El Juego del Calamar (Netflix, 2021)
Clickbait lamentable
Este post es ya el segundo en un año sobre series coreanas, y también tuvimos otro sobre el Japón moderno. Y ustedes se preguntarán: ¿están perdiendo el foco en LPD? ¿Han sucumbido al dudoso glamour de comer con palitos de una caja de cartón? ¿Demasiadas bandejitas de sushi Hacendado? ¿Vamos a acabar con una sección “Las recetas más definitivas con salsa de soja”? ¿Es que ya nadie piensa en escribir sobre los nazis y la política española? Nada que temer: todos esos temas se pueden trillar aún más, estos posts son solo nuestra toma de impulso, para poder volver con más fuerza. Además, si les DESTRIPAMOS la serie (cosa que haremos a conciencia), tendrán ustedes más tiempo de leer nuestros posts.
Los productos culturales coreanos son, por así decirlo, un poco intensitos. La duda es: ¿esta serie sería “intensita progre”, como Parásitos, o “intensita facha”, como Kingdom? Como -a diferencia de sus vecinos japoneses- los coreanos gustan de ser francos y directos (¡los españoles de Asia!), la cosa se aclara en los primeros minutos, donde nos pintan una imagen deprimente de los desclasados y perdedores de la sociedad coreana: gente incapaz de rehacer su vida bajo la losa de unas deudas impagables, consecuencia de malas decisiones, pero también de circunstancias estructurales más allá de nuestro control (que de hecho en muchos casos son las inductoras de las malas decisiones). Gente que roba y engaña para mantener las apariencias, o que se engancha cosa mala al juego, que es lo que le pasa al prota principal, Seong Gi-hun. Aplastado bajo una deuda de unos 250 millones de wones (unos 180.000€, pero impresiona más en wones), divorciado, sin trabajo fijo desde que cerró la fábrica, viviendo con su madre a sus 47 años. Ahora, va a perder a su hija porque su ex se la va a llevar a Estados Unidos. “Pues que venda un riñón”, dirá algún liberal sin complejos, pero como la Corea presentada ya es un poco distópica y son legales los “acuerdos de cesión de cuerpo”, el pobre Gi-hun ya le debe un riñón y un ojo a un corredor de apuestas. Es entonces cuando se le acerca un señor trajeado a hacerle una propuesta.
La primera reacción de Gi-hun al verse saludado por un desconocido trajeado es “no creo en Jesús ni quiero creer, en mi familia somos budistas, vete a cagar al prao”, pero el otro solo quiere jugar juegos tradicionales. Si Gi-hun gana, se lleva 10.000 wones (70 euros), y si pierde el otro le abofetea. Gi-hun se engancha al dinero fácil y a los cachetes calientes, y el otro le promete más. Así, Gi-hun acaba en un campamento donde se juegan seis juegos tradicionales y al ganador le espera un premio de millones y millones. A los perdedores, en cambio, les espera la “eliminación”. En concreto, el premio es de 45.600 millones de wones, y dado que el número de jugadores es de 456, se puede decir que el juego pone un precio a la vida humana de 100 millones de wones (73.000€). El primer juego es el del Escondite Inglés, donde todos se las prometen muy felices… hasta que al primero que se mueve le cae una ráfaga de disparos y lo deja muerto. Resulta que la eliminación es física, que cosas.
Los sobrevivientes protestan… ¡y los directores del juego les dejan votar para irse! ¡Son libres, uau! Bueno, en realidad un liberal pata negra no consideraría “libertad” al hecho de que 101 supervivientes puedan imponerles el fin del juego a los otros 100. La democracia, qué mala es, impidiendo a la gente jugarse la vida por dinero, en un juego cuyas reglas solo se van descubriendo sobre la marcha después de firmar. Porque esa es otra: ¡la gente firmó un contrato donde claramente ponía que te podían “eliminar”! Pero miren si son buenos los directores del juego que, tras devolverlos al mundo real, luego les ofrecen la posibilidad de volver a un segundo juego. Y 187 de los 201 aceptan: sus vidas fuera siguen siendo igual de mierda, y tan desesperantes que de repente la muerte ya no les parece tan mala opción.
No obstante, pese a estas trazas de buenismo, los que dirigen el juego son liberales pata negra. En particular el jefe, referido como “the Front Man”, un señor emperrado en que el “juego” debe ser limpio. ¿Y qué entiende por “limpio”? Pues la afamada “igualdad de oportunidades” liberal: los concursantes pueden asociarse libremente o matarse de la forma más asquerosa posible, los supervisores pueden montarse una trama para extraer órganos de los cadáveres y venderlos en el mercado negro (“como si os los coméis”, dice Front Man), pero eh, “la pelota no se mancha”. A la que alguien altera mínimamente la “igualdad”, por ejemplo, revelando por adelantado el siguiente juego, ejecución al canto. Y así se preserva total igualdad entre el anciano de 80 años con cáncer cerebral y el joven mafioso con manos como jamones para que compitan en libertad y sin las asquerosas ataduras estatales que representa, yo que sé, el artículo 138 del Código Penal. Un sueño hecho realidad, ¡Ayn Rand no podría estar más orgullosa!
Total, que de los 456 participantes iniciales, solo dos llegan a la ronda final, que resulta ser el popular y titular Juego del Calamar. Jugado además bajo la lluvia y en el barro. Aquí ya se resuelven cosas un poco más personales y tal y cual, y la lucha deja de ser las habituales exhibiciones taekwondokas a que nos tienen acostumbrados los coreanos, y pasa a ser una lucha en el barro a cara de perro. Que es lo que siempre ha sido este juego y lo que simboliza, la verdad.
Batalla Real
El género “personas corrientes y molientes enfrentándose a la muerte por un gran premio en metálico” ya tiene algunos años. El clásico es “Battle Royale”, un film japonés del 2000 donde los que luchaban a muerte eran escolares adolescentes, y que yo nunca llegué a ver, pero que me impactó jocosamente cuando leí la contraportada del DVD en el videoclub, que decía que “el paro está en el 15% y la sociedad ha colapsado…”
La diferencia, aquí, es que el juego no está pensado para que los concursantes se maten entre ellos (eso surge espontáneamente, aunque los organizadores del juego también lo fomentan con truquitos, como permitir trampas a la hora de repartir la comida, o alojándolos a todos en la misma sala). Es el propio juego el que mata a la gente. Y como en un Gran Hermano cualquiera, los participantes empiezan a establecer alianzas, traicionarse mutuamente, volver a juntarse para sobrevivir, y así todo el rato. La serie a veces hasta da una pincelada de optimismo: no sobrevive necesariamente el homo economicus más fuerte, sino los débiles también, cuando se juntan y trabajan por el bien común. Por ejemplo, en una partida del juego de la soga, los protas tienen un equipo con tres mujeres y un anciano flojucho, y se enfrentan a diez mozalbetes sanos y fuertes, pero como se saben los truquillos, ganan la partida. Pero lo cierto es que los juegos posteriores al escondite inglés en general van a ir de jugadores contra jugadores: alguien siempre va a acabar eliminado. Y además no siempre el más hábil, o el más fuerte, o alguna otra característica darwiniana que ponga palote a la muchachada desregulatoria, sino el más despiadado (aunque pensándolo bien, ¡esta es la característica que más palotes les pone!).
Ya hacia el final, nos introducen a los padres intelectuales: un misterioso “anfitrión”, y media docena de ricachones extranjeros, los “VIPS”, que montan una competición de estas cada año. Por los loles y poco más: hacen apuestas sobre quién ganará, se deleitan viendo como muere gente de la manera más cruel/ridícula/taimada posible, y de paso aprovechan para follarse al servicio. Llevan máscaras horteras de oro, pero por los acentos parecen ser una muestra de billonarios globales: uno que suena ruso, otro francés, y el resto anglosajones, para los que han elegido actores lo más borde y americanos posibles, alimentando los prejuicios más simplones posibles. Bien ahí.
La Casa de los Calamares de Papel
Llegado a cierto punto, es inevitable la comparación con ese insigne producto patrio, La Casa de Papel, convenientemente reseñado por aquí. Vamos a los detalles. Ambas series lo han petado en Netflix. Ambas juegan con la codicia por un botín inmenso. Ambas se basan en la presencia de señores armados y enmascarados enfundados en monos rojos, aunque aquí empiezan las divergencias: los del Calamar no muestran sus caras hasta casi el final, para preservar ese halo misterioso, ese vibe el-juego-es-implacable-somos-reglas-no-personas para centrar la historia solo en los concursantes. Incluso lo potencian con máscaras que no representan rostros humanos, sino animales o figuras geométricas. Los españoles en cambio a los cinco minutos están “buf, vaya rollo esto de la máscara, si tampoco aporta nada, mira, me la quito, que no puedo ni respirar, gobierno liberticida”.
Ambas representan una cierta visión progre del mundo, que quizás sea un poquito más impostada en el caso español, eh. Porque ambas son el producto de sus sociedades, y las sociedades coreana y española han tenido papeles un poco diferentes en la Gran Tragicomedia del Capitalismo Global. La política en Corea del Sur (sí, consulto la Wikipedia, denúncienme), una vez que se quitaron de encima a la monarquía y a los japoneses, fue de un régimen muy autoritario pero tolerado y alimentado por los Estados Unidos “porque en el Norte están los putosrojos, así que tenemos que apoyar a nuestros propios hijos de puta”. Dicho régimen fue siendo erosionado pasito a pasito por los propios coreanos, que ahora tienen un sistema plenamente democrático. Aunque bueno, los sistemas democráticos se pueden organizar de muchas formas, ¿no? En Corea del Sur, concretamente, con elecciones en distritos uninominales (normal que muchas veces no vaya a votar ni la mitad de la gente), un presidente bastante fuerte frente a una cámara débil, servicios secretos apoyando agendas de derechas, y otras cosillas poco edificantes. Los partidos políticos son una fiesta, todos siempre buscando el centro por imperativo del sistema electoral, con conservadores que se llaman a si mismos “liberales”, liberales que se llaman “demócratas”, y progresistas que usan todo tipo de etiquetas, aunque la que más prevalece es “justicia”. El caso es que, en un sistema así, las posibilidades de una izquierda transformadora son muy limitadas, tanto más porque a cualquier cosa que propongas te van a sacar el “comodín Pyongyang”. Por suerte, Siddhārtha Gautama aprieta, pero no ahoga: ¿qué hacen los progres cuando no pueden ganar elecciones? Pues derivar la batalla ideológica al campo cultural, y así salen series como esta. Que será de efecto limitado, porque los progres surcoreanos se enfrentan a una contra-propaganda igual de fuerte: la sociedad coreana vive inmersa en un consumismo desatado (que nos hace prestar apoyo crítico al camarada Francisco I, circunstancial compañero de viaje en la lucha contra el complejo consumista-militarista surcoreano), con una de las tasas de suicidios más altas del mundo. La vivienda está inasequible, y la ludopatía rampante ha llegado a tal punto que por ley los surcoreanos solo pueden acceder a uno de los 23 casinos en el país, y hasta tienen prohibido ir a casinos en el extranjero (y encima los norcoreanos se aprovechan de la ludopatía para forrarse con webs para el juego online, así que los juegos de azar en Internet son poco menos que alta traición). Muchísima gente vive explotada hasta reventar y solo se mantiene de cubata en cubata. Y todo esto se apoya en una cultura acorde, hegemónica si quieren, que la serie retrata muy bien a través de una vecina de Gi-hun, cuyo hijo “ha triunfado” y ya están lloviéndole ofertas de matrimonio. Una cultura donde las generaciones más jóvenes han desarrollado el concepto de “shibal biyong”, el “gasto de a-la-mierda-todo”: gastos innecesarios en fruslerías que se hacen solo para aliviar el estrés.
Calamaros
Como en Juego de Tronos (o en cualquiera de las chorrocientas novelas de Stephen King) el truco del almendruco es presentar personajes interesantes, algunos para odiar y otros para amar, y luego ir matándolos de manera muy aleatoria.
Jugador 456: nuestro amigo Seong Gi-hun. Lleva el último número porque es el último en llegar, como en todo en la vida, parece. Pero parece buena persona. Claro que ni siquiera ser buena persona evita que, cuando el pellejo está en juego, te aproveches de alguna ventajita, o de la debilidad mental de un oponente.
Jugadora 212: la loca. Dispuesta a todo para seguir adelante. Bueno, en ese sentido no está loca, sino que actúa racionalmente como un homo economicus, pero con sus gritos y sus fanfarronadas no podemos evitar pensar que está además loca en un sentido clínico. De hecho, técnicamente se suicida, en una escena que no deja de tener justicia poética.
Jugador 111: un médico que la cagó y mató a algún paciente, se da a entender. Y que llega a algún acuerdo con dos vigilantes para ayudarles a extraer órganos de los concursantes muertos, a cambio de que le soplen cual es el siguiente juego. Esta abundante cosecha de riñones, por otra parte, a mi me hizo pensar: con 400 concursantes muertos (si bien no todos llegan en condiciones óptimas), eso son 800 riñones, suficiente para colapsar un mercado coreano de riñones que tampoco debe quedar muy por arriba de 3000-4000 al año, especialmente porque ya hemos visto que en Corea cuando el Banco Daegu-Gwangmyeong-Argentaria te ejecuta un desahucio, no se limita a ponerte en la calle y reclamarte la vajilla que te regaló cuando pediste la hipoteca.
Jugadora 067: una ciudadana de Corea del Norte que huyó del régimen para buscar una vida mejor en el Sur. “¿Y, la has encontrado?” le preguntan con sorna. Y va la tía y da la callada por respuesta. ¡Serás desagradecida! Solo porque acá un banquero literalmente te ha degollado para su propio beneficio aprovechando que estabas herida e indefensa, ya has perdido la fe en el mejor sistema del mundo (que conste en acta, no obstante, que ella ya había perdido la fe antes, y en ese caso el banquero puede alegar que estaba actuando en defensa propia). Chica, tu no mereces la LIBERTAD.
Jugador 218: un antiguo vecino de Gi-hun, el líder de la “gente decente”. Solo que tiene su lado oscuro, como vamos viendo. Siendo nosotros mala gente, ya nos lo olíamos según nos decían que era un banquero de éxito. Bingo: en realidad había robado a sus clientes para invertir en esquemas ponzi y ahora está en la ruin ruina y buscado por la UDEF surcoreana. Poco a poco, el lado oscuro va creciendo y acaba ocupando toda su persona; tiene un amago de redención por la forma en que termina el juego, pero pensándolo bien lo hace por motivos egoístas/personales, así que ni eso.
Jugador 001: un anciano que ya debió librarse de la Guerra de Corea por viejo. Con un cáncer cerebral terminal, afirma que participa en el juego para poder dejarle algo a sus hijos, y porque mejor morir jugando que languidecer en el mundo real, ¿no? Su voto decide si el juego termina o sigue, y sus truquitos permiten a sus amigos sobrevivir un par de rondas. Luego empieza a írsele la cabeza, y Gi-hun lo aprovecha para ganarle, aunque tiene el detalle de sentirse mal por ello.
Pero todo era trampa, porque 001 resulta que no fue “eliminado”, ¡porque era el “anfitrión” misterioso! Sí, tanto rollo “la pelota no se mancha”, “todos tenéis las mismas oportunidades”, “la ley es igual para todos”, “ganáis o perdéis según vuestras habilidades y nada más”… pero si participa uno de los mandamases en el juego, a él las reglas no se le aplican. Toma meritocracia. Un poco como ver a hijos de millonarios criticar la falta de cultura del esfuerzo de otras personas. 001 decidió meterse en el juego por aburrimiento “y porque echaba de menos “esos juegos antiguos y las amistades que forjábamos en ellos, los amigos para toda la vida, ¿sabes?, que antes todo era mejor y más puro”.
Jugador 199: un inmigrante pakistaní, explotado por empresarios coreanos en cuyas fábricas ha perdido un par de dedos de la mano. Buena gente, pese a todo, quizás la mejor persona en todo este juego. Tan buena, que el banquero le engaña en una partida y ahí se acabó el juego.
Hwang Jun-ho: un policía que se infiltra en el juego porque busca a su hermano desaparecido. La verdad es que esta trama sobra un poco y se ve venir desde muy lejos que el hermano del policía resulta ser el “Front Man”. Poca sorpresa, el señor de “la pelota no se mancha” luego ofrece a su hermano la posibilidad de escapar tras manchar la pelota. Así funcionan el Juego y el capitalismo: una vez que has ganado y estás dentro, las reglas ya no se te aplican.
Valoración
Pues muy buena y entretenida, la verdad. Muy bien hecha, con giros bien medidos, la mezcla justa de sensiblería y acción, y mucha crítica social, pero sin pasarse de sofisticación. Populismo-en-toda-la-cara, sin análisis, que también se aprecia de vez en cuando. De hecho, que la serie lo esté petando por todo lo alto indica que probablemente podríamos soportar mucho más populismo en nuestra dieta. Un juego despiadado, del que en teoría podemos salirnos pero que en la práctica resulta imposible hacerlo por condicionantes más allá de nuestra voluntad, es probablemente algo que le resuena a mucha gente en sus vidas y en su día a día. Normal que esta serie lo haya petado por todo lo alto.
Dicho esto, tampoco esperen pozos de profundidad intelectual que requieren de varios visionados para sacarles todo el jugo. Sí, PABLO, esto va por ti: la gente no ve series para sentir nauseas, ya sean físicas o morales, sino para pasarlo bien. Esto es un reality novelizado, y así más o menos lo disfrutamos, aunque sea mortal y con toda la carga ideológica que deseemos verle. Porque si bien el mainstream facha condena la serie por violenta, socialista, engañosa, no ser lo suficientemente taurina, mala para los niños, o por resumir en una palabra: CO-MU-NIS-TA, también hay gente que extrae las lecciones contrarias: ¡esto es una crítica al comunismo! Y no estoy seguro que lo digan por trolear, sino que lo creen sinceramente. No todas las series logran eso. O como dicen en mi pueblo: Buen calamar, en todos los mares sabe nadar.
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Comentario de el guru (25/10/2021 13:20):
Parece necesario comentar también que los surcoreanos tienen a una ex-presidenta condenada a 24 años de cárcel por corrupción y abusos de poder para favorecer a una secta secreta chamanista que controlaba el gobierno desde la sombra…
No he visto la serie, pero en el caso coreano, la realidad es más rara que la ficción.
Comentario de emigrante (25/10/2021 14:42):
Veo que los wones son como las pesetas de antes.
También parece que esta serie la ha visto todo el mundo menos yo. Y cuando digo mundo me refiero al planeta entero. Es curioso como Netflix y sitios parecidos se están conviertiendo en una especie de cultura global. En cualquier lugar del mundo puedes empezar una conversación preguntando: Has visto la última de Netflix? Me recuerda a aquellos tiempos en que la tele tenía solo dos canales y al día siguiente en el recreo o en el trabajo comentábamos el último capítulo de Curro Jiménez porque era seguro que todo el mundo lo había visto.
Y si Netflix se está convirtiendo en el dueño y señor de la cultura global, un quasimonopolio del entretenimiento, qué credibilidad pueden tener las denuncias al capitalismo que ellos mismos nos muestran en su propia plataforma?
“¿qué hacen los progres cuando no pueden ganar elecciones? Pues derivar la batalla ideológica al campo cultural” Cuidado que eso suena a rojipardo, aunque entiendo que lo hace de una forma irónica. De todas maneras lo que se critica de las izquierdas del siglo XXI no es lo que hacen en la popsición sino que su desviación al plano cultural se da precisamete cuando gobiernan. Cuando están en la oposición mantienen un discurso más prometedor y más enfocado en la cuestión económica y social. La huída hacia lo cultural es porque se ha renunciado a un modelo económico alternativo o a modificar siquiera el sistema y su política económica se limita a repartir algo más de beneficencia que la derecha.
En cuanto a los corenanos, tal como evoluciona su turbocapitalismo los del sur acabarán huyendo al norte. Será algo cultural porque dentro del bloque comunista Corea del Norte también es un caso extremo. Entre las Alemanias había diferencias pero ni de lejos tan acentuadas y exageredas como las que hay entre las dos Coreas. La Alemania Federal practicaba el capitalismo renano, socialdemocracia pura donde las empresas funcionan casi como cooperativas y la Alemania del Este era el país económicamente más dinámico del bloque comunista; pero el Extremo Oriente es extremo en todos los sentidos.
Comentario de Sgt. Kabukiman (26/10/2021 10:28):
Battle royale es cojonuda, aunque a diferencia del calamar los “concursantes” no participan voluntariamente.
Y sale takeshi kitano, qué es como Eugenio pero en chino.
Comentario de Lalo (26/10/2021 15:14):
Nada más q añadir tras el comentario de emigrante
Comentario de Bellver (28/10/2021 07:11):
A mí me resulta curioso cómo Corea se ha convertido en unos pocos años, apenas una o dos décadas, en una superpotencia global en cuanto a industria cultural. No sólo son las películas y las series; también están esos grupos de pop que arrasan entre la chavalería de todo el mundo y que al menos a mí me provocan esa sensación de “valle inquietante”, porque sus miembros parecen haber sido criados en una granja de probetas.
Comentario de devilinside (28/10/2021 18:37):
#3 Yo ví los dos primeros episodios del calamar y pasé del resto. Me volví a poner Battle Royale
Comentario de — (29/10/2021 18:55):
Por fin alguien que da en el clavo con el jugador 218. Muchas de las criticas que he visto hablan de él como un cabronazo psicópata al que al final le meten la redención buenista que nadie se cree.
Sí, para meterse en un esquema Ponzi hay que ser seguramente un cabronazo, pero durante el juego el tipo es pragmátiico lo cual le convierte en el mejor jugador. Los demás jugadores andan por ahí con fantasías de que pueden sobrevivir varios y compartir el premio mientras que él lo tiene claro desde el principio. Lo que nos molesta es que seguramente nosotros en la misma situación seríamos igual de cabrones cuando es nuestro pescuezo el que está en juego.
Al final, como bien se dice en el artículo se suicida por puro pragmatismo. Sabe que no va a salir vivo y suicidandose se asegura de que 456 gane el premio porque sabe que va a ayudar a su madre económicamente. Llegados a ese punto sabe perfectamente wue la única manera de no dejar a su madre en la mierda es morir.
Comentario de emigrante (30/10/2021 09:38):
Off topic, AMLO se nos ha vuelto rojipardo, asegura que el feminismo y el ecologismo son un invento de la derecha para ocultar la desigualdad. Un poco más y mete también al indigenismo en el pack. Populismo a la mexicana, esas críticas podrían tener algo de sentido en Europa Occidental pero no en un país que bate récords de feminicidio.
https://elpais.com/mexico/2021-10-30/lopez-obrador-abre-una-nueva-polemica-el-neoliberalismo-alento-el-feminismo-y-el-ecologismo.html
Comentario de Lluís (31/10/2021 08:40):
#8
Pues en el fondo, algo de razón tiene aunque se pase de frenada. Yo diría que el libeggalismo está encantado en que la izquierda se limite exclusivamente al feminismo y LGTBI y y renuncien a otros discursos que también son de izquierda pero, por desgracia, ni están ni se les espera, incluso cuando están en la oposición. Además, el empobrecimiento de parte de la sociedad, el desmantelamiento del estado del bienestar, la pérdida de libertades,… en no pocas ocasiones se han producido con gobiernos de izquierda.
Comentario de Lalo (31/10/2021 13:46):
Hombre Lluís, bienvenido al club rojipardo, cuando reflexione un poco más y acepte q el nacionalismo es otro de los elementos, asociados a la izquierda q en nada tienen q ver con ella debilitandola, será usted rojipardo patanegra.
Efectivamente emigrante, la situación de México con feminicidio es un problema de gran calado, pero eso no es obice para q el análisis sea correcto a nivel global. Han impuesto los postulados de guiddens, cuando no hay ni fin de la historia ni una sociedad igualitaria sin clases, y se lo han tragado.
Comentario de Lluís (01/11/2021 11:14):
#10
De hecho, la izquierda siempre ha rechazado el nacionalismo, pero por otra parte es la que reconoce el derecho de autodeterminación de los pueblos. Que luego salga un Alfonso Guerra compartiendo postulados en ese aspecto con Santiago Abascal, es algo que se debería hacer mirar el “compañero” Alfonso.
Yo no creo que la izquierda deba renunciar a defender postulados de igualdad de género, queda bastante por hacer incluso en la España actual. El problema es que se limiten sólo a eso. Pero claro, me gustaría ver cuánta gente iría a una manifa contra la subida del precio de la luz. Endesa, lo único que tiene que hacer es seguir subvencionando a la derecha para que mantengan vivo el tema, mientras Abascal siga pidiendo la derogación de las leyes de género habrá debate y se ahorrarán hablar de otras cosas.
Comentario de olivier (03/11/2021 16:29):
‘’no creo que la izquierda deba renunciar a defender postulados de igualdad de género, queda bastante por hacer incluso en la España actual ‘’
No queda nada por hacer sino que al revés habrá que deshacer. No ha entendido absolutamente nada de los comentarios anteriores sobre el tema ¿Que es lo que no entiende de que esa es una identidad falsa a proteger?. ¿Acaso no obrserva que a más Ministerios de Igualdad mas aumento de esa violencia supuestamente ‘’machista’’ en los últimos años ¿Cuantos Ministerios, presupuestos públicos y chalets en Galapagar hacen falta mas para reducir o eliminar el falso problema ‘machismo’?. O el falso ‘hembrismo’’. Su ingenuidad y desconocimiento solo le produce cuantiosas riquezas a los lideres políticos de los falsos problemas. Ese y otros problemas identitarios (raza, nación, etnia, orientación sexual, etc..) solo ocultan el problema real. La causa real de esa violencia, y de la mayoría de ellas, es otra. ¿Cual es?. Repito ¿cual es? Su nacionalismo, dicho sea de paso, es una de esa falsas soluciones identitarias en la que usted se esconde esperando que pare de llover pero que en realidad no le han servido, ni le sirven, ni le servirán para nada. No sirve de nada el ‘’pueblo autodeterminado’’ que usted pide con una elite dominante que lo explota y explotará. ¿Lo entiende? Su Cup sigue ese mismo y exacto camino a la vista de irrefutables datos y pruebas. Datos que usted ni siquiera los percibe. Estudie mas y charle menos. Solo se cura el desconocimiento con mas estudio y menos charlas de cafetería. Además, y especialmente, el café del local es de baratillo.
Comentario de Pablo Ortega (24/11/2021 13:04):
No he visto El Juego del Calamar, pero por lo que han comentado, me hago una idea. Por cierto, precioso el homenaje que hizo el autor a la temporada de los Power Rangers que tenían cascos geométricos, magnífico
En general, diríase que esta serie es una crítica tanto al capitalismo como al comunismo, ya que no es solo una crítica al capitalismo salvaje, si no también a quienes se proclaman abanderados de la igualdad y la libertad para terminar siendo tan tiranos como aquellos a quienes derrocaron
Síc, como el padrecito Stalin, el camarada Mao, los mismos Kim, etcétera, etcétera
Aunque claro, para vosotros el comunismo de verdad verdaíta jamás existió y Stalin y Mao eran unos sucios traidores
Con razón tanto progre con un mínimo de materia gris prefería declararse anarquista antes que socialista o comunista, al fin y el cabo, eso sí que no ha existido ni existirá jamás, el anarquismo
Comentario de Pablo Ortega (24/11/2021 13:07):
Por cierto, Gaymostrón era y es bastante tramposa en eso de matar personajes, sobre todo en los libros, donde protagonistas muriendo, lo que se dice protagonistas, con sus capítulos de Punto de Vista y todo eso, solo han muerto Ned Stark y su esposa
Todos los demás personajes Punto de Vista (PoV) de George RR Martin siguen bien vivitos y coleando en los libros, que el gordo jamás terminará
La serie irónicamente atenuó eso quitándole protagonismo a los personajes PoV de Martin y dándole más protagonismo a otros personajes a priori más secundarios como Joffrey, la Reina de las Espinas, Robb Stark el Rey en el Norte, etcétera, etcétera
Por cierto, Jenal, ¿para cuando una reseña de Fuego y Sangre, el libro seudo-historiográfico en el que se va a basar la precuela House of the Dragon que estrenará HBO el próximo año? Podrá darse el lujo de spoilear todo el desarrollo y hasta el final de la serie a los espectadores neófitos que no saben lo que les espera