“Historia del Franquismo” – Luis Palacios Bañuelos
Hace poco les traíamos una comparativa entre la Guerra Civil Española y la Primera Guerra Carlista. Hoy les traemos la secuela, una historia del franquismo. Sin comparativa esta vez, porque este capítulo de nuestra historia es ciertamente incomparable. Lo que ya no es incomparable, sino bastante común, es la actitud del autor, Luis Palacios Buñuelos, declarada ya en la introducción:
Todo lo dicho trata de explicar una historia del franquismo hoy, en 2019, en una España en la que desde el gobierno se cultiva un antifranquismo militante que hace difícil la labor del historiador. Pienso que se aborda el franquismo desde posiciones e ideologías concretas, pro o contra, y esto nada ayuda a la comprensión histórica. Por la sencilla razón de que ideología e historia son incompatibles pues la ideología es abstracta e irracional y tiene respuestas de antemano para todo. […] escribir sin odio y con imparcialidad, sin animadversión y con objetividad la historia del franquismo es mi pretensión. Acepto a priori que la historia es un saber relativo y que el historiador solo logra la objetividad cuando busca la verdad basándose en fuentes y documentos debidamente contrastados.
Uf. ¿Por dónde empezar? Pues por la raíz y el extraño concepto de “ideología” que subyace a este libro. Porque, ¿qué es la ideología? La ideología es un intento, partiendo de unos axiomas, de explicar el mundo de una forma racional (el mundo entero, razón por la que, por definición, tiene que tener una respuesta para todo). Te pueden parecer delirantes ciertos axiomas, o puedes verle fallos a la lógica aplicada, y obviamente hay tantas ideologías tan diferentes ahí fuera que es imposible que sean racionales todas, pero el intento, la pretensión de racionalidad, está ahí. Decir lo contrario es como comparar los 20 periódicos más importantes del país, ver que dicen 20 cosas diferentes, y concluir que todos mienten. No, las ideologías no son irracionales. Irracionales somos los humanos, y por lo tanto el mundo que construimos… y la historia que hacemos. Casi nadie es completamente coherente. A mi, de hecho, solo se me ocurren a bote pronto tres personas que hayan sido 100% coherentes: Hitler, Chingis Khan, y Jesucristo (y con Jesucristo la verdad es que no me termino de fiar de las fuentes). Por eso las ideologías, o al menos su aplicación ciega, suelen ser inhumanas, pero no irracionales. Y las tenemos todos. Incluyendo a los que intentan explicar el mundo y la historia de forma objetiva. Lo que incluye al propio Luis Palacios Bañuelos, sin ir más lejos, que termina su prólogo con las bellas palabras:
Porque, en definitiva, pienso que el eterno problema de España no se resolverá si no se comienza por algo obvio: que los españoles sepamos qué es eso de ser españoles y qué es España. Y esto se logra con un mejor y objetivo conocimiento de nuestra historia, lejos de condicionantes políticos, religiosos e ideológicos. Estoy seguro de que, tras conocer España, amaremos este magnífico país y nos convenceremos de que tenemos que trabajar por una España mejor.
Los letizios y Alberto Carlos Rivera, llegados a este punto, ya tendrán una importante erección (los voxers no, pero la tendrán moderadamente morcillona ante la constatación de que se avanza en la dirección correcta). Pero verá usted, señor Bañuelos: España misma es ideología. Sencillamente porque el axioma “España existe” ya separa a la humanidad en dos: los que son españoles, y los que no lo son. Y de ahí se pueden derivar cosas (cómo distinguimos entre ambos, qué deberes les exigimos, qué derechos les reconocemos…) que nos llevan, por tortuosos caminos, a todo lo que usted va a desmenuzar en las siguientes 500 páginas.
Todo esto no significa que Bañuelos sea franquista o revisionista. En realidad, la actitud de Bañuelos es más bien tirando a “el franquismo me da puto asco, pero temo que cualquier crítica que haga al mismo la use PerroXanxez para justificar sus felonías”, cosa con la que debería poder identificarse mucho izquierdista: hay muchísimo que criticar en muchos regímenes de izquierdas, pero hacerlo ante la sonrisa de tiburón de Casado o Abascal como que se hace cuesta arriba. Y como eso estos dos lo saben, ellos y sus minions juegan rutinariamente al juego de “¿condena-usted-el-régimen-venezolano-ETA-y-el-toro-que-mató-a-Manolete?”, ya sea en el Debate del Estado de la Nación en el Congreso, o en el pleno del ayuntamiento de Casaputas de la Frontera al debatir si ha habido sobrecostes dolosos en esa glorieta a la entrada del pueblo. Si condenas, entras en su marco y le das la razón, y si no condenas, ellos se lavan las manos ante los suyos con “los otros son Venezuela-ETA-antitaurinos”. Pero nos estamos desviando.
El primer franquismo: la guerra civil
El franquismo duró 40 años, durante los cuales atravesó varias fases muy distintas, así que quizás sea más correcto hablar de “franquismos”. Lo que permanece durante todo este tiempo es el propio Franco, dividiendo y gobernando a una serie de “familias”, unidas realmente por muy poca cosa. Casi lo único que los une es, a) que matar a medio millón de personas para que España no se rompa es legítimo y deseable, y b) un odio virulento a la izquierda, donde “izquierda” a su vez es un amalgamiento de todo lo que no les gusta, que incluye desde la reforma agraria y la democracia liberal, el parlamentarismo o los partidos políticos, hasta el marxismo, el ateísmo, el divorcio o la educación sexual. Curiosamente, para extrañeza de muchos liberales actuales (que con ello demuestran que simplemente son anarco-capitalistas pasados de rosca), la “izquierda” para estas familias no incluye “intervención estatal en la economía”. De esa hay, y no poca, durante el franquismo (¡hasta planes quinquenales habrá!), porque de lo que se trata es de mandar, y como los rojos no van a poder usar la autoridad estatal que estás creando para imponer salarios mínimos u otras cosas peligrosas para la buena moral cristiana, no hay problema.
El primero de los franquismos nace el 1 de octubre de 1936, cuando los golpistas ya se han dado cuenta que el golpe de estado del 18 de julio ha fracasado definitivamente y solo queda la conquista del país por la guerra. Para liderarlos, nombran Generalísimo de los ejércitos a Francisco Franco, un señor que poco menos que pasaba por ahí, pero que como Sanjurjo y Mola han muerto en oportunos accidentes de aviación pues parece el más capacitado, y le otorgan el poder supremo, organizado en torno a una Junta Técnica del Estado, embrión del futuro estado franquista. Este “franquismo” se preocupa sobre todo de ganar la guerra, claro, pero ya empieza a asomar lo que será el régimen: purgas de desafectos, indoctrinación en las escuelas, reversión de las reformas republicanas… Como todo está por hacer y el gobierno entero cabe en un palacete de tamaño medio en Burgos, se copia profusamente de dos modelos extranjeros, la Alemania nazi y la Italia fascista (campos de concentración, por ejemplo), pero añadiendo genuinos ingredientes nacionales al mix (en todas las prisiones faltan comida, espacio y medicinas –llegará a estar preso un 1% de la población española-, pero siempre hay sacerdotes).
Se fusila a decenas de miles por el procedimiento de urgencia (el estado de guerra se alargó varios años más), hasta 140.000 según los estudios más fiables, pero estas son las víctimas registradas, con sentencias. Probablemente hubo todavía más fallecidos por hacinamiento, torturas o falta de higiene en el sistema carcelario, incluyendo a un presidente de las Cortes. La pena de muerte, abolida por la república para los civiles, se reintroduce para 19 delitos en el código penal de 1944. Decía Sainz Rodriguez que Franco firmaba las sentencias mientras tomaba chocolate.
Taxonomía
Cuando se habla del franquismo, tarde o temprano se llega a la pregunta: ¿hasta qué punto el franquismo era fascista? Pregunta que a mi entender tiene no una, sino dos respuestas. Una es la académica-aburrida, que afirma que el franquismo en su núcleo realmente era un régimen militarista-clerical profundamente autoritario, el cual, en su fase inicial, digamos 1936-1943, edificó en España un estado fascista. Con todo lo que asociamos a un estado fascista: culto al líder, nacionalismo fanático y exacerbado, movilización y control total de la población, partido único, elevación de una ideología a verdad de estado, colaboración efectiva con élites tradicionales, extirpación de la sociedad de “enemigos internos”, antimarxismo virulento, desprecio de la democracia como “régimen débil”. Sin embargo, a diferencia de los regímenes de escaparate, Alemania e Italia, este estado fascista era más un instrumento en manos de una cínica camarilla solo interesada en el poder, que un culto de verdaderos creyentes. Por eso, aquí la camarilla pudo cambiar convenientemente de chaqueta en 1943-44, mientras los “verdaderos creyentes” en Alemania e Italia lucharon hasta el hundimiento final (por supuesto, a “nivel de usuario” esta distinción es irrelevante: no hay diferencia entre vivir en un estado fascista dirigido por verdaderos creyentes, y un estado fascista dirigido por cínicos manipuladores; especialmente porque los machacas encargados de repartir la violencia a nivel de calle sí suelen ser los mismos en ambos casos). El régimen se moderó y se reinventó como esa tecnocracia paternalista que sus defensores añoran, ya saben: “extraordinaria placidez”, “crecimiento económico”, “preocupación verdadera por los pobres y trabajadores”, pisitos para todos, y la seguridad de que puedes viajar de Madrid a la periferia y encontrar gasolineras abiertas en el camino.
Frente a la respuesta de los académicos está la respuesta más simplona: ir un 20N al Valle de los Caídos, y observar a la carcunda reunida en homenaje al dictador. Gente muy variada, desde beatas señoras con perlas hasta representantes del falangismo más obrerista, pero con algo en común: todos visualizan su homenaje haciendo el saludo fascista (que Mussolini llamaba “saludo romano”, Hitler llamaba “saludo alemán”, y que aquí se llamó “saludo íbero”, porque el fascismo entre otras cosas es un interminable concurso de quién la tiene más larga y quién tiene el saludo más antiguo y autóctono). Alguno lo adereza con esvásticas tatuadas. Por alguna razón, ninguno de sus nostálgicos exhibe pancartas con esos supuestos “logros” del franquismo: estadísticas de crecimiento del PIB, número de VPOs, o certificaciones notariales de que en 1971 todas las gasolineras en la ruta Salamanca-Torremolinos estaban bien surtidas de gasolina, souvenirs y cintas de Manolo Escobar. No, todos prefieren llamar al taxi. Y no estamos en 1941, o 1951, o incluso 1971, o cualquier año que requiera de algo de contextualización, no: estamos en 2021, y los herederos espirituales del franquismo se identifican orgullosamente mediante un saludo universal- e inequívocamente reconocido como “fascista” (y que para más inri en España dejó de ser obligatorio ya en 1945 porque había que dar buena imagen).
Luego está la duda de si el franquismo fue “totalitario” (según la RAE, sí). Aquí los equidistantes dicen que no, que solo hay tres estados realmente totalitarios en el periodo: la Alemania nazi, la Italia fascista, y la Rusia soviética. Al margen de lo que el propio interfecto tenga que decir al respecto, hay algo que se suele pasar por alto: los estados que se hicieron “totalitarios” normalmente lo hacían con un propósito. En el caso de los bolcheviques, el propósito era asegurar su revolución; para nazis y fascistas, la expansión externa. Nos queda la duda de si habrían levantado el pie una vez obtenidos el Lebensraum y la Irredenta. La URSS lo hizo con Jrushchov. El caso es que en España el propósito de quienes apoyaron el franquismo no era la expansión externa, sino la reconquista interna. La fase totalitaria del franquismo, digamos 1939-1943, no se terminó porque alguien viera la luz, probablemente ni siquiera porque los modelos ideológicos hubiesen fracasado: se acabó simplemente porque alcanzó su objetivo. Purgada de indeseables la administración del estado, expoliado todo lo expoliable, incautados los patrimonios de los rojos, colonizadas con leales las administraciones, los colegios, las universidades, la cultura, la justicia y la economía, y exiliados, encarcelados o fusilados medio millón de enemigos del Régimen, con una ventaja material pensada para durar doscientos años tirando por lo bajo, el franquismo ya estaba listo para relajarse en una extraordinaria placidez. ¿Totalitarios nosotros? Como mucho autoritarios, y bien vistos por los amos del imperio.
El segundo franquismo: el imperio se establece
El primer franquismo dura hasta 1943, más o menos. Visto que los mentores ideológicos se han atascado a orillas del Volga, Franco saca las consecuencias: despide al germanófilo Serrano Suñer (el principal responsable de la orientación fascista del régimen hasta ese punto, y a la sazón cuñado de Franco y conocido por ello como el “Cuñadísimo”), retira la División Azul del frente este, y empieza a romper los lazos con Hitler. Internamente, convoca unas Cortes (sí, hasta 1943 no hubo ni siquiera una hoja de parra parlamentaria, solo la voluntad desenmascarada del dictador), y empieza a jugar una partida con los monárquicos que va a durar 30 años. Ellos amagan, él les da un poco de cuerda, y de nuevo le comen de la mano.
Como Franco era muy cuñao, desde el principio vendió la cantinela de “los políticos son la causa de todos los males, yo voy a prohibir los partidos políticos y así se acabaron los problemas”. Solo que no lo hicieron. Ni siquiera se acabó la política, siguió con otro nombre: lo que habían sido los partidos, ahora eran las “familias”. En la mejor tradición española, había dos grandes (falangistas y tradicionalistas), con varias chicas alrededor (carlistas, monárquicos, militares, Iglesia). Todas ellas unificadas en un partido único, la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista, en homenaje a todos los partidos que el Cuñadísimo había unificado a la fuerza en 1937.
Pese a los esfuerzos, el franquismo queda aislado acabada la Segunda Guerra Mundial. Pero el nuevo personaje al alza, Carrero Blanco, le asegura a Franco que resistir es vencer. Y efectivamente, el régimen logra sobrevivir a costa de… no hacer nada. Es decir, se fusila algo menos, se pone mucho énfasis en la religión, y Franco, ese inveterado africanista, renuncia al Protectorado de Marruecos para no causar problemas (dos cadetes en Zaragoza queman un retrato suyo en protesta). Lo cual no le sirve de mucho, porque el nuevo Marruecos independiente le monta la Guerra de Ifni, que acaba básicamente en una derrota, y solo se salva el Sáhara porque Francia acude en ayuda de Franco. Teniendo en cuenta que la otra gran acción bélica externa del franquismo fue la ocupación de Tánger en 1940 (de donde se retiró en 1945, también por no causar problemas a los angloamericanos, faltaría más, señores, a mandar), lo cierto es que el historial militar de la Espada Más Limpia de Occidente es un poco mustio, excepto cuando manda a mercenarios contra población civil, donde nadie le discute su maestría.
Sin embargo, al final la “moderación” y “responsabilidad” surten efecto, los americanos deciden que con este señor se pueden hacer negocios, y listos. Pero son muchos años (1943-1959) en los que España queda hecha unos zorros. Los revisionistas que gustan de hablar del “milagro español” siempre se olvidan que en los 50, cuando el resto del mundo ya iba como un cohete, España seguía en una autarquía ruinosa, y las cartillas de racionamiento no desaparecen hasta 1952 (en Alemania o Reino Unido ya lo hicieron en 1950, y eso que estuvieron en guerra hasta 1945). En 1946, todavía hubo un pequeño Holodomor en España, una hambruna con miles de muertos, la cuarta parte de los cuales se concentraron en la provincia de Jaén. Si en los 60 España era la que más crecía, es sencillamente porque venía de más atrás, igual que los campeones de hoy. Cuando Franco entrega la cuchara la riqueza per cápita española es un 63% de la francesa, el mismo valor que en 1935. 40 años de poder absoluto que no han servido para avanzar absolutamente nada con respecto a las despreciadas democracias.
Ideológicamente, se barren bajo la alfombra los últimos restos de fascismo/nazismo declarados (como este señor, que buscaba identificar el “gen rojo” y cuya nieta se contenta con evaluar la pureza de las recetas en programas de TVE en horario de máxima audiencia), y se pone en un lugar privilegiado a la religión. Como en todas las dictaduras personalistas, la ideología es optativa, y Franco, quitando los puntos a) y b) mencionados arriba, sabe ser flexible cuando es necesario; su procedencia y pensamiento militar son igual de importantes que el catolicismo. España, se enseña a los niños, es una nación que ha recibido una tarea por parte de Dios en persona, que es “propagar por el mundo los valores espirituales”. Mientras se haga eso, España será fuerte, si no, caerá en la debilidad. Así explica el régimen toda la historia de España. Las culpas de todo lo malo se le atribuyen a un contubernio judeo-masónico comunista, pues en el régimen no faltaba gente que se creía Los Protocolos de los Sabios de Sion a pies juntillas (fueron publicados por primera vez en España por uno de los “mártires” del régimen y fascista destacado, Onésimo Redondo, en una revista llamada “Libertad”). Fun fact: había falangistas que desconfiaban de Franco por judío, afirmando que “Bahamonde” venía de “Bar Amon”.
Sobre la educación, decir que fue el recurrente campo de batalla entre la Falange y la Iglesia. Y aquí la Iglesia ganó de calle: la Falange se encargaba de la “formación política” en las juventudes del régimen, y de la asignatura de Formación del Espíritu Nacional, pero solo puso un único Ministro de Educación durante el Franquismo, Martínez Esteruelas. Las leyes de educación acabaron siendo cortadas al gusto de la Iglesia, que además obtuvo varias universidades. Ya antes de Franco, en septiembre de 1936, se abolió la coeducación: niños y niñas separados, cada uno educado por su propio género para las labores propias del mismo (excepto la clase de Religión, que se considera demasiado importante para que la diese una mujer, y es la única donde las niñas tienen profesores varones, generalmente miembros del clero). Religión e Historia Sagrada son obligatorios, incluso en la universidad, se obliga a asistir a misa, y se adoctrina a los niños con material como este: “el buen español es ante todo un buen católico; quien no lo sea difícilmente conocerá ni comprenderá a España pues todo en ella está impregnado del espíritu cristiano”.
La Iglesia Católica es quien más hizo por el reconocimiento internacional del régimen franquista, y a cambio recibe sus prebendas: el Concordato de 1953. Del que Bañuelos dice que “ambos, el Estado y la Iglesia, tuvieron que ceder”. Veamos qué cedió cada uno: la Iglesia logró que el catolicismo fuese religión oficial, no permitiéndose actos públicos de otras religiones. El estado pagaba los salarios y el mantenimiento de las diócesis. La Iglesia obtuvo exenciones fiscales. Los clérigos no tenían que hacer el servicio militar, y no se los podía juzgar por lo civil/penal sin permiso de la Santa Sede/del obispo ordinario. De ser condenados, tenían sus propias cárceles. Vestirse con ropas religiosas siendo seglar era un delito penal idéntico a hacerlo con ropas militares. El matrimonio canónico era el único válido (aunque en el tardofranquismo ya podías casarte por lo civil si demostrabas ser ateo), y solo las autoridades religiosas lo podían anular. Había capillas en todas partes. Las publicaciones de la Iglesia no estaban sometidas a la censura ordinaria (de la cual se encargaban, entre otros, los propios curas). Toda la enseñanza pública debía ajustarse a los principios del dogma y la moral católicos. La verdad, si yo fuese el Papa de Roma no se me ocurría mucho más que añadir a esta lista. ¿Qué obtenía el estado? Pues poquita cosa, y casi todo prebendas simbólicas y personales para el dictador: Franco intervenía en el nombramiento de obispos (el nuncio apostólico hacía una lista de seis candidatos, y Franco elegía a tres de ellos, de los que saldría el elegido), se aseguraba unos cuantos canónigos en basílicas top del cristianismo, se obligó al rezo en misa por Franco, el ejército y el pueblo español, honores litúrgicos para Franco, e imposición por parte de Franco de la birreta a los cardenales españoles en nombre del Papa. Hubo hasta algún intento, por parte de los fanboys más incondicionales, por hacer cardenal a Franco. Si esto es un acuerdo donde “ceden ambas partes”, yo tengo clarísimo qué parte quiero ser.
En política exterior, empieza el sempiterno duelo con Gran Bretaña por Gibraltar, donde el libro constata que, evidentemente, vale más el Tratado de Utrecht de 1715 que la voluntad expresada en las urnas de los gibraltareños (cosas que aprendí: al mismo tiempo que Franco llora por los feos que le hace la pérfida Albión, le manda un embajador con derechos sobre el trono de Escocia). Y en lo social, Bañuelos (nacido en 1944) hace uno de los repasos rancio-sentimentales que abundan en el libro: que si el TALGO, que Kubala y Di Stefano, que si empieza a emitir TVE, que si el gol de Marcelino, que si el Tour de Bahamontes, y sobre todo, como no, las Copas de Europa del Real Madrid. A algo hay que agarrarse para no llorar con aquellos años.
Franquismo Reloaded
Llegamos a los años 60, que son “aquellos maravillosos años”, para nuestros boomers y para los nostálgicos franquistas. Tras el pacto con EEUU y ciertas reformas, la economía va como un tiro, con crecimientos del 10 y del 12%. España deja de ser un país agrario y rural para ser un país urbano. Millones de personas, un 10% de la población, abandonan los pueblos y se van a vivir a las ciudades, donde la industria está despegando, o a la costa, donde los tres millones de turistas de 1960 van a convertirse en más de 20 millones (al mismo tiempo, y pese a toda la prosperidad, 84.000 españoles de media emigran cada año a Europa durante esta década, lo que permite bajar el paro y cubrir medio déficit comercial con las remesas). En 1975, la mitad de la población de Madrid y Barcelona no ha nacido en el municipio. Aparece el chabolismo, frente al que el régimen empieza a construir VPO a saco, con los efectos por todos conocidos. A España ya no la reconoce ni la madre que la parió.
Los responsables de este despegue son los llamados “tecnócratas”, que hacen su entrada triunfal en la política española en 1959. Gente cercana al Opus Dei, que ha visto un poco de mundo, ha estudiado fuera, y que traen un programa de apertura de la economía. Es decir, para integrarla como un engranaje más en la economía capitalista mundial. Esto los enfrenta a los falangistas, que tienen un importante poso anticapitalista, pero que, a la vista del desastre de la política autárquica, no pueden más que batirse en retirada. Entra capital extranjero a mansalva en España, tras las preceptivas reformas administrativas que Andrés les detalla aquí. Como resultado, el país se convierte en “la décima potencia industrial del mundo”, como gusta decir el régimen. Aquí está el origen del MITO, que llega hasta nuestros días, de que en el fondo todo se solucionaría poniendo a “expertos” a implementar asépticamente una “solución técnica”, ¡si ya funcionó en los 60! Como siempre, los mitos hay que cogerlos con pinzas: parte fundamental de todo esto es que para mantener la economía competitiva se practican congelaciones salariales. Igual que ahora (aunque a otro nivel), la verdad… solo que ahora es para mantenernos en el euro, mientras que entonces a las congelaciones salariales se le sumaban frecuentes devaluaciones de la peseta, y así el coste se repartía un poquito mejor.
Con el crecimiento económico, el régimen consigue legitimarse por la vía material. Apenas un 15-25% de los españoles son verdaderos creyentes, el resto está desinteresado, pero pudiendo adquirir pisito, seiscientos y vacaciones en la playa (o al menos, con la perspectiva de poder hacerlo pronto, porque para muchos esto no llega hasta los años setenta), no se mueve mucho. En consecuencia, el régimen decide que, políticamente, incluso se puede abrir un poco la mano: varios exiliados regresan, y hasta se afloja la censura. Solo que en realidad no se afloja: se sustituye la “censura previa” por una “censura posterior”. Es decir, antes tu escribías tu obra y luego tenías que conseguir el v/b de la censura para poder publicar, y si no la obtenías, pues solo perdías tu tiempo personal. Ahora, tu escribes e imprimes lo que quieras… pero te pueden secuestrar a posteriori la edición, con el consiguiente perjuicio económico que puede cargarse una editorial, con lo que ahora son los editores los que presionan para que la obra no pise ningún callo, no me seas demasiado rojeras, y mejor quedarnos cortos que pasarnos, ¿no crees? Esta maquiavélica reforma, por cierto, nace de la fértil mente de otro valor en alza del régimen, Manuel Fraga Iribarne.
Toda esta apertura relativa no llega porque el franquismo haya visto algún tipo de luz, claro. Viene porque ven que en los años 50 se han metido en un callejón sin salida, y tienen que sacrificar principios y abrirle la puerta al malvado capitalismo liberal.
[De una carta de Carrero Blanco] Nos ayudarán por cuanto nos necesiten, pero de paso que nos ayuden intentarán dominarnos y esto es lo que no hay que perder de vista… Una cosa es que esto interese en igual forma a una gran cantidad de socialistas, capitalistas y masones, y otra muy distinta que no miremos a estos con permanente recelo […] en el mundo existen tres internacionales poderosas, con enormes medios de captación y de propaganda… que pretenden dominar el mundo… La internacional comunista, la internacional socialista, y la internacional masónica. Para las tres, la situación más favorable, para ejercer su dominio e influencia sobre los distintos países es que estos tengan regímenes democráticos a base de partidos políticos […] La realidad de la inmensa farsa en que vivimos es que no interesa la democracia porque favorece la dominación de las naciones.
El crecimiento económico del que tanto se alardea en el fondo solo es posible gracias al extranjero: sus inversiones, sus turistas, los préstamos que concede y las exportaciones que compra. Así que hay que ofrecer una cara amable, y esa es la razón del aperturismo. Incluso se establecen relaciones diplomáticas con la China comunista, de nuevo a rebufo del amigo americano. Así, el franquismo logra entrar en la OCDE, el FMI, el Banco Mundial… pero cuando las cosas son un poco más políticas, como en la OTAN o la CEE (donde Adenauer y de Gaulle veían con buenos ojos su entrada), llegan los socialdemócratas belgas o alemanes y dicen que no, que a esta gente ni agua, que son los mismos de siempre. Fraga se encargará de sacar un informe para contrarrestar esas acusaciones, con afirmaciones tan delirantes como “el único problema es que el mundo no está bien informado sobre España”, que la pobre España “lleva sufriendo desde 1808”, y que el resultado de la guerra civil “fue dialéctico, en cuanto los vencedores adoptaron muchos puntos del programa social de los vencidos”. Pero ya se han visto las cartas, y el propio Franco llega a decir que es mejor comerciar con los países comunistas (¡!) que con la CEE, aunque a ella ya van el 50% de las exportaciones.
El Mercado Común es un feudo de masones, liberales y democristianos… no podemos admitir en ningún caso condiciones políticas. En vista de ello, hemos de incrementar nuestro comercio con los países del Este, y pensar en la posibilidad de orientar nuestra economía independientemente del Mercado Común.
Al final, lo que se hace es negociar bilateralmente con Alemania o Gran Bretaña, y así lograr el sueño húmedo de los tecnócratas: apertura comercial sin apertura política. Pero eso no es óbice para generar mucha de esa nostalgia que todo lo tiñe de rosa para nuestros boomers (para los años 60: Massiel ganando Eurovisión, la aparición de la “canción del verano”, los Brincos, o el SEAT 600).
Tardofranquismo: the last fascist
En 1973, este mundo feliz se va al garete. La crisis del petróleo va a hundir la economía, y en lo espiritual, el Congreso Vaticano II ha proclamado una Iglesia “progre”, con libertad de conciencia y condenando dictaduras. ¡Ni de la Iglesia te puedes fiar! El papa Pablo VI era considerado poco menos que un enemigo público, con el arzobispo Tarancón como su compinche. Las ordenaciones de sacerdotes pasaron de 1000 en los años 50 a 200 en los años 70. Un tercio de los jesuitas abandonaron la orden entre 1966 y 1975. En varios discursos públicos, los prebostes del régimen recordaban cabreados cuánto dinero habían puesto para la Iglesia.
Es el tardofranquismo, el franquismo último, la pantalla final. Y el malo se revela… como el que siempre era: en cuanto se siente amenazado, golpea con la brutalidad acostumbrada. Estado de excepción en el País Vasco, ejecuciones de condenados, y una ley antiterrorista que permite cerrar diarios y se dirige explícitamente contra “los grupos u organizaciones comunistas, anarquistas, separatistas”. Y al pairo con lo que digan en el extranjero, que son todos unos masones (lo que no quita que el régimen venda a los saharauis a Marruecos, con Campechano en primera fila del cambalache, que una cosa es hacer tus burradas autoritarias en casa, y otra tocar los intereses de los amos del mundo). Sí, resulta que al final eran los mismos de siempre.
Pero el verdadero fulcro político es la muerte de Carrero Blanco en un atentado de ETA el 20 de diciembre de 1973. Rumores ha habido para parar un tren, porque resulta un poco extraño que un comando de principiantes pueda cavar tranquilamente un túnel bajo una calle céntrica de Madrid, llenarlo con decenas de kilos de dinamita, volar por los aires al presidente del gobierno, y luego escapar tan panchos. Eso ha dado para infinitas teorías de la conspiración. Mi favorita es la de que Carrero quería sacar a España de la órbita americana y lograr algo similar a lo que estaba haciendo de Gaulle, y que por eso es la CIA quien se lo carga.
A Tarancón los prebostes le hicieron ostensiblemente el vacío durante el funeral de Carrero, mientras los ultras asistentes gritaban “¡Tarancón al paredón!” y “¡Obispos rojos no!”, todo porque se le ocurrió decir “no nos dejemos llevar por el odio”. Por entonces, Franco ya estaba bastante pachucho, y los juegos de tronos para “el día después” del “hecho biológico” ya estaban en marcha, en un enfrentamiento soterrado entre los inmovilistas (que no querían cambiar ni una coma de lo que había, y para ello confiaban ciegamente en Campechano, que por cierto llegó al trono recomendado por Carrero) y los aperturistas (que sí querían algunos cambios, mayormente cosméticos y de bajo nivel). La presidencia de Carrero era vista como un triunfo de los primeros, y su muerte precipitó el Juego de Tronos final, con Franco poniendo a Carlos Arias Navarro, un aperturista, como sucesor de Carrero. La forma en que esto se acabó resolviendo ya es parte de la Transición y no del franquismo (aquí tienen algunas pinceladas), y Bañuelos no entra en ello. Una pena, pues eso significa que nos perdemos la imbricación de Campechano en el Régimen, y cómo llegó él, de entre la media docena de candidatos al trono, a reinar, y por qué razones. A cambio, queda claro que la monarquía no fue “restaurada”, sino “instaurada”: esta monarquía era algo nuevo, la “monarquía del Régimen”, y Campechano el elegido porque de todos los candidatos parecía el que más firme se mantendría en la defensa de los Principios del Movimiento.
Valoración
Ni fu ni fa. Se revisan los principales hitos y aspectos del franquismo, pero muchas veces parece que es para cubrir el expediente, un mero listado mecánico de fechas, nombres y estadísticas, sin mucho análisis detrás. Pasa con el cine, la cultura, o la arquitectura franquista (la cual parece limitarse a cosas en Madrid o a una hora en coche). En varias partes del libro me pareció encontrar párrafos enteros repetidos. Pero lo realmente interesante es el lenguaje.
Por ejemplo, expresiones como “nacionalismo nacionalista” (¿acaso hay otro?) o “nacionalismo españolista”. ¿Por qué no decir “nacionalismo español”? Dentro juicio de valor: en la jerga política española, el “nacionalismo” es periférico y, en casi todos los medios, malo y perverso de raíz. Por ejemplo, el “nacionalismo catalán”. Un “nacionalismo español” sería semánticamente idéntico a un “nacionalismo catalán”, y alguien podría concluir que es también igual de malo. Por eso nadie usa la expresión “nacionalismo español” en los medios españoles: tal cosa no puede existir, es incompatible con lo que nos venden. Así que lo renombramos de “español” (perteneciente o relativo a España) a “españolista” (afecto al españolismo, que es amor o apego a lo español), y ya suena mejor.
Y luego está el empleo ocasional, creo que involuntario, pero precisamente por ello tan freudianamente revelador, del “nosotros”. Sobre todo, cuando hay cosas buenas de las que hablar, claro, como el crecimiento económico del desarrollismo (“la Ley de Estabilización es un referente en nuestra historia”, “Suiza nos animó a no entrar en el Mercado Común”). No cuando se fusila a gente o se la mete en campos de concentración, ¡cómo vamos a haber sido “nosotros” los que hicimos eso! Pero es que resulta un poco difícil separar tan asépticamente las cosas en una dictadura. Una lectura “nos apropiamos de lo bueno y rechazamos lo malo”, que suena muy errejonista y es totalmente política, perfectamente integrada en la Cultura de la Transición, que se presenta como poco menos que inevitable:
Ante un Régimen que coarta la libertad, la lógica salida es situarse frente al mismo, aunque sea con actitudes. Generaciones de españoles ansiaban salir de todos estos esquemas, aspiraban a lograr la libertad y la democracia. Y en cuanto mure el dictador todos aquellos anhelos emergen… y hacen posible en la Transición el logro de la libertad y de la democracia. Porque, no lo olvidemos, la Transición no fue ningún milagro, no. Lo milagroso habría sido que España, tras el dictador, hubiera seguido con un franquismo después de Franco.
Vamos: que el franquismo era Franco, y muerto el perro se acabó la rabia (a Bañuelos no le pasa, pero no faltan escritores/periodistas a los que se les escapa un “la democracia volvió en 1975”). Y es que el lenguaje indica todo lo que está mal en este libro: igual que uno no puede ser juez en causa propia, tampoco debería ser historiador. Ningún historiador serio debería usar la voz “nosotros” en contextos históricos. Su uso por parte de Bañuelos revela varias cosas: primero, que él está escribiendo sobre si mismo (y sobre nosotros mismos es muy difícil ser objetivos), y segundo, que está escribiendo para otros españoles. Es decir, este es un libro que lo coge un extranjero y no entiende de la misa la mitad. Unas “verdades universales, alejadas de toda ideología” deberían ser accesibles universalmente: a un español, a un ruso, a un tamil, pero este libro solo lo entenderán otros españoles. Así que Bañuelos no busca verdades universales: busca verdades españolas (lo que es totalmente legítimo). Y las disfraza de CIENCIA OBJETIVA, lo que también es legítimo, o al menos “trampa aceptada del juego”, en un político, pero no debería serlo en un historiador.
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Comentario de tabalet i dolçaina (11/10/2021 11:15):
Don Carlos una corrección el 1 de octubre de 1936 sólo se había estrellado Sanjurjo, Mola continuaba en el mundo de los vivos y su no elección como jefe supremo se debía a que las tropas con mando directo de Franco eran mayores que las suyas, una cierta propaganda hacia su persona (Alcázar de Toledo), unas relaciones directas con Alemania e Italia; y en última medida que Mola pensaría bueno ganemos la guerra y ya veremos que pasa en el futuro. Yo tengo la pedrada que sin las muertes oportunas de Sanjurjo, Mola y Jose Antonio no hubiera podido acumular todo el poder político.
Comentario de Morcillero (11/10/2021 17:15):
Las tres muertes fueron providenciales para Franco. No era uno de los “presidenciables”. De hecho ni siquiera era uno de los militares más comprometidos con el golpe hasta última hora. Queipo de Llano también fué toda una sorpresa para la república.
Quizá a muchos de aquellos “africanistas” les ayudó a decidirse el anuncio de la publicación, por fin, del famoso “Informe Picasso” sobre el desastre de Annual. Muchos de ellos hicieron su carrera en Marruecos y, además, en el ejército español el concepto e importancia del “honor” y el “buen nombre” suele ir unas cuantas décadas por detrás del concepto que tiene la sociedad en cada momento. Creo que ver sus vergüenzas aireadas y en boca de toda la población era demasiado para muchos de ellos.
No digo que fuera una causa primaria del golpe. Sólo digo que pudo terminar de inclinar a varios indecisos. Igual que el deseo de apostar al caballo ganador y no quedarse entre los perdedores (Que ya sabían ellos el trato que recibirían).
Comentario de Casio (11/10/2021 19:57):
Franco a quien se debe sobre todo, más que a la Iglesia o a los americanos es a sus propios compañeros del ejercito, que son los únicos que le podían haber complicado la vida. No mima al ejercito en sí ( el material y los acuartelamientos son una basura, y el armamento decente llega vía regalos yanquis) sino a la oficialidad en general y a los altos mandos en particular. Hay sobornos, manga ancha en las mil corruptelas que aún ahora han dejado ciertos “hábitos” que son tabú denunciar etc…Para entender todo esto yo siempre recomiendo a los periféricos una visita al barrio de El Pardo de Madrid. Franco además de vivir allí construyó unos cientos de viviendas para los mandos y oficiales en el mejor sitio de Madrid, un entorno sorprendentemente verde, muy bonito, el lugar mejor conservado de toda la capital. Las viviendas eran chalecitos (o chaletazos, según eran para un oficial o para generales en activo ) regaladas que aún están en manos de sus descendientes. Y en la iglesia principal del pueblo se pueden ver las paredes interiores recubiertas de tapices que muestran a los feligreses enormes escudos nacionales preconstitucionales (con el aguilucho) y sobre la puerta principal la dedicatoria al Caudillo de España. Ahí no se ha atrevido el PSOEa aplicar la Ley de Memoria .El ejercito le da todavía da un poco de cagalera.
Comentario de Lisistrata (11/10/2021 20:06):
Que alguien llame a Mauricio, Trompeta o nuestro experto en Venezuela que Lpd esta mas muerta que la carrera politica de Laporta.
Comentario de Lluís (12/10/2021 08:07):
Y también los trataba con puño de hierro. Genereles monárquicos, los había, y alguno incluso se dejaba querer por los juanistas. A mediados de los 50 parece incluso que hubo alguna intentona medianamente seria, consistente en arrinconar al Caudillo en un puesto más o menos simbólico, poner de presidente al genera Juan Bautista (en esa época, capitán general de Cataluña) y entronizar a Juan III a la mayor brevedad posible. Pero los conspiradores eran unos bocachanclas, los servicios de inteligencia se enteraron y el asunto finalizó con la sospechosa muerte de Bautista de un ataque al corazón durante unas maniobras.
Viendo eso, es de suponer que el resto decidisen limitar sus simpatías monárquicas a ir a misa el día de la onomástica del pretendiente, que servir al Caudillo no era tan malo, además de lo que comenta Casio, ser un general abría muchas puertas al enriquecimiento, lícito (presencia en consejos de administración y cosas por el estilo) o ilícito, que nadie iba a investigar las cuentas de cuarteles y comandancias.
Y para los más sospechosos, siempre quedaba ponerles en puestos sin mando sobre tropas, el responsable del negociado de mutilados o del patronato de huérfanos de una región militar podía tener galones y medallas y la guardia le presentaba armas, pero lo que es mando directo, sobre 10 o 15 personas como máximo, con eso no daba para un pronunciamiento.
Comentario de emigrante (12/10/2021 15:49):
Muy interesante como siempre, aunque he echado de menos algún párrafo sobre el estraperlo y el origen de algunas grandes fortunas. La mercancía que acababa en el mercado negro procedía de las grandes explotaciones del sur de la península porque los pequeños productores de la mitad norte no tenían oportunidad de escaquear nada. Recuerdo una vez de niño que llegué a casa contándole a mis padres que me habían hecho delegado de clase. Mi familia me miró raro y me preguntó qué era eso del delegado. Después de explicarme me contaron lo que ellos entendían por delegado. El Delegado era un señor que en tiempos de la postguerra llegaba al pueblo, se subía al campanario con unos prismáticos y allí se pasaba todo el día vigilando las eras. Si pillaba a algún vecino escondiendo bajo la paja media fanega de garbanzos para consumo propio le madaba a casa una pareja de la guardia civil y le daban de hostias hasta hacerle cagar el último garbanzo. Es un tanto paradógico que viviendo en mitad del granero de España la gente pasara tanta hambre. Supongo que la vida en un gulag no debió ser muy diferente. El Sevicio Nacional del Trigo, al que había que venderle la cosecha al precio oficial y que llenó la meseta de sus característicos silos, siguió funcionando hasta la entrada de España en el Mercado Común. Ya saben, la idílica vida en el campo.
Y ahora los capones para el señor Jenal. “España misma es ideología. Sencillamente porque el axioma “España existe” ya separa a la humanidad en dos” Mal empezamos si negamos la existencia misma de España. Me pregunto que tendrían en mente todas esas gentes cada vez que aparece en la historia la palabra España, Hispania, Iberia o Estepaís. Algo habría si los fenicios acuñaron el término cuando nos descubrieron (y perdón por usar la primera persona de plural). Si España no existe entonces tampoco existe ninguna otra nación, ni país, ni étnia, ni comunidad lingüistica o cultural. Porque cualquiera de ellas también divide a la humanidad en dos. Incluso en los tiempos de Homero, al que tanto admira, nadie dudaba de la existencia de Grecia a pesar de que los griegos no tuvieran un estado unitario ni perspectiva de tenerlo.
“se copia profusamente de dos modelos extranjeros, la Alemania nazi y la Italia fascista (campos de concentración, por ejemplo), pero añadiendo genuinos ingredientes nacionales al mix” Parece que para lo malo España sí existe y además es fácilmente reconocible. En el fondo el recurrir a la hispanofobia es darle la razón a Franco cuando hablaba de los “antiespañoles”. Es triste que la izquierda postmoderna, abandonados sus axiomas tradicionales, busque en Franco su punto de referencia para poder definirse. Algunas personas para tomar una decisión tiran una moneda al aire y la izquierda cultural para posicionarse en contra o a favor de algo mira si eso le gustaba a Franco o no. Si se descubre que a Franco le gustaba el pan con tomate entonces el pan con tomate empezará a ser fascista. La lista puede ser muy larga y eso incluye a España misma hasta el punto de dudar de su existencia. El Franquismo fue un periodo triste y vergonzoso de nuetra historia y si la derecha no es capaz de condenarlo es su problema, pero la identificación de ese régimen con el conjunto de la nación es un problema de la izquierda.
En fin, feliz día del holocausto hispano.
Comentario de Lino Moinelo (12/10/2021 16:05):
“La ideología es un intento, partiendo de unos axiomas, de explicar el mundo de una forma racional”
Esto es falso. La ideología son unas etiquetas que se aplican para diferenciar distintas formas de ver el mundo, independientemente de su veracidad u objetividad. La ideología es irracional, ya que son un conjunto de dogmas. La ideología ha de ser un resultado, no un punto de partida, es decir, la “explicación racional” que cada uno ha de dar al mundo ha de basarse en evidencias, no en los dogmas escritos por otros anteriormente. Si partes de una “ideología”, partes ya con un filtro que te va a impedir hacer ese “análisis racional”.
Saludos
Comentario de Lluís (12/10/2021 18:10):
#6
El la díscola región pirenaica oriental, pese a que la estructura de la propiedad agraria es similar a la de su terruño, buena parte de la producción se derivaba al mercado negro, con la complicidad del Delegado, el sargento comandante de puesto y el jefe local del Moviento. En mi pueblo, uno de los delegados trucaba la báscula, de forma que de cada 100 kilos que le llevabas, en el pesaje salían solo 80, los 20 restantes eran para él, que se encargaba luego de colocarlos en el mercado, a cambio no te molestaba si sólo llevabas al SENPA la tercera parte de la cosecha
Luego, los números de la Benemérita, practicaban la extorsión en el agro a la mejor forma siciliana, “solicitando” productos para consumo propio a los agricultores y ganaderos. De vez en cuando, te pedían patatas, harina, un par de conejos, un pollo, incluso un cordero para celebrar el 12 de octubre, y nadie solía negarse. Vale que cobraban muy poco y el régimen les recompensaba su lealtat tratándoles tan mal como sabía, pero tampoco es que quisieran irse a trabajar al sector privado, donde mucha gente ya estaba empezando a salir, eso si, deslomándose y echándole más horas que el reloj.
Comentario de emigrante (13/10/2021 05:40):
#8, veo que la represión en Catalunya era mucho más sutil, para que luego se me quejen tanto. Y también veo que abundaba la comida. Mi madre me contó que cuando era pequeña en la familia más pobre del pueblo tuvieron quince hijos pero nunca los vieron todos juntos porque se le iban muriendo según iban creciendo. Al final se le murieron todos. Decía que eran niños muy apáticos, nunca jugaban y se limitaban a permanecer sentados a la puerta de su casa tomando el sol. Solo el mayor de ellos alcanzó edad suficiente para aprender a hablar, una edad muy tardía, por cierto. Lo único que decía cuando alguien pasaba por delante de su casa era “Pan, poco. Pan, poco”
Comentario de archivista (13/10/2021 06:38):
No es la primera vez que me quedo con la misma impresión: los autores están muy interesados en la guerra y la posguerra, la dictadura, el nacional-catolicismo, la autarquía. En cambio, al llegar al plan de estabilización, el interés decae. La narración se desvía de la política hacia las curiosidades culturales; aparecen tonos nostálgicos y, en algún momento, la historia hasta parece divertida.
¿Qué me pasa, doctor? Yo no viví la época de Serrano Suñer u Onésimo Redondo, sino la de Solís y Fraga, que es la que ha marcado la cultura política española a fuego. Hubo muchísimos menos muertos (Gracias a Dios), pero entonces se consolidaron muchos de los vicios nacionales: el conservadurismo del coche y el piso en propiedad, la mediocridad cultural y académica, el escepticismo ante la política, la resignación ante la especulación y la corrupción.
Supongo que necesitamos otra clase de historiadores para los años del desarrollismo. Confío en que, cuando los tengamos, cuenten una historia de España que enlace directamente con el presente.
Comentario de ABP (LPD) (13/10/2021 07:09):
Gracias por la reseña, Carlos, y sobre todo por los comentarios, que creo casi tan ilustrativos como la obra comentada (que no parece tener tampoco demasiada chica). Yo no sé si como dicen #6 emigranye y #8 Lluís la pauta era regional o más local, pero historias sobre los delegados y el estraperlo, y cómo moldeó las pequeñas economías de la españa franquista y de la recuperación económica, harían falta muchas más. Y al hilo de lo que comenta #3 Casio, sinceramente, el libro que sigue faltando (o yo no lo conozco) es una obra medio seria de la acumulación de riqueza de las grandes sagas militares del franquismo, a qué la dedican después, de qué viven sus decendientes (porque donde viven, en muchos casos, lo vemos todavía con los casoplones esos de militares que encima se quejan a veces de que el estado tardó mucho en regalárselos) y, sobre todo, un estudio de toda esa “acumulación primitiva” por despojo a fuego y sable cómo se ha transformado en puestos en consejos de administración y empresitas de inversión mobiliaria y en valores para los núcleos centrales de descendientes, completado en loas anillos algo más exteriores de las familias por escritores, cantantes, periodistas o columnistas que se dedican a proyectar un visión muy peculiar de cómo somos y lo que somos que, probablemente, se entendería mucho mejor rastreando ese origen.
Comentario de Winxurfer (13/10/2021 08:42):
Buenas. Con cariño para #3 Casio y #11 ABP:
Franquismo S.A. de Antonio Maestre.
Que sí que es un rojeras y todo lo que quieras pero es el único libro de ese tipo que me viene a la cabeza
Comentario de Lluís (13/10/2021 09:22):
#9
Había comida en el campo, y para la gente que trabajaba en él, las explotaciones agrarias en mi zona estaban más orientadas al autoabastecimiento que al cultivo de mercado. Debo admitir que era una zona buena, a la que la sequía afectaba muy poco pese a ser de secano, en otras zonas a las que no llega el regadío incluso a día de hoy sale una buena cosecha de cereal un año de cada cuatro, ahí si que se podía llegar a pasar hambre, en particular cuando las familias hacían caso al cura y tenían 8 o 10 hijos.
No sé cómo se hacían las cosas en Castilla, aquí la institución del “hereu” sirvió para impedir que las propiedades se fraccionasen hasta el punto que los distintos fragmentos fuesen insuficientes para el sostenimiento del propietario y su familia.
En las ciudades, había hambre. Mi señor padre no se cansa de repetir que, en 1955, comían mejor ellos que un ingeniero o un catedrático. Eso si, en mi casa no pusieron la luz hasta 1978 y el teléfono hasta 1985 (y pagando la instalación, que costaba varios cientos de miles de pesetas). Otra cosa es que bienes de consumo pocos, y la comida era la que producían, y que comer pollo era algo extraordinario, se hacía en fechas muy señaladas.
En los años 40, cuando mis abuelos iban a visitar a sus primos de Barcelona, como regalo les traían dos o tres panes. Que por cierto, se amasaba y horneaba en casa.
Comentario de Mauricio (13/10/2021 17:43):
Me los imaginaba enzarzados discutiendo las responsabilidades de VOX en la erupción del volcán y me los encuentro hablando de Franco. No se les puede dejar solos
Algunos comentarios:
El autor comienza confundiendo ideología con metafísica. A los comunistas les pasa como a los nacionalistas; solo conciben opuestos idénticos.
La fundación CEPS, núcleo irradiador de Podemos, tenía entre sus objetivos extender la revolución bolivariana a la que asesoraron ¡a cambio de dinero! pero no le hagamos el juego a la derecha ¿acaso el Rey no vende armas a Arabia Saudí para matar mujeres y niños yemenís? Que se han creído estos tipos que solo han condenado la dictadura franquista un par de veces…
Siguiendo los principios de Munzenberg de definirse por lo que se está en contra: “a) que matar a medio millón de personas para que España no se rompa es legítimo y deseable, y b) un odio virulento a la izquierda, donde “izquierda” a a su vez es un amalgamiento de todo lo que no les gusta”. Revelando más de si mismos de lo que les gustaría, entre otras cosas que al Frente Popular o al nuevo Frente Amplio les une, y no mucho, exactamente lo contrario: a) que matar a medio millón de personas, o las que se tercien, para que España se rompa es legítimo y deseable, y b) un odio virulento a la derecha, donde “derecha” a su vez es un amalgamiento de todo lo que no son ellos.
“añadiendo genuinos ingredientes nacionales al mix (en todas las prisiones faltan comida, espacio y medicinas” ¿había algún lugar en el que no faltaran, especialmente en el territorio controlado por la república? Claro que en estos no había sacerdotes porque los fusilaban lo cual siempre supone un alivio.
Franco firmaba penas de muerte “mientras toma chocolate”…no se puede ser más malo.
Los “franquistas” eran unos fascistas de mentirijillas, de por el interés te quiero Andres, como ahora son demócratas, bueno, del PP, antes carlistas o de lo que hiciera falta porque el franquismo es atemporal y consustancial a lo español que, por otra parte, no existe.
Solo hay que ir un 20N o a Chueca para ver 100 mamarrachos con esvásticas tatuadas y con 0 perspectiva de género. Mientras tanto en Euskalherria se reunían 200 mil vascos para pedir la aplicación de los derechos humanos a Parot. Ese preso político. Como no estar preocupado por lo que está pasando en Madrid y la vuelta del franquismo.
La URSS se hizo totalitaria con Jrushchov y solo un poquito de nada, que da hasta vergüenza tenerlo que explicar a estas alturas.
“con una ventaja material pensada para durar doscientos años tirando por lo bajo” por lo bajo, bajo pues anda que no tenían cosas los rojos para ser incautadas.
“el historial militar de la Espada Más Limpia de Occidente es un poco mustio, excepto cuando manda a mercenarios contra población civil, donde nadie le discute su maestría.” Un perillán el Franco este.
“Los revisionistas que gustan de hablar del “milagro español” siempre se olvidan que en los 50, cuando el resto del mundo ya iba como un cohete, España seguía en una autarquía ruinosa, y las cartillas de racionamiento no desaparecen hasta 1952 (en Alemania o Reino Unido ya lo hicieron en 1950, y eso que estuvieron en guerra hasta 1945).” Que plan Marshall ni que niño muerto. Aunque eso de que el racionamiento acabo en el 50…por no hablar de la pena de muerte o el encarcelamiento de homosexuales.
“el buen español es ante todo un buen católico; quien no lo sea difícilmente conocerá ni comprenderá a España pues todo en ella está impregnado del espíritu cristiano” que no habría hecho de saber que las matemáticas se pueden enseñar con perspectiva de género.
Ser sacerdote era un chollo solo comparable a ser rey o concejal de urbanismo ahora.
“vale más el Tratado de Utrecht de 1715 que la voluntad expresada en las urnas de los gibraltareños” Si es que ya nadie respeta la voluntad popular…que se lo digan a Puigdemont o a IU.
“Aquí está el origen del MITO, que llega hasta nuestros días, de que en el fondo todo se solucionaría poniendo a “expertos” a implementar asépticamente una “solución técnica” Que sabrán los economistas, mucho técnico, mucho lerele y luego Zp se lo aprende todo en dos tardes. Control de precios y nacionalizaciones ¿Cuándo no ha funcionado?
“El crecimiento económico del que tanto se alardea en el fondo solo es posible gracias al extranjero” ¡Viva la autarquía!
“Estado de excepción en el País Vasco” Sin pandemia ni nada, por sus santos cojones…
“lo que no quita que el régimen venda a los saharauis a Marruecos, con Campechano en primera fila del cambalache, que una cosa es hacer tus burradas autoritarias en casa, y otra tocar los intereses de los amos del mundo” De aquellos lodos, estos Ghali. Una buena lección le tendríamos que haber dado a los marroquís…
“una ley antiterrorista que permite cerrar diarios” como Garzon con Egunkaria…¡si es que no ha habido cambio de regimen!
“Mi favorita es la de que Carrero quería sacar a España de la órbita americana y lograr algo similar a lo que estaba haciendo de Gaulle, y que por eso es la CIA quien se lo carga.” Cuéntesela al Evole que le hace un especial para La Sexta. Eso sí, yo metería al rey por alguna parte…
Unas “verdades universales, alejadas de toda ideología” deberían ser accesibles universalmente: a un español, a un ruso, a un tamil, pero este libro solo lo entenderán otros españoles. Así que Bañuelos no busca verdades universales: busca verdades españolas (lo que es totalmente legítimo). Y las disfraza de CIENCIA OBJETIVA, lo que también es legítimo, o al menos “trampa aceptada del juego”, en un político, pero no debería serlo en un historiador.” Como ha quedado claro en el caso de Iraq, Siria, Afganistán, Ucrania, “Palestina” y el resto de conflictos modernos y es que particularismos y hechos diferenciales en Cataluña y poco más.
Con lo sencilla que es la historia basada en la ideología: nosotros somos los buenos y ellos los malos. Chim pum.
Un saludo
Comentario de emigrante (14/10/2021 14:18):
#11, hombre, Andrés, cuánto tiempo por aquí.
Pues tal como cuenta Lluis, aunque pobres siempre ha habido en todas partes, los catalanes debían estar bien comidos. Si como dice solo entregaban la tercera parte de la cosecha y el resto lo colocaban de estraperlo debían estar montados en el dólar. Parece lógico, de lo contrario los catalanes habrían acabado emigrando a otras partes de la península en lugar de al revés como ocurrió realmente. Porque ese es el motivo por el que la gente se vió obligada a despedirse de su familia y amigos para irse a un barrio de chabolas de los suburbios: el hambre. Lo de que fue un plan de Franco para arrinconar a la población autóctona y acabar con el catalán es la versión local de la teoría conspirativa de que George Soros pretende sustituir a la población europea por moros.
#13, en mi tierra no había mayorazgo y algunas explotaciones se volvieron demasiado pequeñas. Y no solo se partían las tierras sino también la casa, uno se quedaba con la vivienda, otro con el corral y otro con el pajar. Los matrimonios se concertaban buscando juntar entre ambas dotes lo máximo posible. Hubo bastantes casos de hermanos que se quedaron solteros viviendo juntos de la explotación familiar.
Comentario de Lluis (15/10/2021 06:27):
#15
Aquí también había hermanos que se quedaban solteros (el “conco”), trabajando prácticamente como un jornalero más para su hermano mayor. Una parte encontraba acomodo el el clero, y para las hijas, un matrimonio o el convento, esta última opción tampoco era para ahorrar, al convento también era altamente recomendable ingresar con una dote. En familias relativamente acomodadas, a los hijos menores se les podía ayudar a establecerse en algún tipo de negocio o en el pueblo, si había posibilidad incluso se le podía pagar estudios, pero era poco frecuente. Cuando la industrialización en Barcelona, se abrieron otras vías de salida, andaluces y murcianos vinieron cuando el agro catalán no producía excedentes de mano de obra suficientes.
Por lo demás, el Caudillo tampoco tenía motivos para ser muy duro con la Cataluña rural. Al margen de que se empecinaban en seguir hablando en dialecto pese a prohibiciones y multas, eran profundamente conservadores, los principales problemas se los daban algunos universitarios y los trabajadores castellanoparlantes del área de Barcelona, en un pueblo el rojeras de turno (que siempre había alguno) era casi una atracción turística.
Comentario de Bellver (17/10/2021 07:49):
Perdonen el offtopic, pero me ha flipado la noticia a la que está dando pábulo nuestros imparciales medios españoles. Que ZP tiene una “mina de oro” en Venezuela. No que ZP fuera sobornado con unos lingotes de oro, lo cual ya sería bastante bizarro. No, tiene una mina de oro, como si ZP fuera el Dr. No o cualquier otro villano de James Bond.
Y yo también recomiendo Franquismo S.A. Después de leerle te queda claro que a) el franquismo creó a la clase alta actual y b) que esta clase alta obtuvo su fortuna en base a la corrupción o el robo directo. De hecho, acaba uno bastante convencido de que la corrupción sistémica de la actual restauración borbónica es herencia directa del sistema corrupto franquista.
Comentario de tabalet i dolçaina (18/10/2021 11:13):
# 17, estoy esperando que lo de la mina sea una Joint Venture, entre Zapatero y Pablo Iglesias y verlos en la próxima temporada de Fiebre del Oro en Discovery Plus.
Comentario de Lluís (19/10/2021 07:03):
Lo que nadie ha conseguido, en un lustro o más, es explicar dónde está el delito en el hecho que unos ciudadanos españoles fuesen contratados (y pagados) por un gobierno venezolano cuya legitimidad no se ponía en duda. Lo que hubo ya lo resolvió Hacienda con Monedero, y éste ha tenido que renunciar a ocupar cargos electos.
Todo lo que han intentado en los tribunales hasta ahora ha quedado en nada, y dudo que las declaraciones de un sujeto que haría lo que fuese para no ser extraditado a EEUU vayan a cambiar nada. Lo curioso es que los que más se quejan son los que ya tienen a bastantes ex-dirigentes entre rejas con sentencia judicial firme y otros pendientes de juicio y haciendo todo lo posible para retrasarlo. Por no hablar de algunos medios cuya financiación aparecía en los papeles de Bárcenas, eso si que sería delictivo.
Comentario de Djiaux (04/11/2021 22:48):
Dendeluego Carlos, que arte y que mente tienes para hacer reseñas de estas.
Deberías animarte y sacar tu un libro o un ensayo aunque sea sobre algún tema que te interese.