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Febrero de 2.003

 

05/02/2003: El Lacayo de Bush y el G-8

La actuación del Imperial Lacayo Presidencial José María Aznar como mamporrero genuflexo oficial, estandarte de la nueva Europa, está dejando la imagen pública de España a la altura del betún. Igualmente, está consolidando un modelo de democracia en el ámbito de la política nacional ciertamente impresentable. A estos efectos, la eterna pregunta, la búsqueda de explicaciones y el envío de José María Aznar al diván de cualquier psicoanalista de guardia empieza a ser cada vez más urgente.

Pero, en concreto, ¿qué pasa ahí afuera? ¿Cómo ven a España y a su política internacional (si se puede llamar política internacional a las reverencias a Bush junior de Piqué en su época de Ministro de Asuntos Exteriores) en el resto del mundo? Básicamente como una especie de país tercermunista que apoya entusiásticamente a EE.UU. para aspirar así a pintar algo aprovechando las migajas que el Líder Máximo arroja a sus perritos falderos. Con el agravante de que, en caso de conflicto bélico, el apoyo de ese tercermundista país no pasa de serlo meramente en términos declarativo-discursivos: no tenemos ni ejército de tierra ni armada ni fuerza aérea de entidad con los que dar cobertura a nuestro esfuerzo belicista ingente pero únicamente oral. Esta imagen, lamentablemente, es compartida por todas las opiniones públicas de los países civilizados (o sea, por la rancia y vieja Europa). Y, lo que es peor, es estrictamente ajustada a la realidad.

Sin embargo, podría pensarse, ¿qué más da la vieja Europa si EE.UU. está contento con nosotros? Incluso, más aún, ¿qué más da la dignidad si estamos con EE.UU. y, con ello, podemos aspirar a que su benéfico e imperial manto protector nos convierta en el Primer y Entusiasta Sicario de la Europa Continental? Este es un prisma interesante. Pero quien esto escribe tiene dudas de que incluso en los propios medios políticos de Estados Unidos la imagen que se tenga de España y su gobierno sea buena. Dicho con cierta crudeza, los peleles pueden resultar cómodos, los pelotas pueden resultar útiles, a los arribistas se les puede recompensar, pero es mucho pedir tener cierta estima y aprecio por su labor.

El pasado domingo CNN Internacional emitía, como es habitual, su programa "Licencia Diplomática". Se trata de un espacio de calidad, como es frecuente en CNN internacional (prácticamente única televisión en la que pueden encontrarse análisis sosegados e informados en materia de política internacional) en el que, como siempre, se daba un repaso a la actualidad diplomática, y se debatió sobre las recientes posiciones de las diferentes partes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas con antiguos embajadores, funcionarios de la ONU y especialistas de todo el globo. Tras una hora de programa, y una vez despedida la emisión, los propios responsables del programa nos adelantaron que para concluir iban a regalarnos unas curiosas y divertidas imágenes. Apareció Inocencio Arias, embajador de España en la ONU, con su eterna pajarita, y pegando gritos en un inglés macarrónico resumiendo la postura de nuestra representación ante el Consejo de Seguridad (algo así como "Jiunaté Estate no aganst Irak, Jiunaté Estate no aganst Irak. Ol Jerop and ol Jiunaté Neisions aganst Irak. Ol. Ol. Ol"). Acabado el espectáculo, el periodista informó a la audiencia, amablemente, de que lo que acababan de presenciar, aunque no lo creyeran, era la rueda de prensa del embajador español, explicando que había sido designado por el Gobierno Aznar tras haber hecho indudables méritos como gerente del Real Madrid, la más importante institución española. En medio de unas risas contenidas, la emisión acabó recordando que había países más pro-americanos que los propios Estados Unidos. Todo, como verán, muy inquietante por francamente ajustado a la realidad.

Llegados a este nivel de descrédito, y dejando a un lado la vergüenza que suponen nuestros representantes, la indagación de qué pretende nuestro particular pato cojo (José María Aznar) con todo esto es obligada. ¿Beneficios personales? Conviene alertar de que, generoso y altruista como es en la imagen que la televisión pública nos brinda del personaje (y que asumimos a pies juntillas), no creemos que sea su interés particular el que persigue Aznar (al menos, no únicamente). ¿Acaso hemos obligado las muestras de generosidad para con el populacho con las que se prodigó en la boda de su hija?, ¿es que hemos perdido de vista el desprendimiento con el que ha renunciado a disponer de su esposa en los próximos años colocándola de concejala madrileña? Aznar, en el ejercicio del poder, nunca ha mirado por sus intereses personales o familiares ni ha empleado jamás medios públicos para ello. Sólo España y su mayor gloria le preocupan. Por ello, al parecer, empieza a avanzarse la idea de que el lamentable espectáculo de sumisión y lacayismo busca en realidad otra recompensa: la entrada de España en el G-8 inaugurando su conversión no en un selecto club, sino en una especie de entidad con señores y sirvientes. España, en la próxima reunión, sería propuesto como criado oficial de EE.UU. para entrar en el otrora exigente Grupo de los Países Más Industrializados del Mundo.

El único problema es que, lo que podría haber sido una inclusión de prestigio (que lleva por otra parte rondando una década, tras la inclusión de Rusia, por simpñle cuestión del peso económico y político ganado por España desde la transición), si se produce de esta forma quedará manchada, me temo, inevitablemente.

ABP (València)

 

 
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