La democracia económica según D. Schweickart

Los partidos parlamentarios de izquierda han llegado a un grado tan alto de corrección política en cuanto a los modelos de sistema social que defienden, que volver a decir lo que se decía en los orígenes de la tradición socialista parece original. Estos mismos partidos han desplazado de sus agendas la búsqueda de alternativas al capitalismo por su hibridación en el mismo, compitiendo con los partidos liberales y conservadores en la colaboración con las élites económicas. Por este motivo, una propuesta como la democracia económica es una buena noticia, sobre todo cuando sus defensores creen en la viabilidad de una alternativa al capitalismo que armoniza los antiguos ideales de libertad, igualdad y justicia social con el moderno criterio de la eficiencia económica.

Contra el pensamiento neoliberal que afirma que no hay alternativas al capitalismo, una propuesta como la democracia económica defendida por David Schwickart, matemático y pensador norteamericano, en sus libros Against Capitalism (1993), traducido al castellano en 1997 con el título Más allá del capitalismo, y After Capitalism (2002), pretende demostrar que sí que hay una alternativa, que el cambio de sistema es hoy en día tan posible como necesario, que desde el punto de vista discursivo es coherente y que la transición a este nuevo modelo social desde el capitalismo es viable.

Este modelo se puede calificar de socialismo democrático y autogestionario de mercado. Plantea una planificación descentralizada de los fondos de inversión, la propiedad de las cuales considera que tiene que ser pública, y entiende que su uso tiene que estar sujeta a control social, con objeto de evitar la economía especulativa y sus ciclos de crisis económica. El diseño de este nuevo sistema financiero, conviene subrayar, es una de las aportaciones más rupturistas de Schweickart en relación a las practicas bancarias y de los mercados de valores actuales, en la medida que defiende que los criterios de inversión del capital contemplen los principios básicos de la justicia social y su elección se logre por vías democráticas, es decir, que no respondan a la lógica de la acumulación del capital y de la maximización de los beneficios al margen de los intereses del conjunto de la población. De hecho, su propuesta tiene muchas afinidades con el diseño institucional de la banca ética, si bien no admite la coexistencia con un sistema financiero capitalista basado en la especulación y la rentabilidad financiera de las inversiones del capital.

Por otra parte, este nuevo modelo de sistema social respeta los derechos y las libertades civiles con la excepción de los relativos a los medios de producción, la propiedad de los cuales también considera que tiene que ser pública. Este modelo se construye en base a la democracia participativa y presupone la intervención del Estado para regular las actividades mercantiles, garantizar los derechos sociales de los trabajadores, promover el desarrollo de la investigación básica en beneficio de todas las empresas y compatibilizar el desarrollo económico con la sostenibilidad medioambiental y la responsabilidad ecológica para con las generaciones futuras.

Pero lo que ahora me interesa destacar aquí es el realismo y la factibilidad de su alternativa, tal como se hace patente en sus supuestos:

1) “los mercados competitivos son esenciales para el funcionamiento de una economía desarrollada compleja”;

2) “es esencial tener algún tipo de coordinación democrática de los flujos de inversión con objeto de conseguir un desarrollo racional, estable y sostenible”

3) “las empresas productivas pueden ser gestionadas democráticamente con poca o ninguna pérdida de eficiencia, muy a menudo con un aumento de eficiencia y la mayor parte de las veces con mejoras importantes en seguridad laboral” (“Sí que hay una alternativa”, en Democracia Económica, Icaria, 2011, pp. 200-203).

Ciertamente, ha sido un error de perspectiva por parte de la tradición socialista poner en un mismo cajón mercado y capitalismo, empresa y propiedad privada, cuando de hecho no son unos binomios indisolubles como demuestra la economía social y cooperativa. Por otro lado, las izquierdas han caído en un estatalismo a la hora de planificar de una forma centralista la economía, dejando fuera las iniciativas privadas y la sociedad civil. Son los agentes económicos los que tienen que ejercer el control de la economía en base a la cultura democrática y el ideal de la emancipación económica. El Estado sólo tendría que acompañar y apoyar este proceso autogestionario.

La capacidad analítica de Schweickart le lleva a hacer una distinción capital para la crítica del capitalismo. Nos llama la atención sobre el hecho que el capitalismo no es de hecho una economía de mercado, sino una economía de tres mercados:

1) El mercado de bienes y servicios
2) El mercado de trabajo
3) El mercado de capital

Su modelo de democracia económica mantiene, a diferencia de la tradición socialista, el mercado de bienes y servicios, porque si se garantiza una situación de competencia perfecta sirve para regular de forma eficiente la oferta y la demanda. Además, este mercado funciona de manera democrática, en la medida que cada acto de consumo es un voto que determina la producción y el precio. Pero para garantizar esta competencia perfecta hace falta, por un lado, una disposición equitativa del capital por parte de los emprendedores y de las empresas, y por otra parte, una distribución equitativa de ingresos entre los trabajadores que les permitan adquirir los bienes para satisfacer sus necesidades materiales y culturales. De hecho, no es tan importante para regular el mercado de bienes y servicios unos ingresos elevados, sino unos precios moderados que permitan su consumo, así como unas empresas socialmente responsables que produzcan todo aquello que cubra las necesidades vitales y que las personas tienen derecho a consumir.

Por el contrario, su modelo sustituye los mercados de trabajo y capital por organizaciones e instituciones democráticas. Así, considera legítimo que los trabajadores tengan el poder por la autogestión de las empresas, el mismo que la ciudadanía por el control social de las inversiones.

En cuanto a las empresas, Schweickart no las define como un conjunto de factores productivos, sino como unas comunidades políticas que tienen como regla principal «una persona, un voto». Así mismo, tampoco define los ingresos de los trabajadores como salarios, sino como participaciones en los beneficios, al entender que los salarios no son costes, sino la diferencia entre los ingresos por ventas y los costes de la mano de obra indirecta. De este modo, no se concibe ni la empresa ni el trabajador como mercancías, a las cuales se las pueda asignar un precio.

En cuanto a las inversiones, lo que más llama la atención es la supresión de los bancos privados de inversión y de los mercados de valores. Toda la financiación de la economía productiva procede de una banca pública, la cual se alimenta de los impuestos sobre el capital. Schweickart distingue tres componentes:

1) El fondo de inversión nacional no lo generan los ahorros privados, sino los impuestos sobre el valor de los activos del patrimonio de cada empresa, como si se tratara del importe de un arrendamiento. La propiedad de los medios de producción pertenece a la sociedad y los empresarios y trabajadores sólo son los usufructuarios, pagando un tipo de alquiler por el uso de las inversiones. Este fondo de inversión no incluye las amortizaciones de los activos, por lo cual su porcentaje sobre el Producto Nacional Bruto no tendría que ser superior al 10 o 15 %. Su planificación, en consecuencia, no se puede comparar al socialismo de planificación centralizada.

2) El fondo de inversión nacional se distribuye por las diferentes ciudades y regiones del país sobre el criterio objetivo de la distribución per cápita. El capital va donde está la gente y no hay que competir para obtenerlo. Es el poder legislativo el que decide qué proyectos de interés nacional tienen que ser financiados con el fondo de inversión nacional y cuáles tienen que ser apoyados con fondos incentivados. El resto del fondo se distribuye entre los gobiernos regionales o locales a fin de que estos decidan su destino.

3) Este fondo se distribuye por medio de una red de bancos de inversión públicos, que los ofrecen a empresas y a particulares, según los siguientes criterios:

a) la rentabilidad prevista
b) la creación de puestos de trabajo
c) el interés social de la comunidad

Una parte de este fondo también se destina al sector público, en una relación inversamente proporcional con el sector privado, siguiendo un cálculo de coste de oportunidades.

Además de estas tres instituciones económicas básicas de la democracia económica, Schweickart piensa otras tres instituciones suplementarias:

1) El gobierno como «empleador de último recurso», con objeto de garantizar el derecho al trabajo por aquellas personas que no lo encuentren en las empresas.

2) Asociaciones de préstamos y ahorros, de carácter cooperativo, que harán préstamos a los consumidores, pero no a las empresas, para la compra de bienes muy costosos, como por ejemplo una vivienda.

3) Capitalistas bajo el socialismo, en el ámbito de las pequeñas empresas, con objeto de fomentar los emprendedores como agentes activos y dinamizadores de la economía. La única restricción es que el propietario de la empresa no la puede vender a otro empresario, sino sólo al Estado, que por su parte la ofrecerá a los trabajadores para su autogestión.

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10 respuestas a La democracia económica según D. Schweickart

  1. Lluís dijo:

    Esta teoría es muy aceptable, prescindiendo del tufo totalitario de todo sistema que no admite coexistir con otras alternativas o de que creo que no se estimula demasiado la inciativa particular, más bien todo lo contrario.
    Todas las utopías suelen ser muy bonitas, incluso el comunismo o el socialismo lo son. La lástima es en lo que se convierten cuando tienen la oportunidad de aplicarse a gran escala desde el Estado.
    El problema lo veo en los fundamentos. Este sistema (y otros) se basan en una suposición que no acostumbra a cumplirse, como es que la mayoría de los seres humanos serán capaces de anteponer el interés general de la comunidad al suyo particular, y que el grupo será capaz de poner coto a los desmanes de los antisociales que busquen ventajas personales a costa del bien común. El neoliberalismo está triunfando no porque sea bueno, que no lo es, sino porque reconoce esta peculiaridad de la naturaleza humana y se base en aceptar la ley de la selva y que cada uno vaya por si mismo y el que pueda sacar más que saque, a costa de lo que sea.
    Sería necesario cambiar el chip del género humano, y no creo que dejen, por lo menos los que están muy contentos con el sistema actual.

    • cero dijo:

      Lo que llamas «tufo totalitario» en filosofía política se denomina «idealismo institucional», una actitud optimista sobre el papel del Estado como motor de progreso y cambio social hacia la justicia. Como máximo representante encontramos a Rawls, que de totalitario no tiene absolutamente nada. De hecho, la propuesta de democracia económica de Schweickart satisface los principios de justicia de ese filósofo formulados en su obra «Teoría de la justicia». No obstante, estoy contigo en que el agente que debe transformar la sociedad no debe ser el Estado, por las derivas totalitarias en las que pueda caer, sino los individuos y la sociedad civil. En un próximo artículo trataré este asunto.

      Respecto a la segunda parte de tu comentario, la solución pasa por la educación. Percibo en tu exposición un cierto determinismo biológico o fatalismo histórico. No hay ninguna evidencia empírica que lo demuestre. El ser humano puede ser cualquier cosa. Todos los conceptos, valores y actitudes tienen su origen en la vida social, de la cual la educación es una extensión. Si un número mínimo y representativo de personas quisiera otro modelo de sistema social, buscaría otra educación que lo hiciera posible. Existen casos y ejemplos, pero todavía no son significativos para el cambio de modelo. «Poder, se puede». Pero o bien no se quiere o bien no te dejan. Tal vez, en el actual contexto de crisis, faltan más golpes y más duros para despertar la conciencia. Existen inercias y comodidades difíciles de superar, pero no por un factor genético o una supuesta esencia de la naturaleza humana, sino por una educación recibida. Fíjate en algo bien curioso: los mismos muchachos que se manifiestan violentamente rompiendo el mobiliario urbano, cuando vuelven a sus aulas respetan el orden establecido y la autoridad de sus profesores. Desde pequeños se les ha inoculado el miedo a la libertad, parafraseando a Fromm, y sólo se tolera su violencia cuando es arbitraria y no pone en peligro el orden social. Si los profesores rompieran el orden del discurso de los diferentes saberes y no legitimasen el poder de la clase dominante, parafraseando ahora a Foucault, esos mismos muchachos en lugar de asaltar los bancos harían un acto verdaderamente revolucionario: romper sus tarjetas y cuentas y dejar de operar con ellos. En ese momento, y con actuaciones como estas, la democracia económica pasaría del plano utópico al real e histórico. Lo dicho, la solución pasa por la educación. Aunque este paso entraña riesgos y peligros. Por algo parecido, en otro nivel discursivo, a Sócrates lo mataron.

      • Lluís dijo:

        Entiendo lo que quieres decir sobre la educación, pero no comparto parte de estas ideas.

        En primer lugar, admito que no hay nada demostrado de eso que llamas «determinismo biológico» o «fatalismo histórico», pero lo contrario (la ley de la «tabla rasa» y que podamos ser lo que queramos) tampoco la veo demostrada. De hecho, si hubiese sido probada al mismo nivel que algunas leyes físicas o mecánicas, nadie dudaría de ello hoy, de la misma forma que nadie duda de como debe construirse un motor de explosión. El cerebro humano es mucho más complejo y, encima, desconocido, solo podemos hacer suposiciones y pequeños experimentos de laboratorio, dirigidos, de los cuales es difícil poder extrapolar nada.

        Incluso de ser cierto, nos encontramos con un problema de mucha más difícil solución. Habría que re-educar a miles de millones de seres humanos, algo que veo infactible, para empezar ni siquiera se dispone de un número suficiente de educadores convencidos de las bondades de este sistema.

        Por lo demás, creo recordar que Sócrates pudo haber evitado su ejecución saltándose la ley, al parecer se habría hecho la vista gorda, pero por el motivo que sea, prefirió acatar una ley que consideraba injusta antes que ponerse por encima de ella. A día de hoy, me lo imagino rompiedo tarjetas de crédito y rechazando el uso del twitter, pero no qemando contenedores.

        • cero dijo:

          Por supuesto que existen evidencias empíricas de la capacidad de modificar nuestra vida. La neurociencia lo documenta con los estudios de las neuronas espejo, la plasticidad cerebral o la neurogénesis. Si visitas un blog como escuelaconcerebro.org encontrarás mucha información al respecto.

          Respecto a la muerte de Sócrates, el motivo de que no huyera fue de orden moral. Te equivocas en un aspecto fundamental. La ley con la que se le acusó no era injusta, sino su interpretación por parte de los gobernantes. En la «Apología de Sócrates» de Platón queda bien claro. Su muerte no puso en evidencia su propia imbecilidad, sino la injusticia de un gobierno inmoral. A veces, en la vida, se nos presentan dilemas morales y toca escoger pensando más en los demás que en uno mismo, si el juicio se opera desde la conciencia moral.

          Por lo que toca a la factibilidad de una educación como la que propongo, no veo ningún problema ni en el número de la población a educar ni en los medios necesarios. Depende sólo de la voluntad política y del dinero disponible. Existe un movimiento pedagógico por la diferenciación de sexos en la escuela que en pocos años se ha difundido por todos los continentes, vinculado a la Iglesia y sectores neocon. Como tienen los recursos y el apoyo de los gobiernos conservadores… autopista.

  2. pepito71 dijo:

    Efectivamente, es posible intentar esa reeducación de la que habláis:
    Cheka, Gulag, Austwickz, Dachau, Katyn, etc, unos en un sentido y otros en otro, lo demuestran. Pero al final el hombre es un ser individual, y es difícil que triunfe, gracias a Dios, con perdón.

    • cero dijo:

      Ciertamente la historia es un sabio recordar y un necio olvidar. En tu lista faltan todos los colegios de las sectas religiosas, los colegios, universidades y escuelas de negocios de las élites, y también algunos colegios públicos en los que no se toman en serio la educación pública en su función de promoción social. ¿A cuál perteneces tú?

    • antonio dijo:

      ‘Al final el hombre es un ser individual’ y por eso tu has decidido vivir en un cobertizo en algún monte lejano. Hasta puede que te lo creas y todo…gracias a Dios, claro, y si perdón.

  3. cero dijo:

    ¿»Al final el hombre es un ser individual»? La cortesía de las personas que afirman esa idea despierta mi simpatía y me lleva a bajar de mi «cobertizo» en el monte «Zaratustra». Amigos míos, deberías leer un poco más antes de hacer una afirmación tan gratuita y arbitraria sobre la naturaleza humana. Aquí van sólo algunos títulos de prestigiosos e influyentes psicólogos (de Waal y Hauser) y neurocientíficos (Gazzaniga y Rizzolatti) que pude acarrear en mi descenso a la caverna en la que os halláis prisioneros:
    F. de Waal, La edad de la empatía. ¿Somos altruistas por naturaleza? [La respuesta, confirmada empíricamente, es SÍ]
    Marc D. Hauser, La mente moral. Cómo la naturaleza ha desarrollado nuestro sentido del bien y del mal [La respuesta es la confirmación empírica de la existencia de un instinto moral universal]
    G. Rizzolatti, Las neuronas espejo. Los mecanismos de la empatía emocional [La conclusión, de su extraordinario descubrimiento neurofisiológico, equivalente al que representó el ADN, es que todos los seres humanos estamos conectados]
    M. Gazzaniga, El cerebro ético [Se describen los sistemas neuronales que permiten hablar de una ética universal por lo que toca a la formación de juicios y adquisición de valores]
    Todo el mundo puede afirmar las ideas más peregrinas, pero es de cuerdos aceptar las evidencias empíricas. Me encantaría seguir con vosotros, pero resulta que yo leo y un libro me espera.

    • antonio dijo:

      Sólo para que nadie me declare individualista, sea eso lo que sea, una aclaración: mi respuesta iba dirigida al anterior comentarista (pepito71), no para reafirmar su peregrina, adolescente, e irreal idea del ‘ser individual’, sino al contrario: para negarla. Por eso le recomiendo que acabe de completar su ‘vida individual’ y se recluya en algún cobertizo en cualquier monte alejado. Y añado ahora de que no se olvide de llevar su iphone. Por aquello de los ataques de ansiedad.

      • cero dijo:

        Antonio, mil disculpas por mi patinada. Me alegro de coincidir en la idea que el hombre es un ser social, y por tanto moldeable por la educación. Entiendo que por esto mismo, y ante los abusos que se puedan cometer, hay que andar con cuidado. Porque son muchos los que hablan de libertad, pero pocos los que la llevan a la práctica.

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