Algunas reflexiones sobre lo de la transparencia

Se ha montado un debate bastante interesante en la entrada anterior que me viene muy bien para hablar de mi tema favorito cuando se trata de pontificar y teorizar: la transparencia.

El tema, además, está tomando relevancia estos días por el anuncio del gobierno de que tendremos ley de transparencia, que ya nos hacía falta (somos el único país de la UE con más de un millón de habitantes que no la tiene).  Sobre el anuncio se me ocurren tres cosas que destacar, que el titular sea la inhabilitación y multa para los cargos políticos que falseen y oculten datos, que se considere que la Casa Real no es parte de la administración y que se haya abierto una web, http://www.leydetransparencia.gob.es/ para consultar en proyecto y, según se anuncia, aportar ideas para mejorarla (como la web,  hoy al menos, no funciona, es difícil ni siquiera intentar valorar si se trata de una apuesta sincera por la participación ciudadana o si es sólo un gesto de cara a la galería).  El punto sobre la Casa Real es delirante cuando se compara con la defensa que se hace esta como una institución que, con los números en la mano, aporta valor a España.  Si esto es así, no debería haber problema en que nos enseñaran esos números.

Lo otro, el titular sobre las penas y las multas, da pie a una reflexión más elaborada.  Para empezar los propios diarios que lo ponen en portada admiten que serán casos bien raros aquellos en los que se apliquen estas penas, básicamente porque se define como delito no la acción si no la intencionalidad de la acción, algo parecido al cohecho impropio, que ya hemos visto que éxitos nos ha deparado con el caso de los trajes y el amiguito del alma.

Si nos informamos sólo un poco, Transparencia Internacional (link a los FAQ en inglés, de los que saco conclusiones) apunta varias cosas sobre la corrupción, que vienen al caso también de los comentarios de la entrada anterior.  Lo primero es que no hay ni países ni culturas «más corruptas», lo que hay es sistemas que permiten y/o toleran la corrupción, que si es fácil y las posibilidades de que te pillen son bajas, tarde o temprano alguien se aprovechará de ese chollo.  Visto así, la corrupción pasa a ser un factor más que regula los precios de las materias y los servicios en un mercado.  Pero las consecuencias de la corrupción no son sólo económicas.  Cuando las instituciones no funcionan bien, monetarizar el coste puede hacernos olvidar que detrás de las cifras hay trabajadores, servicios públicos como la sanidad y la educación y otras consecuencias globales, porque invirtiendo mal se pierde lo invertido y también lo no invertido allí donde hacía falta.  Aunque como españoles (y aún más como no españoles) nos encanta hablar de lo corruptos que somos todos, lo suyo sería pensar en mecanismos que impidieran la corrupción al mayor número de niveles posible y meternos en la cabeza que si todos vamos de «free riders» por la vida, creyendo que no pagar el iva un par de veces al año nos beneficia más a nosotros de lo que perjudica al resto de la sociedad nos estamos engañando, porque los verdaderos beneficiados son los de arriba del todo (algo que se está viendo muy bien en esta crisis, donde durante 2010 el 1% se quedó con el 93% de los aumentos de renta a nivel mundial, lo que podría argumentarse que no tiene nada que ver con la corrupción, si uno cree que no es corrupción si los corruptos consiguen que haya una ley que permita la evasión generalizada de impuestos).

Dicho esto, cabe preguntar qué tiene que ver la transparencia en todo esto, si con ejecuciones sumarias de los corruptos (un producto típico chino, 7 millones de resultados en google) o endurecimiento de los controles nos podría bastar.  Una vez más, según TI, las leyes de transparencia son el sistema más efectivo y más barato de control del gobierno.  Suecia tiene una ley de transparencia desde 1766 que establece que si un documento entra, permanece o sale de la administración, o es producto de la actividad de la administración, ese documento es público y debe poder ser accesible para cualquiera que desee consultarlo, con los límites típicos (tanto el muy razonable de la privacidad para los ciudadanos como el siempre sospechoso de los documentos clasificados y los secretos de estado) y dos garantías muy importantes: el anonimato del que pide los documentos y el no tener que justificar para qué los pides.  No he visto cuántos días se da a si mismo el gobierno sueco para entregar los datos, pero el artículo que he enlazado habla de un caso de una adjudicación corrupta destapado simplemente pidiendo los documentos (incluyendo correos electrónicos y sms enviados por los encargados de la adjudicación) que se entregaron en menos de 24 horas.

Otros puntos pueden dar titulares y generar polémicas para rellenar páginas cuando no pierde el Madrid, se me ocurren los sueldos y los ingresos de los políticos (y de sus familiares) y es cierto que la degradación de la clase política tiene una consecuencia negativa tremenda, al minar la credibilidad de la administración, pero al final es en la toma de decisiones y en la financiación donde caen las cifras insultantes de derroches, así que es ahí donde debe primar la transparencia y debería ser blanco y en botella de dónde a dónde va el dinero y porqué se compra esto y no aquello.  Además de que, si todas las decisiones están fiscalizadas, la utilidad marginal de sobornar a un político cae en picado, porque, como León Blum, tendría las manos atadas.  Y no sería para echarse a llorar.

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