Perder el tiempo

Una de las cosas más desagradables que le pueden caer a uno en suerte es que le obliguen a perder miserablemente el tiempo. Todos lo perdemos en esta vida, a veces. Unos más, otros menos. Es siempre molesto tener la sensación de que uno lo está haciendo. Pero, sobre todo, es horrible cuando te obligan a hacerlo. En mi trabajo, en la Universitat de València, me pasa a menudo. Con el fin de justificar el inmobilismo, la impresentabilidad de algunos y las pocas ganas de afectar a ciertos señoríos consolidados en beneficio de los señores feudales de turno y sus amiguetes, toda una estructura burocrática está destinada cubrir con reuniones, comités y hojarasca vacía parte de la realidad. A veces te obligan a fomar parte de estas cosas, lo cual es francamente molesto, porque te enfadas con todo el mundo a poco que tengas un mínimo de sentido de la responsabilidad y de la ética pública, no sirve de nada y todo se reduce, como decía, a perder miserablemente el tiempo.

Lo más fascinante es que hay gente, en cambio, que monta estructuras de este estilo por pura devoción. Lo más patético es que hay quien presenta con fanfarrias dignas de grandes gestas el último ratón parido por estas montañas de tiempo malgastado. Acabo de saber, gracias a que lo publicita orgullosísima, que mi Universitat ha culminado y aprobado su Plan Estratégico. La falta de sentido de la realidad de que hace gala el documento es comprensible. A fin de cuentas no le interesa demasiado saber qué pasa de verdad porque no es su mundo este nuestro, pegado a la tierrra y a sus miserias cotidianas, sino otro más elevado, el de los castillos en el aire. Su huera palabrería sí que es algo más irritante. Su absoluta desfachatez a la hora de establecer objetivos y marcarse finalidades, francamente asquerosa.

Por poner un ejemplo que me es particularmente próximo, clama al cielo que mi Universidad tenga la desvergüenza de decir media palabra sobre sostenibilidad y protección medioambiental, cuando se ha significado siempre (y se sigue significado) como ejemplo continuado de derroche, de destrucción del territorio con instalaciones masivas y ambientalmente insostenibles, de despilfarro energético, etc. Cualquiera que haya luchado por pretender que las instalaciones de la Universidad, por ejemplo las de aire acondicionado, no ya que aspiren a ser modélicas sino que simplemente cumplan la normativa, sabrá de qué hablo. Ruidos excesivos, evacuación a nivel de calle y no por las cubiertas, masiva utilización del aire acondicionado y de la calefacción a cualquier hora del día ¡y de la noche! Para qué seguir. Es sólo un ejemplo. Uno de los muchos que servirían para deslegitimar una por una todas las líneas de actuación del listado de supuestos planteamientos y buenas intenciones. Y es que no son sus contenidos demasiado atractivos, tampoco son originales en demasía, ni ambiciosos, ni por supuesto realistas en lo más mínimo… pero además son, sencillamente, una colección de frases que nada tienen ni tendrán que ver con lo que hace la Universitat de València a la hora de la verdad.

Así que todo el documento es una muestra más de pérdida de tiempo. Eso sí, inmensa. De las más grandes. De más de cien páginas, fruto de horas, días, meses de reuniones absurdas e inútiles. Mis condolencias a todos los que se han visto obligados a participar. Y mi petición de piedad a los responsables de que se hagan estas cosas, a ver si en el futuro empiezan a contenerse un poco. Si quieren dedicarse a tonterías, que sea en solitario o acompañados de los entusiastas, pero, por favor, que no nos hagan perder el tiempo a los demás.

PS: Sólo ha tenido para mí una cosa buena e informativa este asunto de mirarme el Plan Estratégico. Al fin he logrado descubrir cuál es la vía principal de financiación que la Universitat de València emplea para dar de comer a uno de sus más egregios paniaguados: ésta. Y es que Alfons Cervera, un pésimo escritor valenciano sectario y carente de la más mínima gracia o profundidad, pero también de calidad humana, siempre tuve la sospecha, por cómo pululaba alrededor de las actividades universitarias en las que se paga a los participantes, de que era en el fondo sostenido económicamente por la Universitat. Gracias a esto lo he podido confirmar, ya que al margen de chollitos coyunturales de todo tipo, parece ser que le tienen de responsable de no sé qué infecto foro de debates. Estaría bien que una de las líneas de futuro planteadas por el rimbombante Plan estratégico fuera la lucha contra la corrupción y, por ejemplo, la revisión de ciertas decisiones de contratar a algunas personas (¿quién las tomó?, ¿son irreversibles?, ¿qué méritos tenía la persona en cuestión?, ¿hubo posibilidad de que se presentaran candidatos alternativos?). Pero que, por una vez, el enunciado se correspondiera con una verdadera intención de actuar.



Aguien ha comentado algo en Perder el tiempo
  1. 1

    Uy, uy, me había saltado esta entrada.

    Antes de nada, «me quito el cráneo». Yo no me atrevería a criticar así a la institución que me da de comer. Cierto es que en la empresa privada lo tiene más fácil para tomar represalias, pero: ¿no teme usted en absoluto las consecuencias de éste y otros comentarios? ¿Voy a tener que acabar creyendo que es usted así como un House levantino, de lengua acerva y sangrante honestidad?

    Por otra parte, es este aspecto de las organizaciones un tema que me gustaría estudiar con más detalle. ¿Por qué en la mayoría de las organizaciones, incluso las más sometidas a presión evolutiva (competencia de mercado, por ejemplo) sostienen estructuras e individuos no sólo afuncionales, sino claramente disfuncionales? ¿Por qué se dedican recursos a objetivos ridículos? Si siguiéramos una perspectiva funcionalista sería fácil dar una explicación ad hoc, pero prefiero plantear el tema con un poco más de rigor.

    De forma muy sucinta, y muy poco estudiada, planteo una hipótesis (yo sí lo hago, que no soy un genio):

    – Toda organización es creada para cumplir unos objetivos que no pueden ser adecuadamente llevados a cabo por un individuo. Su creación y posterior desarrollo no respoden meramente a planteamentos voluntaristas, lógico – formales, burocráticos o meramente conscientes, si no que en su dinámica intervienen pautas de comportamiento no regladas ni explícitas, (en la líanea del «habitus» de Bordieu) que transforman su estructura.

    – Una vez creada la organización, ésta origina lazos sociales y económicos entre los actores que desarrollan los roles definidos dentro de la organización, y además sirve de «router» respecto al resto de la sociedad.

    – Así, las organizaciones desarrollan estructuras y objetivos que en absoluto responden a su originaria tarea, sino orientadas a la satisfacción de las necesidades de tales estructuras y de sus actores.

    – Esto no implica que tales objetivos sean producentes para la organización. En primer lugar porque si bien ciertas estructuras son adaptaciones que permiten la supervivencia de la organización, otras llegan a hipertrofiarse y a ser un lastre tanto para la propia organización como para el resto de la sociedad, pues suponen ventajas sólo para los actores implicados.

    – Sometidas a presión evolutiva, las organizaciones disfuncionales pueden desaparecer, pero esto dependerá en buena medida de la posición que ocupen respecto a otras organizaciones y actores, ya que éstos pueden necesitar de su existencia como «router».

    Puede parecer muy enrevesado, pero los tontos tratamos de buscar explicaciones al hecho de que haya unos cuantos listos que se lo lleven muerto, y encima sin tener mérito alguno para hacerlo.

    Comentario escrito por Demócrito — 13 de agosto de 2007 a las 10:01 am

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