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AUTONÓMICAS 2003 EN LA COMUNIDAD VALENCIANA

Experimentos sucesorios

 

La Comunidad Valenciana, que en sus primeros 20 años de autogobierno democrático no se había caracterizado en ningún momento por su originalidad o capacidad de innovación en lo que respecta a sus instituciones político-administrativas, lleva sin embargo una progresión meteórica en los últimos tiempos. Desde hace más o menos un año el Gobierno autonómico valenciano, en lo que es una experiencia hasta la fecha única en la España de las Autonomías, es dirigido directa y digitalmente desde Madrid por un Ministro del Gobierno central. Eduardo Zaplana, haciendo gala de la vis atractiva que para todo político comprometido con su tierra tiene la política estatal (y más todavía si hablamos de una región como es la valenciana, con una clase política tradicionalmente sucursalista de Madrid hasta extremos sólo igualados en Móstoles y Getafe), no lo dudó y en cuanto pudo dejó su cargo de President de la Generalitat Valenciana que hanbía venido ocupando desde 1995 y hasta el año 2002 para formar parte de la Corte del Faraón en la misma capital. Sin embargo, responsable y comprometido con los valencianos como siempre gustó presentarse, Zaplana no abandonó nunca en realidad Valencia. Él es todavía quien controla el Gobierno Autónomico por medio de la figura interpuesta de un testaferro, José Luis Olivas, primer sosias de President del Estato Autonómico al margen de Gernika.

El experimento es fascinante, y sobre todo muy interesante como modelación a pequeña escala de lo que puede tratar de hacer el gran José María Aznar a partir de las próximas elecciones generales. Porque Zaplana no sólo ha colocado al mencionado Olivas de agradecido testaferro (su situación es idílica, porque aunque nada de lo que haga bien le será atribuido tampoco recibirá nunca crítica alguna y, a cambio, vive como un pachá y ha empleado su escasa autonomía política para imponer una nueva ley que le asegura a él y a todos los ex-presidentes de la Comunidad Valenciana que en el ancho mundo existan o estén por existir, sueldo y diversas prebendas adicionales de por vida), sino que además, dado que está llamado (o eso cree) a más altos destinos, también ha decidido digitalmente el candidato destinado a sustituirle como próximo testaferro tras lo que en un principio (cuando la estrategia reseñada fue modeladsa) se planteaba como una indiscutible victoria en las Autonómicas de 2003. O sea, lo mismo que pretende hacer Ánsar: retirarse a funciones más altas pero seguir mandando por medio de un valido, lograr lo que sólo Xabier Arzalluz ha alcanzado en la democracia española: la cualidad de Político Divino.

Ahora bien, llegado el momento crucial de las Elecciones, la cuestión no es tanta preguntarse por las dificultades de poder llevar a término este Poder y Autoridad sin Mando en plaza efectivo (que las hay, y creemos que casi insalvables) como dilucidar si hay posibilidades de que esta estrategia pueda ser eficaz. Al menos, y a corto plazo, si puede ser electoralmente válida. Porque de otra forma sobraría cualquier especulación. Para comprobar si Zaplaba logra continuar en su situación a pesar de que haya sido otro el que haya ganado las elecciones, para poder ver qué puede esperar Ánsar de su jugada a nivel estatal, es una prioridad lógica conseguir, primero, no perder en los comicios.

Conviene, a partir de este momento, hacer un poco de historia. La Comunidad Valenciana, desde la aprobación del Estatuto de Autonomía, fue gobernada por el PSOE de Joan Lerma. Sucesivos candidatos del PP se estrellaron contra la sólida implantación del socialismo valenciano hasta que Eduardo Zaplana en 1995 logró convertir al PP en el partido más votado, anticipando, como ha ocurrido históricamente en la Comunidad Valenciana, los resultados que unos meses después se darían en las elecciones generales. Aunque no obtuvo mayoría absoluta, el descenso del PSOE (Lerma se dejó hábilmente embarcar en una estrategia pancatalanista ideada por su entonces Conseller de Educación Joan Romero que pretendía deslegitimar al candidato del PP por motivos tan indecentes como su procedencia murciana y que a la postre acabó costando al partido socialista varias decenas de miles de votos del clave electorado centrista) permitió a Zaplana, previo pacto con los regionalistras de Unión Valenciana (que fue extraordinariamente difícil de lograr debido a la férrea actitud con la que este pequeño partido afrontó la negociación y que sólo se salvó por medio de la intermediación in extremis de un conocido empresario avícola, motivo por el cual -y por el inmenso botín que el PP hubo de ceder a UV- se conoció al mismo como "el pacto del pollo"), lograr la ansiada Presidencia de la Generalitat Valenciana.

A partir de este momento comienza una exitosa carrera de Zaplana como gestor, basada en la aplicación de una revolucionaria política de diferenciación respecto a los años de corrupción, despilfarro y crimen de estado del socialismo. El PP, sobre todo, vendía una forma distinta de hacer las cosas. Resumidamente, mientras que Lerma había dedicado 13 años a recibir a representantes de pueblos y asociaciones en el Palau de la Generalitat, Zaplana impuso un nuevo estilo: hacía lo mismo que Lerma pero en vez de recibir organizaba actos en los que él era el recibido. Los pueblo no iban al Palau de la Generalitat, sino que el Palau de la Generalitat y su graboso President se materializaban en ellos. Y, la verdad, poco más. La política autonómica no da para demasiadas alegrías debido a la poca importancia que los propios responsables de la misma le conceden.Así que, entre visita y visita, Zapalana se dedicó, más que a gestionar intereses públicos, a asegurarse la reelección. Y para ello contó con uno de los más avezados y hábiles políticos valencianos, Rafael Blasco, antiguo conseller de los gobiernos de Lerma caído en desgracia por motivos personales y que acabó radicando en el círculo de Zaplana y luego en su gobierno. De Blasco es la estrategia con la que el PP afronta las elecciones del 99: se ha de lograr a toda costa la mayoría absoluta para evitar más trastornos avícolas. Y, para ello, el PP ha de fagocitar a Unión Valenciana. Tres vías se emplean para consseguir tan noble (en términos políticos) objetivo::

- la absorción de muchos de los miembros de UV, tentados por irresistibles ofertas en forma de poder y sueldos

- la "valencianización" del discurso del PP en la Comunidad Valenciana, que sólo requería de un par de pasadas de pintura para llegar a un nivel admisible para la población, que no se caracteriza, precisamente, por su radicalismo antiespañol pero que sí desea que sus señas de identidad sean valoradas

- la potenciación, en presencia pública en los medios de comuniación y debates, en Ayuntamientos de todo tipo por medio de pactos contra natura e, incluso, según se dice, financieramente, del partido nacionalista valenciano rival de UV: los ex-catalanistas y nacionalistas ex-de izquierdas del Bloc Nacionalista Valencià que, incapaces de entrar en el Parlamento autonómico, no suponían peligro alguno y cada voto que ganaban se lo quitaban a UV (además, si hubieran entrado en el Parlamento a buen seguro habrían pactado con el PP, como han hecho históricamente en todos los lugares en los que han obtenido representación parlamentaria)

La estrategia fue todo un éxito y el PP logró en 1999 una aplastante mayoría absoluta, dejando fuera del Parlamento a UV por los pelos (el BNV tampoco entró, claro) y aprovechándose de las refriegas internas del PSPV-PSOE, absolutamente desnortado tras la pérdida del poder. De hecho el secretario general del partido y candidato vencedor en las primarias, el sin par Joan Romero al que antes aludíamos en su calidad de bruñidor de la brillante estrategia que condujo a la derrota electoral de 1995, había abandonado a mes y medio de las elecciones a su partido, con las vallas publicitarias con su efigie ya puestas, aterrorizado tras conocer las primeras encuentas internas que le situaban con la peor intención de voto de la historia del socialismo valenciano. Deprisa y corriendo el ex-Ministro Antoni Asunción, que había quedado segundo en esas primarias internas, hubo de retomar el testigo y esforzarse, en la medida en que pudo, por lograr atenuar el estropicio.

Con este panorama, las elecciones de 2003 prometían ser un paseo militar para el PP. Con UV desaparecida del poder, con todo lo que ello significa, su marginalización definitiva de la vida pública valenciana, quedando relegada a una posición semejante a la del Bolc Nacionalista Valencià, era la siguiente estación. El BNV, por su parte, tampoco iba a lograr, previsiblemente, mucho más de lo que tradicionalmente ha sido su especialidad: amargos sinsabores. Ellos mismos se han mostrado muy competentes históricamente para auto-marginarse gracias a la brillante y eterna gestión de sus jefecillos. De forma que el PP se las prometía, la verdad, muy felicies. Incluso existía la posibilidad de que Esquerra Unida (IU) quedara fuera del Parlamento, ya que en las últimas elecciones rozó la barrera fatídica del 5% de los votos que, en la Comunidad Valenciana, supone quedarse sin representación. Los estragos de la gestión de Julio Anguita y de su estrategia del sorpasso que aupó a Aznar a la Moncloa había debilitado a IU en toda España. La deriva de la rama valenciana de la organización, conducida por Joan Ribó a los abrevaderos del nacionalismo de corte pancatalanista que históricamente había asegurado la debacle electoral al BNV, empezaba a augurar un previsible resultado: un batacazo espectacular de EU, que de tanto pescar en sus aguas podía quedar reducida a lo que el BNV había sido siempre: una formación marginal y extraparlamentaria. No es de extrañar que, a unos meses de las elecciones, según algunas malas lenguas, la reunión de los diversos equipos de los Consellers del PP para planificar campaña y programa electorales se iniciara con una advertencia del arriba mencionado Blasco en el sentido de que todo lo que iban a programar daba, en realidad, igual, porque tenían asegurada la victoria y la mayoría absoluta con independencia de cualquier programa, política, campaña o candidato.

Y, la verdad, eso pensaba todo el mundo. Hasta que el inefable Ánsar, tras sus primeros devaneos con el chapapote, embarcó a España y al PP en una de las mayores aberraciones políticas a las que hemos asistido en democracia. De repente, de golpe y porrazo, cuando nadie se lo esperaba, las elecciones pueden ser perdidas por el PP debido a las extraordinariamente pésimas condiciones en las que este partido afronta la campaña.

Básicamente, y como consecuencia de la conjunción de la debilidad del PP a escala nacional, de la impresentable ausencia de crítica interna en el partido (particularmente en la Comunidad Valenciana) y de la debilidad de un candidato elegido por Zaplana para perpetuarse dirigiendo al partido y la región en la sombra, Francisco Camps, hay elecciones. Lo que ha pillado desprevenido, en primer lugar, al candidato socialista, Joan Ignasi Pla, político que hace honor a su apellido y que parece francamente asustado ante el cariz que están tomando los acontecimientos. Porque Pla lleva un par de años maquinando y esforzándose no tanto para ganar las elecciones (se consideraba misión imposible hacerlo) como para asegurarse la continuidad en la inestable silla de secretario general del PSPV-PSOE incluso en la derrota.

Ha de entenderse que la crisis interna de los socialistas valencianos, lejos de haber quedado resulta, sólo ha sido desplazada por la cordura y respetabilidad emanada por Rodríguez Zapatero desde la dirección federal. Básicamente, el lamentable espectáculo de los gerifaltes valencianos, que duraba ya años, no podía seguir, y en el PSPV-PSOE hay un orden inestable que se fundamenta, esencialmente, en que nadie se atreve a montar ningún follón excesivamente grande para no enojar a Zapatero y tragarse una gestora. Por lo que Pla lleva tiempo dedicado a trabajar únicamente en pos de su afianzamiento. Y esta prioridad dejaba poco espacio para preocupaciones electorales dado que nadie se veía con opciones reales. Sin embargo, de repente, Pla puede, ya que no aspirar a ganar las elecciones (que el PP dejara de ser el partido más votado sería un resultado de tipo catastrófico casi sin precedentes) sí a ganar la Presidencia de la Generalitat Valenciana.

Porque si bien la estrategia de Blasco de lograr la mayoría absoluta a costa de UV fue responsable de no pocos réditos en su momento y podría haberlo sido en el entorno en que se preveían iban a celebrarse las elecciones de 2003, la realidad actual la ha convertido en un peligrosísimo boomerang contra el PP. Téngase en cuenta que, por una parte, los movimientos contra la guerra han asegurado a EU pasar del 5% y tener representación parlamentaria, lo que aleja el idílico escenario del PP de un bipartidismo absoluto que le habría garantizado una mayoría no sólo absoluta sino holgadísima.

Pero es que, si ya el abrupto e inesperado descenso de las expectativas electorales del Partido Popular pueden situarle fuera del Gobierno caso de no conseguir la mayoría absoluta frente a EU y PSPV-PSOE, y con ello fuera del Gobierno, todavía hay más. Ya que no debe perderse de vista que una hipotética entrada en el Parlamente de UV, del BNV o de ambos supondría directamente la imposibilidad para el PP de obtener la mayoría absoluta. Y con su política de fagotización de UV no es que haya sentado las bases, precisamente, para que este partido le apoye en caso de que sean ellos los que tengan la manija. Respecto a una hipotética entrada del BNV, y si bien la historia demuestra que se trata de un partido que siempre ha hecho caso omiso a las querencias de sus electores y a nivel municipal ha pactado a troche y moche con el PP, tenemos serias dudas de que osaran hacer lo propio en la Generalitat Valenciana en un momento como el actual. Que el BNV, partido autoproclamado progresista, se convirtiera en la única formación política española que avalara implícitamente la estrategia humanitaria de Ánsar y Bush, supondría tal conmoción en sus votantes que nos cuesta pensar que incluso una dirección tan dada a la búsqueda de prebendas como la del BNV pudiera atreverse a tanto.

En resumen, el panorama para el PP, dado su aislamiento absoluto a consecuencia de sus políticas humanitaria (a nivel estatal) y de fagotización (a nivel valenciano), es claro: o consigue mayoría absoluta o se va a la oposición.

UV y BNV, previsiblemente, quedarán fuera del Parlamento valenciano, por mucho que es muy posible que bordeen el listón del 5%, animados en sus expectativas, respectivamente, por el desgaste del PP derivado de los motivos por todos conocidos, y por la porpia amplia cancha proporcionada por los populares. De forma que las elecciones se jugarán a determinar si la suma de PSPV-PSOE y EU obtiene más votos (y, sobre todo, más diputados autonómicos) que el PP en solitario. Ahí van a jugarse las elecciones en una plaza que, en tales términos, el PP tenía aseguradísima. Y que, en la actualidad, parece, en cambio, en el alambre.

Con la importancia que, además, ello reviste. No hemos de perder de vista que en un mapa autonómico que debiera salir previsiblemente similar al de partida, el PSOE apenas tiene posibilidades de ganancias. Lograr una conquista de la importancia poblacional, económica y social de la Comunidad valenciana sería, sin duda, un tanto considerable de cara a las Elecciones Generales de 2004.

ABP (València)

 

 

 
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