“El Tren de Lenin” – Catherine Merridale

Lenin es un personaje fascinante. Ah, dirá el Extremo Centro, y entonces ¿porqué nunca habéis hablado de él y sin embargo habláis tanto de Hitler? Yo os lo digo: doble moral hipócrita de la izmierda. Pero en realidad la razón es más pedestre: que somos unos vagos. Lenin dejó unas Obras Completas de unos 55 tomos, y era un escritor tan pesado que su principal obra teórica temprana, El Desarrollo del Capitalismo en Rusia, se pudo publicar legalmente en la Rusia zarista, probablemente porque el censor pensó que quién iba a leer semejante ladrillo. Comparen eso con Hitler: un solo libro, repartido en dos tomos, tan fácil que hasta la extrema derecha española lo pilla.

 

Y además las autoridades españolas nos dan un resumen ejecutivo bien mascadito y respetuoso de su obra. Algo que, francamente, y por alguna razón que se nos escapa, con Lenin no hacen.

 

¿Y por qué Lenin es tan fascinante? No realmente por su personalidad (era un capullo bastante intransigente con el 99% de la gente con la que trataba), sino porque Lenin es la persona que encontró el Santo Grial que todo el siglo XIX había estado buscado: cómo hacer una revolución exitosa. Desde que la Revolución Francesa abre “el largo siglo XIX” en 1789, hasta que lo cierra precisamente Lenin en 1917, todo el mundo está todo el rato haciendo revoluciones: 1820, 1830, 1848, 1868, 1871, 1911… vamos, un no parar. Y todas estas revoluciones tienen algo en común: su (relativo) fracaso, pues aunque abren grandes cambios, ninguna logra sus objetivos iniciales y se desarrollan muy distintas a como se las imaginaban sus promotores. Tampoco es que la Revolución de Octubre lograse realizar sus ideales (o igual lo que pasó en la URSS era exactamente el ideal deseado, eso ya depende de su nivel de extremocentrismo en sangre, estimado lector), pero desde luego que acabó con sus instigadores, el Partido Bolchevique, firmemente instalados en el poder. Esto sí que fue una novedad, y algo por lo que girondinos, federalistas, cantonalistas, carbonarios, blanquistas, comunardos o zapatistas se hubiesen dado con un canto en los dientes. Doble y hasta triplemente meritorio, además, porque Lenin lo logró en apenas unos meses, con un partido que en 1914 aún era una nulidad política y además ni siquiera compartía las ideas de Lenin sobre lo que había que hacer, en un país que era el más atrasado y reaccionario de toda Europa, y todo en nombre de una ideología que oficialmente decía que lo que iba a hacer Lenin (una revolución proletaria en un país agrario) era imposible de hacer. Normal que todos los revolucionarios wannabe y los flipaos de CCPP le tengan en un altar y sueñen con imitarle, y así hasta el día de hoy, por favor no me pidan nombres. Y encima pretenden recrear el milagro sin el santo… y con un absoluto desprecio a las circunstancias históricas específicas de 1917, que ahora no se dan, y frente a unos rivales que, sorpresa, han tenido 100 años para leerse todo lo que ha escrito Lenin (¡con sentida admiración!) y prepararse o incluso aplicarlo ellos mismos.

 

A esta señora y su partido, por ejemplo, les ha pasado por encima un leninismo de derechas. Y todavía les parecerá bien.

 

El caso es que para hacer todo esto, Lenin tenía que estar en Rusia. Sin embargo, Lenin está en el exilio en Suiza cuando le llegan las noticias de la Revolución de Febrero en Rusia. El zar ha abdicado, se legaliza a la oposición, y el Gobierno Provisional quiere continuar con la guerra. ¿Cómo llegar de Zúrich a Petrogrado para agitar tan explosivo coctel? De eso -del viaje en tren más importante del siglo XX- va el presente libro de Merridale.

Para el libro, Merridale recreó lo mejor que pudo el susodicho viaje (por cierto, que el título original era “Lenin en el tren” –Lenin on the train-, pero los traductores han juzgado que el verdadero protagonista es el tren y han titulado “El tren de Lenin” en España). En su día, el viaje formaba parte del ubicuo culto a Lenin, donde todo lo relacionado con el Amado Líder era elevado a objeto sacral – y vaciado de significado. Combinado en este caso con el culto al “progreso”, o como dijo Lenin en una ocasión: “el comunismo es el poder del soviet sumando a la electrificación de todo el país”. Hoy, todo ese culto a Lenin ya está totalmente olvidado… aunque Merridale no puede obviar la ubicua presencia de retratos de Putin allí donde va en Rusia, e insinuar “buff, aquí hay un paralelismo chungo, ¿eh?” (el libro es de 2016, pensado para el centenario del Interrail Leninista).

Con el culto, también cayó en el olvido el viaje: en un hotel de Malmö la recepcionista (una rusa, para más señas) creyó que Merridale le estaba preguntando por John Lennon, y está tan mal documentado que muchos historiadores describen rutas alternativas, o indican viales que en 1917 ni siquiera existían. El viaje duró una semana, desde el 9 de abril de 1917 (Lunes de Pascua en Europa Occidental), al lunes siguiente (3 de abril del calendario juliano usado en Rusia, y casualmente la Pascua Ortodoxa), y Merridale intenta incluso respetar dentro de lo posible los horarios originales, aunque lo de pasarse tres días encerrada en un vagón de madera ya no, tampoco hay que pasarse.

 

Zúrich-Petrogrado, por favor. Solo ida.

 

La previa

En realidad, antes de ir a Zürich Hauptbahnhof, tenemos que ver toda la previa. Vamos, que Merridale empieza con Lenin, luego dedica un tercio del libro al estallido revolucionario de febrero, y volvemos a Lenin en Zúrich. ¿Por qué Zúrich, a todo esto? Pues sencillamente porque en 1914 vivía en Austria, a tiro de piedra de la frontera con Rusia, pero el estallido de la Primera Guerra Mundial hace que le deporten (por ser ruso, aunque haber tenido una pistola cargada en casa ciertamente no ayudó). Se le ofrece la posibilidad de ir a Suecia, pero elige Suiza por ser más barato (hoy esto ha cambiado bastante), por la comunidad de emigrantes rusos ya presentes, por su avanzado derecho de asilo, y -suponemos- porque es un señorito burgués al que le encanta Suiza y que disfruta enormemente haciendo senderismo. Luego Italia entra en la guerra, y Suiza queda rodeada de países beligerantes y ya no se puede salir. Se siente.

Lenin no se queda ocioso: aparte de asistir como un clavo a la biblioteca pública y documentarse para sus libros, también se convierte en un referente de la izquierda radical europea mediante una serie de conferencias (Zimmerwald y Kienthal) donde esta asume que la guerra nace del militarismo e imperialismo. Luego se dividen un poco sobre qué hacer: Lenin habla de revoluciones violentas, el resto es un poco más kumbayá y habla de huelgas. Pero Zimmerwald, pese a su valor simbólico (los delegados caben en cuatro coches de caballo), no importa tanto como Rusia. Y aquí Merridale, que no es precisamente fan de Lenin, no puede evitar hacerle más fascinante al enumerarnos sus numerosas carencias y los problemas a los que se enfrenta. El primero, su casi total desconexión de Rusia: todo lo que sabe es por leerlo en la prensa burguesa suiza. Para más inri, el Partido Bolchevique en Rusia está totalmente infiltrado por la Ojrana, su imprenta fue requisada y no pueden editar panfletos, y encima sus líderes fueron encarcelados en 1914. Solo quedan los activistas de base, muy fuertes en el distrito obrero de Vyborg en Petrogrado, pero que para 1917 ya están más preocupados por comer que por hacer revoluciones.

Pero cuando Dios cierra una puerta, abre una ventana: la Gran Guerra ha iniciado también una frenética actividad de los distintos servicios secretos, que reparten dinero y favores con una prodigalidad que ríanse de las administraciones españolas ante una pandemia. Un tal “Parvus” (un judío ucraniano, muy amigo de Trotski, que se hace marxista, es arrestado en la fallida revolución de 1905, escapa a la policía y sale andando de Rusia -a donde nunca volverá-, y posteriormente se dedica a partes iguales a combatir al zarismo y a vivir la gran vidorra) les saca a los alemanes varios millones de marcos con el pretexto de montar organizaciones pacifistas en Rusia. Los alemanes en principio apuestan más por subvencionar a las nacionalidades oprimidas del Imperio Ruso: ellos tienen mala prensa por lo de Bélgica, y su plan para la posguerra es gobernar sobre un montón de estados títere en el Este. Apoyar a las “naciones sin estado” les ayuda con ambas cosas. Pero para 1917, salvando un par de batallones de finlandeses, la vía “nacionalista” no ha dado ningún resultado, y empiezan a pensar que quizás haya que apoyar el descontento social, a pesar del peligro que entraña de que haya un contagio en casa (cosa que al final habrá). Aquí Parvus se ofrece a intentar mediar entre las diversas facciones de exiliados en Suiza, a ver si logra unificarlos en algún comité “pacifista”. La cosa no prospera, en no poca medida por la intransigencia de Lenin, que gustaba de decir “prefiero dirigir un partido de un militante y tener razón, que uno de millones y estar equivocado”. Pero así entran en contacto, y será Parvus quien en abril de 1917 les sugiera a los alemanes que este tal Vladimir Illich Uljanov puede serles de ayuda si logran llevarle a Rusia.

 

El primero que parpadea, pierde

Para 1917, la guerra ya es de puro desgaste, y se trata de ver quien se agotará primero. SPOILER: es Rusia. Pero -cosas de la autocracia- el zar Nicolás II no quiere ni oír hablar de negociaciones, y eso que desde que asumió personalmente el mando supremo militar la gente le culpa personalmente a él de todo lo malo. Bueno, a él, a su esposa alemana (a la que encima deja al cargo cuando se va al frente), y a un monje borrachuzo que andaba por ahí. Cuando empieza a agotarse la harina, el gobierno hace un “María Antonieta a la inversa” y prohíbe la elaboración de pasteles, bollos, tartas y galletas. El Día Internacional de la Mujer Trabajadora, el famoso 8 de marzo (23F en el calendario juliano), una fiesta inventada por la comunista alemana Clara Zetkin, las mujeres salen a la calle a protestar y arrastran a todos consigo: los obreros se les unen, y los soldados se niegan a reprimir las manifestaciones.

 

De aquí al bolchevismo.

 

Como el río Neva está helado, no sirve de nada subir los puentes, ¡los obreros pueden pasar andando a los barrios nobles! A las manifestaciones siguen tres días de huelga general. Se toca la Marsellesa en las calles (algo que constituía traición y subversión – ¡y eso que estaban aliados con Francia!), se rebelan unidades militares, y cuando Nicolás acude a la carrera para aplastar a los insolentes, se le plantan los militares y le dicen que ya vale y que a paseo. Nicolás abdica en su hermano Miguel, que ipso facto le pasa la patata caliente al Gobierno Provisional nombrado por la Duma, el parlamento ruso. El Gobierno Provisional acepta encantado el gesto de Miguel, ¡así han logrado una transición de la ley a la ley! El único inconveniente es que el populacho ha montado una autoridad paralela, el Soviet de Petrogrado, y los soldados y obreros solo aceptan órdenes suyas. Por suerte, el Soviet parece -por ahora- dispuesto a arrimar el hombro en la tarea de levantar el país y proseguir la guerra. Al fin y al cabo, piensan todos, la culpa de los problemas era de Nicolás, Alexandra y Rasputín, y muerto el perro, se acabó la rabia y ya no hay nada que se interponga entre la natural superioridad de la madre Rusia y la victoria.

Todo esto le llega a Lenin en Suiza, y el hombre desespera y vocifera que el Soviet se equivoca de rumbo. Como está tan lejos, escribe sus “Cartas desde lejos”, afirmando que el Soviet tiene que tomar el poder y que hay que armar a las masas, aunque su capacidad de influencia desde Suiza es prácticamente nula. Pero el mundo no se queda quieto: el 4 de abril EEUU ha entrado en la guerra, y Alemania decide apostarlo todo a una sola carta: guerra submarina total para retrasar la ayuda americana, usar el poco tiempo para finiquitar la guerra con Rusia, mover después las tropas liberadas a Francia, y aplastar a la Entente en una ofensiva final. Y para “finiquitar la guerra con Rusia”, el nuevo ministro de Exteriores alemán, Arthur Zimmermann, está dispuesto a usar métodos poco convencionales (también usó métodos poco convencionales para mantener a los EEUU apartados de Europa y la cosa no funcionó bien, pero el hombre no escarmienta; por cierto, se bebía una botella de vino en cada almuerzo), incluyendo introducir algo de fermento bolchevique en la masa madre rusa.

(Aquí, Merridale se marca un what if: ¿y si Zimmermann hubiese apostado por negociar con el Gobierno Provisional una paz más o menos honrosa? Pero claro, eso habría significado renunciar a conquistas en el Este, y a estas alturas solo grandes conquistas podían ya justificar los horrores de la guerra ante el pueblo alemán – y también ante el pueblo ruso, dicho sea de paso.)

De esta predisposición en Berlín, y del mundillo de Mata-Haris reales o inventados que se han montado los servicios secretos, nace la primera idea para sacar a Lenin de Suiza. Sin embargo, Lenin la rechaza: por muy internacionalista-no-a-la-guerra que seas, llegar a Rusia de la mano del Káiser es abrir la puerta a que te acusen de traición. Pero Parvus les insistió a los alemanes que Lenin era el hombre que necesitaban para que el partido de la paz de Petrogrado se impusiera, y los rusos no encontraban otra vía. A finales de marzo, Lenin ya se reunió con un emisario alemán, y tras una semana puso sus condiciones: los vagones de tren en los que cruzaría Alemania tendrían estatus de entidad extraterritorial, nadie entraría ni saldría de ellos, un suizo –Fritz Platten– serviría de enlace, no habría control de pasaportes, y los rusos pagarían por el viaje la tarifa normal. Como no tenían dinero, lo recaudaron comités de socialistas suizos. Y hasta el final, Lenin buscó otra salida:

 

La mañana antes de su partida, en un último intento desesperado de obtener la bendición de los Aliados, telefoneó al embajador estadounidense en Berna. El joven que se puso al aparato reconoció al hombre que llamaba, pero era Domingo de Resurrección y el diplomático había quedado para jugar una partida de tenis [con una joven dama]. “Vuelva a llamar el lunes”, dijo, tras lo cual olvidó el asunto. Cuando este funcionario, cuyo nombre era Allen Dulles, se convirtió en uno de los jefes de la CIA más influyentes, contaría siempre esta anécdota a sus nuevos agentes.

 

Pasajeros al tren

Finalmente, viajaron 32 personas, con enormes paquetes de comida para no tener que comprar nada en Alemania. Almorzaron una buena comida en la estación y en la sobremesa del 8 de abril se subieron al tren que los llevaría de Zúrich a Alemania. Mijail Tskhakaya se presentó sin equipaje. Karl Radek pasó parte del viaje escondido en el armario de las maletas porque era austriaco y legalmente podrían haberle reclutado para el ejército alemán. Zinóviev se trajo a su mujer e hijo – y se encontró con que su primera mujer también viajaba. Uno de los que se sentaron en el vagón de tercera clase era Grigori Sokólnikov, futuro ministro de finanzas. Y un espontáneo, Oscar Blum, se subió a última hora porque le atraía la aventura; Lenin en persona le tiró del tren en marcha (teniendo en cuenta que la mayor parte del grupo sería fusilada durante el periodo estalinista, ¡Lenin le hizo un favor a Blum!).

Al llegar a la frontera, se encontraron con una sorpresa muy desagradable (y muy suiza): un edicto de emergencia prohibía la exportación de ciertos alimentos de Suiza durante la guerra, así que los policías de aduanas les quitaron casi todo (como suizos gonna suissear, les dieron un resguardo) salvo algunas hogazas de pan. Resulta que las autoridades suizas no estaban en el ajo y trataron al grupo como viajeros normales. Cruzaron la frontera, y tras una inspección visual por parte de dos agentes alemanes (que habían sido instruidos por Ludendorff y secretamente hablaban ruso) se subieron al famoso “vagón precintado” que los iba a llevar a través de Alemania. Que ni estaba precintado ni nada, solo tres de las cuatro puertas estaban atrancadas, pero Lenin se tomó muy en serio la farsa legal, dibujando una línea con tiza entre la “zona alemana” y la “zona rusa”. Solo Fritz Platten podía cruzarla. Este arreglo también separó los dos baños: uno para los dos alemanes, y otro para los 32 rusos. Como encima la gente usaba ese baño para fumarse un cigarrillo, pronto se formaron colas enormes. Lenin “resolvió” el problema emitiendo permisos escritos para el baño, distinguiendo entre permisos de segunda clase (para fumar) y de primera (aguas menores y mayores). Y también hubo que dejar de cantar “La Marsellesa” para no irritar a los alemanes.

Pero la farsa solo duró hasta el primer día por la noche, cuando los alemanes tuvieron que comprarles cerveza y bocadillos a los rusos, que las hogazas de pan se agotaron en seguida. La segunda noche la pasaron en una vía muerta de la estación de Frankfurt. Los alemanes se fueron a pasar la noche a un hotel… y un grupo de soldados alemanes entraron en el vagón, invitaron a comer a los rusos, y preguntaron con entusiasmo que cuando iba a terminar la guerra. Al día siguiente, 11 de abril, el tren siguió por la vía más rápida (pararon al tren del príncipe heredero para cederle el paso a Lenin) hasta Berlín – y allí se quedó parado 24 horas. Resulta que nadie en la comitiva rusa había pensado en pedir visados para Suecia, y lo tuvieron que hacer a la carrera los funcionarios alemanes de Exteriores.

 

Ese mismo día, por cierto, con Lenin a algunos centenares de metros del Palacio Real en Berlín, se le informó al Káiser Guillermo de toda la acción. No tuvo ninguna objeción en introducir en la Rusia de su “querido primo Nicki” a los fanáticos antimonárquicos que lo iban a fusilar.

 

Resulto el trámite, el tren siguió hasta Sassnitz, donde la comitiva se subió a un ferry y cruzó a Suecia. A bordo del ferry, casi todos se marearon. Lenin no, pero se llevó un buen susto cuando le llamaron por megafonía con su nombre verdadero, en vez del pseudónimo que había usado para el viaje. Resultó ser solo una llamada del comité de bienvenida en el lado sueco, compuesto de bolcheviques. Nada más desembarcar, tomaron el tren a Malmö, donde se comieron en 15 minutos el buffet completo. De nuevo, Lenin fue la excepción, preguntando por la situación política en Suecia y por las noticias de Petrogrado.

De Malmö salieron para Estocolmo, donde al fin pudieron darse un baño. Los socialistas suecos montaron un pequeño acto… y Lenin aprovechó para pedir una vez más que el proletariado tomara las armas. Ah, y que sería majo que les diesen un poco de dinero, que Suecia resultaba muy caro. Los socialistas pasaron el sombrero y el conservador Arvid Lindman, cachondo él, aportó un poquito “a condición de que Lenin se marche hoy mismo”. Lenin se pasó rápidamente por unos grandes almacenes (los mismos donde tres años más tarde sería descubierta Greta Garbo) a comprarse unos zapatos de ciudad, y también el traje que vestiría en casi todos sus actos públicos hasta bien entrado 1918. Vamos, el que se ve en casi todas las fotos y con el que le retrataron en monumentos.

 

Como concesión al proletariado, no compró ni un abrigo ni ropa interior, “porque voy a Rusia a hacer la revolución, no a abrir una tienda de ropa de caballero.”

 

¿Esto quien lo paga?

Desde que Lenin salió de Suiza, sus enemigos le acusaron de cobrar de los alemanes. Esta acusación siempre ha traído cola, como forma de desprestigiarle. ¿Hay algo de cierto? Pues como con la financiación ilegal de Podemos: no se puede demostrar que no haya ocurrido, pero casi todos los intentos de mostrar positivamente una financiación -y llevamos un siglo de tales intentos- han resultado casi siempre fabricaciones tan ridículas que piensas: “si esto es lo mejor que tienes, (Pab)Lenin tiene que ser un santo”. Merridale saca una de las más ridículas: Lenin en Berlín en 1916, firmando un compromiso donde se menciona explícitamente su obligación de entregar a los alemanes el cadáver del embajador inglés. Si alguien cree que Lenin pondría algo así por escrito, casi que es inútil intentar convencerle de su inocencia. Si los alemanes enviaron dinero, cosa que sí parece asegurada, Parvus debió quedárselo casi todo. Si algo llegó a Rusia, cosa en absoluto descartable, aún no sabemos exactamente cómo. Lenin, en cualquier caso, fue franco desde el principio e insistió a machamartillo que se había pagado su viaje y usado esa vía para no estar en desventaja con otros partidos, cuyos dirigentes habían tenido todas las facilidades (y bastante oro inglés): un guiño hacia Georgy Plekhanov, un defensista que había vuelto a Rusia en una cañonera británica.

 

Sigue la guerra

Mientras tanto en Petrogrado, el Gobierno Provisional se retorcía como una lagartija para no publicar unos objetivos oficiales de guerra. Finalmente, dijeron que quería una paz digna – pero con la coletilla de “cumpliendo nuestras obligaciones contractuales con los Aliados”. Y si el tratado con los Aliados decía que Rusia tenía que hacerse cargo de Constantinopla, “donde la nación turca, pese a 500 años de dominación, realmente no ha hundido raíces”, ¡pues hoygan, es lo firmado, habrá que cumplir! Lo que pedía el Soviet, paz sin anexiones, “equivale a una fórmula alemana que intentan hacer pasar por una norma del socialismo internacional”. Frente a esto, Kerensky (quien nunca fue capaz de divisar una altura moral sin correr a reclamarla como suya, en palabras de Merridale), se descolgó con la renuncia a las “anexiones violentas”. Y claro, para Ucrania occidental ese no era el caso, ¡sería una reunificación con sus hermanos orientales! El caso es que la guerra seguía, con tout Petrograd apoyándolo, e incluso dentro del Partido Bolchevique había facciones a favor: las bases del partido habían logrado una imprenta para volver a sacar el Pravda, y los primeros ejemplares aún estaban contra la guerra, pero en cuanto llegaron Lev Kamenev y Stalin a la ciudad, se hicieron con el control y empezaron a apoyar tímidamente al Gobierno Provisional.

 

¡Haz deporte y no la guerra, Yosif!

 

Pero todo esto tenía lugar en Petrogrado, a espaldas de los soldados en el frente. Y estos empezaban a dejar de verle el sentido a todo, especialmente a la vista de que los alemanes estaban mejor pertrechados y abastecidos. Con el zar habían luchado y muerto por millones, y ahora con el Gobierno Provisional iban a… luchar y morir por millones. Encima, se esparcieron rumores de una reforma agraria, y el 90% de los soldados eran campesinos que pensaban que se les iban a escapar las mejores tierras. “¿De qué me sirve la reforma agraria si estoy muerto?”, dijeron muchos, y más de un millón de hombres desertó durante el primer mes de la revolución. Fue Lenin quien supo ver mejor que nadie el potencial de este descontento, y por ello apostó con total determinación por una paz inmediata, arrastrando con ello a su partido, que así sería el único capaz de cosechar el descontento cuando fracasó la ofensiva militar del verano.

Pero por ahora Lenin seguía en Estocolmo, como también Parvus. Lenin se negó a reunirse con él, le acusó de traidor y mil cosas más, y negó siempre cualquier acuerdo (pero mandó a Radek a hablar con Parvus y confirmar ciertos términos; de hecho, Radek se quedó con Parvus en Estocolmo organizando una oficina internacional que sería el embrión de la Internacional Comunista). Después de un día bastante ajetreado, la comitiva se subió al tren de las 18:37, despedidos por un centenar de admiradores cantando “La Internacional”, y con flores para las mujeres. Tras dos días de viaje (que Lenin se pasó leyendo periódicos rusos) se reunieron para pactar qué decir en eventuales interrogatorios, y se prepararon para la frontera en Tornio. A pesar de estar donde Cristo perdió el mechero, era el único paso terrestre seguro a Rusia, y estaba poblado de agentes secretos de todos los beligerantes. Solo en seis meses, pasaron por allí 27 millones de envíos postales. También se intercambiaron 75.000 prisioneros de guerra heridos en este punto.

Las autoridades fronterizas pararon al grupo, los obligaron a desnudarse, e interrogaron durante horas a Lenin, que les repetía una y otra vez su historia de que era un periodista volviendo a la madre patria. Posteriormente se publicaron decenas de versiones y conspiranoias de lo ocurrido: que si un agente británico no hizo su trabajo, que si fue un americano, que si Miliukov no estaba en su despacho cuando le llamaron, que si Kerensky en persona fue consultado y dijo que “la Rusia democrática no niega la entrada a sus ciudadanos” … el caso es que la comitiva cruzó, Lenin mandó un telegrama a sus hermanas (“Llegada lunes 11 PM. Informad Pravda. Ulianov”), y salió en el primer tren rumbo a Petrogrado. Había comprado un par de ejemplares del Pravda, y comprobó que sus “Cartas desde lejos” habían sido censuradas para quitar las partes que llamaban a boicotear al gobierno. También pudo comprobar que la línea editorial del Pravda era belicista, y que un destacado bolchevique llamado Roman Malinovsky había sido un agente doble de la Ojrana. En suma: que según se acercaba a Petrogrado, su cabreo con la situación iba en aumento.

 

“Karmenev, ¿qué coño habéis hecho mientras yo estaba exiliado en Bruselas?” “Abrirnos a una nueva hegemonía dentro de la burguesía para debilitarla desde dentro, Pablenin.” “¿Al menos tenéis armas para el proletariado?” “No, pero tenemos muffins.” (“Revi”) “Te he oído (tankie)”

 

Fin de trayecto

El último transbordo se produciría en Zelenogorsk, ya dentro de Rusia. Algunos miembros del partido, entre ellos Kamenev (y varios centenares de obreros que tuvieron que andar quince kilómetros para llegar), habían ido allí para recibirle. No había muchas luces y llovía cuando entró el tren, pero el entusiasmo fue tal que sacaron a Lenin en volandas y lo llevaron a hombros al vestíbulo. Allí se subió a una silla para dar un discurso, pero en seguida sonó la campana anunciando el tren a Petrogrado, así que todos se subieron corriendo para el último viaje.

Los trenes provenientes de Finlandia llegan a San Petersburgo en la estación de Finlandia, que conserva dicho nombre hasta hoy (aunque la plaza de delante ahora luce el nombre de Lenin y una estatua suya). El partido montó una recepción espectacular, con una banda de música, una guardia de honor formada por marineros de Kronstadt, un par de carros blindados, un enorme reflector, banderas rojas, cintas y pancartas invocando paz y justicia, y miles de personas. No solo por pura admiración: la prensa burguesa ya estaba disparando contra “el traidor que ha disfrutado de la hospitalidad del Káiser”, y se trataba de oponerle una imagen de un Lenin popular. Este capítulo, por cierto, Merridale lo titula “Desde la estación de Finlandia”, un evidente guiño a un clásico de la literatura revolucionaria.

Casi a medianoche, entró el tren a los acordes de La Marsellesa (un fauxpas: Lenin prefería La Internacional). Según salía Lenin, le dieron un ramo de flores (que siempre le parecieron una fruslería). Lenin empezó su machacón discurso “el Gobierno Provisional os va a traicionar”, se interrumpió para desfilar ante toda la pompa burguesa de la recepción hasta la sala de espera, donde se encontró con viejos conocidos, jugó un poco con las flores e hizo un segundo intento de discurso contra “la guerra entre piratas imperialistas”, que debía ser “el comienzo de una guerra civil en toda Europa”, culminado con un “¡Viva la revolución socialista mundial!” A estas alturas, muchos de los asistentes ya estaban un poco extrañados, pero la mayoría no había oído nada, así que cuando Lenin intentó salir lo auparon a hombros y lo subieron a un coche. Lenin, siempre encantado de poder hablar, inició una vez más su discurso en mitad de la muchedumbre, pero nadie tomó notas y al poco le subieron a uno de los carros blindados, más alto, desde donde siguió hablando cuando el carro se puso lentamente en marcha a través de la ciudad oscura.

 

La llegada de Lenin idealizada 30 años después. El pintor del cuadro, con poco respeto por la realidad -pero un comprensible interés por conservar la cabeza- pintó a Stalin justo detrás de Lenin y mirando directamente al espectador.

 

El destino del viaje era el nuevo cuartel general de los bolcheviques, el antiguo palacio de Mathilde Kshesinskaya, bailarina de ballet (y antigua amante de Nicolás II, que es quien le había regalado el palacio de los impuestos pagados por sus leales súbditos). Allí, a gusto y calentito (Kshesinskaya había tenido un generoso suministro de carbón), cenaron algo. Lenin salió al balcón y repitió una vez más su discurso. Su radical compromiso con la paz empezó ya a irritar a la gente, porque sonaba como un agente alemán, pero nada: se volvió a meter y se encaró con la plana mayor del partido. Y allí, a altas horas de la madrugada, tras ocho días seguidos viajando en tren, Lenin se cascó un discurso de dos horas que podemos resumir como TODO MAL: mal los compromisos buscados con otros partidos, especialmente los mencheviques; mal la tolerancia al Gobierno Provisional burgués; mal cualquier concesión al posibilismo; mal el defensismo; mal toda la cháchara sobre objetivos de guerra, lo que había que hacer era armarse y aguardar el momento. TODO MAL, e irrelevante en un momento tan excepcional como aquel, en que se estaba preparando la segunda fase de la revolución, que pondría el poder en manos del proletariado y del campesinado. Los asistentes alucinaban. Alguno lo achacó al cansancio del viaje.

Lenin no depuso su actitud ni siquiera tras dormir, aunque lo cierto es que su discurso al principio no caló: el comité de Petrogrado lo rechazó por 13 votos a 2. Lenin publicó entonces las “Tesis de Abril”, apenas 579 palabras en el Pravda (aunque el idioma ruso es bastante más denso en palabras que el castellano), y todos pensaban que se había vuelto loco. Esto tuvo el benéfico efecto de que el Gobierno Provisional no se preocupara tanto por él y le dejaran predicar. Pero poco a poco, por pura insistencia y fuerza de personalidad, el discurso fue calando. Primero en el partido, y -tras el fracaso de la Ofensiva Kerenski– en el público en general. Pero en julio el partido aún era demasiado débil para dar el golpe: Lenin ahora intentó parar a las bases, que sin embargo salieron a la calle… y fueron dispersadas, y Lenin tuvo que huir de Petrogrado disfrazado. Luego Kornilov intentó un golpe de derechas, Kerenski armó a las masas – y los bolcheviques salieron de sus escondrijos, se pusieron al frente de las mismas, dieron un golpe de estado, lo llamaron “revolución de octubre”, y el resto es historia, aunque Merridale ya no entra tanto en esta parte.

 

Valoración

Estamos ante un relato resumido de la revolución, desde los primeros descontentos con la guerra hasta mediados de 1917. Con el viaje en tren, eso sí, ocupando un papel central y una parte desproporcional del relato. La toma del palacio de invierno y todo lo posterior, en cambio, ocupan apenas una nota a pie de página. Por otra parte, es difícil subestimar la importancia de la presencia de Lenin en Petrogrado. La primera vez que leí del susodicho viaje fue en las Horas Estelares de la Humanidad, de Stefan Zweig. Fue hace muuuchos años y yo estaba en una fase lectoro-puberescente máxima, así que el relato “las personas calladas que leen mucho son las más peligrosas” me llegó a la patata (la verdad es que no tenía ni pajolera idea de quién era Lenin – y Zweig tampoco, porque lo de callarse no iba con él). Aquí lo tienen, si quieren. Merridale la verdad es que se carga la magia de Zweig – para sustituirla por otra. Porque hace que lo que hizo Lenin parezca tan difícil, por no decir imposible, que asemeja un milagro que le saliera bien. Bueno, en realidad no le salió bien, él contaba con desatar una guerra civil mundial que destruyese al capitalismo imperialista (que suena muy violento y tal, pero es que ese capitalismo imperialista llevaba ya tres años en guerra matando a millones), y al final se tuvo que conformar con crear la URSS.

 

“Pues nada, que la he liado rojiparda.”

 

El fetiche con Lenin es el equivalente rojeras del fetiche con Cortés-Pizarro-Tercios de Flandes de los fachas (y además lo explican igual: “no, si yo no justifico, pero hay que reconocerle huevos”). Y como todos los fetiches, están bien en la intimidad y sin molestar a nadie, pero si lo sacas a pasear no te extrañe que te miren raro. En este sentido, los fachas solo han aprendido media lección: sacan a pasear al fetiche, y luego se extrañan que la izquierda los acuse de fachas. En la izquierda, el fetiche se manifiesta más bien como excusa para ser un intransigente que nunca da su brazo a torcer e insiste a machamartillo en sus tesis “porque a Lenin le funcionó”. Sí, le funcionó, pero no le va a funcionar a nadie más, porque nunca volverá a haber una guerra como la Primera Guerra Mundial: la próxima vez, los piratas capitalistas mandarán robots a hacer el trabajo, o directamente los misiles intercontinentales, así que empieza a pensar alternativas, so pesao, que en 1917 tu no habrías tenido narices de oponerte a la guerra.

 

Si hay un Lenin por ahí esperando su hora, entonces lleva el pelo azul y hace videos en TikTok.

 


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  1. Comentario de Casio (06/06/2022 13:28):

    Muy bueno, como siempre. A mí esto “En la izquierda, el fetiche se manifiesta más bien como excusa para ser un intransigente que nunca da su brazo a torcer e insiste a machamartillo en sus tesis “porque a Lenin le funcionó”. me recuerda a un tipo que se ha agenciado un chalet en La Navata y que se ha ido pero no se ha ido, molestando como debe hacer cualquier jarrón chino que se precie..

  2. Comentario de el guru (06/06/2022 16:59):

    Me sorprende la conclusión final porque si algo caracterizó a Lenin fue su extremo pragmatismo por encima de la ideología.

  3. Comentario de Mr. X (06/06/2022 21:04):

    Buenísimo artículo. Y de paso me he enterado que hay un señor en España que tiene la pintoresca profesión de pintor de batallas.

  4. Comentario de Lalo (08/06/2022 02:46):

    Gran comienzo y gran final de artículo. Lenin un visionario. Poco estudiado, entre los que me incluyo. Pero ha saben.. todo lo q venga de Rusia esta concebido del mal más absoluto. La hipocresía y cada vez más intensa propaganda occidental es flagrante y aumenta exponencialmente. Antes cada lustro ahora cada mes

  5. Comentario de uno (08/06/2022 19:38):

    4.-
    Occidente pude que le mande propaganda a Rusia, pero la Rusia de Putin-ese gran defensor de la democracia obrera según usted, democracia que la hace a el y su oligarcas los más ricos del planeta hundiendo en la miseria a su pueblo- ”parece” que ANTES le envio bombas a la casas de los ucranianos. Pero parece que para usted los dos ”envios” (propaganda y bombardeos) son iguales. Pudiera ser, estoy seguro, que si las bombas rusas ( es una posibilidad aun abierta hoy asique rece para que no suceda ) cayeran en su propia y jodida casa si estaría contento con la propaganda de Occidente y con todo el apoyo militar, económico, etc. que pudieran darle en la OTAN. ¿Me equivoco? No se esfuerce en responder y aparentar en que si estaría dispuesto a recibir las bombas de Putin, claro. Su defensa de Putin es una pura rabieta infantil a años luz de cualquier análisis serio de izquierda. Repito: ¿que haría si las bombas de Putin cayeran en su casa?. Estudie más política de izquierdas serias (por ejemplo la Conferencia de Zimmerwald con sus respuestas de izquierdas radicales a la 1º Guerra Mundial) porque para presumir de izquierdista lo veo mas bien flojo, flojo,….tirando a cero.

  6. Comentario de Mr. X (08/06/2022 19:42):

    Yo ya lo he comentado alguna vez, pero animo a las eminencias de LPD a hacerse con el tocho rusófilo de la década

    https://www.acantilado.es/catalogo/la-casa-eterna/

    1600 páginas para contar el origen de los hombres y mujeres que hicieron la revolución, y su fin (spoiler: el georgiano se los cargó a casi todos) a través de la historia de un edificio de apartamentos de Moscú que sirvió para alojar a la élite del país durante las primeras décadas de la URSS.

    ¡Una lectura ligerita de verano! La tesis final del autor, que además es ruso de verdad, no yanqui o británico, es tan acojonante que no se la desvelaré.

  7. Comentario de tabalet i dolçaina (08/06/2022 21:47):

    Pregunta a los sabios de la página. Los defectos que se le achacan a Vladimir, son de él o de del tio Josef. Porqué claro los bolcheviques toman el poder en octubre del 1917, negociaciones de paz con perdidas territoriales enormes, luego intervenciones extranjeras, guerra civil para llegar Lenin a 1921 enfermo, en ese momento tenia poder real?. Como hubiera sido el desarrollo de la Urss bajo, digamos una década de presidencia real de Lenin. Stalin hubiera podido acumular todo el poder?, se hubieran producido las grandes purgas?

  8. Comentario de Mr. X (09/06/2022 06:56):

    Yo, que no me cuento entre los sabios, digo que 50/50.

    Por un lado, Lenin quería seguir con Nueva Política Económica, porque veía que estaba funcionando, es decir, capitalismo limitado y la industria pesada y estratégica en manos del estado (hoygan, casi el modelo chino actual) y no tenía el carácter paranoico del georgiano. Como ha señalado el Sr Guru, podía ser muy dogmático en el discurso, pero era un gran pragmático en la práctica del poder.

    Por otro lado, pues la Cheka y Félix Dzerzhinski pues ya andaban por ahí. Y todo lo que va a pasar en los años 30.
    Para mí el estalinismo en su versión más enloquecida y genocida no era inevitable. Pero que fuera un régimen autoritario/represivo, sí.

  9. Comentario de Mr. X (10/06/2022 09:09):

    Lo que me parece una duda interesante es:

    ¿sin la colectivización, los planes quinquenales y la industrialización forzada del estalisnismo la URSS habría derrotado igualmente a la invasión hitleriana?

  10. Comentario de Lluís (12/06/2022 09:35):

    #9

    Pienso que un control estricto de la economía y la planificación estricta por parte del estado permite que se optimicen los recursos para conseguir un objetivo. En EEUU, Reino Unido, incluso Alemania, el estado tenía que sentarse con los capitanes de la industria para orientar la producción hacia unos objetivos y convencerlos, por las buenas o las malas, que debían cooperar. En la Unión Soviética se ahorraban eso. A partir de ahí, se podía hacer bien o mal, Albert Speer, en sus memorias, echa por tierra la supuesta eficiencia de la economía de guerra del Reich.

    A partir de ahí, invadir y ocupar Rusia era complicado en cualquier circunstancia. Los estrategas alemanes de principios del XX defendian priorizar el frente occidental porque consideraban que ninguna victoria contra los rusos podía ser definitiva, esos podrían replegarse y Alemania y sus aliados carecian de recursos para ocupar gran parte del país. Si no hubiesen tenido la necesidad de consolidar su poder, los bolcheviques podrían haberse sentado a esperar, en los Urales si fuese necesario, que los alemanes se cansaran. Napoleón cosechó ahí un fracaso por lo menos tan grande como el de España, pese a ocupar la capital y no perder una sola batalla.

  11. Comentario de emigrante (12/06/2022 09:40):

    Hay que ver lo que era la izquierda entonces y en lo que se ha convertido cien años después. Para que nos hagamos a una idea de hasta dónde hemos llegado, esta señora de la CUP tiene más razón que una santa
    https://youtu.be/uRHhGZaWNA4

  12. Comentario de Lalo (12/06/2022 15:08):

    No hay izquierda en este pais. Políticas neoliberales y moral de la sección femenina de carácter ursulino.

    Sobre el feminismo como fuerza transformadora.. es un movimiento que ha caído en la moral conservadora más rancia, hasta el punto que niega la biología achancando las diferencias entre hombres y mujeres a una mera cuestión cultural. Es de una arrogancia antropocentrica insultante.

    Lo mejor del discurso, apuntar a ese afán censor producto del maniqueísmo, distinguiendo entre los buenos, aquellos que comulgan con mi ética/ cosmovisión y los malos/fachas que no lo aceptan.

    La evolución política y de medios de comunicación ha involucionado al pensamiento de preescolar.

  13. Comentario de Mr. X (12/06/2022 16:06):

    11-

    Sobre el tema de la prostitución, yo diría que las posturas tienen más que ver con la ética que con el eje derecha/izquierda.

    Yo diría que hay argumentos éticos para defender tanto la prohibición absoluta como la legalización. Como en ambos casos son sobradamente conocidos no me voy a poner a citarlos. Sobre los efectos de uno y otro, se puede ver lo ocurrido en países que han optado por uno y otro.

    Personalmente, quizás me inclinaría por algún tipo de legalización, pero según cómo. Yo diría que, por lo que he podido leer, Alemania es un ejemplo de legalización con bastantes resultados adversos.

    Lo que me parece indefendible es sostener lo que existe hoy en día, que es un régimen de hipocresía absoluta, muy latina y muy católica, por otro lado, que es la situación ideal para el proxenetismo y la trata de mujeres.

  14. Comentario de Mr. X (12/06/2022 16:17):

    Por otro lado, esta ley del PSOE me parece un brindis al sol. El centro de las grandes ciudades de España, y en particular de Madrid y Barcelona, está literalmente lleno de burdeles. No digo ya las principales carreras y autovías.

    ¿Esa ley incluye los recursos, que deberían ser enormes, para cerrar todos esos locales y dar algún tipo de salida, de inserción en la sociedad, a las decenas de miles -como mínimo- de mujeres que están allí, muchísimas de ellas emigrantes?

    Estoy bastante seguro que se promulgará y todo seguirá más o menos igual.

  15. Comentario de Lluís (13/06/2022 18:59):

    #14

    Básicamente de acuerdo con vd. Y no sé hasta qué punto podrán ir a por los grandes clubs, esos se las saben todas, cuentan con buenos abogados y hace tiempo que operan libremente con licencia de hotel. Los dueños no son rufianes al uso, sino que representan el papel de probos empresarios que simplemente alquilan habitaciones a señoritas y ahí dentro ellas hacen lo que quieren. La prostitución implica un pago en dinero, pero como no les pillen in-fraganti en la negociación, no sé cómo se puede llegar a demostrar nada en un juzgado. Como mucho, que el putero se lo piense dos veces si piensa que le van a identificar y tendrá que acudir a un juicio, aunque eso termine en nada el lío en casa no se lo quita nadie.

    Y estará por ver qué solución le ofrecen a las mujeres que lo hacen por necesidad económica, sin que haya un proxeneta violento detrás. ¿Les van a dar 450 € mensuales y un cursillo de operador de puente-grúa? Con eso, al día siguiente están de nuevo en la calle.

    Me pregunto también si la explotación sexual es la única posible. No sé si una señora que trabaje en la hostelería o limpiando escaleras por 5 € hora y cotizando 2 horas diarias no está también explotada.

  16. Comentario de tabalet i dolçaina (13/06/2022 20:24):

    Puede que todo el mundo, menos Carmen Calvo y parte de la letiziada progre, le parezca una estupidez la ley propuesta por el psoe? No porqué nos parezca bien la prostitución sino que recuerda mucho a la famosa ley seca americana de los años 20, que su propósito sería el mejor de los posibles pero no por publicar un ley donde diga queda abolida la prostitución está deja de existir, y no sólo son los clubes que se menciona más arriba en Madrid y Barcelona. Les reto que pongan en google: Su ciudad favorita + putas. Verán las decenas de reseñas que aparecen, prostitución en calles y polígonos cualquiera todos las vemos si pasamos a ciertas horas y lugares, pero tampoco hay que ir al polígono despoblado a las 02 de la mañana. Ejemplo Alicante, en pleno centro en las calles posteriores a la Delegación de hacienda, Subdelegación de gobierno, obispado y entes varios a pocos menos de 50 metros de sus puertas hasta la pandemía podrías encontrar señoras y señoritas a as 12 de la mañana ofreciendo sus servicios. Y quien más y quien menos ha oído rumores que tal chica de la facultad trabajaba de meretriz para pagarse las carrera en vez de deslomarse los fines de semana poniendo copas o lo que fuera. Así que debate muy complicado con muchas aristas que como siempre nuestro psoe lo quiere resolver con un conejo de la chistera y rotulador de trazo bien grueso.

  17. Comentario de Lalo (13/06/2022 22:05):

    https://m.youtube.com/watch?v=PqQWyQ2LLYA

    Un caluroso saludo

  18. Comentario de Mr. X (14/06/2022 09:02):

    16-Como muestra de ese tipo de pensamiento mágico, se prohíbe algo, se publica en el BOE y deja de existir, y ya está (no hace falta remontarse a la Prohibición, podemos evocar los grandes éxitos de la Guerra contra las drogas, de los años 70 al presente en todo el mundo occidental), recomiendo leer el artículo de Soledad Gallego-Díaz en El País del pasado fin de semana, que es de no creer directamente.

  19. Comentario de Mr. X (20/06/2022 08:58):

    Forzando las elecciones anticipadas en Andalucía, Vox se ha hecho un Podemos no apoyando a Sánchez en 2016. El año que falta para las generales se les va a hacer muy largo.

    Feijoo ya puede encargarse su colchón para la Moncloa.

  20. Comentario de emigrante (20/06/2022 10:09):

    A los andaluces se les está poniendo cara de gallegos.

    Sin duda ha sido un rotundo éxito de la izquierda enfocando la campaña electoral en el miedo a la ultraderecha y concentrando sus ataques en Vox (incluso tratando de eliminar a su candidata mediante triquiñuelas legales) y dejando de lado al PP. Les ha funcionado a la perfección. [ironic off]

    Creo que alguien debería dimitir más allá de el candidato de Ciudadanos, ese partido zombie.

  21. Comentario de Mr. X (20/06/2022 14:23):

    20-No sé, ya para un año y pico que falta, casi diría que mejor esperar a las generales y que los actuales dirigentes de la izquierda se coman el marrón, y le dejen la casa limpia a los que vengan después.

    Por otro lado, ya que la derecha va a ganar sí o sí las siguientes convocatorias electorales, mejor que sea así, con un PP fuerte y un Vox débil. No sérá muy bueno para izquierda, pero sí es mejor para España.

  22. Comentario de Mr. X (20/06/2022 14:34):

    De hecho, tengo varios amigos andaluces, residentes allí, y hoy básicamente todos están aliviados.

  23. Comentario de el guru (20/06/2022 16:58):

    Esperando con ganas el artículo de Andrés sobre las elecciones gabachas.

    #21 Mr X, en año y pico que falta, creo que no veremos bajar el precio de la energía y los fertilizantes de forma significativa. Al menos sin que la UE llegue a algún tipo de acuerdo con Rusia…

    Sigo apostando por la GroKo a corto plazo.

  24. Comentario de Casio (20/06/2022 17:34):

    sobre la hostia andaluza de la izquierda y por mucho que pueda haber perjudicado el autosabotaje al que lo que está más allá del PSOE se entrega con fruición desde que el mundo es mundo( Gracias, Teresita…) el nucleo de la izquierda en Andalucia sigue siendo el PSOE, los experimentos juveniles a gran parte del electorado no les llega. El gran fracasado es el PSOE, y es que como expliqué en este articulo hace ya casi 8 meses https://remadmalditos.wordpress.com/2021/11/12/el-psoe-esta-atrapado-en-una-ensonacion-el-pp-paso-pagina/
    El PSOE vive enganchado en la ensoñación de reproducir un acto implicito con el PP que no va a volver. Tiene que ofrecer mucho más que unas siglas un perfil de ” progresistas” de orden. Les pasó en Madrid con Gabilondo y les ha pasado con Espadas, boomers con menos ganas de pelea que Patrico Estrella. El PP ocupa todos los espacios de poder que ha podido (ni siquiera se dejan desalojar del que le corresponde constitucionalmente desalojar, como el CGPJ, con dos cojones!!) y va el PSOE y le regala los informativos de TVE al PP con tal de machacar a su izquierda…en fin. Sanchez se las prometia felices dentro de año y medio… yo no lo veo nada claro.

  25. Comentario de Lalo (20/06/2022 18:09):

    Pues al final.. las parlamentarias en Francia me han dado la razón. El contra macronismo era más patente que lo que se demostró en las presidenciales, pero el voto del miedo hábilmente avivado por los medios de comunicación, todos ellos pro macron, como se puede colegir de su ascenso meteórico de la nada, hizo su trabajo.

    En Andalucia..lo que llevo advirtiendo desde hace años. Las clases trabajadoras no se sienten identificadas con unos partidos que se denominan de izdas por cuestiones inmateriales pero que sus propuestas materiales del día a día no suponen nada. Lo inmaterial es para pijos que se lo pueden permitir, y con lo que viene aún más.

  26. Comentario de Mr. X (20/06/2022 18:42):

    23- Yo apuesto que dentro de un año, por eso mismo, está el PP por 140 escaños y Vox por los 30/40, a menos que Feijoo tenga alguna cagada nivel Casado.

    No van a necesitar gran coalición para nada, la derecha va camino de una mayoría absoluta más que suficiente. El PP puede tener algún problema con Vox si va por los 70 u 80 escaños. Pero con la mitad, es decir, en una posición subalterna, como Podemos respecto al PSOE, absolutamente ninguno.

    Pero, en fin, ya veremos, me gano la vida con tablas de excel y no de profeta.

  27. Comentario de Lluís (24/06/2022 07:14):

    #26

    Seguramente. Feijoo parece Mariano 2.0. Sabe que lo suyo es mantener un perfil bajo y que sea el PSOE el que le lleve a Moncloa. Y ni siquiera hay prisa, igual que con lo de la crisis del ladrillo, ahora mismo hay pocas opciones para evitar lo que va cayenddo, cuanto más tiempo aguante Sánchez, más mierda quedará para él y menos para su sucesor.

    Una cosa que parece que han entendido (y Casado en su día no) es que Vox no es el problema. Sólo pueden pactar con el PP, y por poco, porque con 140 del PP, 80 del PSOE y el IBEX dando su opinión, la GK está ahí y, entre eso y los antidisturbios, se garantizan 3 legislaturas cómodas. Y Vox no deja de ser una formación inestable, a la que les carguen demasiado los carajillos y se pongan a discutir porque haya menos cargos y paguita que candidatos para ocuparlos, implosionan.

    Eso si, admito que, como indepe, un gobierno con una fuerte presencia de Vox sería conveniente para la causa. Está claro que con Aragonés y compañía no se va a ningún lado, necesitamos un buen estímulo interno.

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