El
Señor de los Anillos
Estados
Unidos , 2001
Si
Ustedes desean saber algo de "El Señor de los Anillos",
permítannos la recomendación clásica: Lean
el libro. No por nada, sino por el simple motivo de que leyendo
el libro quedarán Ustedes con la misma cara de tontos y sentimiento
de que les están tomando el pelo que si ven la película
pero, al menos, lo sobrellevarán en la intimidad, de un modo
algo más digno y encima siempre podrán verse a sí
mismo como unos "intelectuales".
"El
Señor de los Anillos" es una historia un tanto sorprendente.
Al menos, al espectador le deja atónito (o, como mínimo,
a mí me deja perplejo). Básicamente la cosa consiste
en que un tipo hace unos anillos "de poder" y los distribuye
entre distintos seres: 3 para los elfos, 6 para los enanos, y 9
para los humanos (o algo así). Esto de los anillitos empieza
ya a poner de manifiesto varias cosas que debieran inquietar al
espectador con sentido común. En primer lugar porque nos
sitúa en un mundo realmente desagradable, con seres como
los elfos y los enanos (mineros, como los de Blancanieves). Pero,
sobre todo, porque no se entiende muy bien ni para qué sirven
los anillos, por una parte, ni cuáles son las razones de
tal reparto. Se supone que los anillos "dan poder". Sí,
pero ¿cuál? Y a quienes les son atribuidos. ¿Con
qué criterios se asignan esas cantidades de anillos a unas
especies? ¿Son los elfos unos pringados o, por el contrario,
unos tipos sabios que sólo necesitan 3 anillos mientras los
humanos ignorantes requieren de 9? Dentro de cada raza, ¿los
anillos son asignados a personas que ya tienen poder? En ese caso,
¿para qué sirven?
Verán
que hay muchos misterios por resolver. Pero por si faltara algo
el malo malísimo (que es con quien toda la panda de incompetentes
amantes de la bisutería pactan la construcción de
los anillos) ser reserva un "as en la manga" (más
bien un "anillo en el dedo") y forja un último
anillo que supera en poder a todos los demás y le permite
controlar el mundo. De forma que, lógicamente, el resto de
anillos no sirven para nada (¿a santo de qué tanto
follón con ellos entonces?).
Pero
no crean. Tampoco el maléfico y super-poderoso anillo sirve
para mucho. A las primeras de cambio su dueño y portador
pierde una batalla, muere (o se evapora coyunturlamente) y el anillo
pasa a ser posesión de sus enemigos. Como una posesión
aparentemente tan valiosa y terrible merece ser cuidada con suma
atención es lógico que a lo largo de los años
el anillito vaya pasando de mano en mano, tras sucesivas pérdidas
y recuperaciones.
En
estas estamos cuando empieza la película. Porque toda esta
historia inicial es ventilada en apenas un par de minutos, con el
fin de poder rellenar las 3 horas y media de película de
lo verdaderamente importantes: una sucesión de batallitas.
Unos
3000 años después de la batalla en la que el malo-malísimo
perdió el anillo (3000 años de paz y prosperidad en
el que el mundo ha vivido en paz y prosperidad, de forma que las
condiciones de vida, industria y armamento de la época son
exactamente las mismas y medievales que al principio de esta histotia)
éste se encuentra en propiedad de una familia de hobbyts.
Los hobbyts son claramente unos pringados. En el reparto incial
de anillos no recibieron ninguno y, además, viven en un tenebroso
lugar llamado "La Comarca" muy parecido a un parque infantil.
Estos
hobbyts, y en concreto un tal Frodo (propietario del anillo por
herencia) van a verse envueltos en medio de un repentino fregado
de cojones. Tras 3000 años de tranquilidad el malo-malísimo
se ha recuperado físicamente de la derrota contra la coalición
internacional que le dejó sin anillo, y está dispuesto
a todo por recuperarlo. En este punto del relaro surgen otras dos
interesantes preguntas sin respuesta:
- ¿Para
qué quiere el malo el anillo? Respuesta: para dominar el
mundo. Y ¿para qué quiere dominar el mundo? Esto ya
no está nada claro. Por lo visto el malo es eso, malo, y
eso ya lo deslegitima. Sin embargo parece que su régimen
no difiere excesivamente del de otros terrritorios gobernados por
buenos (sistemas monárquicos y caudillistas). Ni mata a sus
súbditos ni los maltrata. Tampoco parece ser excesivamente
cruel con sus enemigos, a los que liquida (con notable ineficacia)
sólo en casos de batalla (más o menos como los pretendidos
"buenos"). ¿Por qué unos son buenos y otros
malos? Tras un atento visionado de la película el único
motivo aparente de distinción es que unos son blancos, arios
y más o menos bien parecidos mientras que los malos son seres
contrahechos, deformes y con tendencia a tener rasgos morenos.
- ¿Tiene
algo que hacer el malo-malísimo? Aparentemente la respuesta
debería ser un rotundo "no". A fin de cuentas son
sus rivales quienes tienen en sus manos el supre-anillo, con todo
el poder que ello conlleva. Y, sin embargo, el anillo no sirve para
nada en manos de los buenos. Esto es una putada pues se trata de
un arma mortal en poder del malo (o eso parecen creer todos a pesar
de las evidentes pruebas históricas que tienen de que ello
no es así) peero tatalmente inútil en manos de los
buenos. De hecho el anillo sólo sirve como eficaz baliza
de localización, pues el malo y sus huestes "lo detectan"
y siempre parecen saber dónde están sus propietarios.
En
consecuencia los buenos deben destruir el anillo, única forma
de evitar que caiga en poder de su maligno creador. Esto es pura
filosofía "perro del hortelano" (ya que yo no puede
sacarle partido, que no se lo saque nadie) pero así funciona
el Mundo de la Espada y Brujería. Para que la cosa no sea
tan sencilla (recuerden que el anillo es mágico) la destrucción
del mismo sólo es posible si se funde en el mismo fuego que
lo moldeó, una especie de Caldera de Taburiente sita justo
en el corazón del territorio controlado por el malo. De forma
que aquí empieza la apasionante aventura de "El Señor
de los Anillos": el tal Frodo acompañado de algunos
amigos hobbyts (3) y de un par de humanos, un elfo y un enano, amén
de un mago que pasaba por ahí que hace las veces de escolta
han de atravesar numerosos peligros para llegar a la Caldera y destruir
el anillo.
En
realidad la escolta es bastante patética: un enano bravución
e incompetente, un elfo afeminado que sólo sabe lanzar flechitas,
un mago viejecito y achacoso y dos humanos fornidos y valientes
deben proteger a Frodo y sus tres amiguitos que se toman el asunto
como una excursión campestre. Semejante cuadrilla no habría
sobrevivido ni dos asaltos ante enemigos de una mínima entidad.
El hecho de que sistemáticamente venzan a cientos y miles
de emboscadas, peligros y ejércitos enemigos (aunque la inferioridad
numérica sea en ocasiones de 1000 a 1) dice mucho sobre la
calidad de los enemigos de esta historia.
¿Cuál
es la gracia entonces de la película? Ver cómo los
malos se dedican a enviar a escuadrones de sicarios para cepillarse
al Hobbyt y a sus acompañantes una y otra vez. Y contemplar,
una y otra vez, cómo éstos superan la prueba. Mientras
tanto van haciendo camino hacia la Gran y Gigantesca Caldera y ya
saben cómo son estas cosas: atraviesan un lago y superada
la prueba deben cruzar una montaña. Cuando parece que ya
está hay que adentrase en un bosque. Y después en
unas minas. Y después en una ciénaga... Y así
sucesivamente. Esto no es sino una vil excusa para ir montando batallitas
en los distintos escenarios, todas con idéntico resultado
(muy malo) para los malvados agentes del Mal.
A estas
alturas del film, tras ver repetida esta historia como diecisiete
veces, uno empieza a simpatizar con los malos, que en realidad sobrellevan
no pocas dificultades en su lucha contra los arios: tienen muy malas
armas y peores ejércitos, pero gracias a una organización
digna de los países industriales del Este (producción
industrial enfocada únicamente a la guerra y a la masiva
producción de mucho armamento y tropas que compensen con
su número su poca calidad) logran, al menos, poner en un
mínimo de dificultades a los buenos (suponemos que a costa
del Medio Ambiente). Por otra parte los malos están bien
avenidos, y han logrado unos acuerdos entre distintos seres que
convieven en paz y armonía, mientras los pretendidos "buenos"
son incapaces de arrejuntarse entre elfos, enanos, humanos y hobbyts.
Viven cada uno por separado, y los recelos son constantes. La Alianza
del Mal es, en este sentido, un ejemplo de convivencia entre diferentes.
Además
hay un aspecto que humaniza a estos malos (como a casi todos) y
es su incompetencia. En un momento dado logran detener al mago libididinoso
de la cuadrilla de amiguetes del anillo. Y, ¿qué hacen?
Pues lo que todo malo que se precie: dejarle obtener información
sobre sus planes, no matarlo y, además, situarlo en una mazmorra
con las suficientes fallas de seguridad como para asegurar la fuga
del cautivo (tal y como ocurre). Si estos malos no son ni capaces
de liquidar al mago que es el principal referente moral e intelectual
del enemigo una vez lo han capturado, ¿de verdad quieren
que creamos que son una amenaza?
Por
último un factor inclina decididamente la balanza contra
Frodo y compañía y es, precisamente, Frodo. El hobbyt
protagonista es, por decirlo llanamente, un pesado de tomo y lomo.
Es sencillamente insoportable. Con eterna cara de melancolía
y abulia, dando el coñazo una y otra vez con la pesada carga
que supone tener el anillo, haciéndose en interesante, y
reconcomido con los evidentes impulsos gays y de dominación
sado-masoquista que siente hacia su jardinero (¡sí
señores! nuestro héroe tiene su propio jardinero-lacayo
que le llama "Señor Frodo", como buen representante
de la nobleza desigualitaria del mundo del Bien), Frodo es como
un día sin sal. A los pocos minutos de metraje uno ya está
deseando que aparezca algún rival de verdad peligroso (un
equivalente a lo que es Fernando Hierro en la Liga española)
y lo haga desaparecer.
Ni
que decir tiene, por supuesto, que nuestras plegarias no son atentidas
y Frodo continúa tan lozano y sombrío como al principiom
cumpliendo con su "misión" con una dedicación
resignada que ni un miembro del Opus.
|