Hace algo más de un año (quizá más) en Malva-rosa Connection nos frotábamos los ojos con Nanas ante una campaña de publicidad esquizofrénica que lanzó el Ayuntamiento de Valencia. Bajo el lema ‘Increíble pero cierta’, el spot [del que un colaborador hizo un excelente análisis] abundaba en la idea de que en nuestra torturada ciudad puede pasar cualquier cosa. La idea no aportaba ninguna novedad, ya que cualquier ciudadano decente la rubricaría. Algunos (bueno, yo) sostienen que el mítico monólogo final de Blade Runner, aquel de «Yo he visto cosas que vosotros no creeríais…» lo escribió Ridley Scott tras una visita a Valencia durante las Fallas.
Lo sorprendente de aquella campaña es que lanzaba el mensaje en plan positivo (si por positivo se entiende que te puedas encontrar un león merodeando por las calles). Pero los que padecemos esta ciudad a diario sabíamos que el sentido final era otro: Aquí (y ahora amplíen el ámbito de la ciudad a la Comunitat Valenciana) pueden pasar cosas que si ocurrieran en otro sitio emplumarían con brea a los responsables y los echarían al Turia. Sí, ya sé que no lleva agua.
No sería capaz de señalar la fecha exacta en que la sensación de impunidad se instaló en el Gobierno valenciano y en el partido que lo sustenta. Recuerdo hechos puntuales, como el día que Font de Mora dio un golpe de estado en la Academia Valenciana de la Lengua. O cuando Rita bramó aquel mítico ‘pólvora para todos’, animando a incumplir la ley. O cuando ardió misteriosamente la sede de Ciegsa. O cuando Serafín Castellano (¿qué hace este hombre?) le adjudicó obras a un amigo con el que comparte un parany ilegal. O cuando un inglés caprichoso chantajeó a los valencianos con un GP de Fórmula 1. O cuando la Generalitat ninguneó a las víctimas y familiares del accidente del metro, del que no hay responsables pues le cargaron el muerto… a un muerto.
En esta Comunidad se puede insultar a los profesores que intentan normalizar la lengua propia, insultar la inteligencia de los telespectadores de Canal 9, censurar una exposición de fotografía, criminalizar a los movimientos sociales o acosar a quienes defienden la escuela pública. Y lo sangrante es que todo sale gratis.
En una película de los Monty Python [Los caballeros de la mesa cuadrada] hay una escena en que un personaje distingue a los caballeros del populacho porque «no tienen mierda encima».
La razón por la que Génova ha cedido a la presión del PP valenciano y ha proclamado candidato a un señor que no es un caballero escapa al sentido común. No echaré mano de los papeles mojados de los pactos anticorrupción o códigos éticos de los partidos.
La política interna del PP no es en absoluto relevante. Quizá sirva para explicar la superficie de la decisión. El triunfo por agotamiento empleado por Camps y por todos aquellos que dependen de él (a base de insistentes llamadas diarias a Madrid) es solo el camino. La inacción de Rajoy es su pecado. Y el malestar de la dirección nacional del PP con Camps, la consecuencia de las decisiones tomadas aquí y de las mentiras que les contaron allá.
Aquellos que sabíamos que Valencia era increíble pero cierta llegamos a pensar que todo tenía un límite. Sí, podía pasar de todo en nuestra Comunidad. Pero en el fuero interno, ahí donde habita el ADN democrático de las personas decentes, se albergaba la esperanza de que nuestra primera institución no acabara, de nuevo, en manos de una persona que está al borde del banquillo por un supuesto delito de cohecho.
Pero a estas alturas del drama institucional que vivimos los valencianos, la sensación de impunidad está tan arraigada entre el PP valenciano que ni las formas hay que guardar. Y esa es la clave del asunto. Olviden el discurso del pulso de Camps a Rajoy. Es pura pirotecnia. Lo realmente grave tampoco es que el PP refrende a un candidato imputado.
Lo extraordinariamente peligroso es que Camps y los suyos se sienten libres para hacer lo que les venga en gana y con autoridad inmoral para despreciar a los valencianos.
En ese marco de impunidad y desprecio es en el que se mueve Camps y su entorno, y ese escenario es el que le convierte en el candidato idóneo. Incontestable. Definitivo.
Con la batalla ganada a Génova y con una agresividad impropia con los ciudadanos que discrepan -o mejor, no le idolatran- Camps espera el refrendo de las urnas para venderlo como un indulto. Y a partir de ahí cuatro años más para arrasar cualquier voz discrepante.
Si el 23M de madrugada llaman a su puerta, no abra.
Etiquetas Camps, El Bigotes, estrategia electoral PP, Fórmula 1, Francisco Camps, Generalitat valenciana, Génova, Gürtel, líos internos PP, Mariano Rajoy, regional-victimismo, victimismo
«Lo extraordinariamente peligroso es que Camps y los suyos se sienten libres para hacer lo que les venga en gana y con autoridad inmoral para despreciar a los valencianos.»
Y eso no es culpa de los valencianos también? De los que les votan… y de los que se abstienen.
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Hay que ver lo bien que se nos da, a los mediterráneos, aupar a personajes nefastos. En esto no tenemos nada que envidiar a Alemania. Ya saben lo que pienso de esas mayorías votantes.
Ahora en serio, lo bonito sería que no hubiese mayorías aplastantes. O dicho de otro modo que el PSPV llegara pero sin mayoría absoluta, entonces y con un quizás en mayúsculas, cambie un poquito el páramo, perdón, panorama valenciano.
O siga, la història de sempre, que Camps é molt xungo. Bo, això ja ho sabem. Ara, què fem?
Mas que Malva-rosa connection esto parece un emo connection. Incluso en la soleada California hay punkis que odian el sol y en la filosofía emo todo es chungo. Sufrir, padecer, soportar, Valencia me suena a chiste. ¿Dónde ha vivido usted, joven? Reconozca lo que tiene, por favor. Durante unos meses, en Benidorm se movía una pandilla de chavales vestidos de punkis de catálogo que se dedicaban a gritar en la playa de Levante «fuck the police», así en inglés aunque no eran guiris. Los emos también odian el sol, detestan los sentimientos y, en fín, odian la vida pero les faltan collons para despedirse. ¿Que Camps puede ser procesado por cohecho impropio, y repito, impropio? Eso aun no está muy claro, pero usted lo da por hecho. No se vende la piel del oso antes de cazarlo y en esta cacería el PSPV está siendo engullido con piel y huesos. Grave error, amigo mío. Asómese a la vida, disfrútela, que en Orión es posible que no haya playa.