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25/04/2005: Herr Papst Kardinal m. Dr. m. h. c. Dr. Ratzinger presenta su programa de gobierno

La elección del afable, humilde y temeroso siervo de Dios Ratzinger como Sumo Pontífice marca un interesante cambio en la imagen pública del Papado. De la versión misticismo cabrero encarnada por Wojtyla, que con tanto éxito ha convertido a la Iglesia (católica) en una especie de parroquia de pueblo polaca, en lúcida descripción de Sánchez Ferlosio, pasamos a la finura teologal y el reinado de la coherencia cristiana que anuncia la llegada de Herr Doctor Ratzinger.

Hay pocas dudas sobre el merecimiento con el que este bávaro ha logrado la tiara vicetiple. La maestría y mano de hierro con el que el organizador del cónclave, a la sazón él mismo, ha dirigido la voluntad del Espíritu Santo hacia la entronización del mejor candidato a sus ojos, él mismo de nuevo, es ya un mérito que merece ser loado. Rartzinger ha demostrado ser el más eximio de entre los mejores conspiradores del orbe, condición que nadie osará negar a los Príncipes de la Iglesia. Estos señores, todos de edad provecta, se dedican casi con exclusividad a posicionarse de cara a una elección como esta. Dado que no tienen otra cosa que hacer al margen de intrigar de cara al evento, sólo los universitarios tienen una profesionalidad comparable en estas lides. Con la diferencia de que los Cónclaves son menos frecuentes que las elecciones a Rector en casi cualquier Universidad del mundo (hay una excepción en España, llamada Universidad Carlos III), lo que los convierte en batallas mucho más despiadadas. No es de extrañar, en cualquier caso, que Herr. multi Doktor haya aprovechado su experiencia en batallitas libradas en las últimas décadas en diversas Facultades de Teología germanas.

Ratzinger ha iniciado su Papado demostrando que a cojones no le gana nadie. Con una media sonrisa que refleja claramente la satisfacción de quien disfruta cuando los planes salen bien (una especie de Aníbal Smith pero sin puro habano), Ratzinger se ha prodigado en apariciones públicas en los más disparatados foros, a los que se presenta brazos en alto y saludando como un púgil al saltar al cuadrilátero. Para ir dejando claro a todo el mundo por dónde van los tiros, se ha empeñado en ridiculizar algunas de las miserias de su predecesor, al que tantos años hubo de soportar en su mediocridad intelectual. Significativamente, se ha largado parlamentos en un fluido inglés, francés, italiano, alemán y latín, lenguas todas ellas que Herr multi Honoris Causa Doktor domina con cierta solvencia, a diferencia de los misérrimos esfuerzos de lectura escolar que Karol Wojtyla se veía obligado a acometer.

Mientras tanto, con una voz meliflua que será muy apropiada para oficiar matrimonios gays, va desgranando lo que él mismo, con un sentido del humor envidiable, ha denominado “mi programa de Gobierno”. Que, básicamente, se reduce a una idea: meter caña contra la idiocia y el relativismo. Ratzinger, como esta página, ve fatal las hefestionadas de toda laya, pero sobre todo aquéllas que versan sobre cuestiones morales o trascendentes. A diferencia de Wojtyla, que desde su aldea cracova vivía obsesionado por combatir el ateísmo, al querido multiDoktor lo que le preocupa más es la mariconada intelectual del agnosticismo. No seremos nosotros quienes nos atrevamos a negarle la razón.

Mientras tanto, asistimos encantados a homilías y discursos que uno tiene ganas de acompañar, a su conclusión, con golpecillos de nudillos en el banco de madera de delante. Estructurados académicamente, preñados de citas que se inician con un “y cito” y al finalizar son cerradas con el canónico “fin de la cita”, las teo-lecciones de Ratzinger son un ejemplo de tomarse en serio la capacidad de la grey llamada a atenderlas. Obviamente, constituyen por ello un ejemplo formidable de la espectacular contradictio in termini que supone aspirar a una racionalización válida de la superchería y el rito. Estarían, por ello, condenadas al fracaso entre el pueblo de Dios si los católicos fueran capaces de entenderlas. Afortunadamente para Ratzinger, ni pueden, ni quieren ni, gracias a la Ley General de Educación de los tecnócratas franquistas (al menos en España) estarán nunca en condiciones de hacerlo mientras siga expresándose en latín- O en cualquier lengua distinta al castellano. Como le han señalado los medios españoles con su nivel habitual: “¡Hable en cristiano, coño!”

ABP (València)