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2015, el año del cambio normal en el País Valenciano

El 24 de mayo de 2015 el Partido Popular perdió las elecciones en el País Valenciano. Fue el más votado (por los pelos) todavía en las elecciones a Corts y en muchos municipios (también por los pelos). Pero con un 25% de los votos de media, voto arriba, voto abajo, perdiendo la mitad de su base electoral y con la seguridad de que va a perder prácticamente todas las bases de su poder municipal, además de la Generalitat valenciana, la cosa puede resumirse muy fácilmente: el PP valenciano va a perder prácticamente todo. Quizás conserve la diputación de Castellón (provincia en la que a nivel municipal ha aguantado algo mejor) y también retendrá algún ayuntamiento medio gracias a la personalidad de quienes allí han defendido la marca (gente muy probablemente sacrificada y válida, con vocación de servicio a los demás, y que por ello resisten). En materia de grandes ciudades, además de los bastiones de la Vega Baja que, debido a su peculiar idiosincracia social y electoral, siguen a lo suyo, puede aspirar a conservar Elche o Gandía, así como recuperar Benidorm, pero en todos esos casos depende de contentar a personas que por muy de centro-derecha que puedan ser tienen un importante cabreo, por razones personales o políticas, con quienes representan al PP en esos municipios. Ya veremos.

El hecho de que el PP pierda las elecciones, y las pierda de esta manera tan contundente, no ha sido una sorpresa para casi nadie en Valencia. El gobierno de Fabra lleva mucho tiempo amortizado y las elecciones europeas ya apuntaron no sólo a que el desgaste era enorme, sino a que ese desgaste había trasladado el eje a la izquierda. Bueno, el desgaste y también la oposición realizada por aquellos partidos que no se han limitado a esperar la caída del régimen sino que han optado por ser propositivos. Porque una de las lecciones del cambio que se avecina en el País Valenciano es que, como es normal, la manera de que la población bascule electoralmente pasa también por convencerla e ilusionarla con propuestas de cambio y no simplemente con sentarse a esperar a que el contrario se autodestruya, por muy eficaz que haya sido el PP valenciano en esta tarea. «Las elecciones no se ganan, se pierden», dicen muchos profesionales de la política de esos que ahora abundan en los partidos mientras cobran satisfechos como asesores a cambio de perlitas de sabiduría como esta que justifican su indolencia y que no curren. Y, sin duda, en gran parte, es verdad. Pero se olvidan quienes confían en demasía en eso que una vez un partido pierde las elecciones hay otros que deben ganarlas. Que el PP haya perdido tantísimos votos y esos electores no hayan ido a ciertos herederos «naturales» por ideología y posiciones como Ciutadans o UPyD, por ejemplo, tiene que ver con esa labor propositiva, optimista y de futuro. Porque si se tratara únicamente de que el PP es (¡¡¡¡era!!!) un desastre, como indudablemente lo es era y a casi nadie le quedan muchas dudas al respecto, pero sus políticas son eran buenas, ¿por qué votar a opciones de cambio y no a otras igualmente nuevas y diferenciadas pero que representen la continuidad de esas políticas?

No ha sido el caso en el País Valenciano, a diferencia, por ejemplo, de lo ocurrido en la Comunidad de Madrid, donde el PP y Ciudadanos siguen sumando una mayoría de base conservadora deudora de las ideas y modelos de gestión propios de la derecha española, aunque más precaria que antaño. Y es que parece que, a pesar de las referencias constantes en los últimos años a cómo los valencianos, si fuéramos negros, votaríamos al KKK y a nuestro carácter complaciente con los desmanes y la corrupción, el PP y su 25% de los votos ha sufrido algo más de castigo aquí, un poquito más de nada, eh, que en regiones puras y decentes de gente moralmente sana y tal como Madrid (PP 35%), por mencionar sólo un ejemplo y dejar el tema aquí.

De hecho, no sólo es que el PP se hunda en la Comunidad Valenciana, que lo hace, mucho más que en ningún otro sitio. Además, la suma de las opciones de derecha y centro-derecha, sean parlamentarias (PP, C’s) o extraparlamentarias (UPyD) se queda en un humilde 40% frente a más de un 50% a opciones de centro-izquierda o izquierda. De hecho, y si nos centramos no en las elecciones de 2011, donde la crisis económica y el desgaste del gobierno de ZP provocaron una inusitada ola de victoria autonómicas del PP en lugares donde hacía años que no ganaba, sino en el panorama anterior, el Pais Valenciano es la única Comunidad Autónoma donde el PP gobernaba ya en 2007 (o en 2003) en la que la izquierda ha ganado las elecciones. Y lo ha hecho, además, con suficiencia y una gran amplitud. En escaños, 55 de PSPV, Compromís y Podemos frente a 44. Una diferencia amplia que ha sorprendido, aparentemente, a muchos. No a LPR, que lleva años, desde su primer LPR Report, anunciando bajadas enormes en la intención de voto del PP que siempre nos decían que eran exageradísimas pero que meses después eran asumidas como la realidad por expertos, encuestas y medios de comunicación. De hecho, el último LPR Report, el realizado para las elecciones, anunciaba justamente un reparto en esos mismos términos 55-44 (e incluso consideraba que el PP lo haría algo peor en escaños, pues le asignaba 2 menos, escaños que por cierto el PP ha conservado por los pelos en Valencia, ganándoselo a Compromís, y en Alicante, ganándoselo a Ciudadanos, partido al que el LPR Report asignaba algo más, aunque no mucho más, esos 2 escaños referidos de más para el PP, de lo que ha sido su resultado final). Por eso anunciamos hace un mes con toda la confianza que «habría cambio seguro en la GVA» (y que lo habría entrara o no EU en el Parlament), como efectivamente así ha sido.

El cambio en la Generalitat ha sido, pues, lo más normal del mundo. Cuando un gobierno es un desastre sin paliativos, y nadie duda de que el del PP lo ha sido, es inevitable que se acabe con estrépito su hegemonía. Cuando además ese desastre no es sólo porque tengan corruptos en sus filas (y cabe recordar aquí, aunque no sea popular, que no es razonable pensar que el PP esté compuesto sólo de corruptos como tampoco debiera la izquierda valenciana pensar que están sus filas ajenas a ciertas tentaciones, de modo que conviene eliminar cuanto antes todos los incentivos directos e indirectos que por el tipo de modelo económico y la falta de controles públicos pueden alentar ciertos comportamientos, en lo que habrían de ser parte de las primeras medidas de gobierno) sino porque, además, son incompetentes (la campaña de Joan Ribó al ayuntamiento de Valencia, inteligentemente, ha incidido en muchos carteles en los autobuses de la EMT en que los valencianos necesitábamos por fin un alcalde «con capacidad») y han desarrollado políticas que son un desastre y están mal orientadas, se produce un cambio de ciclo. Es lo normal y es lo que en 2015 ha pasado en el País Valenciano. Por eso el electorado, con mayorías aplastantes, ha pasado página. Y ha pasado página en cuanto a personas, modos de hacer, talantes y políticas. De hecho, por lo que parece, ha pasado página el electorado mucho más, mucho antes y en mucha mayor medida que políticos (incluso de la oposición), expertos, analistas y opinión publicada, donde muchos siguen instalados en esquema muy viejos de hegemonía popular mental, psicológica y política. Es muy importante que ciertas elites políticas y sociales, mirando el resultado de C’s, se den cuenta al fin de esto último, de que la población no pide sólo gente que no robe, que por supuesto que lo pude, sino que también ha votado por un cambio profundo en la orientación de la gestión pública tanto a nivel autonómico como local. Un cambio que requiere de nuevas sensibilidades y de cierta valentía y originalidad, de atrevimiento para enfrentarse a las dinámicas instaladas y a la tradicional cortedad de miras en que nuestras Administraciones públicas llevan instaladas varias décadas.

El cambio que en 2015 se ha producido en el País Valenciano ha sido normal pero también muy profundo y es esencial que las nuevas instituciones den respuesta a estas exigencias y no se queden a medias porque es lo que demandan los ciudadanos. Y con esa tranquilidad y normalidad el nuevo gobierno valenciano (y los nuevos ayuntamientos) han de ir cambiando muchas cosas y desbrozando gran parte de los enredos de estos años. Políticas y orientaciones que, sencillamente, no han funcionado y la realidad ha demostrado que son un fracaso sin paliativos que, por ello, requieren de cambios enormes: en materia educativa y sanitaria (donde la degradación es evidente y la gente ha votado para pedir redes públicas de calidad e inclusivas que aspiren a ser algo más que coles y casas de curas para pobres), en servicios sociales (donde la situación actual es sencillamente tercermundista y recuerda al modelo franquista de beneficencia en vez de a un sistema basado en derechos sociales de todos los ciudadanos), en gestión ambiental y del territorio (realidades indisolublemente unidas en las que nos jugamos el futuro y también activos económicos esenciales), en modelo económico, de servicios e industrialización (donde habrá que comenzar a asumir que un gobierno serio ha de cegar las vías a ciertos modelos de enriquecimiento rápido injustos, depredadores y desigualitarios que a medio y largo plaza hacen más destrozo que bien), en políticas de innovación y culturales propias y un largo etcétera. Los deberes son muchos y muy importantes. Habrá que trabajar en estas áreas, además, casi sin dinero. Y habrá que ver cómo se gestiona la exigencia de una mejor financiación. Junto a ello, hay cosas sencillas que no cuesta dinero cambiar y que nos ubican en lo que es lo más normal del mundo en cualquier sitio civilizado: derogar decenas de normas absurdas (como la de señas de identidad); pasar a escribir los documentos oficiales y públicos sin faltas de ortografía; hablar en valenciano y castellano con normalidad; aspirar a dejar de meter mano en la sociedad civil por medio de subvenciones dudosas; dotar de cierta dignidad a las instituciones a partir de un comportamiento abierto, liberal, tolerante y exquisito; reformar las formas de trabajar de las administraciones públicas para hacerlas más austeras y eficaces; eliminar fanfarria, coches oficiales y asesores hasta el punto de que la Generalitat o las grandes alcaldías se parezcan más a las alcaldías de pueblos pequeños donde quien manda es, sencillamente, la persona puesta por todos ahí gestionar los asuntos comunes… Nada más y nada menos. Porque pocas cosas más bonitas para una persona con vocación política puede haber que dedicarse a esa labor, con aciertos y desaciertos, con buena voluntad, optando por unas soluciones o por otras, y que así lo perciban los ciudadanos, sin que sea necesario para ello  el ornato de un Virrey de Indias y una corte de aduladores profesionales de medio pelo… pagado todo ello, por supuesto, con dinero de todos.

Para gestionar esta normalidad tenemos a tres partidos elegidos por los ciudadanos tras un proceso de reflexión que, como ha durado años, hay que entender que está muy decantado y que responde a lo que hemos evaluado entre todos que era la mejor opción y que nos merece más confianza: PSPV, Compromís y Podemos, pues EU ha desaparecido de las Cortes valencianas y de muchísimos ayuntamientos (con la excepción más notoria de Alacant, donde EU sí supo sumarse a un proyecto de confluencia que le ha dado muchos réditos y que probablemente anticipa el futuro de la organización). También sabíamos que, del mismo modo que estaba claro desde hace tiempo el cambio de gobierno que se avecinaba, que en cambio la gran duda era cómo iban quedar los resultados y equilibrios de poder internos dentro de esa nueva mayoría de centro-izquierda. Ahora ya lo sabemos, al fin. Y el resumen rápido es que el PSPV ha aguantado, dentro de lo que cabe y de tener malos resultados, como primera fuerza, lo que les da cierta legitimidad para liderar el cambio y hace previsible que Ximo Puig sea el próximo presidente de la Generalitat. Pero lo hace con Compromís prácticamente empatado en votos y habiendo ganado en la provincia de Valencia en las autonómicas y en muchos municipios la partida al PSPV, incluyendo la joya de la corona: la ciudad de Valencia. Cabe recordar en este punto que los primeros en anticipar esta posibilidad fuimos, justamente, nosotros, allá por 2013, hace ya dos años. Pueden ver que en los comentarios al análisis nos arrearon hasta en el carnet de identidad y nos acusaron de estar vendidos al oro catalanista de Compromís. La realidad es mucho más prosaica y sencilla: los ciudadanos acaban recompensando a quienes se preocupan por su bienestar y preocupaciones normales. Compromís ha trabajado mucho a pie de calle en muchos sitios, y también en Valencia ciudad donde Joan Ribó ha sido la más contundente oposición a Rita Barberá estos años pero además han currado en positivo y haciendo propuestas, y eso se ha notado en los resultados autonómicos y municipales. De hecho, allí donde el PSPV también ha aguantado muy bien en las municipales es donde tiene candidatos de un perfil semejante a los de Compromís salidos de las últimas hornadas de primarias: más jóvenes y preparados, más currantes a pie de calle, menos obsesionados con ciertas tradiciones de siempre de la izquierda valenciana y más con las escuelas y los centros de salud, las personas mayores con problemas, las familias en situación de dificultad económica… Los resultados de Mislata, Cullera, Ontinyent, Xàtiva, Vila-real… parecen dar una clara indicación en este sentido.

Las mayorías de izquierdas que van a surgir es de esperar que tomen buena nota de todo ello. Sobre todo en el seno del PSPV y entre sus cuadros medios más asentados desde hace muchos años, décadas a veces, porque Compromís parece tenerlo claro hace tiempo. Tanto en clave interna, en sus primarias finalmente exitosas, como en clave externa, analizando los resultados municipales, la coalición de Bloc, Iniciativa y Verdes tiene claro qué funciona y qué no. La campaña, por ejemplo, en lugares como la Marina Alta, el Comtat, la vall d’Albaida o las dos Riberas, comarcas donde la coalición ha tenido resultados espectaculares, marca un claro camino a seguir: gente normal para un cambio normal, pero gente currante, nueva, con ilusión y alegría, que tiene claro que «fer país» a día de hoy significa dar a los ciudadanos el mejor soporte posible, las mejores garantías, desde ayuntamientos y Generalitat, de que podrán estudiar y vivir su vida, trabajar y montar un negocio, disfrutar su tiempo de ocio, con unas administraciones públicas que mejorarán esas condiciones y ayudarán en lugar de   incordiar, molestar… y extraer impuestos para dedicarlos en chorradas a mayor lucimiento de los jerarcas de turno. El dinero de los valencianos ha de dedicarse a mejorar las condiciones de vida de los valencianos. E incluso pagar más impuestos a veces será necesario, pero sólo es admisible si ese dinero luego se dedica a cuidar a la gente, no a proyectos absurdos y chorradas varias. Esta forma de «fer país» en la que ser valenciano es convivir en una sociedad lo más justa posible y el «orgullo» por serlo tiene que ver con saber que trabajamos juntos y nos esforzamos por una sociedad más justa, donde las verdaderas «señas de identidad valencias» se aspiraría a que en un futuro no muy lejano fueran cosas como, sencillamente, la mejor red de colegios públicos de España (y de Europa, ¿por qué no?, ¿por qué no podemos los valencianos aspirar a ser los mejores de Europa en eso en vez de en grandes eventos y edificios enormes?) o la sociedad más liberal, inclusiva y mestiza que logra extraer de todos lo mejor de sí mismos. Estas son unas «señas de identidad» y unos proyectos colectivos que, la verdad, molan. Toda una generación de jóvenes valencianos se identifican con ellas antes que con les «bous al carrer». Y el gran éxito de Compromís, y muy particularmente de Mónica Oltra, ha sido saber entenderlo y liderar ese proceso de cambio de paradigma. Un éxito que les deja a las puertas de la Generalitat y que les va a dar previsiblemente un enrome poder institucional que será interesantísimo ver cómo gestionan.

Una de las grandes noticias (grandes porque es objetivamente importante, un hecho sin duda histórico en nuestra corta vida política desde la restauración de la democracia, pero grande también porque incorporar esta sensibilidad es muy necesario) de la noche es, por esta razón, que Compromís haya quedado tan cerca del PSPV en las elecciones autonómicas. Porque, además, va a significar muchísimo en el juego de equilibrios de podes y en cómo se va a gestionar el cambio político a nivel de país y de Generalitat valenciana. Junto a sus propios resultados municipales, de los que extraer muchas lecturas en esta misma línea, la irrupción de Compromís, unida al hecho de que Podemos tenga otros 13 diputados claves para apuntalar al gobierno, hace que el cambio normal, como es normal también, no vaya a ser protagonizado en exclusiva por una sensibilidad, la del socialismo más «clásico» encarnado por el PSPV más tradicional, sino que entrarán muchas más ahí. Desde los nuevos alcaldes exitosos del PSPV, que saben muy bien de qué va esto, a los diputados de Podemos, que han de trasmitir preocupación social y cierto fundamentalismo en materia de formas y renovación de procedimientos que será muy de agradecer, a la que encarna, con el  innegable éxito ya comentado, Mónica Oltra. Una Mónica Oltra que, aunque luche por la presidencia, con todo el derecho del mundo, es más probable que acabe de vicepresidente de un Consell prácticamente paritario entre PSPV y Compromís y que tendrá la oportunidad de liderar el despliegue de muchísimas políticas públicas de gran importancia. Se han acabado los tiempos en que el PSPV podía pactar simplemente dando la concejalía de cultura a la izquierda alternativa. Esas nuevas formas y, sobre todo, las nuevas orientaciones que traerán consigo al Consell Oltra y Compromís, más el relevo generacional natural en todos los partidos, están llamadas a cambiar el tablero de juego. Y es de esperar que de forma natural y normal genere cierta «competencia» interna positiva en el gobierno. Vamos, que obliguen a todos, empezando por un Ximo Puig que parece llamado a culminar su carrera política siendo presidente de la Generalitat, a ponerse las pilas y a liderar ese gobierno de muchos con tranquilidad y con normalidad (Ximo Puig parece también, afortunadamente, antes que nada, un señor normal), con inteligencia política, aprendiendo de todos, aceptando ser empujado a innovar y cambiar algo más de lo que a él y a los sectores sociales que representa el electorado del PSPV probablemente les gustaría pero sabiendo sacar también réditos de ello. Porque los valencianos necesitamos que el cambio que ha empezado en 2015, tan profundo en sus bases ciudadanas, se desarrolle con intensidad y capacidad para lograr que se plasme, por fin, en tener un país que sea, sencillamente, un poco mejor, más justo y, también, más normal.

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14 thoughts on “2015, el año del cambio normal en el País Valenciano

  1. El guanche de Wyoming

    Y … aquí solo faltaría pues, empezar a analizar a las comparsas tradicionales del baile, el empresariado putero, el sindicaleo whisquero, la fallería morellana, los sexenaris reventaplenaris y los moros-i-cristians aixópaguestú … que la cola del pan que arrecojía del PP no se acaba en un domingo …. ‘entodavía’ quedará mucha tropa con impulsos de arrecojíos de siempre …. y que intentarán morder donde ya no queda … ¡quizás esa sea la suerte! ¡que los PePaínas se lo han comío casi tóo! ¡… y lo sabemos….!

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  2. Quatto

    De alguien a medio camino entre Valencia y La Mancha: AMÉN. Espero que aquí (hablo desde un pueblo de Albacete), aunque el cambio vaya a ser más pequeño, al menos sirva para transformar ciertas cosas y mandar al monstruo de siete cabezas a su cigarral. Siento envidia de la ilusión de los valencianos

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  3. Santapoler

    Tan clar teniu que Ximo Puig serà el president? Crec que Podem tindrà la clau i que per a ells és més beneficiós que Mònica Oltra siga la presidenta.

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  4. Francesc

    Sobre el tema Oltra/Puig, sí, és evident que una pinça Oltra i Podem podria forçar la presidència, però no crec que estire tant la corda.

    Primer, perquè tampoc voldran que el PSOE faça la mà en l’alcaldia, i segon perquè ja els va bé un govern bipartit, amb gran presència mediàtica i amb l’alcaldia del cap i casal.

    Això, tot i donant-li la raó a Oltra quan diu que està legitimada per ser presidenta, i que Puig, que sí, que democràticament se mereix «més» ser president, ha perdut molts vots i molt poder.

    I tampoc crec que des del PSOE-Madrit deixaren al PSPV donar-li la presidència a Oltra. Estan en un punt on no poden renunciar a cap quota de poder.

    AIxò sense contar que, com deien en twiter, si li donen la presidència a Oltra, Oltra és capaç de treure majoria absoluta en quatre anys.

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  5. Johnnie

    Qué gusto da, ciertamente, mirar un hilo de hace dos años y ver como las cosas se intuían tímidamente, sin atreverse del todo, no nos fuéramos a ilusionar. Como ha dicho alguien en otro sitio, a mi lo de Xàtiva me ha devuelto la confianza en el ser humano. Y el sorpasso, visto que el PSOE tuvo los santos cojones de volver a presentar al señor Calabuig, también.

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    • mireia

      I què diries tu que és? Sincerament, tinc curiositat. Jo m’he llegit el programa i em pareixen molt conservadors, per no parlar de la quantitat de ex-PP que se n’han passat i de la quantitat de votants del PP que ara són de Cs.

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    • Jordi

      Será progresista! Solo hay que ver que han retrocedido 20 años para reestrenar un discurso caducado y sobre todo superado: el catalanismo! La obsesión de Punset con el nacionalismo de Compromís antes de haber formado gobierno es de chiste. Muy progresista e innovador. Pero tranquilo, esta entrada no iba para ti. Has hecho bien en dejar de leer, no fuese que te sacasen de los mundos de Yuppi.

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  6. delnord

    Des d’un visió púrament racionl es practicment impossible saber que va a fer Podemos. Jo em tem que ells faran sencíllament allò que li ajude a tenir més opcions per posar al capo Iglesias de president de la gran espanya.
    Dels creadors de presentar-se a les eleccions intentant amagar al màxim candidats i programes, ara els toca el no entrar a cap govern que els toque retractar-se abans de les generals.

    Ideològicament a Podemos li és més proper un govern encapçalat per Mónic que per Puig, i si 55 són més que 31, 32 també són més que 23.

    Per altra banda, dins de la seva visió estratègica de cara a les generals no els interessa donar major visibilitat a Compromís ja que els ajudaria a mantindre vots per a les generals, el seu principal objectiu.

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  7. Jordi

    Heu vist la noticia de El Mundo que apunta que Oltra busca un pacte amb Podemos per a les generals? Té sentit diluir-se al grup parlamentari de Podemos al congrés? Oltra diu k vol ser presidenta xk amb Podemos té més escons de suport k PP i PSPV, pero no diu res de PSPV+C’s. Sabent que Punset està instalada en el diacurs centralista i ridículament obsesionada amb Oltra, qualsevol cosa m’espere. Jo esperava que assumiren amb naturalitat la seua posicio de 3a força, tot i que en qualsevol negociació u ha de tindre algun farol o algun as per poder-se situar millor.

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  8. Acido

    Siendo un poco mamon y con el único fin del mal y la destrucción. Yo apuesto por un bipartirtito PSOE-C’s. Que se entiendan Puig y Punset o Rivera, quien mande… Y hemos venido a jugar!!!!!

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  9. El guanche de Wyoming

    Yo soy muy fan del amorío Puig x Punset …. tan de poble montañés uno, …. tan de ciudad cosmopolita la otra …. y Joan Lerma y el otro seguirían de senadores un ratico más … ¡cosas de enamorados!

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  11. Senyor Garrofó Post author

    Jo no crec, la veritat, que vaja a haver molt de drama a les negociacions. Soroll inevitable, sí. Amplificat per el món Twitter, Facebook i la histèria dels mitjans, doncs també.

    Però tindrem govern PSPV-Compromís, amb Podemos probablement quedant-se fora i donant suport extern i punt. I el tindrem més o menys prompte i sense esglais.

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