LA
BATALLA DE LA OPINIÓN PÚBLICA
I.
Manifestaciones de la opinión pública y motivos de
su enfrentamiento a la guerra
Incluso
los discursos de Ánsar les parecerán divertidos después
de tragarse el rollo plúmbeo -en tres indigestas sesiones-
que les hemos preparado
Una opinión pública de alcance mundial ha aparecido
súbitamente como principal contrapeso al poder hegemónico
estadounidense en lo concerniente a esta guerra. Esta opinión
pública, expresada mediante manifestaciones masivas, es de
ámbito diferenciado a la que se ha venido desarrollando de
forma incipiente en el mundo en los últimos años como
protesta ante la globalización económica. Si esta
última está fuertemente entroncada con diversos grupos
antisistema y su alcance efectivo, por muchas simpatías que
pueda granjearse, sigue siendo reducido e incapaz de "tambalear
el sistema", como diría algún nostálgico
posmarxista desde el salón de su casa, las manifestaciones
que hemos vivido, sobre todo en Europa, pero también en número
importante en el resto del mundo, sí que son un peligro para
el sistema. O más bien, para los avezados representantes,
en estos momentos, del sistema político, en particular nuestro
presidente Joe Mary Ánsar y aquéllos que, dentro de
su partido, aspiran a sucederle. Porque a estas manifestaciones
se ha incorporado gente proveniente de todos los ámbitos
sociales e ideológicos, y junto a ellos, y en una posición
central, la ciudadanía que, comúnmente considerada
"mayoría silenciosa", permite legitimar la acción
política con su silencio pese a las protestas del "barullo
de progres habitual".
El
enorme poder blando (o poder de mariquitas, si se quiere,
adoptando la terminología del Pentágono) lo es porque
uno puede encontrarse en el mismo ámbito a un señor
con el bigotillo racial enarbolando la bandera con el pollo, banderas
independentistas del color correspondiente a cada "nacionalidad
histórica", "región con especificidad inalienable"
o "cantón independiente" que se quiera, muchas
banderas republicanas, simbología de extrema izquierda y
representaciones de todos los órganos sociales y políticos
relevantes salvo uno, aquél contra el que se protesta, el
PP. Y todo ello enmarcado en una manifestación ciudadana
de insoslayable valor ajena a simbología ideológica
salvo el común rechazo a la guerra.
La
razón central de las manifestaciones, reiteramos, es el rechazo
a la guerra, de esta guerra, de la inmensa mayoría
de los ciudadanos, pero su carácter masivo se remonta a una
serie de razones asociadas. Al mismo tiempo, ante el carácter
más o menos desestructurado (es decir, por ahora -por fortuna-
no organizado como movimiento político concreto) de las manifestaciones
y la ausencia aparente de respuesta positiva por parte de los Gobiernos
implicados en la Coalición Humanitaria han surgido dudas
sobre su eficacia real en la acción política más
allá del desahogo momentáneo. Pues para eso, para
solucionar esas dudas, además de para aburrirles con este
tostón, estamos nosotros.
1) Representaciones de la opinión pública:
Hay
que decir, en primer lugar, que la opinión pública
no tiene en las manifestaciones su única manifestación,
valga la redundancia. Es importante, al objeto de determinar posteriormente
el alcance posible de la oposición del público a la
participación activa de Ánsar, y el país con
él, en el conflicto, explicar someramente cuáles son
las representaciones más importantes de la opinión
pública (concepto habitualmente escurridizo y susceptible
de interpretaciones complementarias e incluso dispares), y cuál
es su postura respecto de la guerra. Fundamentalmente, son cuatro:
- El
voto y su representación efectiva en el Parlamento, o lo
que podríamos llamar representación "formal".
La opinión del público, en efecto, cristaliza en el
voto a una determinada opción política que supone
la cesión momentánea de la "opinión"
del público. Esta legitimidad, nadie lo pone en duda, corresponde
hoy en día mayoritariamente al PP (otra cuestión será
que, naturalmente, la cesión no es eterna, no supone manos
libres para el político, y se le puede retirar mediante otro
proceso electoral o mediante la existencia de un equilibrio de poderes
que subsane un excesivo alejamiento de los gobernantes respecto
de los ciudadanos, cuestiones ambas que desarrollaremos en apartados
posteriores de esta homilía), aunque bien es cierto que,
siendo una mayoría absoluta, se encuentra también
en absoluta soledad respecto a las demás fuerzas políticas.
- Los medios de comunicación, como intermediarios entre el
público y el poder y representación más o menos
reduccionista, pero a grandes líneas efectivo, de los estados
de opinión del público. Los medios sancionarían
lo que se considera socialmente positivo y ejercerían el
papel de "portavoces de la opinión pública".
Sin embargo, el hecho de que los medios no sean ajenos muchas veces
a intereses espúreos ajenos a la opinión común
invalida en parte esta pretensión. En el caso español,
donde la práctica totalidad de los medios de comunicación
mantienen estrechas relaciones con una parte del poder político,
el pluralismo mediático no corresponde, ni de lejos, al existente
en la opinión pública, aunque sí se da un curioso
"pluralismo formal" derivado de la suma de posturas contrapuestas
(SúperTelediario vs. MegaPRISA daría como paradójico
resultado, en el contraste de posturas, una posición media
más o menos objetiva) que en la práctica se acerca
bastante a las distintas "opiniones públicas".
En lo concerniente a lo que nos ocupa, existe una moderada sobrerrepresentación
de las posturas favorables a la guerra gracias, fundamentalmente,
al férreo dominio que ejerce el Gobierno sobre la línea
informativa de RTVE y al apoyo fiel de dos periódicos, el
ABC y La Razón. Sin embargo, esta sobrerrepresentación
lo es por el ridículo nivel de apoyo (del orden del 10%)
al Gobierno en esta cuestión, no porque el apoyo de la guerra
revista un apoyo mayoritario en los medios. La práctica totalidad
de los medios realmente independientes (es decir, La Página
Definitiva), y la totalidad de los habitualmente críticos
con el Gobierno, junto a sonadas deserciones (sobre todo El Mundo
y la neutralidad relativa de Antena 3) se posicionan en contra de
la guerra en distintas gradaciones, pero normalmente con fuerza.
- Hacíamos referencia en el apartado anterior al escaso apoyo
popular a esta guerra. Los sondeos, precisamente, se constituirían
en la tercera manifestación de la opinión pública.
En una sociedad de masas, la imposibilidad de preguntar directamente
a la totalidad del público por su opinión para guiar
la acción política (con contadas excepciones, es decir,
el voto), ha terminado provocando un efecto no deseado: convertir
a los sondeos, ante los ojos de buena parte de la clase política
y los medios de comunicación, en una instancia capaz de suplantar
al sufragio. Esta pretensión, naturalmente, es falsa. Los
sondeos en modo alguno pueden suplantar al sufragio. Sí pueden,
sin embargo, constituirse en una aproximación, un indicio
relevante de la posición del público en torno a un
determinado asunto. No es ningún secreto que las posiciones
contrarias a esta guerra recogen en los sondeos un apoyo aplastante
cercano al 90%. Por primera vez en toda su carrera política,
Ánsar ha decidido gobernar no a golpe de sondeo, sino a
pesar de los sondeos.
- Por último, la cuarta manifestación de la opinión
pública es, justamente, las manifestaciones sociales, expresión
directa de un estado de opinión por parte de la ciudadanía.
No es ningún secreto que el volumen de las manifestaciones,
así como su carácter continuado, es fiel reflejo de
la veracidad de un estado ampliamente mayoritario de la opinión
en contra de la guerra. Básicamente, el descontento con las
barbaridades de todo tipo que en torno a este asunto ha llevado
a cabo Ánsar han generado un movimiento en los medios (que
trasladaban al público dichas barbaridades) y en la ciudadanía
que se ha reflejado en amplias manifestaciones (ante la constatación
de los ciudadanos, mediante la conversación con su entorno
social y a través de los datos expresados en los sondeos,
de que el cabreo era generalizado, y por tanto "no estaban
solos") que a su vez sirven de retroalimentación a los
medios, a la oposición política y a nuevos sondeos,
inmejorablemente ayudados por las sucesivas estupideces y errores
cometidos por el Gobierno, como el obsceno abrazo de Bush a Ánsar,
el doble lenguaje del PP en la "Ayuda Humanitaria" expresada
con fragatas de guerra, los excesos de la policía o las extemporáneas
declaraciones de Ana Palacio sobre cómo el petróleo
baja gracias a la guerra.
2)
Razones de las manifestaciones
Las
razones de dichas manifestaciones son de índole muy variada,
la mayoría asociadas, aunque desde perspectivas diferenciadas,
con el entusiasmo de Ánsar por participar / apoyar el show.
Hagamos un repaso de las más relevantes:
- Las
explicaciones por parte del Gobierno a propósito de su postura
no sólo no han convencido a la opinión pública,
sino que la ha movido a participar, fundamentalmente, por una cuestión:
el insulto a la inteligencia que muchos han considerado (y, de hecho,
así es) que les intenten convencer de la peligrosidad del
régimen de Sadam Husein, el hecho, no ya de que tenga armas
"de destrucción masiva", sino de que esté
dispuesto a utilizarlas ¡contra nosotros! Las comparaciones
que el Ejecutivo, y también Bush y su Administración,
hacen de Sadam, un dictadorzuelo de tres al cuarto enormemente debilitado,
con la Alemania nazi mueven a risa y espanto. Hasta ahora no se
ha aportado ni una sola prueba de que el régimen iraquí
y su líder supongan un peligro más o menos remoto,
y las oscuras alusiones a información reservada y a las continuas
mentiras de los iraquíes a unos inspectores presentados como
confianzudos ilusos fácilmente engañados, ambas inaceptables
como justificación ante la opinión pública
democrática, pierden todo atisbo de legitimidad que pudieran
tener desde el momento en que se constata que las pocas supuestas
pruebas que en un momento dado han sido presentadas (como el intento
de compra de uranio enriquecido por parte de Irak, por ejemplo),
son burdas falsificaciones. Ésta, a mi juicio, es la razón
principal: a la ciudadanía no le gusta que se le considere,
por acción y por omisión, como un conjunto de débiles
mentales de forma tan clamorosa como ha hecho este Gobierno.
- Como
correlato de lo anterior, ésta es una guerra ilegal, llevada
a cabo no sólo ajenamente a las instituciones internacionales
existentes para estos casos, sino contra dichas instituciones.
Metiéndonos en el conflicto, el Gobierno Ánsar nos
hace cómplices de su delito. Las razones justificatorias
de la guerra, cambiantes desde la oficial (despojar a Sadam de su
siniestro armamento) a las teóricamente "humanitarias"
(instaurar en Irak un nuevo Paraíso Terrenal, verdadero parque
temático de la democracia al estilo americano, nuevamente
haciendo el imposible símil con la Alemania de posguerra),
tampoco han ayudado a reducir la oposición de la ciudadanía.
- El
indigno papel de lacayo que ha jugado Ánsar (y sus subalternos
en el PP respecto del propio Ánsar) a lo largo de todo el
proceso, ayudando a subvertir el orden internacional, destrozando
años de trabajo de la diplomacia española en ámbitos
tan importantes como el mundo árabe o Latinoamérica
o directamente fundamentales como la UE, la sensación de
"qué pintamos nosotros en este show" que ha embargado
a los españoles ante la constatación evidente de la
pérdida de imagen internacional de España, que a su
vez contrasta con la chulería en las formas made in Ánsar
adoptada por nuestro presidente durante sus escasas comparecencias
a en los últimos meses (que a su vez contrastan fuertemente
con el carácter dialogante que ha mostrado Blair en su relación
con la opinión pública y el apoyo mayoritario de que,
en este capítulo, goza Bush en su país) y, por último
pero no menos importante, su apoyo cerrado a la posición
irracional y de una insoportable arrogancia del actual presidente
USA han generado verdadera conmoción y consternación
en el público (Recuerden, a este respecto, las espectaculares
declaraciones de Ánsar con acento mitad John Wayne mitad
Cantinflas en su visita al rancho Crawford, cuando afirmaba ufano
estar "trabajando
en ello"; por cierto que el apoyo a Bush, en mi opinión,
no resulta tan indignante a la mayoría del público
por el hecho de ser el presidente norteamericano -esto es, por el
clásico, y arraigado, antiamericanismo hispano, con manifestaciones
sobre todo por omisión, como la ausencia de apoyo popular
en las manifestaciones pos - 11 de Septiembre-, sino por ser este
presidente norteamericano. Bill Clinton, a buen seguro, no habría
generado tanto rechazo, pero claro, Clinton, un político
moderado e inteligente -por Dios, que vuelva de una vez- jamás
hubiera reaccionado de esta forma arrogante, desproporcionada y
contraproducente al ataque terrorista del 11 - S, ni habría
jugado al Civilization III con sus soldados ni con las relaciones
internacionales).
- Por
último, en lo que concierne a lo estrictamente asociado a
este conflicto, están, naturalmente, las razones ocultas
que muchos creemos ver en el ataque, tanto en lo referente a lo
más obvio (el petróleo) como a un supuesto interés
de Bush por reorganizar Oriente Medio "a su imagen y semejanza"
(según este peculiar concepto de la democracia que llega
gracias a los bombardeos humanitarios, es traída a Irak por
el aliado número uno de Israel, ganador a lo largo de casi
60 años del Premio Top Popularidad en la zona, y se pagará
gracias al petróleo), el simple deseo testosterónico
de demostrar quién manda aquí o espúreos intereses
electorales. Probablemente, todas ellas son razones de peso para
"justificar" el ataque entre aquellos que lo han causado
en la Administración Bush, y desde luego, cualquiera de ellas
es mucho más importante que el paripé de las "terribles
armas de destrucción masiva" en posesión de Sadam.
Para ello, en apariencia, Irak es el país ideal: tiene un
montón de petróleo, su ejército es irrelevante,
el terreno, poco accidentado, es fácil de dominar, está
lleno de moros y es regentado por el moro más moro de todos
tras el fiasco de capturar a Bin Laden, un Sadam Husein que tiene
una acreditada trayectoria en los Anales estadounidenses de la Maldad
en los últimos tiempos. Sobre las razones "reales",
poco explicadas, que pudiera tener Ánsar para meter a España
en el show ("salir del rincón", la lucha contra
ETA, la entrada en el G - 8, etc.), por sus enormes visos de irrealidad
no merecen mayor comentario, salvo, nuevamente, conmoción
y consternación.
- Además de todo esto, pesa también bastante en el
hastío de la opinión pública el mayúsculo
cabreo, previo a los inicios del show diplomático, y después
militar, de todo este conflicto, de muchos ciudadanos con Ánsar
y su gobierno, que comenzaron a ser preocupantes para el PP, desde
el punto de vista electoral, a partir de la crisis del chapapote,
espectacular manual de incompetencia escrito a marchas forzadas
por el Gobierno a lo largo de meses (manual aún no terminado,
sólo solapado por la aparición del rutilante éxito,
del que ahora hablamos, "I was in his ranch").
Si
alguien ha sobrevivido hasta aquí, que no se confíe:
amenazamos con más "textos de sopor masivo", con
más conmoción y consternación para Ustedes:
II. Los efectos de las manifestaciones
en la política española
Guillermo
López (Valencia)
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