PAPELETAS-MARIPOSA
EN LAS ELECCIONES
Pretemporada:
Cómo llegan los partidos a la cita
Los
primeros escarceos pre-electorales de la convocatoria autonómica
y municipal de 2003, allá por principios de año, se
centraban en la obsesión del Partido Popular de librarse
de la pegajosa y molesta presencia del chapapote
del Prestige. Los efectos electorales de la alucinante
y berlanguiana exhibición de incompetencia del Gobierno del
Partido Popular podían ser muy importantes, no ya en Galicia,
sino sobre todo en el resto de España, si ese asunto seguía
centrando la actualidad. No como para perder las elecciones, probablemente,
pero sí suficiente como para obtener un resultado más
bien decepcionante tras el éxito arrollador de las Generales
de 2.000.
De
todas formas, las cosas no estaban todavía decididas. Un
partido serio y maduro como el PP podía conseguir hacer olvidar
tan nefasto borrón. Y más con un Gran Líder
como José María Aznar López, especialista en
orientar a su gusto la agenda política. El Partido Popular
afrontaba las elecciones relativamente tranquilo. Sólo una
cosa les inquietaba y, por ello, le imploraron al Gran Líder
que hiciera algo, no importaba qué, con tal de que los españoles
olvidaran el maldito chapapote. Como a estas alturas todos sabemos,
Aznar se puso a "trabajar en ello", y lo logró.
No podía ser de otra forma. El que será internacionalmente
conocido a partir de entonces como Ánsar obró
el milagro una vez más. Y el PP, gracias a él, se
presenta a las elecciones sin la mancha del apestoso y pegajoso
fuel-oil del Prestige, pues ha quedado lavada en el
óptimo disolvente que ha demostrado ser la
sangre del pueblo iraquí.
De
forma que, a falta de influencia electoral relevante del factor
Prestige, el PP afronta las elecciones metido en un chapapote
ético, moral y legal de mucho mayor calado. La pretemporada
deja a un Partido Popular francamente exhausto, buscando desesperadamente
oxígeno, y condenado a encontrarlo únicamente en los
obscenos éxitos militares de las fuerzas angloestadounidenses.
Estos son los acontecimientos que han conducido al PP a sólo
poder huir, en un plan bélico que haría las delicias
de Tommy Franks, hacia adelante.
Porque
el problema del Partido Popular es que no sólo Joe Mary Ánsar
se ha embarcado en una peligrosísima e incomprensible
deriva personal. El verdadero drama es que han sido todos los
integrantes del partido, y por ello la propia organización,
los que han avalado una guerra inmoral (por
injustificada y desproporcionada), ilegal (por
suplantar los Estados Unidos a Naciones Unidas en la determinación
de las infracciones iraquíes y en la decisión de la
sanción a imponer) y profundamente estúpida (ya
que nadie en su sano juicio piensa que pueda ayudar a traer paz
y seguridad al mundo).
En
todo el Partido Popular, sólo 1 de sus 183 diputados ha dimitido
por desaprobar las decisiones del Presidente del Gobierno. Y sólo
otro compañero ha escrito un artículo matizando la
postura presidencial. Por supuesto, ningún Ministro ha osado
decir esta boca es mía. Tampoco ningún senador. Los
gobiernos autonómicos en bloque, con la excepción
del navarro (del partido "filial" UPN) se han hartado
de votar contra las resoluciones propuestas por el resto de grupos
condenando la guerra. Y sólo concejales de pequeños
pueblecitos han abandonado el partido. De forma que, por acción
u omisión, es el bloque del Partido Popular, así como
todos sus miembros (con muy puntuales excepciones), el que ha quedado
contaminado en los tres planos señalados. La conclusión
es evidente: estamos ante un partido de tipos profundamente amorales,
cómplices activos o pasivos de crímenes internacionales,
y además profundamente estúpidos.
El
problema es que esta visión no es la de quien esto escribe
(que también). Si así fuera, podría ser falsa
o equivocada. Y punto, no pasaría nada. El drama del Partido
Popular es que esta es una visión compartida por una amplísima
mayoría de la población española. Y, a efectos
políticos, esto es lo que cuenta. Porque podrá ser
justa o no la imputación, pero parece generalizado el acuerdo
sobre ella. Probablemente, porque cuando las cosas están
claras no son nada complicadas de analiza, a pesar de la tendencia
de ciertos políticos a quere desplazar al "pueblo llano".
Para
rematar la faena, en cuanto empezó a atisbarse el sereno
pero firme rechazo de la ciudadanía a unas posiciones gubernamentales
que entendía como injustas, ilegales y estúpidas,
la reacción de Joe Mary Ánsar, del Gobierno y del
PP ha sido emponzoñar más el ambiente. Y si uno de
los principales elementos que han alentado la indignación
de la ciudadanía es la desfachatez con la que se ha comportado
Ánsar y el constante insulto a la inteligencia de sus explicaciones
(dadas siempre refunfuñando) sobre este asunto, a medida
que avanzaba la colisión PP-Opinión Pública
el espectáculo de demagogia barata del Partido Popular se
acentuaba. Por no hablar de la sordera respecto del clamor de la
calle. Un Gobierno no tiene que gobernar a base de sondeos. Se trata
de algo obvio. Pero también es evidente que ha de tener sensibilidad
cuando hay un acuerdo casi unánime sobre cuestiones tan graves.
Sensibilidad, al menos, para no insultar y atacar a los que piensan
de otra forma.
La
reacción ejemplar y masiva de la ciudadanía ha sido
caricaturizada como batasunización de la sociedad por los
dirigentes populares. No sólo no escucharon, sino que afearon
la conducta a las gentes que se manifestaban ¿Se le ocurre
a alguien una forma peor de gestionar esta legítima expresión
de la voluntad popular?. Las profundas convicciones éticas
de quienes se han manifestado han sido insultadas y acusadas de
proteger a tiranos y genocidas. Se sucedían ridículos
explicaciones gubernamentales (el show constante ofrecido por la
Ministra de Asuntos Exteriores es de antología), mezclando
mentiras, berridos y las más zafias muestras de barriobajerismo
político. Para completar el cuadro, se daba rienda suelta
a la pulsión violenta de algunos antidisturbios, y se les
defendía y amparaba a pesar de las evidencias grabadas en
vídeo.
Todo
ello, por último, quedó coronado por la obscena explicitación
de los oscuros resortes que movieron a nuestro Presidente, cuando
Ana de Palacio explicó que los ciudadanos dejarían
de criticar la guerra cuando comprobaran que estas
muertes podían salirnos económicamente rentables a
todos.
El
PP se ha metido en un lío tremebundo, que en el mejor de
los casos ha dejado sus expectativas electorales previas a la campaña
igualadas a las del PSOE, cuando hace apenas dos años obtuvo
un 33% más de sufragios que los socialistas. Y sólo
la esperanza de que la agresión militar estadounidense sea
un aparente éxito rápido y permita aquietar los ánimos
fundamenta que haya quien considere que es posible ganar las elecciones.
Se parte de la base de que la fractura se ha producido por un asunto
puntual que, en cuanto se aleje en el tiempo, será olvidado.
Y las aguas volverán a su cauce, y los votantes al redil.
Esta es, al menos, la esperanza acariciada por el PP. A nuestro
entender quienes así piensan pierden de vista dos cosillas
de gran importancia:
- En
contra de lo que sostienen Ana Botella o
Mariano Rajoy, que los muertos sean iraquíes, que la
guerra sea lejana en el espacio, no convierten este asunto en una
cosa poco importante para las personas de bien, que son mayoría.
- Lograr
que más de un 90% condene la actuación del Gobierno
no sólo es producto de una coyuntural pérdida de sintonía
(espectacular y sin precedentes en ninguna democracia occidental).
De hecho, y aunque nadie ha planteado otra posibilidad creemos que
sí habría que analizar otra explicación: que
la oposición a la guerra haya sido tanta no sólo por
las diferentes apreciaciones del tema en sí mismo considerado
sino porque la guerra la hacía un Gobierno ya muy desprestigiado
y desvalorizado debido a sus modos chulescos y a sus maneras antidemocráticas.
O sea, que hasta cierto punto el 92% de ciudadanos opuestos a la
guerra puede que no sean sólo causa de un probable bajón
electoral del PP sino, en parte, reflejo de la caída previa
en las expectativas de apoyo popular.
Mientras
todo esto ocurría en el PP, ¿cómo quedaba la
oposición, cómo afectaba la guerra a las expectativas
electorales de PSOE e IU? La verdad es que, no sabemos si para bien
o para mal, al menos en estos casos parece bastante difuminada la
consecuencia de la interacción guerra-expectativasd electorales.
Porque el conflicto ha sido entre una opinión pública
que se ha introducido por cualquier intersticio que ha podido obtener
para hacerse oír y el Gobierno, que la ha tratado de violenta,
radical, antiespañola y pro-terrorista. PSOE e IU han ido
desde el primer momento a rebufo en la muestra pública de
su oposición a la guerra. Aunque hay que reconocer a sus
líderes que desde el primer momento mantuvieron una postura
de fondo coherente, clara y que se demostró con el tiempo
cercana a la sensibilidad de toda la comunidad internacional. Sin
embargo, no fueron ellos quienes comandaron y capitalizaron las
muestras de rechazo popular, que han sido muy pulcras en cuanto
a su carácter apolítico o, mejor, interpolítico.
A efectos
electorales, de todas formas, la incidencia de la guerra va a tener
una importantísima influencia en lo que se refiere a Izquierda
Unida. Porque un partido que corría serio peligro de convertirse
en extraparlamentario en todas las ciudades importantes (incluyendo
Madrid) y comunidades autónomas, por quedar por debajo del
5% de los votos, parece haberse garantizado la supervivencia. La
presencia social que ha logrado gracias a su postura de principios
en este asunto permite afirmar que IU juega sobre seguro. Y, con
ello, aumentan las posibilidades de que el PP pierda muchas mayorías
absolutas, dado que los votos a Izquierda Unida no se perderán.
Sólo esta consecuencia es ya muy positiva para este partido
y muy negativa para el PP.
Respecto
del Partido Socialista, la cuestión es, ¿el desgaste
del PP va a traducirse en un incremento del apoyo al PSOE? Y la
respuesta, a estas alturas de la pretemporada, parece clara: sí.
Es evidente que no todos los que deserten (por vergüenza o
indignación) del humanitarismo popular van a engrosar las
filas de los votantes del PSOE. Algo así nunca ocurre. Pero
sí se detecta en la percepción de la opinión
pública un enorme fortalecimiento de la figura de Zapatero.
La
Página Definitiva, conviene recordarlo una vez más,
apostó desde un principio por
Zapatero como la única opción válida para
la regeneración del socialismo español. Y lo hizo
porque estamos persuadidos de que la ciudadanía agradece
que un político aporte lo que se espera de él: respeto
a los rivales, empleo de formas correctas, uso de los argumentos
y de las ideas como únicas armas del debate político...
Esta actitud es la que ha venido desarrollando Zapatero en los últimos
años, y aunque le valió inicialmente no pocas críticas
(recordemos su apodo de Bambi y las burlas del Partido Popular por
la endeblez del socialista), creemos que ha acabado dando sus réditos.
El ciudadano medio reconoce a Zapatero como un político responsable
y poco amante del juego sucio y de la virulencia como armas políticas.
Sorprendentemente esta imagen tan positiva, casi una caricatura
por exagerada, ha sido un regalo, en gran parte, del Partido Popular.
Craso error, cometido cuando Zapatero les parecía un "peso
pluma", que ahora están pagando. Porque no es sencillo
luchar ahora contra esa imagen creada por el propio PP y vender
a Zapatero como un radikal de pancarta que sólo desea el
Poder aunque sea a costa de destrozar España y de pactar
con etarras y terroristas islámicos sólo para ganar
las elecciones. Si tales imputaciones son de una puerilidad y desvergonzonería
que deslegitimarían a cualquiera que las hiciera y es dudoso
que nunca pudieran servir de nada a quien las hiciera, Zapatero
es especialmente inmune a ellas. Y lo es gracias al PP (por la imagen
que de él han creado y, también, por el propio recuerdo
que todavía guardan los ciudadanos del comportameinto del
PP en la oposición).
El
PSOE afronta las elecciones revitalizado y cohesionado como hace
años que no se encontraba. Y con viento popa, con un líder
consolidado, que supo plantear una posición clara en asunto
tan crucial como el de la guerra de Irak y que ha sabido mantener
una trayectoria coherente con ella. Además, Zapatero no ha
respondido a ninguna de las zafias provocaciones y obscenas manifestaciones
de los hooligans del PP. Y, encabezándolas,a las del
propio Aznar, que ha hecho todo lo posible por quedar amortizado
como político. Frente a la vesania argumental y la violencia,
demagogia y victimismo del Presidente y sus acólitos, que
por otra parte no se han dignado dar una sola explicación
digna de ese nombre (con la excepción de Gustavo de Arístegui,
única sospresa agradable en las filas populares de esta crisis),
la serenidad de Zapatero no hace sino confirmar la seriedad de sus
aspiraciones.
El
panorama es, en consecuencia, ciertamente preocupante para el PP.
Se han traído ya a a Jeb Bush a España para que asesore
al Gobierno sobre nuevos procedimientos para el recuento. Lo que
demuestra que la realidad, con Joe Mery Ánsar, siempre puede
superar a la mejor ocurrencia humorística. ¿Creen
poder así ganar las elecciones?, ¿simplemente hacen
un guiño simpático a la población?
Y,
sin embargo, la cosa no es tan grave para el PP. Como mucho, puede
perder las elecciones. Pero ni siquiera en el peor de los casos
(quedar a unos 5-6 puntos del PSOE) estaríamos ante un drama
en términos de control de resortes de poder. Porque, recordemos,
si bien en las últimas elecciones el 30% del voto fue para
el PSOE y el 40% para el PP (diferencia espectacular) los resultados
de las próximos comicios se compararán a efectos prácticos
de poder con los de las anteriores municipales y autonómicas
(99), en las que hubo prácticamente un empate. La tendencia
a la estabilidad de los resultados, y el hecho de que las elecciones
del 99 fueran muy positivas para el PSOE (por resultados y por la
distribución del voto, que le permitió numeroros pactos
realmente logrados "por la mínima"), minimizan
las posibilidades de pérdidas de poder autonómico
y municipal para el PP. Porque no tiene en la actualidad tanto,
ni mucho menos, como habría correspondido a unos resultados
como los de las Generales de 2.000.
Parece
claro que las elecciones autonómicas están llamadas
a replicar un panorama de reparto de poder muy similar al actual.
Y si el desgaste del PP fuera menor de lo esperado podría
aspirar a recuperar Baleares
por la vía del pacto con fuerzas minoritarias. Por el contrario,
el PSOE sólo puede avanzar posiciones a costa de un descalabro
maúsculo, porque así debería calificarse una
derrota del PP en Madrid o Valencia. Y en lo que hace a la ganancia
o pérdida de grandes ayuntamientos, la estabilidad es menor,
pero las plazas de relevancia parecen perfiladas claramente, con
las posibles excepciones de Madrid, Zaragoza, Málaga o Alicante,
ciudades en las que el desgaste del PP también puede pasar
factura. Es claro, en cualquier caso, que si así ocurriera
el impacto postelectoral sería grande. Con todo, en el plano
municipal, y afortunadamente para Fraga y compañía,
el poder en los grandes municipios gallegos ya está en manos,
mayoritariamente, de PSOE y BNG, porque, en otro caso, la pérdida
de varias ciudades gallegas estaría asegurada. Y es que lo
peor de esta guerra es que, en realidad, ni siquiera ha logrado
que olvidemos (sobre todo los gallegos), la incompetencia demostrada
por este Gobierno a la hora de resolver problemas básicos
de los ciudadanos afectados por el desastre del Prestige.
ABP
(València)
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