ximo dijo:

      Con los librillos de papel de fumar que cada uno considere necesarios, coincido. ¿Por qué ahora somos todos capaces de ver la maldad financiera que antes ignoramos, fruto de algún tipo de control mental desconocido que nos hizo, súbitamente, tomar decisiones evidentemente absurdas? ¿Tan poca credibilidad nos damos como personas para poder discernir entre obsesos de la especulación y las ansias propias de dinero fácil?

      • parvulesco dijo:

        waxman, mis deudas son exactamente las tuyas, cero, y por la misma razón, que no compramos eso de «la vivienda nunca baja» y otros greatest hits de la burbuja.
        En todo caso, llamar «contrato firmado voluntariamente» a la compra de una vivienda, que en principio es un derecho constitucional sobre el papel y una necesidad básica para el ser humano, es algo extremadamente discutible. A nivel económico, es como llamar voluntaria a la transacción del adicto al crac con el camello, la demanda es totalmente inelástica.
        Para mí sacar beneficios de negocios con adictos al crac no es éticamente muy moral y la burbuja algo feo. Está bien que la gente se dé cuenta, tarde (demasiado para algunos) o temprano. Curiosamente, los últimos en darse cuenta de estas cosas son los teóricos expertos en economía, así que no voy a exigir grandes conocimientos a la peña.

        Ximo, exacto, en ésas estamos y es la parte que también compro a waxman. Cuando todo va bien, la peña compra el discurso hegemónico y se sube al barco eufórica. Cuando las cosas van mal, todo el mundo lee a Leopoldo Abadía, a Stiglitz, Naomi Klein, etcétera y se hace del 15M. Primero de todo, no se trata de dar carnets a los primeros en darse cuenta de que esto era una burbuja, se trata de ser comprensivo y sobre todo más comprensivo con los que ahora sufren, y mucho. Digamos que la ética protestante de «se lo merecen» no me mola nada.

        En todo caso, precisamente ahora mismito estoy intentando explorar las dinámicas del discurso hegemónico en función de la utilidad que le saca la gente y otros factores, mezclando a Marx, Polanyi, Foucault y Agamben, pero la ecuación no me acaba de salir.

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