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ACTUALIDAD DE ESPAÑA                          OCTUBRE DE 2003

 

28/10/03: Crónica de un ladrillo anunciado

El PP ha ganado las nuevas elecciones a la Comunidad de Madrid con 57 escaños, uno más de los necesarios para tener una "mayoría suficiente" (esas mayorías, tan típicas de España, cimentadas en un consenso democrático de tal magnitud que el Rodillo parlamentario lo aplaste todo sin remisión). No es una noticia que deba sorprender a nadie, tras el espectacular escándalo de la deserción de Tamayo y Sáez, a su vez acongojados ante la desvergüenza de un partido, el socialista, que no sólo osaba acordar siniestros pactos socialcomunistas (pactos totalmente ajenos a la realidad del PSOE, que como el todo el mundo sabe es el partido al que vota la gente que querría votar al PP pero no tiene entereza moral suficiente para hacerlo) con Izquierda Unida, sino aún más, para mayor escarnio, se dedicaba a publicitarlos impunemente por ahí, en los medios, en la campaña electoral e incluso en su propio programa político, sin dignarse a informar lo más mínimo a los ya mentados Tamayo y Sáez, que obviamente reaccionaron cual vírgenes ofendidas cuando se enteraron de que Simancas pretendía entregar España (bueno, Madrid, que viene a ser lo mismo) a los comunistas.

De este escándalo queda, si nos atenemos a los datos (y no entramos en el más escabroso mundo de a quién benefició la aparición de los tránsfugas, y qué deberíamos pensar cuando todos los indicios apuntan, de forma más que verbenera, en la misma dirección), la sospecha más que razonable de que el PP ha estado detrás de toda la "trama" que ha birlado la Comunidad de Madrid al PSOE. Más que nada, porque pese al lamentable comportamiento de los socialistas desde el inicio de la crisis hasta la fecha, aún no somos tan malpensados como para sopesar la posibilidad de que dicha crisis la haya creado el propio PSOE para así, al menos, salir algo en TVE para que Urdaci pueda deletrear con gusto aquello tan bonito de "el partido político peeseoe". Pero, sobre todo, nos queda el espectáculo de inoperancia absoluta y mezquinas luchas de poder que ha ofrecido el PSOE durante meses. Un partido así, desde luego, no está en condiciones de disputarle el gobierno a alguien, sobre todo a un Gobierno, el del PP, que ha llevado sus cotas de adoración al líder hasta tal punto que todos, a estas alturas, siguen hablando de sus virtudes sin que se les escape la risa.

El episodio de los tránsfugas ha sido una jugada redonda para el PP. Tuvo el suficiente recato como para no lanzarse a por la presidencia de la Comunidad de Madrid cuando contó, de nuevo, con mayoría absoluta (entre otras cosas porque ésta dependía de los dos tránsfugas), y pidió desde el principio unas nuevas elecciones a sabiendas de que el desgaste del PSOE (vivido, sobre todo, en la abstención de la izquierda, más que justificada a la vista del follón de los tránsfugas y el posterior jaleo monumental, aún no terminado -ni mucho menos- en el PSOE) sería más que suficiente para volver a cortar el bacalao. Pero, por supuesto, esto es sólo parte de los beneficios. Gracias a todo este show, el curso político se cerró no con las últimas barbaridades de Ánsar, sino con los desatinos del PSOE. El PP, así, retomó la iniciativa política, que en manos del Gobierno (de este y de cualquiera) significa hablar de política lo menos posible, pues "todo va bien y para qué cambiar, con el miedo que dan estos socialistas oscuros, desconocidos e incontrolados". De esta forma, ni siquiera una victoria en Catalunya, clavo ardiendo al que se agarra el PSOE, parece ser suficiente elemento de incertidumbre para la previsible victoria (actualmente) de D. Mariano, el Hombre Gris por antonomasia.

Hemos entrado desde lo de los ladrillos en una preocupante situación de anomia, en la que la ciudadanía, en la mejor tradición de las más acreditadas democracias mediáticas, asiste con aparente indiferencia a cosas como que Ánsar hable de "ataques anticipatorios", que Ánsar no tenga siquiera que molestarse en hablar de todo lo que debería dar cuenta respecto de la Acción Humanitaria Conjunta, sus motivaciones y objetivos y, en líneas generales y desde hace cierto tiempo, que Ánsar hable. No es cuestión de que lo que Ánsar diga dé lo mismo porque lo importante es lo que diga su sucesor, porque Rajoy dice lo que le indica Ánsar y siempre se manifiesta a favor de lo que opine Ánsar en todo; es cuestión, sencillamente, de que tras la aparente explosión de la opinión pública que vivimos con el Prestige y la guerra las cosas han vuelto a su cauce (no en vano los entusiastas voluntarios que se dedicaron a limpiar chapapote en su fin de semana tuvieron ocasión de comprobar que en realidad habían realizado un flaco favor a los sufridos pescadores gallegos, pues cuanto más limpiaban los voluntarios, menos subvención de voto cautivo disfrutaron los supuestos pescadores, y sobre la guerra hemos visto cómo todo lo que sospechaban los contrarios a la misma, incluso más, se hacía realidad, sin que a Ánsar se le moviera un pelo de la boina al afirmar que él tenía razón en todo, y sin que dé la sensación de que nadie pueda hacer nada para que reciba al menos parte de su castigo; pero no sufran, amigos; la vida es larga, y la de Ánsar también le dará la ocasión para recibir sus tempestades amorosamente sembradas).

Sin embargo, con este asunto del culto obcecado al ladrillo el PP, y el propio sistema político español, están jugando con fuego. Porque no es ya que la política haya quedado aún más deslegitimada, que por supuesto, sino, sencillamente, que los ciudadanos pueden preguntarse, con toda razón, qué sentido tiene ejercer el derecho al voto, si luego cualquier impresentable puede virar su sentido (algo parecido, en pequeño, a lo que ocurrió en EE.UU. con el insigne George W. Bush, su hermano Jeb y las papeletas mariposa, expulsando negros del censo por doquier y haciendo que ancianos judíos votaran a Pat Buchanan, ante el horror de este último). ¿Qué impedirá en el futuro a cualquier empresario avispado, cualquier emprendedor de la España de las oportunidades (siempre y cuando quede terreno por recalificar), comprar por unos milloncejos a cualquier concejal o parlamentario para fabricarse un Gobierno a la carta, del signo que sea (por más que sea previsible que el signo político, por hondas razones históricas, socioeconómicas y teológicas que ilustran la connivencia perenne entre los conservadores y la cantería, siempre vire hacia la misma dirección)? Urge cambiar, ya, el modelo político, y si queremos que los propietarios de un escaño o sillón municipal sean sus titulares, no el partido político en cuya lista han sido elegidos, habrá que permitir listas abiertas para dar carta de naturaleza a tal situación; si, en caso contrario, asumimos que votamos al partido mirando con simpatía a la peculiar idiosincrasia española que confiere el escaño a un señor totalmente desconocido por los votantes, y no al partido al cual se ha concedido el sufragio, pero luego existe la posibilidad de que el simpático desconocido se vaya con nuestros votos a otra parte, habrá que dejarse de casticismo hispánico y racionalizar algo las cosas concediendo los escaños al partido, y no a sus actuales titulares. Y cuanto antes se haga, mejor.

Guillermo López (Valencia)

 
La Radio Definitiva