Hace dos noches, miércoles 10 de octubre, los partícipes del club pobrelberg -y digo partícipes y no miembros porque esta palabra no me gusta nada, me suena a comité central, gobierno o claustro-, volvieron a reunirse para cenar con su invitado Pere Pugès i Dorca, del Secretariado de la Assemblea Nacional Catalana (ANC). El encuentro se celebró en el restaurante del Centre Moral i Instructiu de Gràcia, cuyo origen responde a la voluntad de educar a la clase trabajadora, lo que hace de él un adecuado escenario para el debate sobre el proceso soberanista y la emancipación económica. Pere Pugès es arquitecto, una profesión en vías de extinción en el país de los tochos -en su sentido denotativo y connotativo-, pero que sin lugar a dudas le ha servido para diseñar con orden geométrico -demasiado noucentista para mi gusto- la Hoja de ruta de la ANC.
Mientras corrían las tapas y las cañas, Pere nos relató con un tono más épico que lírico los inicios de la ANC. Su relato me evoca ahora uno de los ensayos del libro de Josep Ferrarter Mora, Les formes de vida catalana (1944) en el que se destacaba, como hecho diferencial de nuestro pensamiento, el “seny”, la mesura y la ironía. Reunir a cerca de cuarenta actores principales del independentismo catalán, muchos de ellos enemistados por las tribulaciones de sus respectivas tribus ideológicas, y alcanzar un consenso en una Hoja de ruta no fue tarea fácil y fue, de hecho, la verdadera prueba de fuego de la ANC. De ahí a la marcha sobre Barcelona del pasado 11 de septiembre hubo un discreto y abnegado trabajo de consolidación en todos los municipios catalanes, con algunas notables excepciones, como es el caso de Llavaneres, cuya gran contribución nacional ha sido la lengua chava. El objetivo de esta marcha, cuyo lema fue “L’11 de setembre marxem sobre Barcelona” era que la capital catalana ejerciera como tal ante la presión multitudinària de las gentes venidas de todos los puntos del país, salvo de Llavaneres, con perdón de nuestro compañero chava llamado «cuscús». Existe un simpático anuncio en formato publicitario “Estrella Damm” que animaba a dejar el país como en la película de ficción “El día después”:
La cosa empezó a animarse cuando al compañero Guillem se le hinchó la vena libertària y al compañero Ton el anhelo de infinito del movimiento 15-M. Fue entonces cuando se confrontaron las dos visiones del proceso de independencia. Para Pere Pugès, en la línea de Josep Ferrer, autor de “Per l’alliberament nacional i de classe” (1978), se establece un binomio indisoluble entre la liberación nacional y la liberación de clase, aunque llegó a confesar que si esto último no se produce, entonces se exilia al caribe. Pero como todos no cabríamos allí ni tampoco podríamos pagar el vuelo de la compañía AIRCATALONIA presidida por el ya dimitido Artus Mas, tal vez exista una fórmula alternativa, con el mismo principio activo -el independentismo-, pero con precio de genérico –sin Estado propio, es decir, de propiedad de la burguesía-. Menos mal que ya nos habíamos comido las tortillas de patatas y de verduras, porque si no hubieran hecho las veces de tartas de nata. Nosotros, como buenos anarquistas, mantuvimos prietas las filas con disciplina estoica. Pero Pere estuvo tentado de romper la baraja y dar por concluido el diálogo por considerarlo más propio de besugos del cantábrico que de anchoas de la escala. Para él, es una quimera la libertad de las clases populares catalanas sin un Estado propio. Ahora no toca, llegó a declarar, hablar de revolución social, porque dividiría la ANC y sería un obstáculo insalvable para la independencia de Cataluña. En su opinión, son las fuerzas de izquierda las que tienen que dar la eficiencia revolucionaria al proceso de independencia y al diseño institucional del Estado catalán. Si las urnas les dan los votos suficientes, entonces estará en sus manos la construcción de un estado socialista.
Si hay algo que a un anarquista le da grima es precisamente la patria, el Estado y la autoridad política. No nos creemos ya el relato de la tierra prometida. Y menos cuando la realización de un fin exige la abstracción de los medios. Cataluña será tierra de libertad no porque un nuevo e ilustrado directorio conceda a las clases populares un nuevo reparto de derechos con una nueva Constitución y Ciudadanía, sino porque esas mismas clases populares, a través de los medios de producción, se emancipen de cualquier forma de dominación económica. Como sólo me represento a mí cuando hablo -no entiendo como el pensamiento de uno puede representar al resto-, por lo que a mí respecta me convence más el relato libertario de Ivan Miró expuesto en su reciente artículo publicado en la Directa “Independència: més enllà d’un estat propi”. No sé de ningún banco que conforme cheques firmados en blanco, y no es de recibo que un gobierno como el de Artur Mas, que enarbola ahora la causa de la ANC, y cómplice con quienes nos han metido hasta el cuello en la peor crisis económica que hemos vivido, nos pida un acto de fe. No niego la buena fe de esos nuevos apóstoles de la independencia como Pere Pugès. Pero los que viven de las banderas -como nos advierte el neurocientífico Daniel Dennett en una estupenda entrevista publicada ayer (jueves 11 de octubre) bajo el título “La patria y la religión son estupendas si no te las crees”-siempre que nos hablan de patria terminan pidiéndonos dinero para que sigan viviendo mejor que nosotros.
Lo que es una evidencia es que el 11 de septiembre pasado cerca de un millón y medio de catalanes marcharon sobre Barcelona, para sorpresa de la misma ANC, pero no para un Felip Puig, en cuya mesa de posibles escenarios se contemplaba esta posibilidad. Todos los que estábamos en esta marcha teníamos muy claro el lema de la convocatoria. Pero no está tan claro ni son tan conscientes los motivos que nos empujaron a ocupar el centro de Barcelona, que en el imaginario colectivo representaba toda Cataluña. Las personas necesitamos visiones de futuro, promesas y esperanzas. Es nuestra particular manera de vivir y de adaptarnos al medio, de superar los problemas que nos vamos encontrando. En el actual contexto de crisis, y con un nivel tan bajo de inteligencia política como el del PP, las emociones marcan el paso de las razones. Y de perdidos al río, cuando son tan grandes los problemas que padece la mayoría de la población, como el paro, la mera subsistencia y la degradación de la salud y la educación públicas, ya nos da igual otro problema más, como el día después de la independencia.
Ciertamente la pasión nos mueve, pero no hay que olvidar que la razón es la que debe guiar nuestros pasos. De lo contrario, es fácil pasar de una jaula de burdo alambre a otra de fina marquetería. A muchos nos mueve la necesidad de hacer algo, de participar en un cambio en el actual escenario económico y político que ignora nuestras legítimas aspiraciones. La independencia de Cataluña ya no es una utopia, sino una posibilidad a nuestro alcance. Aquí nos encontraremos todos. Pero considero que es una necedad suponer que la simple existencia de un Estado catalán comportará unas mejores condiciones de vida de las clases trabajadoras, sobre todo con unos gobernantes como los de CiU, que nunca han manifestado ninguna sensibilidad social por las clases populares. En este sentido, puede ser tentadora una propuesta de un frente electoral de izquierdas independentista, como la anunciada por la CUP d’Arenys de Munt, a través de su alcalde Josep Manel Ximenis. Pero no podemos olvidar que la crisis que vivimos también es de representación política. Que nuestro sistema político ha sido un colaborador necesario para la quiebra del Estado de bienestar, así como el principal obstáculo para la transformación de nuestro sistema social hacia una mayor justicia social. Que sus actuales actores necesitan un nuevo relato para purificarse y redimirse ante la opinión pública. Que el poder siempre se funda en mitos acerca del comienzo. En el Estado español postfranquista el mito fundacional fue la Cultura de la Transición. ¿Cuál será el nuevo mito fundacional de una Cataluña independiente? De nuestra inteligencia social depende.
Querido Cero.
Estoy muy de acuerdo con el análisis que haces de la pre-campaña electoral clarísimamente iniciada y auspiciada por los dirigentes [sic] que ahora nos ‘gobiernan’, por decirlo de forma políticamente correcta. Coincido contigo en que las razones de que más de un millón de catalanes salieran a la calle el 11-S no debe interpretarse en clave exclusivamente independentista, y menos, como está haciendo nuestro excelentísimo ilustrísimo President More, como un espaldarazo a su así llamada ‘política’, que en realidad tanto se parece a la del PP. Como ahora le conviene, y siendo lo que siempre ha sido, un transformista, se viste underwear independentista y aprovecha el tirón del 11-S de forma ilegítima para prometer un orgásmico referéndum sobre la autodeterminación -condicionado, eso sí, a salir elegido en el MissCatalunya del 25N- y prometiendo el oro y el moro -o en forma catalana, por si alguien se siente no representado por esta catalana que suscribe, la lluna en un cove.
Hay crispación social, hay pobreza, hay degradación y explotación, hay humillación diariamente por todos los políticos [sic] de uno y otro y otro partido, y eso genera un caldo de cultivo idóneo para un movimiento de rebelión. La gente sale a la calle no para abanderar a President More y sus acólitos, sino para pedirles pan. More ya se ha encargado ladinamente de igualar pan = independencia en la conciencia de las gentes, y por tanto atribuirse él el mérito de las movilizaciones. Pero esa es una gran mentira. La independencia es una pretensión muy legítima, pero que no se crea nadie que lo que mueve a Mas es la preocupación o la piedad por la gente de a pie, ni se crea tampoco sus ladinas ecuaciones. Ni a él ni a ningún otro representante [sic] es eso lo que les mueve. Hace 2 días supe que uno de los senadores catalanes en la última sesión semanal hizo esta pregunta a la cámara: ¿cree el gobierno [español] que el crecimiento de la pretensión independentista en Catalunya está relacionado con las reformas que Wert está prometiendo en el sistema educativo? Se puede decir más alto pero no más claro: ese es el verdadero interés de los políticos [sic]: colgarse medallitas y, a poder ser, robárselas al vecino.
Tengamos todos presente, por favor, que todo lo que sube, baja; y también la tristeza postorgásmica: el desgaste energético tiene sus consecuencias, no todas positivas a pesar de las endorfinas.
Respondiendo a tu última pregunta, sea lo que sea lo que venga, será la CTN, y ya hace tiempo que está en marcha. En mi opinión ha habido demasiada indulgencia con ella. Cosa esta (la indulgencia) que no se puede decir que tuviera el nuevo independentismo (más de derechas que el de toda la vida, snif) con el 15m, ¿recordáis?. Las pruebas son apabullantes. Hubo quién miró hacia el otro lado, entonces. En cualquier caso ya es demasiado tarde.
Salud!!
…Y bién por Guillem! Qué cojones.
M’ ha agradat molt, Fèlix
Cero, ¿te has parado a pensar, sin embargo en los puntos de contacto que tienen el nacionalismo catalán actual con el anarquismo?
Simplificando mucho (y abusando de los conceptos un rato largo), el tan manido «déficit fiscal» llevado al extremo implica la desaparición del estado. En efecto, si Cataluña se quiere que se elimine la diferencia entre lo que paga y lo que recibe, lo mismo puede decir el barrio de Sarrià (o el pueblo de Matadepera). Llevando esto al extremo, cada individuo puede pedir la eliminación de dicha diferencia (obviamente, lo pedirán los individuos a quienes les salga a cuenta). Bien, a mi parecer, la manera más fácil de hacerlo es dejando todas las cantidades a cero: cero impuestos, cero servicios, cero estado. Ergo, cero déficit.
Claro que se crea un problema de seguridad pública importante. Pero, vamos, quitando este detalle, nos aproximamos bastante a un estado de libertad absoluta. Habría que ver como lo hacemos para caer en el equilibrio bueno.
Esta vez, CusCus, te has pasado. No puedo imaginarme llamando a Felip Puig compañero, ni tampoco con una Orsini bajo la chaqueta entrando en una Delegación de Hacienda. Realmente los de Llavaneres tenéis estilo. Llamar «detalle» a la demolición del prinicipio de justicia social es como llamar «anécdota» a seccionar la aorta en una operación de anginas. En la próxima cena me siento a tu lado para aprender la nueva psicodelia anarquista.
Gracias por lo del estilo, Cero. La próxima vez hasta me traigo las gafas de pasta.
Obvio que lo que dije era una boutade e intenté clarificarlo en la última frase: ¿como caemos en el equilibrio bueno? Asumiendo que haya 2 equilibrios en una zona sin estado (el caos absoluto o el paraíso donde el pueblo ha ocupado los huecos que el estado ha liberado). Cómo lo hacemos para ir a parar al segundo es lo que me interesa.
Fíjate que el proceso de demolición de estado ya empezó (aunque reforzando la parte represora, sin embargo). Y el proceso de expropiación de esos huecos por parte de unas élites, también. Y eso quedó patéticamente claro con Pere Pugés, como bien describes. Hablar del modelo de estado en una Cataluña independiente, «ara no toca».
Gracias CusCus por la aclaración. Ahora no sólo me llega la música sino también la letra. Suscribo tus observaciones sobre el excesivo aparato estatal. Las izquierdas siempre han tenido un problema con el estatismo. Han confundido los derechos sobre bienes comunes o públicos con su gestión. Si hay una efectiva regulación en la asignación de los recursos públicos, la sociedad civil y las iniciativas particulares pueden contribuir positivamente al progreso social. El mercado social lo demuestra cada día.
Estupendo artículo.
Quisiera recordar que en el caso de independencia, se debería tener en consideración lo sucedido en Islandia que, por motivos en algunos casos coincidentes, ha necesitado una nueva constitución.
Y pensando en ello, me viene a la mente la idea de que esto va a ser mucho más difícil en Catalunya que en Islandia. No solamente por el contexto social, la falta de un estado independiente se lo va a poner fácil a UE, que va a poner todos los impedimentos posibles a que un estado independiente catalán haga reformas de ese calado. Vaya, algo parecido a lo que le sucedió a la fenecida república española.