SÍ, NOS JODEMOS. SOBRE LA BELLEZA DE JODERNOS

Somos absolutamente frágiles. Tanto que nos han metido en barcos y en trenes y nos han trasladado como ganado. Nos han hecho trabajar en fábricas, o nos han despedido de ellas. Nos han obligado a dormir o a despertarnos. Han hecho jabón con nosotros. Pero nos jodemos. Posiblemente, es lo que mejor sabemos hacer. Somos frágiles, nos vemos, reconocemos nuestra fragilidad y nos jodemos. Nos olemos el cabello. Y nos jodemos. Nos comemos los labios. Y nos jodemos. Nos acariciamos. Nos encerramos en habitaciones. A veces sucede en la cocina, en un pasillo, en una portería, en el cuarto de la fotocopiadora, en el bosque, en el lavabo, en el parque. Donde deberíamos de trabajar, nos jodemos. Donde deberíamos dormir, nos jodemos. Nos jodemos sobre la mesa en la que deberíamos comer. Nos jodemos. Somos frágiles. Nos jodemos. En ocasiones a cuatro patas, mientras nos susurramos palabras a la oreja que hacen que nuestro pecho se agriete. Nos jodemos. Con fuerza y contra la pared. Contra las tapias. Nos jodemos en posiciones extrañas que hacen que nos miremos a los ojos y veamos nuestra fragilidad reflejada. Nos jodemos. Nos jodemos. Hace miles de años que nos jodemos y que empezamos a llenar un planeta de personas frágiles, que no pueden evitar joderse todo el día, mientras emiten sonidos extraños.