Daños colaterales
Vayan dos dosclaimers por adelantado. En primer lugar, este blog defiende que el gobierno no debería ocuparse de la salud de sus gobernados más que en casos extremos, sino que debería limitarse a ocuparse de la sanidad. En segundo lugar, lo que sigue está sacado de múltiples fuentes varias de las cuales, por motivos obvios, tienen conflictos de intereses en la materia -ya sean de entidades favorables o contrarias a la fatwa anti-tabaco-. Agradeceré que se critiquen esos datos y que se ofrezcan fuentes informativas de mayor calidad. El «dicen eso porque les interesa» tendrá mucha base, pero a falta de datos mejores uso los encontrables.
Según la patronal del ramo, el descenso en la facturación de los locales de hostelería a raíz de la entrada en vigor de la fatwa anti-tabaco es superior al 15%. Sacan ese dato de una encuesta que han realizado a sus asociados con una muestra respetable. Huelga decir que todos sabemos como las sucesivas contrarreformas laborales han conseguido que todos los ajustes en las empresas del Reino de España se realicen por medio de despidos.
Ante ese dato -un dato definitivamente bestia; trabajan en el ramo 1,4 millones de personas entre españoles y subespañoles-, los sociópatas incapaces de empatizar con los afectados por la medida aluden a a) la crisis, a que b) hay que dejar pasar más tiempo para que la gente se acostumbre y c) en todo caso, la yihad por una vida sana justifica los costes que en materia de empleo pueda tener la fatwa anti-fumadores.
En cuanto al argumento a), el INE midió una rebaja de la facturación de alrededor del 3,5% en todos los meses de 2010. Un dato más actual es el repunte del consumo detectado por las empresas de distribución. En cualquier caso, el argumento de la crisis sigue siendo especialmente flojo -recuerda al ayuntamiento de Barcelona, que bajó la iluminación en 2008 «por la crisis» y subió la iluminación en 2009 «por la crisis»- para explicar la sensible caída de la facturación. Todo ello, por supuesto, sin menoscabo de la altura moral y ética requerida para, en un momento como este, añadir una carga más a un sector machacado por el hundimiento de la economía española.
En cuanto al argumento b) estaría bien saber cuánto tiempo hay que esperar para valorar los efectos de la fatwa anti-tabaco. Si esto fuera una democracia civilizada, la fatwa se hubiera aprobado con un conjunto de instrumentos para medir su eficacia y, por supuesto, sus efectos nocivos, ya sean los que afectan al empleo o los menores de edad y los 800.000 españoles y subespañoles que trabajan en hogares del Reino. Como no tenemos ninguno de esos instrumentos, nos hemos de conformar con el «ya se verá» -en cristiano, «vuelva usted mañana»-, además de «la ropa huele muy bien» y «ahora sí que noto el gusto».
El argumento c) también tiene su aquel. Según los datos oficiales recogidos por un editorial de El País, 1.500 españoles y subespañoles mueren anualmente a causa del trabajo ajeno -o, por decir mejor, a falta de sistemas de ventilación adecuados como los que las propias leyes españolas marcan para los locales con humo de tabaco; obviamente, no hay datos sobre las muy científicamente relevantes diferencias entre un local ventilado con los requisitos de 1960 y uno hecho con los requisitos del código técnico de la edificación-. Para hacerse una idea, solo en el área metropolitana de Barcelona mueren anualmente 3.500 españoles y subespañoles a causa de las sustancias contaminantes emitidas básicamente por ladrillómanos y petrohólicos que constituyen el ambiente «limpio» que sirve para renovar las atmosferas de los locales en los que ahora «la ropa no huele» y «se nota el gusto de los calamares».
Huelga decir que el desempleo tiene severas consecuencias en la salud física y mental de sus víctimas. Por motivos obvios, el brazo político de los GAL que ha impulsado la fatwa -con la inestimable cooperación de muchos partidos y la destacada presencia del camarada Llamazares- no dedica demasiado tiempo, esfuerzo ni recursos a estudiar esas consecuencias, lo cual impide realizar un balance entre lo que se gana y lo que se pierde con la fatwa anti-tabaco en términos de salud pública. En los USA -con un sistema sanitario demencial que se ha agravado con la reforma sanitaria de Obama y que provoca que el desempleado pierda con el empleo su seguro médico- han calculado en 37.000 el número de muertes prematuras que provoca un aumento de 310.000 parados.
Más allá de que los datos y argumentos presentados no sean concluyentes, sí urge un replanteamiento de la fatwa a la luz de los posibles efectos colaterales que puede tener sobre los eslabones más débiles de la sociedad. No solo porque lo contrario indicaría una capacidad empática digna de un señor que le echa una calada de caliqueño a la cara de un asmático, sino porque hay que estar muy seguro de algo para correr los riesgos que en materia de empleo se corren persistiendo en la por otro lado limitadora de las libertades individuales fatwa anti-tabaco, con sus censuras de medios y sus poco edificantes consecuencias como la denuncia de un ciudadano ejemplar irritado porque en una obra de teatro sobre Mayo del 68 aparecieran -¡horror!- actores fumando.