Sabido es que una de las máximas que indefectiblemente demuestran su vigencia en el PSPV es aquella vieja advertencia de que «quien se acuesta con lermistas, meado se levanta». El problema es que, claro, como son lermistas y se acomodan que da gusto al poder orgánico, casi cualquier secretario general, incluso uno como Alarte, que supuestamente ganó contra el lermismo, acaba encamándose con este sector tarde o temprano. Y, como consecuencia, acaba bien meadito.
Dentro de los pactos Alarte-lermismo previos a las primarias para que el Tigre de Alaquás pudiera pensar en presentar su candidatura a la presidencia de la Generalitat sin tener que pasar por el pavoroso proceso de las primarias y de que le votaran los militantes (él, ¡un chico tan majo, un chaval que lleva dos años sin pisar una agrupación, dedicado a visitar a arzobispos y a presidentes de falla!) y que luego Asunción estuvo a punto de arruinar estaba prevista, como una de tantas compensaciones al sector lermista, que a ellos les correspondería poner al candidato a la alcaldía de Valencia. Dicho y hecho, como Alarte cumple, en medio de la perplejidad del partido y de la ciudadanía, apurando plazos para evitar contestación interna e incluso primarias (deprisa y corriendo apareció Manolo Mata y en tres días de campaña estuvo a punto de liquidar al candidato oficialista), ahí nos apareció a todos, de candidato en Valencia, el señor Calabuig. Un señor que se presentaba a sí mismo en una entrevista ya legendaria como alguien que sabe mucho de política «porque ha leído muchos manuales» y que confesaba sin rubor ser detenido por taxistas de medio mundo al grito de»¡señor Calabuig!, ¡señor Calabuig!, ¡es Usted el señor Calabuig!» tal era su popularidad.
Alarte, satisfecho, pensó que todo estaba conseguido. Las semanas posteriores confirmaron cuán acertada era la elección del señor Calabuig pues, aunque no pisaba tantas iglesias y palacios arzobispales como en Blanquerías habría gustado, sí que empezó a alinear a la izquierda de la ciudad con esa línea política que tanto gusta al Tigre de Alaquás: copiar el programa del PP en todo lo posible. A esta faena, con un tesón que no se le puede negar, se había venido dedicando desde entonces el señor Calabuig. Un día te apoyaba el parque temático de Ferrari propuesto por Rita en uno de sus delirios y al día siguiente se cepillaba 4 años de oposición política a la prolongación de la avenida de Blasco Ibáñez porque sí, porque él lo vale. Todo marchaba, aparentemente, como la seda.
Pero la serpiente orgánica que anida en todo lermista de pro estaba ya preparando su siguiente maniobra. La contemplación de las encuestas electorales entre los mandos del PSPV, esas encuestas que auguran un 25% de los votos como las cosas sigan así y ser laminados en la ciudad de Valencia, con la proa puesta hacia la cota histórica de los 8 concejales, no se contemplan con demasiada preocupación. Total, se confía en que ni EU ni el Bloc logren entrar en la cámara o el Ayuntamiento, con lo que incluso bajando muchísimo tampoco se perderían tantos sillones de diputados, concejales y asesores. Y, además, se tiene la esperanza de poder acusar a Zapatero de la derrota, de modo que, a poco que se controlen los puestos clave, se reduzcan éstos mucho o poco, tras las elecciones se puede aspirar a conseguir igualmente lo importante, mantener el mando dentro del partido, incluso con la mitad de escaños que ahora.
El problema de Blanquerías es que si ellos ya tienen hecho el cálculo, los avezados lermistas llevan con la calculadora desde hace meses y son especialistas en cálculo diferencial. Total, que el señor Calabuig, de quien en la ciudad se tienen pocas noticias más allá de su tendencia a plagiar el programa del PP y que ha sido menos visto en actos cívicos e iniciativas sociales o vecinales que la propia alcaldesa, está desarrollando en cambio una incesante labor interna de zapa que, básicamente, se resumen en la siguiente idea: como yo tengo, al menos, asegurado mi puesto al ir de número 1 de la lista, pero más allá de ese número a saber cuántos van a acabar pudiendo colocarse, quiero tener tres personas de mi confianza entre los 8 primeros. Y así, 3+1 (los lermistas andan muy fuertes en matemáticas) seremos 4 concejalazos como 4 soles y, con diferencia, la minoría mayoritaria en una lista municipal donde han de convivir lermistas, alartistas, rubistas, abalistas, avalistas, alguien de la UGT, alguien con pinta de independendiente e, incluso, quizás, algún afín a izquierda socialista.
Conocidas estas maniobras, el chaval que Alarte tiene puesto a gestionar la miseria del PSPV capitalino, con muy buen voluntad, ha empezado a hacer la labor de zapa que tiene la obligación de acometer para intentar, oiga, que por muy lermista y muy señor Calabuig que sea el candidato pues que, por una vez, qué quieren que les diga, sea el secretario general y sus chicos de los Alarte boys los que acaben siendo la minoría mayoritaria de la lista. Y el señor Calabuig, en cuanto se ha enterado, pues se ha enfadado. Tenía dos opciones para demostrar su malestar. O dejar de respirar hasta que se muera o empezar a proponer un programa electoral de izquierdad. Y ha optado por la primera. ¡Como me sigan maltratando dejo de respirar, ehhhh, que os enteréis!
La esperpéntica amenaza de Calabuig de retirar su candidatura es un paso más en el ridículo municipal que tiene preparado el PSPV. Un suflé, lo llaman algunos. Una meadita lermista para ver si pueden meter un concejal más. De todos modos, con la diligencia que caracteriza a Alarte para caer en todas las celadas, ya las monte Camps, ya cualquier otro, parece que la cosa le ha medio salido bien al señor Calabuig (¡será que es verdad que se leído muchos manuales!), todo el mundo se tomó en serio la amenaza, se asustaron mucho ante la posibilidad de perder un candidato de tal fuste y Alarte corrió a convocarlo para decirle que sí, que le da un concejal más, que Salvador Broseta ha sido muy malo y que no se preocupe, que de ahora en adelante el partio de la ciudad tiene la orden de colaborar con él en todo lo que sea menester. Es obvio que el señor Calabuig, que ha leído muchos manuales, sabe que en realidad esto es un mero paripé y que van a seguir intentando coparle la lista, como es de ley. Pero también lo es, por increíble que parezca, que con su maniobra chunga, con su meadita navideña (la primera de muchas que vendrán) a los Alarte boys, el señor Calabuig se ha anotado un tanto interno en recompensa a sus presiones articuladas de mala manera. Aquí lo tienen, sin ir más lejos, sacando pechito en su blog. ¡Para que luego digamos a los chiquillos que eso de amenazar con no respirar no sirve de nada!
Etiquetas Blanquerías, ciudad de Valencia, cotilleo para informados, giro a la derecha del PSPV, Jorge Alarte, lermismo, líos internos PSPV, Salvador Broseta, Señor Calabuig
Simplemente genial, tanto la entrada, como Cala. Qué panzá a reir.
Delicioso…