ACTUALIDAD DE ESPAÑA AÑO
2004
03/06/2004:
General Elections Reloaded
Lo
que los terroristas dieron a sus amigos pancarteros el 14-M
tenía que ser recuperado, según el guión previsto,
en la 2ª Vuelta. Las malas artes del PFFR
y de los electores, según nos informaron los más finos
analistas políticos haciendo gala de su proverbial olfato,
iban a encontrarse con la horma de su zapato aprovechando las Elecciones
al Parlamento Europeo como ocasión de lujo para demostrar
que los españoles, si se comportan como tales, aman a Ánsar,
detestan a los críticos con cualquier acción
humanitaria de signo altruista y, adicionalmente, son incluso
capaces de plantar cara a quienes les matan por llevar con orgullo
ese título que es la españolidad, en vez de huir acobardados
cediendo a sus deseos como lamentablemente hicieron el 14-M.
Este
halagüeño panorama, no obstante, ha ido difuminándose
con el tiempo. No se sabe muy bien si TVE moldea las conciencias
que da miedo (hasta el punto de que la llegada de la tenebrosa Caffarel
ha logrado en unas semanitas un lavado de cerebro colectivo que
ni el mismísimo Goebbels, logrando que ese nuevo Hitler
que es ZP aparezca como un chaval simpaticote e incluso inofensivo),
si había cierto hastío generalizado respecto de la
gestión de ese gran hombre injustamente tratado que es Ánsar
(del que incomprensiblemente, oigan, nadie se dio cuenta, y si no
consulten nuestra porra,
y verán que ni manifestaciones contra el humanitarismo,
el Prestige, el decretazo, la reforma educativa, la toma de Peregil....
ni nada de nada sirvió para dar pistas sobre esta realidad,
ni siquiera los sondeos),
si las sucesivas derrotas
del Real Madrid, Club de España, afectaron a la moral
de la ciudadanía o si, simplemente, era utópico esperar
que una ocasión tan característicamente antiespañola
como votar y, para más inri, hacerlo en unas elecciones
europeas, siriviera como ocasión para representar adecuadamente
unas General Elections Reloaded.
Es
el caso que, de repente, y casi sin darnos cuenta, nos encontramos
con que el PP no puede aspirar a lograr un momento en que la ciudadanía
se exprese de forma válida hasta, como mínimo, de
aquí cuatro años. Desde este momento y hasta entonces,
ya saben, tendremos un Gobierno ilegítimo, aupado al poder
por sus amigos terroristas y beneficiario de unas elecciones
que no reconocemos. A cambio, lo que no es poca cosa, hemos
ganado unas Elecciones Europeas. Y no es moco de pavo, no crean.
Las
Elecciones Europeas son un momento ciudadano injustamente relegado
y tratado como menor (evidentemente, aquí me saldrán
con críticas a la incoherencia de LPD por hacer semejante
afirmación, pues ni de lejos les ha dado el tratamiento que
ofreció a las pasadas Elecciones Generales, pero comprenderán
que no llevemos nuestro entusiasmo tan lejos, que una cosa es vender
una cabra y otra que nosotros mismos la compremos; por lo demás,
lo reñido e incierto del resultado del 14-M nos hizo aparecer
la cita, desde un principio, como más atractiva). A fin de
cuentas, y no es por restar otros indudables aportes de tales comicios,
basta recordar que precisamente unas elecciones como éstas,
las del año 99, permitieron a todo el mundo perder de vista
a un personaje como Rosa Díez
(únicamente ha reaparecido ahora, molesta pero brevemente,
para volver a prometer que si la votamos desaparece 5 años
más). Este año, incluso, prometen darnos premio doble,
y quitarnos de enmedio a Jaime Mayor Oreja (el único político
español que cada elección
que pierde aumenta su carisma, su prestigio y, según
los más finos olfatos políticos del país, su
tirón electoral entre los españoles de verdad, que
son mayoría silente y que en realidad lo que desean es dar
caña a los putos periféricos). Cualquier ciudadano
vasco, visto lo visto, debiera desear que hubiera elecciones al
Parlamento Europeo cada 6 meses.
El
caso es que estamos inmersos en plena campaña europea y,
sin excesiva pena ni gloria, nos vamos enterando más o menos
de algunos cambios sorprendentes ocurridos en la sociedad y la clase
política española. Por una parte el PP, en cuanto
va detrás en las encuestas, recupera la pasión por
el debate (televisivo, parlamentario, pancartero al lado de los
curas...) que perdió nada más alcanzó el poder.
ZP y los suyos, por el contrario, persisten en su desagradable camino
de mantener planteamientos de oposición desde el Gobierno.
Es una costumbre, molesta, que se les pasará, esperamos todos.
Pero por lo que parece van a tardar más de lo previsto y
respetuoso con los usos democráticos (¿acaso hay algo
más egoísta y antidemocrática que no dar ni
una miagía carnaza a la oposición?). Como eso
de aceptar debates. El resultado ha sido que, de repente, sin avisar,
la sociedad española se ha visto confrontada en horario de
máxima audiencia a una experiencia como muy de democracia
civilizada. Así, de golpe. Renunciando al primitivismo por
la espalda. Yen prime.time. Luego pasa lo que pasa, como
es lógico. Que no acabamos de detectar de qué va es
asunto ni lo resolvemos del todo bien. Confiamos, no obstante, en
una mejora en próximas ediciones. Los luengos años
que se aventuran de PP en la oposición y su nuevo furor debateril
(ya reclaman uno a 6 en TVE, otro a dos en A-3, que ya estaba previsto,
e incluso un nuevo cara a cara fuera de programa en TVE) permiten
ser optimistas. En unos años, entre el talante de ZP y la
natural querencia de la oposición a pedir estas plataformas,
España puede convertirse en el país del buen rollo,
del debate y de la televisión inundada de teleseries producidas
por José Luis Moreno.
No
obstante, y a pesar de lo encorsetado y rígido del modelo
escogido, la cosa quedó entretenida. Al menos, lo fue para
quienes no desarrollamos especial empatía doliente por aquellos
que sufren, lo pasan mal y hacen el ridículo "en directo
en TV". O sea, casi todos nosotros. A fin de cuentas somos
una generación madura, educada en estas lides por las tertulias
(también hiperprogramadas) de Crónicas Marcianas o
las sucesivas ediciones de Gran
Hermano. Al igual que tantos de los monstruos televisivos de
nuestro tiempo, Mayor Oreja se convirtió en un personaje
de extrema comicidad en su patetismo. Y un espectáculo de
esa naturaleza siempre se agradece en un marco que daba tan poco
juego como esa sucesión de monólogos políticos
al que hemos calificado generosamente de debate
electoral.
La
sutileza del fino humor de Mayor Oreja alcanzó cotas sencillamente
magistrales cuando planteó el programa de su partido para
Europa como una lucha constante contra el terrorismo basada, ojito,
en exportar a Bruselas el exitoso modelo de política antiterrorista
aplicado por el PP española a escala nacional e internacional
mientras estuvo en el Gobierno. Las escasas posibilidades de que
el PP español pinte algo en la política comunitaria
en los próximos años constituyen el único motivo
de que, a pesar de las amenazantes promesas de Mayor Oreja (ni un
video de Ben Laden desde las montañas de Tora Bora acojona
tanto, si se toman en serio), los ciudadanos de todo el continente
sigan cogiendo trenes de cercanías.
ABP
(València)
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