El
Señor de los Anillos : Las Dos Torres
Estados
Unidos , 2002
La
segunda parte de El Señor de los Anillos continúa
haciendo felices a millones de freakies y vendiendo más merchandising
que el Real Madrid. La segunda película conserva las características
de la anterior, preservando por tanto sus virtudes (historia entretenida,
efectos especiales, ambientación cuidada,
vea la crítica
de la primera parte para comprobar el pluralismo existente en
esta página) y también sus defectos (malos patéticos,
historia inverosímil, Frodo,.
vea la crítica
de la primera parte para comprobar el repulsivo pensamiento
único totalitario de los redactores de LPD). A continuación
haremos una reseña de la película en la que les reventaremos
el final, al más puro estilo LPD.
Es
indudable que el Señor de los Anillos, a la vista de las
dos primeras películas, es una producción de gran
calidad que se convertirá en breve en un clásico moderno,
a la altura de Matrix o Torrente. Y ello gracias a las peculiares
características en que se forjó, pues si lo habitual
en las adaptaciones de novelas es que la película salga perdiendo
en la comparación, aquí el director Peter Jackson
ha de hacer difíciles ejercicios de equilibrismo entre la
fidelidad a una historia, la del libro, que le exigen los millones
de freakies, con la constatación evidente de que dicho libro
es una auténtica bazofia, incoherente, innecesariamente largo,
plagado de referencias esotéricas que no hay por donde cogerlas
(vean la crítica del
libro para comprobar, otra vez, nuestro immarcesible pluralismo).
Por tanto, para hacer una película aceptable, Jackson ha
tenido que cargarse las partes del libro más manifiestamente
deleznables pero sin que se le notara demasiado, sustituyéndolas
por más referencias a la épica fácil de los
films de aventuras, concesiones cara a la galería para conseguir
más público del estilo de matar a un personaje, Aragorn,
para luego hacerlo reaparecer, minimizar la parte dedicada a los
insorportables hobbits y su búsqueda de la Enorme Caldera
para destruir allí el Glamouroso, Poderosísimo e Inmortal
Anillo Único y otorgar más importancia a las batallitas,
convertir a uno de los personajes principales del libro, Faramir,
hermano de Boromir, en medio malo redimido al final, al igual que
su hermano (¿y quién es Boromir, se preguntarán
Ustedes? Vayan acostumbrándose a la retórica del Señor
de los Anillos, donde todos, o al menos todos los Buenos, son "el
hijo de nosequién" o "el hermano de nosecuantos";
nepotismo institucionalizado como motor del Bien), o dar el coñazo
con la historia de amor del susodicho Aragorn con Liv Tyler para
lo que todos Ustedes se imaginan: sacar a Liv Tyler y justificar
su sueldo, lo que sería difícil en el libro, donde
el personaje de Liv Tyler no aparece hasta, más o menos,
la página 1283.
La
historia comienza con la Comunidad del Anillo (los nueve pringaos
que comenzaron la aventura) disgregada en distintas misiones: Frodo
y su sirviente camino Mordor para destruir el Anillo, los otros
dos hobbits capturados por una jauría de orcos, Boromir muerto
y el enano, el elfo familia de Mendiluce y Aragorn persiguiendo
a los orcos (por cierto una situación un tanto ridícula:
al menos cincuenta orcos huyendo despavoridos de tres personas;
claro que en El Señor de los Anillos un bueno vale más
o menos por 30 malos).
A partir
de ahí se diseñan dos historias paralelas, bien llevadas
en la película: por un lado, el encuentro de Frodo y su amiguito
con Gollum, un bicho repulsivo que fue el anterior poseedor del
Anillo (y el Anillo, el Poderoso, Majestuoso e Inconcebible Anillo,
le otorgó su Poder durante 500 años por la vía
de volverlo esquizoide y convertirlo en ese bicho asqueroso que
comentamos) y que se encargará de guiarles a Mordor (se supone
que en la esperanza de hacerse con el Anillo); por otro, la lucha
de los demás supervivientes de la Comunidad del Anillo contra
Saruman, el mago malo de la primera parte. Y como no hay mago malo
sin su contrapartida, hete aquí que reaparece Gandalf, más
bueno que nunca, aparentemente indemne con su batalla con el Supermonstruo
malo de la película anerior, lo que contribuye a ahondar
aún más si cabe en una de las principales claves de
la historia: la maldad inherente a los malos, o mejor dicho, su
acendrada incompetencia. Los aliados en la lucha contra Saruman
serán un reino medieval al que el mago malo tenía
confundido con su maldad (pero Gandalf les hace ver que están
en un error, no en vano son rubios, con ojos azules, y su sociedad
está estructurada siguiendo las pautas más estrictas
del feudalismo) y unos árboles que hablan a los que Peter
Jackson, con buen criterio, saca lo menos posible.
Con esta estructura paralela, la película se divide en tres
partes, según un criterio canónico: presentación
de los personajes y arreglo de malentendidos, preparación
para la gran batalla, y batalla en sí. La película
sigue funcionando a buen ritmo, salvo en la parte intermedia (tengan
en cuenta que estamos hablando de prácticamente una hora
de preparación para la superbatalla), y continúa en
la misma tónica de la primera parte sobre todo en lo que
a nosotros nos interesa: su mensaje ideológico, fundamentado
en que los buenos son buenos "porque sí", porque
otras razones, más allá del hecho de que todos son
blancos y desiguales en su bondad según su clase social,
no vemos. La principal pauta que se sigue para mostrar la bondad
de los buenos es por contraposición a la maldad de los malos,
pero la verdad es que cualquier análisis mínimamente
racional nos llevaría a concluir que los malos, en realidad,
son buenos, y viceversa:
- En
primer lugar, los supuestos malos son incapaces de hacer mal a nadie,
no por falta de voluntad, es cierto, pero un malo mínimamente
creíble debería ser también una amenaza real,
y estos pobres desgraciados, desde luego, no son tal. Llevamos ya
seis horas de película y no ha muerto ni uno solo de los
personajes principales: el mago Gandalf escapa por dos veces de
la muerte, primero porque los malos le dejan escapar y luego porque
resucita, o no muere, o sí pero no (no se entiende muy bien
por qué resucita, pero ahí lo tienen de nuevo). Más
allá de Gandalf, el único bueno que muere es Boromir,
en la primera parte, y los que la vieron recordarán que,
en realidad, no estaba nada claro que fuera bueno, y en un mundo
como el del Señor de los Anillos no caben medias tintas:
o eres bueno, o eres malo, y por tanto mueres o te matan.
- Como ya pusimos de relieve en la primera parte, los malos están
unidos y no tienen disensiones internas de importancia. En el bando
malo encontramos orcos, trolls, Espectros, musulmanes, orientales.
Incluso la mayoría de los animales se decantan los los malos.
El Eje del Mal es plural. Sin embargo, los buenos están separados,
continuamente discuten por nimiedades, y muchas veces parece que
les guía el interés particular más que el interés
general que claramente alumbra a los malos.
- Los jefes de los malos lo son por razones de mérito indudable
(uno de ellos se llama "El Señor Oscuro"; ¿no
suena impresionante?, y fue el creador del Superanillo, con lo que
forzosamente ha de ser un tipo listo ,y el otro, Saruman, es el
mago más importante de todos), no por herencia, como ocurre
en el mundo de los "buenos". El Mal está mucho
más cerca de la democracia que el Bien.
- Los malos representan el afán por el progreso, mientras
los buenos quieren que todo se quede como está, sin tocar
nada (especialmente una estructura jerárquica injusta y discriminatoria
y, lo que es aún más grave, sexista). Todo queda muy
claro en una frase de Saruman, en la que el sabio, por muy malo
que sea, mago afirma que su afán es terminar con el mundo
antiguo y sustituirlo por una sociedad moderna con un sistema de
producción industrial. Saruman es el inventor, además,
de la pólvora, así como de otros muchos ingeniosos
artilugios militares, mientras que los buenos, siempre obsesionados
por hacer las cosas como sus antepasados y no innovar nada, siguen
con espadas y arcos. El progreso, la modernidad, pertenecen al Mal.
- Por último, es preciso recordar que el famoso Anillo Único
pertenece al Malo malón, El Señor Oscuro. Fue él
quien lo fabricó, en su infinita sabiduría, pero un
supuesto Bueno se lo robó. Ahora quiere recuperarlo. ¿No
les parece que el Malo tiene al menos parte de razón? Es
más, si leen el libro descubrirán que los Elfos viven
tan de puta madre en sus reinos gracias a unos anillos fabricados
al mismo tiempo que el Anillo Único y con la ayuda del propio
Señor Oscuro, que dependen del Anillo Único para seguir
funcionando. Es decir, todo lo que hay de bueno en la tierra de
los Buenos deriva, en realidad, de la enorme capacidad creadora
del malo, siempre emprendido en continuas búsquedas de conocimiento,
inquieto con el mundo que le ha tocado vivir y deseoso de mejorarlo.
Por
supuesto, todas estas razones no sirven para que los malos salgan
algún día de su condición de tales, y en la
segunda película todo se maneja como en la primera. Los malos
mandan un enorme ejército contra los aparentemente indefensos
buenos, que como era previsible, en cuarenta minutos de épica
batalla, los fulminan, con la clásica aparición providencial
de última hora de miles de caballeros buenos que uno no sabe
muy bien de dónde salen. Más o menos lo mismo, les
adelanto, que ocurrirá en la tercera parte, que por cierto
no tengo ni idea de cómo podrán resumirla en tres
horas, porque Peter Jackson se ha dejado casi cien páginas
del segundo libro (que no habrá más remedio que mostrar
en la siguiente película, sobre todo de la parte de los hobbits)
más la totalidad del tercer libro, que se antoja bastante
más denso que los anteriores. Tendremos finalmente una tetralogía
del Señor de los Anillos, con un año más de
merchandising y venta de camisetas?
Guillermo
López (Valencia)
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