HARRY
EL SUCIO, la saga
Alégrame
el día
El
personaje del policía Harry Callahan, creado por Don Siegel
e interpretado por Clint Eastwood,
marcó un hito en la historia del cine negro americano. La
cosmovisión de este peculiar inspector de policía,
y más concretamente su punto de vista sobre la justicia en
un régimen democrático, es fácil de resumir:
El sistema no funciona. Y lo que es peor, jamás funcionará
mientras siga manejado por la actual patulea de blandengues (jueces,
abogados y fiscales mayormente) más preocupados de garantizar
el respeto a las normas legales que protegen a los ciudadanos, incluso
a los sospechosos de haber delinquido, que de castigar severamente
las infracciones cometidas. En definitiva, los estrambóticos
partidarios del código penal frente al saludable y efectivo
magnum del calibre 44.
Dicho
esto así podríamos pensar que el entrañable
Harry no es más que un cabrón fascistoide, pero eso
sería de un reduccionismo imperdonable tratándose
de un personaje con una personalidad tan compleja. Efectivamente,
a lo largo de las cinco entregas de que consta la serie "Callahan",
asistimos a una curiosa evolución del personaje que intentaremos
resumir para ustedes. No, no es que Harry el Sucio deje por un momento
de ser el energúmeno que tanto fascina a sus fieles seguidores,
sino que los asuntos tratados a lo largo de la saga constituyen
un abanico temático de lo más sugerente. Rockeros,
terroristas psicóticos y feministas radicales son enemigos
a batir puntualmente en algunas de las entregas, pero sin perder
de vista nunca a los auténticos culpables del penoso estado
de postración moral de la sociedad, que en este caso aparecen
encarnados en los superiores de policía y los sucesivos alcaldes
de San Francisco, incapaces de apreciar el verdadero valor de los
cojones de Harry y su entrañable "magnum 44" hasta
que es demasiado tarde.
Pero
vayamos con los contenidos de esta apasionante saga cinematográfica.
HARRY
EL SUCIO
El personaje de Callahan aparece dibujado en sus rasgos más
sobresalientes ya desde el principio de la película: Un atraco
a un banco acaba como el rosario de la aurora, con los atracadores
de color (negro) despanzurrados por la acera. Uno de ellos, interpretado
por Albert Popwell (retengan este nombre, por favor) protagoniza
junto con Eastwood una de las escenas recurrentes en la serie, con
un famoso diálogo que ya ha pasado a engrosar la lista de
las mejores frases de la historia del cine:
Harry:
Sé lo que estás pensando. Yo tampoco recuerdo si
he disparado todas las balas o aún me queda una en la recámara.
Mueve un solo músculo y así saldremos de dudas los
dos. Vamos, alégrame el día.
El
malo de esta primera entrega no es, curiosamente, miembro de ninguna
minoría étnica en particular. Por el contrario es
rubio, de rasgos caucasianos y tiene la cabeza como un puto sonajero.
Por si fuera poco, para conjurar eventuales acusaciones de racismo,
Callahan no tiene el menor inconveniente en admitir como compañero
de trabajo a un hispano (Chico Fernández) que por increíble
que parezca acaba la película con vida.
HARRY
EL FUERTE
Tal
vez por las agrias protestas que la primera entrega de la serie
provocó en cierto sector de la crítica (los sempiternos
capullos empeñados en que el cine tiene que respetar un mínimo
código ético y otras mariconadas), en esta segunda
película Harry se convierte en defensor del estado de derecho.
En realidad no es que Callahan ya no esté convencido de que
el sistema está podrido y haya que hacerlo saltar por los
aires, sino que, como él mismo dice en la película:
"el sistema no me gusta. Pero mientras no haya otro mejor lo
defenderé".
En
esta película un grupo de policías de tráfico
encabezados por David Soul (sí, coño, claro que le
suena; es el rubio de Starsky y Hatch) ponen en práctica
un revolucionario método para agilizar los trámites
judiciales, consistente en vaciar el cargador del arma en la cabeza
de cualquier sospechoso. En este sentido son más papistas
que el Papa, o por decirlo con más propiedad, más
harrystas que "el Harry". Por increíble que parezca,
Callahan no se une entusiasmado a esta pintoresca banda policiaco-judicial,
sino que por el contrario la combate valerosamente hasta desactivarla
(al estilo Callahan, claro).
En
esta entrega, el personaje interpretado por A. Popwell (el atracador
negro de "Harry el sucio", recuerden) asciende en la escala
social del crimen y aparece caracterizado de proxeneta de baja estofa,
con cadillac de color rosa y tapicería de leopardo. Como
es natural le matan sin más contemplaciones.
HARRY EL EJECUTOR
En
esta película los enemigos de Harry son una banda de sonados
que forman uno de los grupos terroristas más patéticos
que ha dado la industria del cine. Casi dan lástima cuando
Callahan acaba con ellos.
Destacamos
de este nuevo episodio de la saga el hecho novedoso de que el nuevo
compañero de Harry es, esta vez, una mujer. La tía
los tiene bien puestos, no crean, y a pesar de los tacones y de
llevar la pistola en el bolso (patético, sí) llega
incluso a salvarle la vida a nuestro héroe entregando la
suya propia.
Popwell,
por su parte, sigue su imparable ascenso al estrellato y aquí
encarna a "Mustafá", un ratero con posibles, jefe
de una minibanda, que colabora con Harry en la persecución
de los terroristas (un jodido chivato, para qué nos vamos
a engañar).
LA LISTA NEGRA
Liam
Neeson hace su aparición por primera y única vez en
la serie de Harry el Sucio, interpretando a un director de cine
que tiene que sufrir a Jim Carrey como estrella de rock con la que
ha de rodar un filme. Sí amigos, incluso en los templos más
sagrados del cine-cine aparece el capullo de Carrey. Incomprensiblemente
Harry no le pega dos tiros después de oirle cantar gestualizando
histriónicamente como nos tiene acostumbrados. Una prueba
más de que en el fondo del corazón de Harry late cierta
humanidad.
Esta
entrega de la serie aporta como hito una nueva estética en
el arranque del film, pues aunque los créditos siguen apareciendo
sobre una imagen aérea de la ciudad de San Francisco (en
realidad podemos considerar que esta ciudad, la Sodoma de nuestra
era, es prácticamente otro personaje de la película),
esta vez está rodada de noche, con las lucecitas en todos
los edificios, lo que aporta a esta cinta un innegable toque de
sofisticación.
Albert
Popwell aparece de nuevo, pero esta vez en la cima del olimpo interpretativo;
nada más y nada menos que encarnando al compañero
de Harry Calahan. Por desgracia lo asesinan al cuarto fotograma.
IMPACTO
SÚBITO
Esta
es por el momento la última película de la saga, y
a juzgar por el lamentable estado físico de Eastwood (qué
cosas, cómo pasa el tiempo), la que cierra definitivamente
este glorioso ciclo.
En
esta ocasión, una chica que ha sido violada por una pandilla
de delincuentes de ínfima estofa, en lugar de molestar a
los pesados servidores de la ley y la justicia con sus problemas
decide solucionarlos ella misma mediante el saludable método
de meterle a cada uno de los culpables un tiro en los cojones, vaciándoles
posteriormente el cargador en la zona occipital. Harry comienza
a sospechar que alguien le está robando protagonismo en la
impartición sumaria de justicia por la vía expeditiva,
así que inicia sus pesquisas hasta dar con la "culpable".
Por supuesto, al conocer el drama humano que motiva el afan justiciero
de la muchacha Callahan no puede por menos que emocionarse (al fin
y al cabo no todos los días encuentra uno un alma gemela),
así que le echan la culpa de los crímenes al último
pringadillo que la palma y a vivir que son dos días. ¿Es
para emocionarse o no?.
Como
estamos seguros de que Usted, lector habitual de LPD, ha notado
sobradamente el carácter apologético de este artículo,
no vamos a perder el tiempo recomendándole vivamente las
cinco películas. Tan sólo insistiremos en que si no
lucen primorosas en las estanterías de su hogar, Usted no
merece llamarse cinéfilo.
Pablo
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