¡Qué escándalo! ¡Xambó se tomó unas cervezas con unos sindicalistas!

Hoy hemos sabido que al PP le preocupa mucho que pueda haber gente que haga cosas gracias a una subvención. En concreto, ha estallado un escándalo descomunal: al parecer, el último disco de Rafa Xambó está subvencionado. Xambó recibió nada menos que 1.500 € (igual el lector habituado a leer escándalos de la Generalitat valenciana piensa que hablamos de 1500 millones de €, pero no; son sólo 1.500 €) como pago de unos conciertos de promoción de su disco. ¡Oh, no! ¡Recibió dinero público!

Habrá que considerar que, en tal caso, al PP le parecen muy mal los contratos públicos y el gasto de dinero público, por no hablar de las subvenciones. Y que, por lo tanto, el coro de pelotilleros oficiales lo primero que debería hacer es denunciar, por ejemplo, la subvención que recibió el famoso coach de Fabra, de 9.000 eurillos de nada, por dos semanas de clase, según publica hoy Levante-EMV. Sobre todo, teniendo en cuenta que dicha subvención no se otorgó merced a nada remotamente parecido a un concurso público, sino como se hacen las cosas en una auténtica meritocracia: a dedo.

Ese caso ponía de manifiesto no sólo que, al parecer, el presidente de una comunidad autónoma tiene problemas de liderazgo tan serios que se hace imprescindible contratar a alguien (en concreto, a un absurdo vendedor de humo) para que le ayude; sino que, además, debería ser el dinero de los ciudadanos quien lo sufragase. Como siempre en los últimos meses, en el primer plano de la actualidad se ubica la mano derecha de Fabra, la secretaria autonómica de Organización, Esther Pastor, que fue quien autorizó personalmente el pago de casi 9.000 euros al coach en concepto de primer plazo de sus clases (un par de semanas de clase, a 4.500 € por semana. ¡Serà per diners! ¡Sobre todo, si no los pongo yo, el President!).

La cosa tiene mucha miga, no sólo porque Pastor aseguró en su día que ella con eso no tenía nada que ver y que del coach no sabía nada; sino porque Fabra afirmó, ante el recorrido que iba adquiriendo el escándalo, que lo pagaría él, que aixó ho pague jo! De manera que, en resumen: ¿lo pagó él? O aixó ho paguem nosaltres també?

Llama la atención, también, que menudeen tanto este tipo de terribles escándalos, de gente que cobra 1.500 € por algunos conciertos, de sindicalistas que bailan, se toman mariscadas, … Mientras, por otro lado, se desmantela el Estado del bienestar, esta panoplia de subvenciones indecentes para intentar evitar que la gente muera, o sea analfabeta, con el fin de regalárselo a nuestros amigotes, que llevan toda la vida soltando discursitos sobre emprender y el liberalismo mientras se dedican a vivir del dinero público.

«El sindicalista pidió postre Y café. ¡Paren las rotativas!»

Es una práctica muy propia de nuestro tiempo, y parte de una evidencia: la relevancia de las noticias no viene dictada por los temas más importantes, sino por los temas que los medios más importantes deciden que tienen más relevancia. En situaciones como la actual, en donde muchos medios de comunicación están, sencillamente, quebrados, y dependen totalmente de los favores del poder político (y cuando hablamos de “favores” hablamos de dinero público graciosamente concedido a esos medios para que hagan lo que el poder les diga), es fácil instrumentalizar lo que dicen.

Y aunque muchas veces los “escándalos” sean tan ridículos que generen más risas que otra cosa, lo cierto es que consiguen su propósito, que no es otro que emborronar el debate. Que se hable de esos temas ridículos, aunque sean ridículos, con el único objeto de tapar los otros asuntos. Y si, de paso, se logra sembrar la duda entre algunas personas, tanto mejor. Que seguro que alguno habrá que piense “sí, pero mira, ha recibido una subvención; ¡qué vergüenza!” o “pues a mí me parece que se lo están pasando muy bien esos sindicalistas, y mira qué mal lo paso yo, en cambio”. Cuando la verdad es que el escándalo es inexistente. No se basa en nada, y de ahí que sea tan caricaturizable, pero, al mismo tiempo, también tan maleable, tan “a saber qué habrán hecho”, a partir de no se sabe muy bien qué (y como no se sabe, pues nada hay, cabe todo).

Causa directamente estupor que entre los personajes más activos en la denuncia del escándalo de los 1.500 € de Xambó nos encontramos a individuos como Luis Salom, un militante del PP que lleva años cobrando 3000 € mensuales, en calidad de asesor del ayuntamiento de Valencia en materia de Nuevas Tecnologías, y que básicamente dedica su tiempo a dar el coñazo a la gente en twitter con sus infames frasecitas de argumentario. Que este hombre, que es la quintaesencia de los males que ha creado la cultura de la subvención ideológico-política en España, colocando a paniaguados de toda clase, sin oficio ni beneficio, con sueldazos y sin obligaciones, como recompensa a ser de la tribu, se dedique a dar lecciones a los demás, lo dice todo. Sobre todo, explica cómo funciona la cosa: te pagas propagandistas (con dinero público, por supuesto), y ellos hacen aquello por lo que les pagas: propaganda.

Por nuestra parte, en La Paella Rusa creemos que todos estos temas no son sino una mera distracción que el poder nos pone delante para intentar ocultar cuestiones mucho más importantes. En concreto: ¿para cuándo ese maravilloso listado de los 1000 firmantes del Acuerdo de la Sociedad Civil por la Comunidad Valenciana, ese pedazo de acto constituyente de la sociedad civil convocada, como debe ser, por la autoridad competente en torno a una intelectual de postín como Cristina Tárrega? ¡Queremos saber!

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