El pasado jueves 18 de octubre los compañeros del club pobrelberg volvimos a encontrarnos, contra la sana costumbre de hacerlo una vez al mes con objeto de no repetirnos más que el ajo, para cenar con David Fernández, activista social, cooperativista, periodista y recientemente proclamado cabeza de lista por Barcelona de la Candidatura d’Unitat popular (CUP) a las próximas elecciones al Parlament de Catalunya del 25-N. Todavía con el sabor en la boca de la cena con Pere Pugès y la difícil ingestión de la idea de una liberación nacional que deja entre paréntesis la liberación de clase, y que sólo evitamos atragantarnos a golpe de cerveza, la conversación con nuestro invitado nos sentó como un delicioso sorbete de limón al cava.
Escribo estas líneas con la canción Rossinyol que vas a França rondando por mi cabeza, tras asistir el pasado sábado 20 a la convocatoria de la Plataforma SALVEM L’ENSENYAMENT PÚBLIC DE LA MÚSICA I LA DANSA en contra de les RETALLADES EN ENSENYAMENT MUSICAL. En la misma Plaça Sant Jaume coincidimos con un grupo de sindicalistas que luchaban por sus puestos de trabajo y la readmisión de los compañeros despedidos con la única pólvora que les permiten nuestra leyes, unos ensordecedores petardos. Me permito esta digresión porque estos sucesos ilustran el actual contexto político y económico en el que vivimos de desmantelamiento del Estado de bienestar y de empobrecimiento de la clase trabajadora. Hay causas que lo explican y hay responsables que lo ejecutan. Y los afectados, la inmensa mayoría de la sociedad, no podemos permanecer callados y quietos. El problema es que los mismos afectados, aunque padezcan las consecuencias de la crisis económica, siguen participando de las ideologías de los partidos con representación parlamentaria. Muchos no se sienten representados, pero les siguen votando queriendo creer en sus argumentos falaces y esperando de sus representantes milagrosas soluciones. Es como la queja de la hija mal casada con un pastor del otro lado de los Pirineos que añora a su madre y le pide a un ruiseñor que la busque y la libere de su marido. Pero en nuestro caso hay un problema de ceguera perceptiva, porque los pájaros a los que interpelamos para llevar el mensaje de nuestras legítimas aspiraciones no son ruiseñores sino halcones. David Fernández, en cambio, quien ha hecho de la libertad y la igualdad su principal argumento de vida, que no tiene fronteras ni dogmas de autoridad, sí que puede llevar el mensaje de la justicia social. Su palabra viva se hace sentir rápidamente por cualquiera que tenga sensibilidad social. Con un candidato como él a uno le vuelven las ganas de votar en las próximas elecciones. Valga como muestra de afecto y agradecimiento por aceptar nuestra invitación la siguiente versión del Rossinyol cantada a capella por Ovidi Montllor en la película La fuga de Segovia (1981), en la que el cantautor de Alcoi interpreta a un anarquista catalán del MIL (véase del minuto 1.06.40 al 1.08.34):
Parafraseando a Aristóteles, David Fernández es un auténtico mamífero político por su desarrollado cerebro social y ético. Polítólogo de formación, a sus 37 años acumula más derrotas en las luchas por una sociedad más justa que el coyote de correcaminos, pero como luchador de raza que es, ha ido adaptándose a cada desafío haciendo suyo el lema de Ho Chi Minh, “de derrota en derrota, hasta la victoria final”. Como algunos de los compañeros son periodistas y todavía creen en las definiciones –en un país cuyos medios de desinformación han convertido el análisis político en un ejercicio de retórica donde las elipsis se confunden con los mensajes publicitarios– David les correspondió con una paradoja, para problematizar las obviedades de lo políticamente correcto: “roig per fora, negre per dins”, como le gustaba decir a Ovidi Montllor. Ciertamente, su subjetividad política sintetiza la tradición marxista heterodoxa con la tradición libertaria, la lucha de la clase trabajadora por la emancipación con la lucha del individuo por la libertad. A esta síntesis se le podría llamar comunismo libertario, siempre y cuando hagamos una lectura hegeliana y consideremos el tercer sentido que supera la oposición de los dos términos de la expresión.
Lógicamente, para un defensor de las eufemísticamente llamadas libre empresa y libre competencia, oír hablar de comunismo libertario levantará más ampollas que el agua bendita en un exorcismo, pero expresa un razonable ideario que tiene en Marx su primera formulación y en Kropotkin su desarrollo en el principio de la ayuda mútua: “Cada quien según su capacidad y a cada quien según su necesidad”. Con esta fórmula se apunta tanto a la propiedad social de los medios de producción como a la retribución igual del trabajo individual, haciendo efectivo de este modo los ideales políticos de la revolución francesa de libertad, igualdad y fraternidad. Esta ideología política será tachada por los defensores del capitalismo como una delirante y trasnochada fantasía, propia de utopías del pasado. Y seguramente tendrían razón si el principio de la ayuda mútua no se encarnase en los militantes y candidatos de la CUP. Pero resulta que tal principio está en su ADN como fuerza política. La mitad de sus integrantes ha pasado por la experiencia asamblearia de los esplais y el sindicalismo de clase de diversos sindicatos. Y la mayoría está implicada en la defensa de los derechos y las aspiraciones de las clases populares desde la política municipalista, promoviendo el tejido asociativo y los movimientos sociales locales, como han demostrado en los ayuntamientos en los que gobiernan o tienen representación, en particular en Sant Pere de Ribes (con cuatro concejales), Vic (con dos concejales) y Reus (con un concejal). Sirvan a título de ejemplo las retribuciones de los cargos electos de la CUP: los concejales perciben unos 950 euros al mes, esto es, menos de una vez y media el SMI permitido, y los futuros diputados percibirán unos 1250 euros, esto es, menos de dos veces y media el SMI permitido. El resto de sus retribuciones sirven para financiar las asambleas locales del partido. En un momento como el presente, en el que el virus de la crisis de la representatividad y la legitimación política de los cargos electos, incluyendo los que se definen psicodélicamente de izquierdas, que el movimiento del 15-M ha problematizado y expuesto a deliberación pública, los gestos también son importantes, por el alto valor moralizante de la vida política, y no podemos encontrar mejor antídoto y ejemplaridad que el que representa con esta disciplina espartana la CUP.
El hecho que las 100 asambleas locales que integran a fecha de hoy la CUP hayan elegido como candidato y cabeza de lista por Barcelona a David Fernández, una persona que no milita en el partido, es ya un hecho insólito entre los actores de nuestro escenario político y prueba la profunda cultura democrática, real y directa, que caracteriza esta fuerza política, cuyo asambleismo puede parecer a más de uno de dentro, y sobre todo a los de fuera, lento y disperso, pero manifiesta lo mejor de la democracia, la participación (en cada asamblea local, entre el 60% y el 70 % de la militancia) y el liderazgo colectivo. Asimismo señala hasta qué punto la CUP ha interiorizado uno de los ejes de su programa político: la economia social, solidaria y cooperativa. Porque David es un referente ideológico en los movimientos sociales y el cooperativismo en la lucha contra el capitalismo, lo mismo que contra el militarismo y el patriarcado. Escuchemos a los agentes de este proceso en el siguiente reportaje del TN Televisió de Catalunya:
Por una parte tiene muy claro que el auténtico espacio de emancipación está en la calle, en el vecindario, en las empresas que constituyen el tejido económico local, en la producción sostenible y respetuosa con el medio ambiente, en los canales de distribución cortos, directos y de proximidad entre productores y consumidores, en el control social de los recursos públicos para el beneficio del conjunto de la sociedad, en la igualdad de género en relación a los derechos de ciudadanía. Tal como nos llamaba la atención entre las pocas tapas que le dejábamos comer por el incesante interrogatorio al que le sometimos, el acto revolucionario que hoy en día podemos practicar todas las personas comprometidas con el bienestar general y la igualdad de oportunidades para las clases populares es ofrecer nuestra ayuda sin pedir nada a cambio ni esperar a que nos la soliciten. Llamar a la puerta de nuestros vecinos y preguntar cómo están y si tienen alguna necesidad. Interesarnos por la situación en la que se encuentran todos nuestros conocidos, manifestarles nuestra solidaridad en el caso de padecer alguna injusticia y brindarles nuestros bienes o nuestras capacidades para aligerar sus penas y acompañarles hasta que mejoren su situación.
Por otra parte entiende que la calle tiene que entrar en las instituciones políticas, que la política municipalista, la genuina caja de herramientas de la CUP para la transformación de la sociedad hacia un sistema postcapitalista todavía por construir –pero con claros referentes, modelos y experiencias históricas en la línea de la democracia económica– tiene que contagiar la acción legislativa del Parlament, y por extensión la acción ejecutiva de la Generalitat, haciendo de la actividad parlamentaria de sus futuros diputados una caja de resonancia de su política municipalista, haciendo pedagogía política de la liberación de clase frente al sistema capitalista internacional y la oligarquía nacional, denunciando todos los casos de corrupción política conocidos y defendiendo la viabilidad de todos los proyectos empresariales del tercer sector. La consigna es alertar, denunciar y resistir, que es lo que siempre han hecho los movimientos sociales. Dicho con una metáfora del propio David, se trata de introducir un caballo de Troya dentro del Parlament para que las voces de las plazas se escuchen y espabilen de su letargo y ensimismamiento al resto de los partidos de izquierda. La única nota discordante que pongo a su programa es que no caiga en la mística revolucionaria ni en la retórica de frases incendiarias, que pueden despertar fervor pero que son vacías como las figuras de humo. Porque hay que machacar el capital con hechos, no con palabras, como demuestra cada día aquel cooperativismo que se presenta como una enmienda a la totalidad del mercado capitalista.
Sin embargo, tendrán que saber superar los dos peligros de nuestra democracia formal para un partido anticapitalista e independentista como la CUP, navegando entre Escila y Caribdis. Por un lado, el reglamento parlamentario, semejante al monstruo Escila, capaz de tragarse la visibilidad parlamentaria de la crítica política de los diputados de la CUP. Por otro lado, el espacio electoral, semejante al remolino Caribdis, capaz de hacer perder el equilibrio entre las fuerzas centrípetas hacia el nacionalismo catalán y centrífugas contra España metiendo en el mismo saco el Estado español y la cultura y lengua castellanas. En relación al primer peligro, David ya está buscando el equipo de fontaneros que encuentre la llave de paso a sus iniciativas parlamentarias. Y en relación al segundo peligro, la candidatura de David es la prueba del algodón que la diferencia de la CUP entre los partidos independentistas radica en su anticapitalismo, y por consiguiente, más allá de sus simpatías por los pueblos con identidad propia que siguen subyugados bajo sus respectivos estados, prevalece su internacionalismo de clase. No es un hecho anecdótico que casi la mitad de la militancia se declare de extrema izquierda, otro número algo inferior se declare de izquierda y sólo el 2% aproximadamente socialdemócrata, pero con un tinte tan rojo que haría sonrojar al más radical del PSC. El hecho que en el acto central de cierre de su campaña electoral hayan invitado a Juan Manuel Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda desde 1979, y que éste se sume a la vindicación de independencia para Cataluña, señala a las claras el carácter no nacionalista del independentismo de la CUP.
Naturalmente, como en toda formación política, existen numerosas sensibilidades y posicionamientos personales más allá de los acuerdos alcanzados en las asambleas. Yo mismo tengo amigos que simpatizan con la CUP que no leen lo que escribo por el simple hecho de estar en castellano. Pero algo ha cambiado en el imaginario colectivo de los militantes de este partido para que el candidato más votado en las 100 asambleas locales que han llegado a constituir sea David Fernández, por delante de sus líderes históricos. Con su elección se hace patente que la voluntad de liberación de clase corre en paralelo a la voluntad de liberación nacional, formando un binomio indisoluble, tomando distancias, de este modo, con respecto al pragmatismo de la hoja de ruta de la Assemblea Nacional Catalana. Y que la marca que distingue esta creciente fuerza política es la emancipación económica y no el debate identitario. Una línea estrategia que no impide, por otra parte, seguir reivindicando la identidad cultural de los Països Catalans, una reivindicación, por cierto, que la Constitución Española de 1978 tuvo bien presente y contra la que se redactó el artículo 145.1 en el que se declara la prohibición de federación entre Comunidades Autónomas. Pero la inconstitucionalidad de esta legítima reivindicación entre pueblos que comparten una misma lengua e historia no puede frenar la voluntad de esos mismos pueblos a unirse. Y si esta voluntad está hoy debilitada es por la violenta presión del nacionalismo español en comunidades como Valencia y las Islas Baleares. Es suficientemente significativo el siguiente dato: mientras que en Cataluña hay registrados 21 alumnos cuyas famílias se niegan a que estudien en catalán, en Valencia del 55% de la población escolar que solicita estudiar en valenciano, sólo el 33% puede hacerlo. Así, de los 140.000 alumnos que en Primaria estudian en valenciano, 80.000 no pueden continuar en esta lengua cuando pasan a Secundaria (Fuente: Levante-EMV.com). Hablando en plata, que el PP se pasa por el forro la Constitución Española por lo que toca a los derechos lingüísticos de los ciudadanos. Y después se presentan como valedores de esos mismos derechos y en nombre de la libertad, como el ministro de Deseducación José Ignacio Wert, en un ejercicio del más execrable cinismo, cuando declara la intención del gobierno del PP de “españolizar a los alumnos catalanes”, el último reducto hostil a su imperialismo lingüístico y cultural.
Realmente con un candidato como David Fernández algo se está moviendo en el espacio independentista catalán para que unos cuantos electores como el que aquí escribe, indiferentes al independentismo y a las organizaciones políticas que han precedido a la CUP, ahora vean en esta organización una opción necesaria para el cambio de cultura política de nuestro país. Con la CUP que encabeza David Fernández se abre paso el oxímoron político, la mejor manera de desplazar las inercias de la vida política y superar los viejos credos ideológicos. Hace poco ví una bandera estelada que en lugar de la estrella roja tenía una ñ (sic). En este mismo blog del club pobrelberg se habla a favor del proceso de independencia de Cataluña en castellano. Y el mismo David, de lengua materna castellana, con raices en Benavente, Zamora, tierra de comuneros, es el portavoz independiente de un renovado independentismo de izquierdas sin complejos y en síntesis permanente de sus contradicciones. Lo único que no cambia es la ambición por ser dueños del propio destino, de querer lo que siempre ha sido nuestro, pero que nos ha sido arrebatado por la fuerza. Y que muchos intelectuales españoles que han encontrado en Cataluña un país de adopción omiten incomprensiblemente. No conozco mejor argumento que la siguiente canción de Ovidi Montllor, cuyo texto me parece ahora profético:
La unitat cultural dels Països Catalans (que a més hauria de ser política) és així com una veritat incontestable? València no es capaç de ser subjecte cultural i polític per ella mateixa? És per culpa d’Espanya que València no siga la huitena vegueria?
No entenc molt bé la seua retòrica de no-nacionalisme i a la vegada pancatalanisme. És evident que a Catalunya hi ha un sentir clar majoritari de ser nació (per a la majoria la nació es circumscriu només a la CAC). A València el sentir majoritari és el de ser regió espanyola, però després trobem un fort sentir regional fort (proto-nacional) en moltíssima població, sentiment delimitat en el territori que va des d’Oriola a Vinaròs. El nacionalisme valencià encara no ha tingut l’oportunitat de mostrar-se descontextualitzat o oposat al pancatalanisme. Igual els valencians del carrer ens donaven una sorpresa.
PD: Senc tocar tant de gairó el tema del post, però alguns tenim massa sensibilitat per a certs temes i sentim que ningú ens té en compte.
Holes,
Sí a tot. De fet, la única forma viable de fer realitat el projecte de PPCC és amb un estat no federal, sinó molt federal, i evidentment amb dret d’autodeterminació pel PV. Vaja, que davant la disjuntiva regió espanyola- regió catalana, lo seu serà apostar per un Estat Valencià.
Salutacions,
Lo SupreMe,
la concepció dels Països Catalans és (o no serà mai) irreductiblement confederal. Una abraçada via Alcoi.
David, en eixe sentit a la CUP hi ha MOLTÍSSIMA faena a fer. Repeteix això en una Assemblea Nacional i mig auditori (si entén mínimament què has volgut dir) és probable que t’acace a pedrades. El jacobinisme s’amaga molt eficaçment segons en quins sectors.
Realmente interesante. Yo, que nunca fui ni seré independentista, sí que creía que una ruptura con España sería buena si contábamos con un proyecto que en España parece ser que nunca tendría cabida, el de la igualdad y justicia social. Y la CUP parecen traer eso. Es importante que, si el panorama político y la sociedad catalana quieren navegar hacia la independencia, votemos al partido que lleva un programa detrás de la bandera. CiU lleva una bandera pirata escondida detrás, los huesos y la calavera de la muerte asoman entre las barras de la senyera. Creo que la CUP puede ser la formación tapada de la izquierda en estas elecciones, ante la traición a sus siglas de ERC, el buenismo de ICV o la autoimplosión del PSC.
Por si es de su interés, sepan que puede referenciar un vídeo de ‘can tube’ tal que asín: http://www.youtube.com/watch?v=H3mDLVRdFXE#t=66m40s
los parámetros finales indican que el reproductor debe empezar en el minuto 66 con 40 segundos para ir directos al cantito de Ovidi Montllor.
Tengan un buen día.
Muchas gracias. Resuelves un problema molesto para el lector.
Hi ha algunes coses que dius que no sóbn ben bé certes
Hi ha alcaldes i regidors de la CUP que cobren 1600 euros, no 950, les coses com siguin
No és cert que el David fos el candidat més votat, es va fer una llista amb uns equilibris i negociacions, i el fet que ell fos ‘independent’ li va permetre quedar a dalt, en no ser ‘castigat’ per cap sector.
Tampoc és real aquest ‘independentisme en castellà’ a dins al CUP, la grandíssima majoria -per no dir tota- de la militància de la CUP defensa el català com a llengua pròpia i oficial del país i és contrària al bilingüisme, ningú comparteix els recents gestos de Junqueras i Mas de cedir en la qüestió lingüística. Ser radicalment d’esquerres no suposa per a la militància cap ‘moderació’ en aquestes qüestions lingüístiques i d’identitat, sent tanmateix molts d’ells fills de l’immigració dels 60. Això és així. Altra cosa és que sigui una visió de la identitat catalana més mestissa i popular, ben diferent de la barretina i la moreneta, però en el tema lingüístic no es fan concessions.
Per saber què pensa la gent de la CUP, el mateix David i en Julià de Jòdar tenen un blog on els van entrevistant:
http://blocs.mesvilaweb.cat/copdecup
Gràcies pels aclariments. Quan un generalitza, com en el tema dels sous dels càrrecs electes, és fàcil equivocar-se. I pel que fa al procés que va conduir a l’elecció de David Fernández ho ignorava, i el mateix David, per prudència, no va dir gens ni mica. No obstant això, em sembla que he generat alguna classe de malentès pel que toca a l’ús del castellà en relació a la CUP. Tot el que dius és cert i ningú ho pot posar en dubte. El que jo deia és que uns quants electors, com és el meu cas, que habitualment usem el castellà i que mai ens hem declarat independentistes, ara veiem en la CUP la millor opció electoral. El que volia dir és que amb un candidat com el David no tenim cap reserva, perquè ens mereix tota la confiança. Si la superació del capitalisme passa per la independència de Catalunya, doncs benvinguda sigui aquesta. A la gent d’esquerra llibertària no els interessen els estats, sinó la seva desaparició. Podem començar amb l’estat espanyol. Fins aquí coincidim. Però quan tinguem el català, per a nosaltres la lluita continua, tret que tu creguis haver arribat al millor dels mons possibles. Per un anarquista com jo les veritats polítiques m’avorreixen, perquè paralitzen el pensament i l’acció emancipatòria. I en el fons, es tracta d’això, oi? O no?
Pues sin saber cifras concretas diría que eso de que cobran 950€ es más la excepción que la regla. Mayoritariamente lo que se cobra como concejal no lo cobra al concejal sino que se dona al grupo municipal (la CUP de cada municipio), así que la mayoría de concejales de la CUP no ve ni un duro. Por supuesto que existen casos en que el concejal cobra, pero por regla general suele deberse a que la dedicación como concejal le impide tener la jornada laboral que le tocaría si no fuera cargo electo.
Gracias por esta puntualización. Confirmas mi primera impresión y la pobre información que tenía. Con lo que nos dices, aumenta todavía más mi respeto por la gente de la CUP. Y aprovecho la ocasión para decir que es una pena que su acción política apenas llegue a la opinión pública. Estos últimos días me ha sorprendido comprobar que algunos/as amigos/as con cultura política no sabían nada de la CUP, comenzando por las siglas. Hará falta un gran esfuerzo por todos los militantes y simpatizantes para que la conozcan otros que los ya convencidos.
Cero, totalmente de acuerdo. La CUP la conocen muy poco, incluso gente politizada, y ése será su mayor hándicap cara a las autonómicas (la publicidad que le está haciendo La Vanguardia es impagable).
Pero… la conocen poco en la capital. En ciudades «comarcales»: Mataró, Vic, Vilafranca… sí los conocen un poco más. Pero, claro, eso son chocolate del loro comparado con el premio gordo.
Pero con el sistema de tiempos de TV que tenemos (y que no tenía ya ningún sentido y lo tiene menos ahora que los que se presentan sólo son los que han sido avalados), poco pueden confiar en ese medio para ganar visibilidad.
sí, de fet sí que es tracta d’això 😉
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Em temo que ara mateix ni valencians ni mallorquins no estan massa per a això dels PPCC. De fet, és una idea que la majoria de la societat valenciana, ara mateix, troba ofensiva, no veuen la gràcia de substituir Madrid per Barcelona, per més promeses de «federalisme» o «confederalisme» que facin.
D’altra banda, seria interessant saber com pensen evolucionar cap al seu sistema post-capitalista. Si s’ha de fer a base de confiscacions, expropiacions i, en definitiva, amb uns mètodes més propis del castrisme (perque és evident que hi ha molta gent que hi estarà en contra), pleguem… La veritat, si al final tot s’acaba substituint la Audiencia Nacional pel Tribunal del Poble, no hi veig la gràcia.
Entenc, Lluís, els teus dubtes al voltant d’un sistema post-capitalista. Però no comparteixo la teva simplificació en la seva realització. Si et sembla bé, perquè fins i tot per discutir s’ha de partir d’alguns elements comuns, et llegeixes una ressenya que vaig publicar (a la revista Iglesia Viva, nº 248) del llibre «Democràcia Econòmica» (Icaria, 2011), del qual sóc coautor, juntament amb altres companys d’aquest bloc, i continuem la nostra conversa. I que consti que parlo en el meu nom. Pel que fa a la gent de la CUP pots saber el que pensen en el llibre que acaba de sortir «Cop de CUP» del que és coautor David Fernández.
UN MUNDO SIN CAPITALISMO, TAN POSIBLE COMO NECESARIO
Comín i Oliveres, Antoni, y Gervasoni i Vila, Luca (coordinadores), Democracia económica. Hacia una alternativa al capitalismo. Traducción de Félix Pardio Vallejo. Icaria, Barcelona, 2009, 542 págs.
Hasta hace sólo unos años la mayor parte de la población de los países occidentales había sido cautivada por la creencia que vivían en el mejor de los mundos posibles. El número de personas ricas no dejaba de crecer así como aumentaba el deseo de las clases populares y medias por llegar a ser rico. Pero el último sueño de Occidente acabó de repente con dos hechos de consecuencias globales. Primero con los atentados del 11 de septiembre de 2001 y después con el crack financiero del 19 de septiembre de 2008, ambos producidos en los EEUU. Nos despertamos de golpe en un mundo que tenía más de una dimensión política y económica, que no era tan homogéneo y seguro como nos habían hecho creer. Y se empezaron a oir voces, cada vez más fuertes y numerosas, que afirmaban que el actual sistema capitalista no puede dar ninguna solución satisfàctoria para el común de las personas sino, todo lo contrario, que es la fuente de los problemas que vivimos hoy en día. Las revueltas populares que se empezaron a suceder en todo el mundo contra la guerra, de una parte, y por otra parte, contra las políticas neoliberales, exigían un cambio de modelo, coincidiendo en esta vindicación los movimientos antibelicista y antiglobalización. Pues bien. El libro Democracia económica, ideado por un grupo de personas de Barcelona reunidos entorno al Proyecto Democracia Económica, recoge aquel testigo de “otro mundo es posible” y pretende ofrecer una alternativa real, concreta, práctica y plausible al sistema capitalista, participando de esta manera, con determinación, en el movimiento altermundialista.
Este libro se publicó por primera vez en catalán a principios del año 2009. El hecho que se agotase esta primera edición y que tuviera una buena acogida por parte del público empujó a sus coordinadores a trabajar en una segunda edición, pero esta vez pensando en un público más amplio, por lo que decidieron su traducción al castellano. El libro se parece a una obra coral porque reúne las voces de veinticinco autores, además de la de un autor colectivo bajo el nombre Proyecto Democracia Económica. Unos autores de diversa procedencia profesional que presentan una gran cantidad de instrumentos conceptuales y experiencias sociales, políticas y económicas para argumentar una idea simple pero llena de fuerza: la alternativa al capitalismo mediante la democracia económica no es tan sólo posible, sino que es del todo necesaria para avanzar hacia una sociedad más justa que la actual. Para desarrollar esta idea, el libro se organiza en los VIII capítulos siguientes: I. Capitalismo y justicia; II. La democracia económica; III. El cooperativismo; IV. El sindicalismo; V. La banca ética; VI. El consumo responsable; VII. El mercado social, y VIII. La democracia global. De cada uno de estos capítulos hablaremos enseguida. Pero antes quiero llamar la atención del lector sobre el principio y el final del libro.
El Prólogo a la segunda edición está escrito por Ignacio Ramonet, quien manifiesta una completa afinidad con el modelo de democracia económica propuesto en el libro que aquí reseñamos, en tanto que valora positivamente el realismo y la factibilidad de su alternativa al capitalismo. Tal como nos dice al final de su escrito, en el que analiza las brutales consecuencias de la crisis económica para la clase trabajadora desde su irrupción en el otoño de 2008, este libro «no es un enésimo manual de la revolución socialista ideal, pero es un libro revolucionario porque demuestra que sí podemos cambiar la ética y la práctica económicas, al margen de las leyes del capitalismo» (p. 18). Ciertamente, si tuviéramos que destacar la principal contribución de este libro ésta no sería otra que la de ofrecer, y me permito aquí una licencia bíblica, la buena notícia que es posible la utopía sin apocalipsis. A lo largo de sus páginas se encuentra algo más que alimento para la esperanza, consuelo para la indiganción por las injusticias que causa el capitalismo. Lo que aquí se encuentra son propuestas concretas y prácticas para la sustitución del capitalismo como sistema social dominante, al mismo tiempo que se logra conjurar las falsas profecias del final de la historia. Que el capitalismo desaparezca es sólo cuestión de tiempo, como cualquier otra creación humana, pero es nuestra responsabilidad moral acortar su existencia si ésta se construye sobre la injusticia social, y por extensión sobre la negación de los valores éticos universales que encontramos en el patrimonio común de los grandes relatos religiosos, entre los que tenemos en Occidente a los evangelios.
Por otra parte, en el Prólogo a la primera edición, Joan Subirats ya señaló con claridad y concisión los aportes y la utilidad del libro. Por un lado, subraya el cambio de paradigma político-económico que defiende la democracia económica aquí propuesta al vindicar la cooperación y la solidaridad por encima del individualismo y la competitividad, en la medida que se pretende superar la economía mercantil a favor de la economía social y cooperativa. Así mismo, señala el núcleo ideológico de esta propuesta que consiste en poner el capital al servicio de las personas y no al revés, como hasta ahora ha venido sucediendo. Para Subirats la principal aportación de este libro es pensar la democracia económica como el objeto de la justicia, lo que lleva a anteponer la democracia como sistema político al capitalismo como sistema económico. Por lo demás, nos llama la atención sobre las posibilidades, propuestas y proyectos que abre el libro, en la medida que permite “recuperar una agenda de investigación, de formación y de reflexión colectiva”(p. 18), una agenda que lamentablemente no es frecuente en nuestro tiempo.
El Epílogo, que tiene por título «El socialismo de los ciudadanos», y que está firmado colectivamente por el grupo Proyecto Democracia Económica (los integrantes del cual aparecen en la nota 1 de la p. 30), pero en el que se percibe el timbre del alma máter del grupo, Antoni Comín, considera que el ideal de una sociedad postcapitalista de “socialismo de mercado” –de cuyo modelo hablaremos más adelante–, no ha de estar ya diseñado ni realizado desde el Estado, como ha sucedido hasta ahora en la tradición socialista, sino desde los ciudadanos y la sociedad civil. Este cambio de perspectiva representa un giro copernicano en la identidad de la izquierda, porque exige abandonar la mentalidad estatista y la planificación centralizada por una nueva mentalidad emprendedora y una nueva organización y gestión del trabajo, basado en la libertad del individuo y en la autonomía de las empresas, que tiene como meta la construcción de un mercado social que desplace de su posición dominante el mercado capitalista.
La secuencia de los VIII capítulos del libro sigue un doble criterio, discursivo y dialógico. Por lo que respecta al primer criterio, hay un paso de lo más general a lo más particular. La parte general contiene el debate de la filosofía política contemporànea alrededor de la idea de justicia en relación al capitalismo (capítulo I), así como el modelo de democracia económica pensado por David Schweickart, sobre el cual se ha fundamentado la propuesta aquí presentada (capítulo II). Mientras que la parte particular contiene los siguientes aspectos: las iniciativas de los individuos en el trabajo cooperativo (capítulo III); la acción sindical para democratizar las empresas mercantiles mediante la participación de los trabajadores (capítulo IV); el ahorro privado y las inversiones sociales con criterios éticos, así como las monedas locales (capítulo V); los actos particulares de consumo conscientes y comprometidos con el bien común y el medio ambiente, así como los instrumentos que pueden permitir su generalización como las etiquetas sociales y las cláusulas sociales (capítulo VI); la integración de todas las iniciativas anteriores a través del balance social que hace posible, por un lado, el control democrático de la economía y de los mercados, y por otro lado, la emergencia de una nueva realidad económica, el mercado social, con el cual se efectúa la alternativa al capitalismo; el papel que debe desempeñar el Estado en relación al mercado social, puesto que las políticas públicas lo pueden frenar o impulsar (capítulo VII), y por último, otras iniciativas, como la renta básica y los presupostos participativos, con las cuales se consigue la profundización de la democracia participativa y la viabilidad de una globalización alternativa a la capitalista sobre criterios de sostenibilidad y justicia social (capítulo VIII). De este hilo argumental el lector encontrará una lúcida justificación en la Introducción a la primera edición del libro (pp. 31-35), donde se incluye un iluminador esquema que puede servir como guía de lectura.
De todos estos contenidos, aquí sólo puedo considerar y muy brevemente, por razones de espacio, los fundamentos teóricos expuestos en los dos primeros capítulos. Porque ante una propuesta tan revolucionaria como la de ir más allá del capitalismo siempre cabe la pregunta del por qué, y la respuesta no sólo no se puede omitir, sino que de la razonabilidad de dicha respuesta depende la credibilidad de esa propuesta. Los tres autores que reflexionan alrededor de la relación entre capitalismo y justicia, José Antonio Noguera, Fèlix Ovejero y Antoni Comín, llegan por diferentes medios argumentales a la misma conclusión: el capitalismo –el liberalismo económico del laissez faire– no satisface los requisitos de justicia social propios de una sociedad democrática, que no son otros que la libertad, la igualdad de oportunidades y la solidaridad. Cabe subrayar que David Schweickart también llegó a la misma conclusión. De ahí su búsqueda de una alternativa racional y ética al capitalismo. De hecho, su inclusión en el capítulo II con el texto titulado «Sí que hay una alternativa», en el que analiza los aportes de su modelo, presenta la democracia económica como un nuevo sistema social capaz de superar con éxito las crisis económicas, además de garantizar la justicia social y ser más compatible con la responsabilidad ecológica.
Cómo nos recuerdan los dos coordinadores del libro en su Introducción a la primera edición: «Para Schweickart la retribución que reciben los capitalistas por el solo hecho de de ser los propietarios del capital es la expresión definitiva de la injusticia distributiva del capitalismo y de su imposibilidad estructural para superarla» (p. 28). En cuanto a su modelo de democracia económica, Jordi García, Luca Gervasoni y el grupo Proyecto Democracia Económica lo analizan tanto desde la vertiente ideológica, señalando su marco conceptual, las influencias recibidas de experiencias históricas, entre las que destaca el grupo Mondragón, y los elementos definitorios, como lo analizan desde la vertiente práctica, señalando, por un lado, las alternativas ya existentes (cooperativismo, sindicalismo, banca ética y consumo responsable) que pueden confluir en este modelo y potenciarlo, y, por otro lado, señalando los escenarios de transición desde las iniciativas ciudadanas que conforman la sociedad civil. El modelo postulado por Schweickart en sus libros Against Capitalism (1993) y After Capitalism (2002), de los que únicamente se ha traducido el primero al castellano el 1997, se puede calificar de socialismo democrático y autogestionario de mercado. Plantea una planificación descentralizada de los fondos de inversión, cuya propiedad es pública y su uso está sujeto a control social. Respeta los derechos y las libertades civiles, con la excepción de los bienes productivos, cuya propiedad entiende que debe ser pública. Este modelo subsume la democracia participativa y presupone la intervención del Estado para regular las actividades mercantiles, garantizar los derechos sociales de los trabajadores y promover el desarrollo de la investigación básica en beneficio de todas las empresas.
En relación a este nuevo modelo de sistema social conviene aclarar que no persigue la abolición de una institución como la propiedad, como tampoco persigue la derogación de un derecho individual como la creación y dirección de empresas. Lo que propone es un cambio en las relaciones de poder entre los agentes sociales a fin de garantizar una economía más justa y democrática. Se trata de pensar la propiedad de los medios de producción como un bien público, como si se tratase de un recurso natural o un bien común, en relación al cual los agentes económicos son sus usufructuarios y cuyo acceso y posesión está regulado en función de los criterios de eficacia y eficencia que rigen el mercado. Dicho a la manera de Antoni Comín, se trata de desacoplar el concepto de capitalismo, como sistema social, del concepto de economía de mercado, como sistema económico. De hecho, el capitalismo y el mercado no son un binomio indisoluble como bien prueba la economía social y cooperativa.
Por lo que respecta al criterio dialógico, los dos dos coordinadores del libro han conseguido, tras solicitar a todos los autores de la primera edición una revisión y actualización de sus textos y buscar nuevos autores para enriquecer más, si cabe, el hilo argumental de esta obra, una adecuada y pertinente composición de los textos editados, logrando con ello que el lector perciba como intervenciones de un mismo diálogo alrededor de la propuesta de la democracia económica un conjunto de voces diferentes. Por otro lado, los textos interrogativos de las portadillas que separan los VIII capítulos del libro, cuyo redactado se debe a los mismos coordinadores, invitan al lector a plantearse una serie de problemas antes de abordar los respectivos capítulos, en el desarrollo de los cuales se tratará de dar respuesta, pero sin la pretensión de cerrar dogmáticamente las respectivas cuestiones, como si se tratasen de tentativas, el valor de las cuales se deja al juicio del lector. Ahora bien. La finalidad de este criterio dialògic no es sólo abrir en el lector un nuevo umbral de conciencia, sino sacudir nuestros hábitos mentales, desplazar todas nuestras obviedades, con objeto de que lleguemos a cuestionar el sistema social vigente y aceptemos de buen grado colaborar en una propuesta utópica en su fondo, la justicia social, pero realista en su forma, la democracia económica, y hoy por hoy totalmente necesaria a la vista del retroceso en derechos sociales básicos como consecuencia de la crisis económica y de los imperativos de unos gobiernos que han antepuesto en el ejercicio del poder, bajo los dictados de los mercados, unos intereses políticos a las responsabilidades morales para con sus ciudadanos.
Jo, en principi, no estic en contra de res, sempre i quan no sigui una imposició.
Que una cosa dugui l’etiqueta de «post-capitalisme» no vol dir necessàriament que funcioni millor o simplement que funcioni. Si el terme «post» simplement té un significat temporal, alternatives com el comunisme o el feixisme també es podrien considerar «post-capitalistes» i no han acabat de funcionar massa bé, especialment en l’aspecte del respecte a l’individu.
No tinc cap problema amb el cooperativismo o la banca ètica (tot al contrari), ni en que en les organitzacions s’apliquin conceptes de democràcia econòmica, sempre i quan no sigui una imposició. En el cas d’organitzacions empresarials ja existents, trobo que és molt fàcil parlar de «democratitzar-les» per reial decret, jo trobo que el millor és un sistema en el que cadascú pugui fer com cregui convenient, respectant unes normes de joc generals. Penso que el problema més gros d’aquest país no és tant l’existència d’unes normes injustes i/o absurdes sino que alguns se les poden saltar amb total impunitat.
Lluís, m’has de permetre un aclariment. El comunisme ha estat un capitalisme d’Estat i el feixisme va ser una mutació del capitalisme sota una permanent economia de guerra. Cap de les dues son «post» sinó «intra». Si t’has llegit la ressenya hauràs trobat que jo defenso una coexistència de models econòmics. En cap moment parlo d’imposició. Que guanyi el millor. El problema és que no hi ha una real igualtat d’oportunitats. Fixat només en la transferència de diners públics vers les ajudes a les empreses multinacionals. Si aquests diners es destinessin a les cooperatives segur que es creaven més llocs de treball, però no interessa enfortir un model alternatiu al capitalista que pugui resultar més eficient i beneficiós pel conjunt de la societat. Una dada per a la reflexió: a la passada I Fira d’Economia Solidària de Catalunya no es van veure representants polítics ni governants, llevat d’unes poques excepcions, com la del David Fernández. I a La Vanguardia del dilluns passat es va fer un vergonyós silenci.
Jo, bàsicament desconfio de l’ésser humà, i no crec que un model basat en la bona voluntat i l’esperit altruïsa de tots pugui arribar a funcionar mai. La majoria dels éssers humans solem ser egoïstes i mirar principalment pels nostres interessos, d’aquí també un dels motius pels quals el cooperativisme no acaba de funcionar. He vist casos en que ha anat malament, però per culpa dels gestors o dels mateixos associats, no sols per la competència del sistema capitalista tradicional.
D’altra banda, no serà el teu cas, però he llegit algunes coses que parlen d’aplicar el sistema de democràcia econòmica arreu, independentment de la voluntat de les persones.
I en alguns casos, buscant criteris d’eficiència i universalitat, sóc partidari que sigui l’Estat qui proporcioni alguns béns o serveis, fins i tot en règim de monopoli. No voldria, per exemple, que la Sanitat acabés en mans privades, per més que algunes mutualitats privades nasquessin, inicialment, com a cooperatives.
Hoy, en «bestiari il.lustrat»
Contradicciones Habituales en Discurso Cínico-Liberal (parte 1)
-Los seres humanos son egoístas y miran principalmente por su propio interés
¿Tienes hijos? ¿Y padres? ¿O familia y amigos y vida social?
-El ser humano es desconfiable (AKA «qué-coño-haces comentado-en-este-blog»)
El punto de partida más lógico para hablar sobre un modelo de sociedad. (ironía)
¿Entonces por qué no habláis únicamente de individuo y nos dejáis hablar sobre la sociedad a los que sí creemos confiable al ser humano? Pero no, el cínico-liberal habla siempre de la sociedad cuando habla del individuo, porque en el fondo lo que está haciendo es legitimar un modelo capitalista de sociedad. El problema del pobre, entonces, es que no se ha esforzado suficientemente en su individualidad. Que hay 5000 millones de tontos/incapaces en este planeta, vaya.
Próximamente (en paralelo a los comentarios de Lluís, o no necesariamente) «Contradicciones del discurso
cínico-liberal» parte 2 / serie «contradictio in terminis»
Breve adelanto:
1. ¿La DEMOcracia enconómica se puede imponer?
2.¿Cuál es el criterio cínico-liberal para distinguir una imposición legítima y otra no legítima? (Intriga, suspense, emoción!!)
No se trata de ser un cinico, sino un realista. El ser humano acostumbra a defender «lo suyo», eso es, buscar lo mejor para si mismo y para su reducido núcleo familiar/social.
No sé cuánta gente conoces que ponga el bienestar de la sociedad por el suyo propio o el de su pequeño grupo. Unos pocos son capaces de reconocer esto, pero la mayoría prefieren escudarse en la palabrería grandilocuente, hablando de grandes soluciones y magníficas teorías para enmascarar el hecho que, en su vida privada, no hacen nada. Por lo menos, los cínicos no son tan hipócritas.
Por lo demás, no sé qué entiendes por liberal. Creo que a la gente le ha dado por confundir el liberalismo económico con el político, yo con el primero comulgo más bien poco, con el segundo, no.
Yo no soy el que habla de imponer a nadie la democracia económica o el capitalismo salvaje. Simplemente, me gustaría creer en la influencia benefactora del Estado como regulador, pero tampoco es que acabe de funcionar demasiado bien, por lo menos en el sentido que es un modelo que muestra demasiadas imperfecciones y que podría funcionar mucho mejor de lo que hace, pero creo que eliminarlo totalmente todavía será peor, y hasta la fecha no he visto modelos alternativos que funcionen mejor, por lo menos que se puedan aplicar de forma general. Y tú tampoco, por más que digas.
Lluís, per una banda insisteixes que estàs en contra de qualsevol norma que sigui una imposició i després dius que el problema d’aquest país està en que alguns se salten les normes amb total impunitat? O bé consideres que aquesta gent se salta les normes contra la seva voluntat o les normes que consideraves justes són de fet una imposició… O és que la teva regla s’aplica només per les normes que tu consideres que no són una imposició?
Penso que si vols ja m’has entès.
Per sort o per desgràcia, vivim en una societat i cal establir una sèrie de normes. Aquestes normes les pot dictar un führer, una minoria qualificada estil Consell de Guàrdies de la Revolució o una majoria després d’un debat de necessitats i opcions possibles. Suposo que tot serà una «imposició», però si ve d’un sistema democràtic la considero legítima, les altres no ho són.