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ACTUALIDAD DE ESPAÑA                         AÑO 2004

 

07/04/2004: Guerra, en el Parlamento de la Paz

Los nombramientos para la presidencia de las distintas comisiones parlamentarias de las cortes españolas están ratificando que, efectivamente, nos enfrentamos a una nueva era en la política nacional en la que la renovación generacional, el afán de diálogo, la tolerancia sin límite y un ansia infinita de paz se han constituido en nuestro nuevo horizonte moral. En este contexto, el nombramiento de D. Alfonso Guerra González —un joven y prometedor valor del PSOE sevillano— para la presidencia de la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados, no puede ser más acertado.

Es cierto que las aportaciones intelectuales de D. Alfonso al derecho constitucional, y en general a cualquier otra área del pensamiento abstracto, están aún por descubrir; pero también lo es que, tratándose de un ser humano que presumió en su día de haberse leído enteritas las obras completas de Lope de Vega (ni los mayores especialistas en historia de la literatura ni las instituciones culturales más prestigiosas a nivel mundial han conseguido hasta la fecha realizar esa titánica obra de compilación literaria. Guerra sí.), su labor al frente de una comisión de esa importancia dejará a nuestra Constitución que no la va a reconocer “ni la madre que la parió”.

Porque aunque los estudios constitucionales y de derecho internacional comparado elaborados por el sesudo diputado sevillano posiblemente estén durmiendo el sueño de los justos en un recóndito cajón de su abigarrada biblioteca (la modestia de los grandes genios), es en cambio obligado reconocerle a D. Alfonso una innegable capacidad de diálogo y de consenso sobre todo con los nacionalismos separatistas, disolventes de la sagrada unidad de la nación española. Jorge Semprún, Ministro de Cultura durante el felipiense, cuenta en sus memorias cómo, tras negociar en calidad de responsable del ramo en el gobierno central la cesión de un número determinado de obras de Dalí a los museos de la Generalitat catalana, recibió de inmediato la simpática llamada telefónica del entonces Vicepresidente plenipotenciario del Gobierno, hoy flamante Presidente de la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados de España, en el transcurso de la cual, D. Alfonso le espetó un inolvidable: “Qué, bajándonos los pantalones con los catalanes ¿no?”. Sumen ustedes a esto la conclusión a la que el Guerra Vicepresidente llegó respecto a la importancia nuclear del principio de separación de poderes consagrado en el constitucionalismo moderno, resumido con la asombrosa capacidad de síntesis a la que D. Alfonso nos tiene acostumbrados en su magistral “Montesquieu ha muerto” (pura poesía, además), y convendrán con nosotros en que dificilmente podría haberse encontrado una persona más idónea para este tipo de labor de encaje de bolillos constitucional a la que el “gobierno de la paz” de Zetapé se ha de enfrentar en esta legislatura.

La riqueza del legado intelectual de Alfonso Guerra es de tal magnitud que su análisis pormenorizado excede las pretensiones de esta página. Es esta una labor que dejamos a los estudiosos de la filosofía política, que sin duda sabrán desentrañar las profundas enseñanzas que encierra la producción literaria de Guerra. Dentro de 20 años los discursos de D. Alfonso Guerra, debidamente compilados, compartirán estantería con El Príncipe de Maquiavelo, y las obras de Aristóteles o Alexis de Tocqueville en la biblioteca de cualquier estudioso de la filosofía jurídico-política que se precie. Nosotros, de momento, nos limitamos a esperar con impaciencia a que el Guerra de toda la vida vuelva a entrar en acción y nos depare nuevos momentos de éxtasis intelectivo, afilando el lápiz para apuntar las perlas intelectuales que sin ninguna duda empezará a desgranar a la menor oportunidad, como su inmortal “el que se mueva no sale en la foto”, que aún hoy, casi una década después, nos sigue poniendo la piel de gallina.

Pero hay en todo esto, sin embargo, una cosa que nos tiene preocupados. ¿Está la máquina de los cafelitos del congreso debidamente en funcionamiento?. Y más aún, ¿le han puesto ya despacho a mien-mano?.

Pablo

 
La Radio Definitiva