Esto
es Jolibud
Noticias del mundo del cine (por decir algo)
30/6/03:
Adiós a Katharine Hepburn
Que
el reloj vital sigue adelante es una evidencia. Y que según
pasan los años van desapareciendo los representantes del
cine clásico norteamericano, es decir, los suministradores
de la iconografía que más ha calado en el imaginario
colectivo del hombre moderno, ésa es otra evidencia. Si hace
unas semanas, la muerte le llegaba a Gregory Peck, ahora le ha tocado
el turno a Katharine Hepburn, la mujer luchadora, incansable e incombustible
por antonomasia del Hollywood clásico.
Mujer
de armas tomar, rebelde, reivindicativa, una personalidad que transmitía
una vitalidad sin igual y que, además, no enarbolaba ninguna
bandera de progresía ni presumía con vanidad de sus
ideales, Katharine Hepburn era un auténtico chorro de energía
que destrozó el estereotipo de mujer cándida y sumisa
del cine de Hollywood de los años 30. Sin ella y sin un grupo
más de mujeres valientes y emprendedoras de la industria
(Ida Lupino o Barbara Stanwyck, por citar sólo a algunas),
el cine americano se habría mantenido en unos clichés
reaccionarios. Estas actrices contribuyeron (y en muchos casos lideraron)
en el proceso que permitió a Hollywood convertirse, hasta
el infame periodo de la "caza de brujas", en una poderosa
industria cultural exportadora de ideas progresistas y de una visión
del mundo mucho más abierta y tolerante de lo que ofrece
hoy esa misma industria.
Son
muchas las películas de Katharine Hepburn, pero si hacemos
una poderosa criba y olvidamos sus cintas con George Cuckor y Spencer
Tracy, si dejamos a un lado sus papeles con Bogart y Huston, y si
no pensamos en esa conmovedora historia otoñal que es "En
el estanque dorado", elegiríamos "La fiera de mi
niña" (Bringing up Baby) como la película que
mejor plasmó su personalidad. Moviéndose como pez
en el agua en la concepción que tenía Howard Hawks
de la mujer como figura dominante en las relaciones sociales, el
personaje de Hepburn, que conseguía revolucionar todo lo
que tocaba y trastocar cualquier orden establecido que encontrara,
era un huracán interpretativo y vital. Nunca Hawks volvió
a encontrar a una mujer igual para ninguna película suya,
y nunca el cine de Hollywood llegó a una indagación
tan profunda en el estudio de las relaciones de pareja y en el desempeño
de los roles sexuales asignados por una sociedad misógina
e injusta.
Aunque
sólo ese papel justifica toda una obra, recomendamos a cualquier
persona inquieta ver una película de Katharine Hepburn. Especialmente
a los jóvenes, para quien esta actriz ofrece un auténtico
modelo vital de conducta, repleto de coherencia, confianza en las
capacidades de uno mismo y con voluntad de vivir según las
necesidades e inquietudes personales, no según los dictados
de otros. Esto y mucho más fue Katharine Hepburn. Sin ningún
tipo de afectación, y permítanme una opinión
personal, se ha muerto la mejor actriz de Hollywood. La mejor, sin
duda.
Manuel
de la Fuente
13/6/03:
Adiós a Gregory Peck
La
muerte de Gregory Peck supone el punto final a una carrera ejemplar
en la industria del cine norteamericano. Actor de una gran inteligencia
y sensibilidad, Peck encarnó el modelo de profesional discreto
que no sólo realizaba sus papeles a la perfección,
sino que además se involucraba en la elección de proyectos
afines a sus ideales de hombre liberal. No es de extrañar
que, sin ser un actor tan reconocido ni tan carismático como
otros galanes (por ejemplo, Cary Grant o Clark Gable), Peck haya
trabajado con realizadores como Hitchcock, Huston, Wyler o Walsh,
cuatro representantes de la mejor tradición del cine progresista
(que no panfletario) del cine norteamericano. Repasando la trayectoria
de Peck, los medios de comunicación recordarán muchos
aspectos: la discreción de su vida privada, su rechazo del
papel de "Solo ante el peligro" porque había realizado
ya otro papel similar, su impecable trayectoria profesional, etc.
Lo
que ocurre es que, en este caso, los tópicos post-mortem
no se alejan mucho de la realidad, o, al menos, de la percepción
que tenemos desde aquí de su obra. Únicamente como
recuerdo, vamos a repasar brevemente sus dos papeles que consideramos
no sólo los más representativos de su buen hacer,
sino los mejores de su filmografía.
"Matar
a un ruiseñor" (To Kill a Mockingbird, Robert Mulligan,
1962). Realizada en unos años en que el sur de Estados Unidos
era una bomba de relojería de conflictos raciales, la película
habla, con una exquisitez única, de la tolerancia y de la
educación como valor fundamental en el desarrollo de una
sociedad madura. Proyecto levantado por Mulligan, Peck y Alan J.
Pakula a partir de una celebérrima novela de Harper Lee (ganadora
del Pulitzer), el personaje de Atticus Finch es el que quedará
identificado en mayor medida con Gregory Peck, un personaje bondadoso,
inteligente, desprendido, respetuoso y que trabaja siempre en beneficio
de su comunidad (un pequeño pueblo del sur de los Estados
Unidos sumido en la depresión de los años 30), sirviendo,
además, como ejemplo y modelo de comportamiento para sus
hijos, huérfanos de madre. Peck recibió, muy merecidamente,
el Oscar por este papel.
"Moby
Dick" (John Huston, 1956). Otra película basada en una
novela (en este caso, la obra homónima de Melville, el Quijote
de la literatura norteamericana), en que Peck encarna al capitán
Ahab, un personaje que es el polo opuesto al de Atticus. Huston
realiza una de las mejores películas de aventuras, género
en el que es un especialista, y en la que, bajo el barniz de la
obsesiva persecución de una ballena, se reflexiona sobre
el enfrentamiento del hombre con la naturaleza, la superación
de sus propios límites, y la búsqueda de una quimera
a partir del deseo de convertirse en un dios. Se ha dicho muchas
veces que Peck era un actor muy plano y limitado, y siempre se ha
obviado el ejemplo de esta película para constatar el trabajo
sólido de quien interpreta a un Ahab sublime.
Hay,
desde luego, muchas más películas destacables entre
las cerca de 60 que realizó: "Vacaciones en Roma",
"El mundo en sus manos", "Duelo al sol", "El
cabo del terror", "Recuerda", "El proceso Paradine",
y un largo etcétera. Tras su muerte, su legado continúa,
dejando su trayectoria exigente y su vocación liberal en
el cine en actores actuales que siguen su modelo, como George Clooney,
por citar a uno.
Manuel
de la Fuente
10/3/2003:
El efecto Almodóvar
Pedro
Almodóvar, que recientemente ha sido galardonado (porque
el simple hecho de que desde el Imperio Cultural presten un mínimo
de atención a la periferia europea es un premio gordo) por
los profesionales de la industria cinematográfica estadounidense
con dos nominaciones a los Oscar, es en cambio maltratado tradicionalmente
en España. La afirmación dista de ser polémica,
tozudos como son los hechos.
El
caso es que, mientras Pedro Almodóvar era considerado por
la única industria cinematográfica del mundo digna
de ese nombre como uno de los 5 mejores directores del año
y como el autor de uno de los 5 mejores guiones originales, en España
sus queridos compañeros ni siquiera tenían a bien
enviarlo en representación de nuestra nación en la
categoría "basura" de Mejor Película en
Lengua no Inglesa. Y no deja de ser extraño, pues si bien
no es en absoluto criticable que los Goya puedan dárselos
a otro trabajo (perfectamente digno y muy valiente y arriesgado)
no acabamos de ver claro el hecho de que, excepcionalmente, se deje
de aplicar la "doctrina Garci" a la hora de enviar a Hollywood
a la representante española. Es sabido que, de acuerdo con
esta tesis, "a los Oscar no hay que enviar a la mejor película
española del año sino a aquella que tenga posibilidades
de ganar, pues logrando una estatuilla el efecto es beneficioso
para todo el cine español". Perfecto. Todos de acuerdo.
Y eso aunque haya sido sospechoso que esta doctrina avalara las
sucesivas candidaturas de bodrios sentimentaloides de Garci (los
americanos pueden ser ñoños y comerciar en plan barato
con los sentimientos pero, por expresarlo con sencillez, tenemos
algunas dudas respecto de que ello signifique necesariamente que
sean tontos del culo). Lo que no se entiende es que una película
con claras posibilidades como la de Almodóvar viera que,
de repente, la "doctrina Garci" pasaba a mejor vida.
La
manía a Pedro Almodóvar provoca efectos extraños.
En un mundo en el que el éxito comercial de cualquier producto
cultural está estrechamente relacionado con el martilleo
mediático sobre su bondad e imprescindibilidad, es patente
el ominoso silencio (hasta el punto en que es posible) con el que
tratan los grupos mediáticos y de presión cultural
españoles las producciones del manchego. Situación
que conduce a curiosos efectos paranormales como que las películas
de Almodóvar, aun funcionando muy bien en taquilla en España
(probablemente estamos ante el único director que es una
garantía de gran rentabilidad económica de nuestra
industria película tras película), logran muchos más
espectadores en lugares como Francia, Inglaterra, e incluso Italia
(es el caso de "Hable con ella").
Ahora
bien, y tras la confirmación del bochornoso ridículo
de la pomposa "Academia" española, ¿cuáles
son los motivos del odio o simple manía que se tiene a Almodóvar?
Nos
atrevemos a aventurar tres factores:
- El
primero de ellos, tan manido, es que en España no apreciamos
a quienes triunfan. Y, menos todavía, si triunfan mucho y
en lugares inaccesibles para el vulgar promedio de la nación.
En este sentido, muy pocos directores o partícipes del mundo
de la farándula sobrellevarían bien el éxito
internacional y americano de Pedro Almodóvar. La hipótesis,
nada original, tiene visos de ser cierta. Es una evidencia, por
ejemplo, que también el desembarco de Penélope Cruz
levantó inmediatos recelos, y que sólo tras haberse
constatado su fracaso como actriz mínimamente creíble
el vulgo se ha reconciliado, más o menos, con ella. Aquieta
mucho la conciencia del mediocre poder explicar el éxito
ajeno apelando a la tradicional invocación de que sus logros
sólo obedecen al ejemplar manejo de la técnica de
meterse en la cama de alguien. Una vez garantizada la superioridad
moral de quien emite el juicio, nada que temer. Pero el problema
es que, al menos de momento, no parece que el éxito de Almodóvar
obedezca a ningún factor adicional a sus películas
y sus guiones. Algo difícil de soportar, claro. Nos guste
Almodóvar más o menos, es evidente que su mayor o
menor reconocimiento le ha venido, sólo, de su trabajo.
- Y
ahí le duele también a todo el gremio de la cultura.
¿Es posible que alguien como Almodóvar no haya tratado
nunca de aprovecharse de la ola de salidas del armario ni tratado
de ganar réditos publicitando lo que todo el mundo asume
como su natural condición sexual? Evidentemente, en los tiempos
que corren, aun siendo posible, es inadmisible. Desconocemos si
Almodóvar es o no gay y, la verdad, nos importa un rábano.
Al parecer, sin embargo, existe un generalizado consenso en tal
dirección y ciertos factores externos avalan la hipótesis.
Pero es que al director le parece que su vida privada es eso, privada.
Lamentable, claro. Y aunque a nosostros nos parezca que tiene razón,
en España semejante opción no se perdona. Ni comerciar
con su identidad, ni aporta carnaza ni, lo que es todavía
peor, se sitúa al frente de una manifestación en favor
de los derechos de tan maltratada minoría. Es más,
en su trabajo, incluso también se permite bromear con el
asunto. Ciertamente es algo difícilmente entendible en el
marasmo de mediocridad habitual en España, donde no son pocos
los acomplejados que sólo han sabido ganar dinero y notoriedad
abrazándose a banderas de todo pelaje.
- Por
último, ¿es casualidad que Almodóvar sea minusvalorado
sistemáticamente y a la vez viva más o menos alejado
del circuito de comercialización dominante en España?
Decíamos arriba que nos las habemos probablemente con el
único director español que garantiza, película
tras película, unos ingresos decentes. Obviamente es ofensivo
que el sujeto se niegue a entrar en los canalles de comercialización
al uso, dominados por las grandes empresas del sector audiovisual
español que, a su vez, controla a los "creadores de
opinión". Debe ser doloroso que un tipo gane dinero
de forma importante y todo se lo guise con su productora y acuerdos
puntuales con los yanquis. No poder meter la cuchara, claro, es
el motivo que permite ver con claridad el resto de agravios de un
personaje de lo más turbio que, encima, osa poner en evidencia
las miserias de la profesión en España.
En
cualquier caso, y a pesar de que Hable con ella no es una obra redonda,
ni mucho menos, la reciente posibilidad de observar a la competencia
(Gangs of New York, Chicago...)
no hace sino reafimar la certera selección de los americanos.
Visto lo visto, y tras buenos ratos de aburrimiento visionando estas
dos cintas, uno está casi dispuesto a concebir que Almodóvar
gane. Porque si algo bueno tienen es que no les duele en prendas
apropiarse cualquier cosa venida de fuera. Aunque sea un tipo extravagante
de La Mancha hablando de santos y de su madre. Aunque no haga bandera
de su vida privada para vender su producto. Y a pesar de su trabajo
no sea siempre apreciado en su país.
ABP
(València)
4/2/2003:
El putiferio de los Goya
Los
fieles lectores de esta página saben que no solemos consumir
telebasura a excepción de Gran Hermano, sin embargo, por
lo que nos cuentan sobre la Gala de los Premios Goya, el año
próximo no vamos a tener más remedio que incluir este
magno evento en nuestro selecto menú televisivo.
El
espectáculo bochornoso de nuestra avanzadilla "kultureta",
interpretado por todos y cada uno de los intervinientes con disciplina
casi estalinista, convirtiendo un certamen cinematográfico
en una verbena cutre trufada de consignas politizadas, es de lo
más lamentable que ha emitido en los últimos tiempos
Televisión Española (1 billón, con be, de déficit
a repartir entre todos).
Dejando
a un lado la torpeza evidente de usar como fórmula contestataria
un mensaje tan absurdo como el "no a la guerra" que exhibían
orgullosos en sus chapitas pectorales (¿pensarán que
la gente en su sano juicio está a favor de la guerra "per
se"?), es necesario constatar la manifiesta ingratitud de estos
artistas inmarcesibles, de estos auténticos genios con aquellos
que pagamos su nada desdeñable tren de vida a través
de nuestros impuestos, porque -no conviene olvidarlo- el cine español
es un sector subvencionado, como la remolacha o el lino. Sí,
ya sabemos que hay por ahí cuatro chalados que incluso van
a ver películas españolas pero, si hacemos caso a
las últimas estadísticas, se trata de un fenómeno
casi marginal y -como el buitre leonado- llamado a la extinción.
Nuestro
artisteo megaconcenciado se empeñó en convertir la
gala de los "Oscars españoles" (por favor, dejen
de carcajearse y sigan leyendo) en una parranda apologética
de dudoso gusto, lo que, insistimos, nos parece una falta de respecto
a los productores de sus películas (Ustedes y nosotros con
nuestras declaraciones de la renta) basicamente por dos motivos.
A saber:
a)
Es un insulto a la inteligencia intentar colarnos sus reivindicaciones
de claro tinte político como un gesto espontáneo,
cuando todo el mudo pudo ver que, por ejemplo, hasta el último
mono llevaba en la pechera desde el principio su "pin"
anti-Bush.
b) Este desmadre reivindicativo fue en detrimento del contenido
artístico de la ceremonia, hasta el punto de que la incuria
de los guionistas y de los responsables de la puesta en escena han
conseguido, a juicio de los que vieron la catástrofe, dar
una nueva dimensión a la palabra "hortera". El
desastre fue tan abigarrado que incluso especímenes tan sufridos
como los espectadores habituales de TVE (1 billón, con be,
de déficit a repartir entre todos) huyeron despavoridos a
los otros canales, dejando el nivel de audiencia de la gala en la
mitad de lo que venía siendo habitual.
Y como
guinda de este insufrible pastel llegaron las votaciones, en las
que para nuestra sorpresa, D. Pedro Almodóvar aparece como
principal damnificado. El genial director manchego (no se rían,
coño, que esto es serio), pasa a engrosar la lista negra
del macarthysmo hispano encabezada con todos los honores por José
Luis Garci, quien en sus cuatro últimas películas
ha revelado su auténtico rostro de reaccionario criptofascista.
No les decimos más que en la primera película de su
actual época -"Canción de cuna"-, cuya acción
transcurre en un convento, no aparece ninguna escena de lesbianismo
entre las monjitas, ni siquiera un capellán violando novicias,
con lo que el film carece del elemental mensaje comprometido que
exige el cine "de qualité" actual. Total que la
película de Garci "Historia de un beso" y la de
Almodóvar "Hable con ella" se fueron para casa
igual que habían venido, con una mano detrás y otra
delante. ¡A ver si se creían que ganar un Oscar de
Hollywood les iba a salir gratis!.
Pablo
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