La Chica de Nieve (Netflix, 2023)

(AVISO DE EXENCIÓN DE RESPONSABILIDAD: al parecer, algunos lectores no ven bien que en nuestras críticas desvelemos aspectos importantes de las series, lo cual les quitaría atractivo. Con independencia de que nos resulte un poco sorprendente que uno busque, en una buena crítica cultural, la exclusión de casi todo lo que tiene que ver con el producto y su sustitución por verborrea expuesta con suficiencia y que carece totalmente de contenido –es increíble, en este contexto, el daño efectuado por la crítica cinematográfica al cine-, como somos gente de bien les avisamos: aunque no se lo crean, la crítica de La Chica de Nieve desvela totalmente la serie “La Chica de Nieve”).

 

Aquí les hemos dado sobradamente la chapa con las series escandinavas. Con evidente éxito: ahora fabrican series escandinavas en España. Al principio, todavía bajo supervisión nórdica, pero ahora los productores españoles ya se han soltado y vuelan solos. Sin embargo, el resultado es… ambiguo. Sí, se respetan los ingredientes, pero el resultado es como si Ferrán Adrià y yo recibiéramos los mismos ingredientes y la misma receta para hacer salmorejo. No nos saldrá lo mismo, seguramente. Ídem aquí. Tienes todos los ingredientes del Thriller nórdico: el quedarte mal cuerpo al verlo, sordidez, explotación sexual, niños desaparecidos, nieve incluso (que tiene mérito teniendo lugar en Málaga, supongo que se refiere a la estática en los vídeos VHS), una ciudad gris, oscura y peligrosa… pero, aunque cada uno por si mismo cumple su función, por alguna razón no combinan.

En todo caso, hay que alabar el atrevimiento de hacer una serie tan sórdida en un lugar que la mayoría de foráneos asocian con veranito, playita, tapitas y buen rollo. Pero todos los sitios de veraneo tienen otra cara, que de hecho suele ser su cara verdadera, ya que es la que muestran de septiembre a mayo, ocho o nueve meses nada menos.

 

Por cada mes de playita, tres meses así.

 

En esta Málaga fresco-invernal es donde se desarrolla el drama: una niña desaparece durante la Cabalgata de Reyes de 2010. Se inicia una investigación que destapa lo peor de la gente, pero nada… hasta 2016, en que llega un vídeo VHS a la redacción del diario SUR, donde trabaja una periodista que es casi la única -aparte de los padres- que sigue emperrada en mantener el caso vivo. En el vídeo se ve a la niña sana y viva, aunque aparentemente encerrada. Nueva ronda de búsquedas y pesquisas policiales, y nuevamente nada. Y en 2019, otro vídeo.

Los tres momentos (2010, 2016 y 2019) se intercalan, en lo que parece querer ser una exhibición de virtuosismo (¡mirad como manejamos los tiempos, dejándoos ver lo justo en cada momento para maximizar la tensión!), pero que no se ve acompañado por producción. Lo suyo habría sido que en cada uno de los tres años los protas tuviesen un aspecto ligeramente diferente, pero nada: misma ropa (me acabo de dar cuenta de que estoy escribiendo esto mientras llevo puesta una camiseta que tendrá sus buenos 15 años), mismo corte de pelo, misma cara, ¡incluso los mismos trabajos! Bueno, la mayoría de ellos son funcionarios, pero que una periodista siga en la misma redacción en la que entró nueve años antes de becaria (llevándose reprimendas desde el primer día), ya parece un poco fantasioso. El único que sí parece distinto es el padre de la niña, que ha pegado un buen cachapazo y ha cambiado de pareja.

Por suerte, la serie es cortita, y en el quinto episodio (de seis) ya nos explican todo: la madre de la niña es médica en una clínica de fertilidad. Como tal, tiene que comunicarle a una pareja que el intento chorrocientos de implantar un óvulo fecundado ha fracasado. La pareja vaga como alma en pena por la Cabalgata de Reyes de 2010… y oye, pues como ven a la niña deciden llevársela.

(Una de las reglas del thriller, sea nórdico o de Matalascañas, es que el malo tiene que salir en el primer episodio, para que así se pueda jugar un poco al “quiénhasido”. Esta serie no sabe muy bien como hacerlo, así que empiezan a nombrar a personajes… que luego no tienen absolutamente ningún recorrido, y te das cuenta que juegan al despiste. Los malos-malos, la pareja robaniños, entran con calzador, porque la madre les dice “hola” – y ya con eso yo me empecé a oler que eran ellos. Además, si ya has anunciado quienes son los actores y luego no los usas hasta el quinto episodio, pues no es difícil adelantar acontecimientos.)

Este secuestro exprés, supongo, está pensado para meterle al espectador el miedo máximo en el cuerpo: que en cualquier momento puede venir alguien y llevarse a tus hijos. La idea es buena, pero lo que en una novela puede funcionar muy bien (con insinuaciones y que tu imaginación haga el resto, aunque hay que tener maña para escribir, ojo), en una serie no tiene que hacerlo. Porque aquí lo estás mostrando todo, por así decirlo: estos supuestos malos están ahí, delante de ti, con su casa en cuya cocina las bolsas del Mercadona asoman de un armarito (esto también puede funcionar – pero también hay que saber hacerlo bien). Y es que lo siento, pero aquí no resulta creíble. En España, la policía resuelve el 100% de los secuestros y más del 90% de los homicidios. Y se supone que esta pareja, que viven en una casa que se cae a pedazos, que no tienen ni para pagar la hipoteca, ni tampoco una formación en técnicas forenses, que han improvisado todo el secuestro y un asesinato posterior, que encima han decidido mandar un vídeo “para que la madre esté tranquila”… ¿se supone que estos dos van a engañar a todo el mundo y escapar durante nueve añitos?

Total, que nueve añitos como nueve soles se tira la pobre niña con los secuestradores, que le hacen una especie de lavado de cerebro para que los acepte como padres. Y ni una sola vez en esos nueve años la niña ha necesitado ir al médico o al dentista, al parecer, pero está creciendo fuerte y sana y con una dentadura impecable. Y la secuestradora encima dándole clases en casa, porque claro, ella quería ser madre y ese es el instinto más fuerte del mundo, o algo así.

La serie la concluyen con una venganza, una expurgación de los miedos, o no sé muy bien cómo interpretarlo, pero vamos, muy nórdico, wee aprøøve. Y lo que parece un teaser para una segunda temporada, pero que ya se nos intuye tan descafeinada y repetitiva que mejor hacer la crónica ya mismo.

 

Chicos y chicas nevados y nevadas

Miren Rojo: periodista en el diario SUR, y principal responsable de darle mal cuerpo al espectador, mediante flashbacks a una violación que sufrió, precisamente, en la playita de Málaga.

 

Eduardo: profesor y periodista, es una especie de mentor/pareja/“algo” de Miren. No lo sé, nunca lo aclaran, pero José Coronado se lleva un piquito de una joven a la que casi triplica en edad. Igual esa era la idea.

 

Belén Millán: la inspectora de policía que no resuelve nada, ni el secuestro de Amaya, ni la violación de Miren. Pero lo pasa muy mal, eh.

 

Foster: un británico que vive en Málaga. Concretamente, en un trailer, y que se dedicaba a negocios chungos antes de ver la Luz Divina. Se expresa siempre con un tono de voz impoluto, no sabemos si porque tener al Amo del Mesón o a alguien de Little Britain no casa con el tono de la serie, o porque han caído en la archiconocida trampa de idealizar al Reino Unido, por razones psicoanalizadas aquí.

 

Iris Molina: la secuestradora. Por un lado a mi no me resulta creíble, pero por otro lado, no sé por qué, quizás por su capacidad de subvertir la realidad (“nos hemos encontrado una niña, pues nos la llevamos”), me hizo pensar en Isabel Díaz Ayuso y su relación de amor-incapacidad con la maternidad. Y una vez secuestrada la niña, pues todo son exabruptos de “¡No me quitarán la libertad niña!” y similares.

 

“Me gusta, ¡me lo quedo!”

 

La actriz, Cecilia Freire, parece la prima rubia de Ayuso, porque hasta el final te quedas con la sensación de que, si en vez de ser una pringada sin blanca, tuviese detrás a todos los medios de comunicación patrios dando la patita en cuanto silbara, tendría una cierta posibilidad de salirse con la suya y ver reconocido su derecho a quedarse a la niña (siempre y cuando los padres fuesen sucios izquierdosos cuyo estilo de vida, convenientemente expuesto en la prensa hasta todos los límites ético-escabrosos y más allá, convenciese a suficientes personas de que “mira, esto no lo voy a decir en público, pero la niña está mejor con Iris Molina, si los padres son unos perroflautas de cuidado”). ¿No me creen? ¡Si en España se robaron unos 30.000 niños y pasados 50 años todavía no se ha aprobado la Ley de Bebés Robados!

 

Santiago Vallejo: pareja de Iris. A este hombre claramente le pasa algo: si tu pareja se para en mitad de una Cabalgata de Reyes, rodeada de miles de personas, y decide secuestrar a una niña que pasaba por ahí, y tu no haces nada por impedirlo, pues muy bien no estás. Encima, que luego Iris le lía con “oye, que esto fue idea de los dos, que los dos estamos metidos en esto”. Pues hombre, Santiago no apretó el gatillo cuando alguien parecía que iba a levantar el pastel, pero bien que ayudó a ocultar el cuerpo. Que la Guardia Civil, que se pasa a preguntar, no decida desmontar la finca ladrillo a ladrillo ante lo raro que actúa, me hace dudar completamente de la Benemérita Institución.

Supongo que al final Santiago está muy enamorado de su mujer y quiere darle el capricho. Lo cual vuelve a confirmar que pocas cosas ponen a los hombres como una señorona loca, que digo, LOKA DE ATAR, que va por la vida pisando a los demás. Un 50% del éxito de Ayuso es haberlo reconocido.

 

Valoración

La serie se basa en una novela homónima, que no me he leído. Al parecer, el escenario original era Nueva York, pero por razones de presupuesto se rueda en Málaga (ciudad natal del autor). Y con todos sus problemas, es un intento digno y sin pasarse (hay que reconocer que tiene la duración perfecta) de emular a los ejemplos nórdicos, o al menos de exportar series vía Netflix que verán en los países nórdicos durante sus interminables inviernos. Sin embargo, tengo mis dudas de que funcione en España con un público español: los escandinavos, atrapados en sus asfixiantes estados de bienestar, necesitan estas series para seguir apreciándolos, para meterse en un oscuro pozo de catarsis al final del cual esperan Sören Kierkegaard y Schopenhauer borrachos de vodka barato. Pero nosotros no. Aquí las vemos por frikismo enfermizo. Y para comentárselas a ustedes, claro.

 

¿Quién necesita series con estos fuera de serie?


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  1. Comentario de emigrante (06/03/2023 16:31):

    Yo estuve una vez en Málaga y era febrero, hacía buen solecito y aunque no llegamos a bañarnos se podía cenar en las terrazas de la calle. Nada que ver con lo que yo entiendo por invierno, que he pasado más frío en Salamanca que en Alemania.

    La idea de la pareja sin hijos que secuestra a un niño no es nueva y la fuente de inspiración podría venir de “Arizona Baby” la segunda de los Cohen o mejor aún de “La gran familia” donde Chencho se pierde durante la cabalgata de Reyes para disgusto de José Isbert y lo recoge una familia sin hijos que pretende quedárselo.

    Y la fuente de inspiración del personaje de la secuestradora más que Ayuso sería María Sevilla que también tuvo a su hijo secuestrado en una finca sin ir a la escuela ni al médico ni a la calle siquiera y la única educación que recibió fueron lecturas de la Biblia.

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