Valencia
ANÁLISIS
TEMPORADA 2003-2004
OBJETIVO:
Tras unos años sin parangón en la historia del club
el Valencia ha de poner a su afición, crecida injustificadamente,
en su sitio. Es patente el incremento entre la misma de una acusada
y creciente falta de respeto hacia el Real Madrid Club de Fútbol,
entidad señorial y de acrisolada trayectoria humana y deportiva,
por demás Mejor Equipo del Mundo y del Universo Conocido,
según el leal saber y entender de todos los especialistas.
Esta actitud, que lleva a que Mestalla no logre ni siquiera la media
entrada en la presentación en España de David Beckham
(recordemos que en Asia los llenazos eran continuados, por poner
sólo un ejemplo de contraste entre gentes de bien y antiespañoles),
no es de recibo, y tiene su origen a buen seguro en los exitillos
deportivos de los últimos años, que han enardecido
a las masas. El objetivo del Valencia para este año es continuar
la labor ya comenzada la temporada pasada y, por medio de unos paupérrimos
resultados en lo social, deportivo y económico, incitar a
las gentes de bien a abandonar su reciente provincianismo paleto
y sustituirlo por una rendida y merecida admiración por el
Real Madrid. Sentimiento este último que ha de ir más
allá de la contemplación y disfrute pasiva de los
merecidos éxitos del Equipo de España y anudarse a
la activa compra de camisetas, fijadores de pelo y calzoncillos
de la equipación oficial blanca.
TRAYECTORIA:
La labor a que hacemos referencia ya fue comenzada durante el curso
pasado. Tras una serie de temporadas de indudable éxito (con
una Copa del Rey, una Supercopa de España, dos subcampeonatos
de Europa y la consecución del título de Liga -y eso
por no mencionar el título de la Intertoto con el que se
inició todo-) la temporada 2002-2003 fue nefasta para el
Valencia. Ramplón papel en su competición fetiche
(la Champion's League) y dolorosísimo quinto puesto en Liga,
por todo lo que significa en el plano económico y deportivo
quedar fuera de la máxima competición continental.
Aunque la cosa podría haber ido más allá, el
Consejo de Administración del Valencia parece satisfecho
con la lenta pero meticulosa tarea de Rafa Benítez, entrenador
del equipo, para deshacer del todo el "legado Cúper",
y sigue confiando en este sujeto para convertir al equipo en un
espantajo en lo que a gestión deportiva se refiere. Por el
momento Benítez ha respondido con profesionalidad, y desde
el final de la temporada pasada y en lo que llevamos de esta se
viene significando como el más importante elemento desestabilizador
tanto dentro del vestuario como en sus relaciones con la secretaría
técnica y directiva.
FIGURAS:
Sissoko (esperemos que se escriba así). Se trata de un joven
francés, altísimo y negro. Este aspecto le aporta
una indudable prestancia y permite que sus cualidades futbolísticas
(caso de que existan, y sean éstas las que fueren) no pasen
inadvertidas. Para bien o para mal, a Sissoko se le ve en el campo.
El aficionado medio del Valencia no conocía a este chaval
de nada, pues era uno de esos fichajes absurdos que en el fútbol
moderno se realizan para que los filiales se refuercen en profundidad
de banquillo y contentar a los intermediarios de algunas de las
figurillas de la primera plantilla. De repente, sin embargo, empezaron
a verlo aparecer en las alineaciones del primer equipo. ¿Qué
estaba pasando? Nada, sencillamente que Benítez, un estudioso
del fútbol, había decidido dar un paso más.
Aprovechando la ventaja de desconocer tanto las prestaciones del
francés como su posición natural en el terreno de
juego (si es que tiene una), Benítez encontró en el
chaval a un comodín perfecto para, apelando a la necesidad
de renovación, imponer a la Secretaría Técnica
del club los descartes de jugadores como De los Santos o Salva Ballesta,
que en los buenos viejos tiempos habían sido expresamente
solicitados por el técnico y que costaron la bonita suma
de 5.000 millones de las antiguas pesetas. Desde entonces, y en
posición indeterminada (o sea, más o menos como ocurría
con los mencionados De los Santos y Salva Ballesta) Sissoko tiene
el privilegio de corretear por el césped de Mestalla. Normalmente,
a medio plazo, sus apariciones tendrían que acabar produciéndose
con la frecuencia de los fichajes de Benítez que viene a
reemplazar (es decir, más bien escasa), pero con el iconoclasta
entrenador del Valencia nunca se sabe. En cualquier caso, como nos
gustan las gentes iconoclastas, estamos con Sissoko y el nuevo modelo
futbolístico del Valencia: "Benítezes y Sissokos",
que promete dar grandes tardes de gloria.
NUESTRO
CONSEJO: El Valencia, se trata por fin de una cosa sabida, ha de
ahorrar dinero en sueldos de futbolistas. Y es que el club lleva
unos años de destacada gestión económica, anticipando
las tendencias del fútbol moderno. Primero, a lo largo de
sus años de gloria, vendía a sus estrellitas a cambio
de jugosos traspasos, como queriendo hacer creer que era por dinero.
LPD no cayó en la trampa e identificó con acierto
los oscuros objetivos de los dirigentes del club. Que, desde esta
temporada, aun cuando sigan siendo los mismos, relucen con más
fuerza si cabe: limpiar el vestuario de todo vestigio de calidad
futbolística. Para lo cual no importa dar a los jugadores
sin cobrar un duro de traspaso (véase el caso de Kily González,
por el que se rechazaron ofertas de 15 millones de euros y ahora
se larga gratis total). Nuestro consejo es que la entidad vaya un
paso más allá y, sencillamente, revolucione de una
vez el mundo de las transacciones futbolísticas. ¡Se
acabó esa medieval obsesión por cobrar euros a cambio
de traspasar futbolistas! ¡Ahora se impone pagar por ello!
En efecto, imaginen el demoledor efecto que causaría en el
fútbol mundial (y la galopante deflación que ello
supondría en el mercado de fichajes) que un club traspasara
a Pablo Aimar, por ejemplo, añadiendo al jugador unos 10
millones de euros. Con esta sabia táctica desestabilizadora,
y a cambio de sólo un ridículo aumento porcentual
de su ya consistente deuda, el Valencia atraería a las grandes
figuras del fútbol mundial, que siquiera fuera para poder
ser traspasados en tan ventajosas condiciones, no tendrían
otro deseo que recalar por unas horas en la entidad valencianista.
De lo cual ésta podría aprovecharse con la venta de
camisetas, nueva finalidad última de este deporte, como esperemos
que sea ya por todos sabido. Además, las opciones de gamas
de camisetas serían variadas. Una para aficionados, ya se
sabe, con el número y nombre de la efímera estrellita
de turno. Pero incluso se podría ir más allá
y desarrollar una nueva gama de camisetas que serían compradas
por las propias estrellitas (con una leyenda del estilo "Yo
también pasé por el Valencia de los descartes").
Al margen del potencial mediático y merchandisingero de esta
medida, tal política conduciría a una inmediata deflación
en un mercado, lo que llevaría a un nuevo ciclo de problemas
económicos que el club, por haberlo iniciado, sortearía
con gracia y primor (siempre y cuando pudiera recalificar sus terrenitos
de Mestalla para construir cuatro o cuarenta modestas torres de
oficinas y viviendas, que, como todos Ustedes saben, es la segunda
actividad primordial a la que, junto a la venta de camisetas, ha
de dedicarse cualquier entidad que aspire a tener reconocimiento
y aplauso en el mundo del fútbol).
COMENTARIO: Tras un par de años de concienzuda y pausada
remodelación, afición y crítica pueden por
fin darse por satisfechas: la pesada y maléfica herencia
de Cúper ha desaparecido al fin del fútbol del Valencia.
No se trata tanto de una cuestión de hombres, ya que algunos
recalcitrantes siguen por ahí agazapados, como de mentalidad.
El equipo serio, disciplinado, solidario y tan aburrido que hasta
resultaba eficaz, en fiel imagen sobre el césped de lo que
era su técnico, ha dado lugar a la indefinible banda actual
(en fiel imagen de
bueno, dejémoslo). Porque el Valencia
de Benítez ya ni defiende comprometidamente como lo hacía
antaño, ni tiene el fuelle físico de hace un par de
temporadas, ni cuenta con jugadores que sigan dispuestos a realizar
sacrificios por otros compañeros y por el grupo, sabedores
de que, en la actualidad, prima la consigna, impuesta por el técnico,
del "sálvese quien pueda". El edificante ejemplo
de Benítez, poniéndose siempre la venda antes de que
llegue la herida, pero garantizando con su comportamiento que ésta
lo acabará haciendo, no ha acabado de imponerse, con todo,
de forma absoluta. Podría, sin embargo, darse el caso de
que a lo largo de la temporada se consolidara definitivamente. De
esta forma a un equipo entrenado por un tipo que todos los días
concede entrevistas o da ruedas de prensa dedicándose a insultar
a jugadores, cuerpo técnico y directivos, a poner en duda
la profesionalidad de todos cuantos forman parte de la entidad,
y a declarar que si por todo ello fuera sería imposible conseguir
nada (dejando claro que cualquier triunfo logrado es un milagro
achacable únicamente a su labor) podría ofrecer el
simpático espectáculo de jugadores que, inspirados
en el ejemplo de su entrenador, se enzarzarían en disputas
entre ellos en el campo, boicotearían las jugadas de sus
compañeros o, sencillamente, pondrían cara de no haber
roto un plato en su vida mientras hacían dejación
de sus deberes profesionales. La ventaja de esta deriva, que consideramos
posible, es que a partir del momento en que las cosas llegaran al
punto de que los valencianistas se pegaran entre ellos sin ningún
motivo aparente el Valencia podría reclamar con orgullo haberse
convertido en el equipo que es al balompié lo que José
María Aznar a la política. Gentes sin complejos ni
ataduras, a quienes nada desvía de su firme propósito
de seguir por la vía del caos, la violencia y la destrucción.
Ahí queda eso.
EL
COMENTARIO DE NUESTRO TÉCNICO: Esteeeee
el Valencia
de esta temporada promete dar un espectáculo muy diferente
al que estábamos acostumbrados. Pelotudos y más pelotudos
pueblan gradas, palco, banca y piso, conformando entre ellos una
perfecta comunión de desorden y caos que sólo puede
fructificar cuando sea sublimada como arte. Normalmente, tal acontecer
estaría vedado a casi cualquier tierra y sociedad, pero tratándose
de la valenciana, que ha producido especímenes de tan arraigada
genialidad caótica como Rosita Amores, Salvador Montesinos
o Eduardo Zaplana, ¿acaso no es legítimo albergar
esperanzas respecto al alumbramiento exitoso de un nuevo modelo
futbolístico? Si el fútbol, deporte donde la inteligencia
y el toque han venido ejerciendo una dictadura que condenaba al
fracaso a los diferentes, a los iconoclastas, a los revolucionarios,
puede por fin mirarse de frente y afrontar la realidad de que sin
ninguna de estas dos características, pero con inspiración
artística, también son posibles las victorias, habremos
avanzado de golpe decenios. Se habrán acabado discriminaciones
injustas, al fin. Y de esta revolución en la cultura futbolística
habrá que darle las gracias al Valencia.
ABP
(València)
ANÁLISIS DEL VALENCIA DE LA TEMPORADA 2002-2003
ANÁLISIS DEL VALENCIA DE LA TEMPORADA 2001-2002
ANÁLISIS DEL VALENCIA DE LA TEMPORADA 2000-2001
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